Capítulo veintiséis: El encuentro con la Virréa.
Narra Leander:
Guardo mi pistola favorita en el bolsillo de mi capucha y dejo salir aire con exasperación. Lillai ayer me ha dejado impresionado, de lo que es capaz y la fuerza que tienen esas diminutas y delicadas manos hace mi sangre correr con mucha más velocidad. Pero al mismo tiempo sus lágrimas y pequeños sollozos que emanaban de sus labios cuando me confesaba que tenía miedo, me hizo comprender que la magia no le da la misma sensación que mi cuerpo produce cuando la ve salir de sus manos. El poder me deja siempre la boca seca o salivando... Si solo yo tuviera todo eso, haría tantas cosas y tendría a todos los idiotas bajo mi bota... No es como si ya no los tuviera bajo mi pie, pero sería más poderoso de lo que soy ahora.
—¡LEANDER! —el grito desgarrador de Eliza me despierta y desvanece el mundo perfecto en donde destruía el alma de todos. Está llorando a cántaros y tiembla como una gelatina—. Lillai... Lillai —sus labios tiemblan, se le es difícil hablar. Pasa las manos por su rostro, mezclando el sudor con sus lágrimas.
Me pongo de pie lentamente y la miro con atención—. ¿Lillai qué? —pienso en lo peor, ahora seguro ha convertido al Lionide en rata o a ella misma en un avestruz.
—Ella... —un sollozo enorme sale de sus labios, sus rodillas hacen que pierda el equilibrio; pero antes de que caiga se sostiene de la pared.
Comienzo a desesperarme ¿Qué pudo haber pasado que sea tan malo? Como Eliza no dice nada que me dé las respuestas que necesito le hablo con más fuerza—. Maldita sea, dime de una sola vez lo que le ha pasado a tu hermana ¿Qué ha hecho? —veo por la puerta trasera e intento buscarla con la mirada para darme una idea de la situación, pero lo único que veo es a Drako al lado del pozo de agua como un idiota
Llora con más fuerza y una mueca se forma en su rostro—. Se ha caído al pozo y no sabe nadar.
Las palabras de Eliza ponen mi sangre a bombear con fuerza, la adrenalina tiene un sabor amargo dentro de mi boca.
Se ha caído, no sabe nadar.
Me quito la capucha y la dejo caer al suelo, me deshago de mis botas y comienzo a correr, empujo a Eliza en el camino y también dejo tirada mi camisa en algún lugar. Maldita sea, lo último que necesito en este momento es que Lillai se muera ahogada. Coloco un brazo sobre el borde de piedra y con impulso me sumerjo en el agua. Las burbujas desaparecen y adapto mi visión, observo la mata de pelo casi blanco y comienzo a nadar hacia ella. El agua tibia solo hace que la adrenalina incremente al igual que el vibrar de mis músculos, el camino hasta llegar hacia Lillai se hace eterno, parece como si se alejara cada vez más de mí. Cuando llego a ella, la tomo por la cintura y comienzo a nadar hacia la superficie. Los sonidos que provoco cuando nado hacia la superficie retumban contra mi cráneo.
Salgo de nuevo al ambiente caliente del desierto y tomo una gran bocanada de aire. Coloco una sola mano sobre el borde y con ella nos saco a ambos del pozo del infierno. El llanto de Eliza regresa a mis oídos y sus quejidos solo hacen la situación mil veces peor. Coloco a Lillai sobre el suelo arenoso, la ropa mojada se apega a su cuerpo al igual que el cabello a su rostro, sus ojos permanecen cerrados y sus labios comienzan a tomar un color azul.
Inclino la cabeza de ésta hacia atrás y levanto su barbilla, cierro los orificios de su nariz y procedo a hacer respiración boca a boca. Sello mis labios sobre los fríos de ella y respiro dentro de su boca, compruebo si su pecho se eleva y reviso los latidos de su corazón, son lentos pero están ahí. Repito el proceso de nuevo, respiro dentro de su boca una y otra vez y compruebo su pulso repetidas veces. Eliza grita con desesperación y yo la tengo que apartar de Lillai para poder continuar con mi labor, lo hago una última vez hasta que ésta comienza a toser.
Suelto un suspiro y aparto el cabello mojado de su rostro, Eliza quiere acercarse a su hermana pero yo con mi mirada severa la aparto; lo que más necesita es respirar y ésta solo la abrumaría. Sostengo su cabeza con una mano y la otra la mantengo sobre su cuello para tener al tanto su pulso, busco en sus ojos claros su mirada y me aseguro de que pueda comenzar a respirar con normalidad—. Lillai —la llamo. Sus ojos se abren como platos y comienza a toser con más vigor, su mano sostiene la mía con fuerza y comienza a temblar.
—O por Dios Lillai —Eliza se coloca al otro lado de su cuerpo y sostiene su mano con fuerza—. Todo es mi culpa yo te dije que te sentaras conmigo y no pensé en las consecuencias.
—Espera que aún intenta equilibrar su respiración Eliza —reprendo a la morena una vez más.
Lillai toma enormes bocanadas de aire y no suelta su mirada de la mía, veo la confusión y el alivio en sus ojos, como ambos sentimientos se mezclan en sus iris celestes. Continúa intentando regular su respiración con el paso de los segundos y su frágil cuerpo bajo mi toque sigue temblando. Mis pensamientos se pierden en los latidos fuertes de su corazón y me hacen pensar en que nunca antes le había salvado la vida a alguien de esta manera, sino que siempre se las arrebataba a todos...
—¿Lillai? Por favor di algo hermana, siento que voy a vomitar mis entrañas si no sé que estás completamente bien —la voz desesperada de la cotorra hace que los ojos de Lillai se desvíen de los míos para ver con atención a la chica que está a mi lado.
—Pensé que iba a morir —el agarre de mi mano, que se encuentra sobre su mejilla, incrementa su brío. Ésta cierra sus labios cuando ya no sabe qué más decir, el color pálido está comenzando a desvanecerse y su piel ya se está viendo menos como la de un cadáver.
Sin su consentimiento comienzo a enderezar su cuerpo para que se siente sobre el suelo, la miro a los ojos con seriedad—. ¿Cómo fue que te caíste? —mi voz no suena completamente fuerte en comparación con otras veces en donde le hablo con dureza, esta vez intento ser más calmado con mi tono de voz y palabras. La mujer se acaba de ahogar joder, tampoco quiero hacer que su estado físico y mental empeoren aún más.
Su voz sale silenciosa—: Me he resbalado —sus ojos conectan con los míos—. Gracias por salvarme Leander —la expresión que tiene en el rostro y el calor de sus ojos son algo que nunca había visto en ella hasta este preciso momento. El agradecimiento que siente por haberle salvado la vida hace que trague en seco. Esta vez me mira de manera distinta, no como el asesino sin corazón que mata por placer, pero como el hombre normal que la acaba de alejar de la muerte.
Suspiro con fuerza—. Ya... —niego con la cabeza—. Escúchame, no quiero que estés cerca de un pozo otra vez y si lo vas a hacer tendré que estar vigilándote —miro a Eliza—. A las dos —digo con aburrimiento—. Que mierda, no puedo quitarles el ojo de encima porque al parecer sí lo hago se colocan al borde de la muerte —quito la mano que tenía sobre el cuello de Lillai y restriego mi cara con ella, la miro de nuevo—. Por dicha he llegado a tiempo —le doy una palmada en el hombro—. Me alegra de que estés viva —ésta asiente con la cabeza y le ayudo a ponerse de pie.
(...)
Me incorporo y me acerco a la bruja que permanece cómodamente sobre el suelo arenoso observando a la nada, su mente maquina miles de pensamientos y parece no detenerse hasta que me coloco de cuclillas a su lado. Sus ojos agotados dejan de mirar los fantasmas que la rodean y se encuentran los míos. Estos no toman un color opaco aunque haya poca luz dentro de esta pocilga, sino que mantienen su claridad—. No creas que porque casi mueres no te vas a salvar de practicar, vamos —me coloco de pie y extiendo mi mano para ayudarle. Su piel se encuentra un tanto fría a comparación de la mía. Antes de salir, miro con gravedad a la menor de los tres—. Te quedas aquí y si mueves el culo tan solo un centímetro estarás en graves problemas.
—¿Qué me vas a hacer? ¿Cortarme la cabeza? —me mira con incredulidad.
Una sonrisa llena de sarcasmo y poca amabilidad se asoma por mis labios, dejando a la vista mi dentadura—. Y me comeré tu cerebro con la compañía de un buen vino tinto —Lillai me mira con desaprobación y Eliza solo hace una mueca—. Hablo enserio chamaca, no quiero otro accidente —miro a Drako—. Te ordeno que te encargues de ésta —la señalo con la cabeza—. Si no lo haces entonces el cerebro que me comeré será el tuyo —y salgo con Lillai a mis espaldas.
Cuando nos sentamos en el suelo, ella aparta el cabello de su rostro y dice—: Gracias de nuevo, siento que agradecerte no es suficiente —la franqueza sale a grandes cantidades de su piel blanquecina—. De verdad pensé que iba a morir —oculta su miedo con una sonrisa torcida, me recordó a las muchas sonrisas de ese tipo que hacía cuando era un niño miserable. El color rojo aviva sus mejillas y le da un resplandor único a sus ojos—. Ninguna de las dos sabemos nadar, sino hubieras estado aquí estaría muerta.
—Ya —asiento con la cabeza—. ¿No te sientes mal después de aquello?
Niega con la cabeza—. Me encuentro bien —deja de verme y se fija en el pozo que tenemos muy lejos de nosotros. Su perfil es iluminado por el atardecer y la poca brisa hace que hilos de su cabello queden atrapados entre sus labios entreabiertos. Trago con fuerza cuando recuerdo el momento en el burdel, como besaba a esa mujer extraña pensando que era la bruja que tengo frente a mí.
—Te tengo una pregunta Lillai —su nombre se resbala de mi lengua, llamando su atención—. ¿Eres capaz de controlar los pensamientos humanos?
Ella primero frunce su ceño y nariz, luce completamente confundida con mi repentina duda. Niega con la cabeza y se enfoca en mi—. No —se encoge de hombros—. Nunca lo he intentado ¿Por qué? ¿Quieres que lo intente esta vez? —levanta literalmente ambas cejas.
—No no, solo preguntaba... —entonces si no puede controlar los pensamientos humanos, menos los sueños. Todas las veces que he pensando en ella ha sido porque mi mente lo ha querido y no porque la bruja lo haya puesto ahí. Maldita sea, estoy más loco de lo que pensé ¿Qué tiene Lillai que la hace tan especial? No estoy consumiendo drogas y el alcohol es como agua para mi sistema ¿Qué es lo que le pasa a mi mente perversa?
—Leander... —me llama—. ¿Qué pasa? Te he estado llamando durante todo este tiempo —sonríe un poco, le parece gracioso mi momento de distracción.
—Estaba pensando en que quiero que practiquemos algo en especifico —eureka, no puedo evitar sonreír cuando pienso en mi idea—. Algo que puede servir de mucho para que controles tu magia... —soy interrumpido por el sonido de un rugido y no es para nada semejante a los de Drako. Lillai jadea con impresión y abre como platos sus ojos cuando ve algo que se encuentra detrás de mí.
Me giro y me coloco de pie tan rápido como puedo, la combinación de un tigre con unas alas tan grandes, que tiene que arrastrar por el suelo, y una cola igual a la de un caballo camina hacia nosotros—. Es una Virréa —dice Lillai con asombro y glorificación hacia el animal mutante.
Al parecer el animal lleva caminando mucho tiempo porque ha dejado un rastro sobre la arena con sus alas gigantes. Lillai, con lentitud, deja su espacio frente a mi y se coloca frente el animal. Sin nunca haberse visto en la vida, la cosa alienígena corre con más velocidad a la bruja y comienza a ronronear cuando llega a estar entre sus brazos. Lillai lo acaricia y lo analiza con asombro—. Es...
—Hermosa —responde ésta.
—Iba a decir espantoso —me cruzo de brazos—. Nunca había visto uno de estos animales con tanta cercanía y son más horribles a esta distancia.
Lillai me mira con un poco de enfado en sus ojos—. No le digas así —vuelve su vista al animal y le susurra—: ¿Qué haces en el desierto? Lo único que haces con estar aquí es bajar la calidad de tu vida con cada día que pasa y no quiero que mueras —le habla de una manera agradable al animal que la observa como si fuera una Diosa, este parece entender sus palabras—. Debes de regresar a la jungla o a un ambiente menos seco, busca una pradera nunca el desierto —le acaricia la cabeza—. No pareces estar herida... ¿Venías para buscarme? —es como si los dos mantuvieran una conversación pero Lillai es la única que habla. La cabeza de la tal Virréa es tres veces más grande que la de la bruja, su dentadura la destrozaría en segundos y aún así la que tiene más poder es Lillai; la del cuerpo flacucho y pequeño.
—Lillai —la llamo, pero por primera vez me ignora.
—Ya puedes ver que estoy aquí, sabes quién soy, como soy y mi nombre. Lillai —hace una pausa, la conexión con los ojos de la bestia es hipnotizante—. Todos saben de mi existencia ahora pero no significa que puedo andar libremente por el mundo, debo de esconderme y si no lo hago me asesinaran —continua susurrando—. Y para que eso no suceda necesitaré la ayuda tuya y la de todas las bestias que sean capaces de ayudar. Quiero que regreses y le digas a todos que cuando esté en problemas los necesitaré, los llamaré para que vengan a mi. Anda, vuela y regresa sana y salva a tu hogar, te prometo que esta no será la última vez que nos encontremos.
Lillai se aparta de la Virréa con seguridad y melancolía en la mirada. El animal ni lo duda dos veces y alza sus enormes alas, conteniendo plumas gigantes y llamativas, con una fuerza sobrenatural. Inclina la cabeza y clava sus ojos claros y penetrantes sobre la bruja. Emprende su vuelo, levantando arena del suelo y envolviéndonos en una brisa vigorosa, el poder que tienen las alas de esa bestia es probablemente más fuerte que cualquier ejército.
Ambos, cuando la arena abandona nuestros ojos, volteamos a ver como la bestia que probablemente ha recorrido todo el desierto en busca de Lillai, se va. Ha entendido cada una de las palabras de la bruja y la manera en cómo ha comprendido todo es sorprendente, estos animales no son retardados y puede que hayan seres humanos menos inteligentes que ellos.
Cuando ya no la podemos ver más vuelvo mi rostro hacia el de Lillai, sostiene el borde de su camisa con fuerza, tanta que sus nudillos toman el color blanco. Sus ojos no dejan de observar el lugar en el cielo en donde estaba anteriormente la Virréa, estos comienzan a cristalizarse y es cuando decido interrumpir antes de que se ponga a llorar—. Vamos, creo que debemos de comenzar a practicar —le despierto y la regreso a la realidad, tengo un plan que quiero implementar y este patético momento no me hará olvidarlo.
Ella deja salir aire de sus pulmones con lentitud y parece sobresaltada cuando la saqué de sus pensamientos con mi voz—. Si, vamos...
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