Capítulo treinta y ocho: Enjaulada.
13 años atrás, narra Alice:
El sol de la tarde no es tan bochornoso como el de la mañana, es más bien agradable. Camino en silencio, pero con la cabeza en alto por el pequeño vecindario. No ha cambiado mucho desde la última vez que vine y puede que nunca cambie. Una mujer me ve con mala cara, gracias a mi deplorable aspecto, cierra la ventana con vigor. Lo único que me gustaría que cambie es la gente que vive aquí.
Termino escabulléndome en el callejón lleno de contenedores de basura, el olor es incómodo para muchos; ya hasta este punto me da igual. Ajusto mi cinturón y las agujetas de mis botas destrozadas, solo si Liz no fuera tan terca y me consiguiera unas nuevas...
Mi visita se distrae al ver un niño, debe de tener unos nueve años de edad. Está tirado en el suelo viendo el cielo despejado, mueve sus pies al son de una música que solo escucha en su cabeza y no se percata de mi presencia. Está fascinado con lo que está sobre nuestras cabezas, me acerco en silencio y lo observo más de cerca.
Su ropa está desgastada y le queda ajustada, su cabello está revuelto y tiene unos lindos ojos claros que se ven aún más nítidos gracias a sus gruesas pestañas. Lo observo por un rato más, está completamente sereno y no quiero arruinar su momento de paz. Pero todo acaba cuando me mira.
Frunce su ceño, no se altera al ver que una completa extraña lo ha estado observando durante todo este tiempo. Éste se sienta y cuando lo hace puedo ver que un ojo morado le está sanando, mi corazón se estruja—. ¿Qué necesita? —pregunta con curiosidad y no con brusquedad. Deben de encontrarlo merodeando por aquí muy a menudo. Muchas moscas se elevan cuando el niño se mueve y choca contra unas bolsas.
Me coloco de cuclillas frente a él—. ¿Qué haces entre este montón de basura? —se encoge de hombros—. ¿No quieres salir de aquí? El día de hoy está bonito —señalo con la cabeza el cielo despejado, el panorama es parecido al niño que tengo al frente. Puro.
—Mi madre no me deja andar con extraños —aunque sea una desconocida para él, no le inspiro desconfianza.
Extiendo mi mano, mientras que una sonrisa se planta en mis labios, no seremos extraños cuando le diga mi nombre—: Alice —me presento.
El niño me observa atentamente y duda en darme la mano. Pero algo en mi mirada le transmite confianza, sabe que no le haré daño; no podría lastimar a un niño—. Leander.
Mi sonrisa se ensancha hasta llegar a mis ojos—. ¡Pero si eres el hijo de Castalia! —la abundante emoción me recorre como una cascada.
—¿Conoces a mi madre? ¿Cómo? —sus ojos se iluminan.
—Ah pues... —pienso en alguna manera de mentirle sutilmente—. Un día me ha ayudado a encontrar mi hogar, ya ves, es que soy muy terca y se me había olvidado el camino de vuelta —miento, a la única que se le ha olvidado el camino a casa fue a Liz, ésta tenía sólo siete años y yo fui quien le ayudó a regresar.
—Mi mamá es muy buena con las direcciones—asiente con la cabeza con orgullo—. ¿La estás buscando? —me habla con dulzura, no solo los rasgos físicos de su madre son potentes en él; también lo es su forma de ser.
—¿Cómo lo supiste? —bromeo—. Por eso he venido hasta aquí, quiero hablar con ella —tenemos mucho de qué hablar Castalia, hace años que no nos vemos y dejaste de responder mis cartas. Antes solía llegarme correspondencia por parte de Castalia todos los días, excepto los domingos.
Se pone de pie y yo hago lo mismo—. Ven, te llevaré a mi casa —camina tranquilamente por el sendero de bolsas de basura—. Mamá no es de tener muchas visitas, se pondrá feliz cuando te vea —esconde sus manos entre los bolsillos de sus pantalones café, luce como todo un hombre.
—¿Cómo que no la visitan? Tu madre es una de las mejores personas con las que hablar —y es cierto, Castalia es dulce como la azúcar y amante de mantener una conversación. Cuando nos conocimos, hablamos por horas, no parábamos y lo hicimos hasta que amaneció.
—Ah, no sé, las vecinas son muy... Diferentes
a mi madre. No hablan mucho.
Llegamos a su pequeña y humilde casa, no sé cómo es que no se ha caído, está muy inestable. Castalia está sentada de espaldas a la puerta y no nos ve llegar. Leander corre hacia ella y la abraza—. Pensé que estabas ocupado y llegarías más tarde mi amor —le da un sonoro beso en la mejilla a su hijo—. ¿Por qué estás en la casa tan temprano? Ya pronto será el atardecer y el celeste del cielo se irá —acaricia sus brazos.
—Es que alguien te está buscando.
Castalia se gira para verme y mi corazón se parte en dos al ver su rostro lleno de cardenales—. Alice —se pone de pie y corre hacia mí. Está más delgada que antes, la conocí antes de que quedara embarazada de su hijo. Cuando era joven y no estaba casada con ningún desgraciado. Siento como se traga las ganas de llorar, no lo quiere hacer frente de su preciado hijo.
Mis ojos se cristalizan cuando la tengo de frente—. Dios mío Castalia —me quedo sin aire. Sus ojos han perdido ese brillo que tanto me invitaba a estar con ella, su piel es pálida y está dañada gracias a las marcas moradas. Sus huesos también están comenzando a ser muy notables.
Ella se gira para ver a Leander, se separa de mí y lo llama—. Cariño necesito hablar con la tía Alice en privado ¿Por qué no vas a tu habitación a leer el libro que tanto te gusta? —acaricia su rostro y Leander le sonríe.
—¿Ella es mi tía?
No somos hermanas, pero nuestra amistad es tan fuerte que hasta podría decir que lo somos—. Si, es tu tía Alice —me mira de reojo—. Y se quedará unos días con nosotros ¿Te parece?
—¡Si! —dice con mucha emoción—. Te mostraré todas mis cosas favoritas tía Alice —puedo ver como todo el mar del pesar se disipa, está feliz porque por fin puede hablar con otra persona que no sea su madre y entusiasmado por hablarme de sus pasatiempos favoritos.
—Estoy segura de que lo pasaremos muy bien —no puedo dejar de sonreír, su pequeño rostro lleno de energía hacen que olvide por unos segundos el estado deplorable de su madre.
—Bien, ve, deja a los adultos hablar un momento.
Leander le es obediente y se va a su pequeña habitación. Yo rápidamente tomo a Castalia de las manos y nos sentamos en su sofá—. Castalia...
—Nunca pensé que nos volveríamos a ver desde aquella vez —esquiva mi mirada y sus ojos se vuelven llorosos.
Me trago un sollozo que quema por salir—. Mi hermana y yo hemos estado ocupadas con ya sabes que... —no hablo muy alto, cualquiera podría escucharnos y no quiero arriesgar nuestras vidas—. El refugio ha crecido mucho... —sus ojos vuelven a los míos.
—¿La encontraron? —niego con la cabeza y una mirada triste se forma en los rostros de ambas—. Lo siento tanto Alice, se lo mucho que quieren encontrar a la niña...
—Ya nos estamos dando por vencidos, hemos perdido a muchas personas gracias a la búsqueda. No queremos más muertes, ya no... Liz está segura de que ella vendrá a nosotras y yo solo espero que tenga razón —suspiro.
—Entonces si aún no la has encontrado ¿Qué vienes a decirme? Debe de ser importante para que hayas venido desde tan lejos.
Y si, lo es...—. Al inicio solo quería venir a ver cómo estaba todo, no hablamos desde que Leander tiene tres años Castalia, pero... —veo sus heridas, su cuerpo débil y huesudo. Las ojeras bajo sus ojos, su cabello desastroso. La mujer alegre ha desaparecido, pero aún está a tiempo de ser salvada—. ¿Él te hace todo esto?
Esconde su rostro entre sus manos y limpia sus lágrimas rápidamente—. No es su culpa... Es que toma mucho Alice, ya no sé qué hacer —comienza a llorar—. Y ahora... —solloza—. También está hiriendo a Leander Alice.
La abrazo—. Tienes que salir de esta casa, no puedes seguir aquí. Debes de hacerlo por tu bien y por el del niño, no es justo para los dos tener que vivir en estas condiciones —limpio sus lágrimas una por una, siempre con gentileza para no lastimar sus heridas—. ¿Por qué no vienes conmigo al refugio? —niega con la cabeza—. Es lo mejor Castalia, me tendrás a mi y a mi hermana. No solo a nosotras, también a muchas personas, hay niños para que Leander juegue con ellos —susurro—. También eres una seguidora... Vamos.
—Dios mío no puedo —se aleja y me quedo sin aire—. Tengo que luchar por mi matrimonio...
—Aún lo amas —admito con amargura en mis palabras, ella no niega mi declaración—. Castalia, no puedes salvar algo que ya no existe —la sacudo débilmente, no quiero lastimarla—. Piénsalo por lo menos, me duele verte en este estado tan... —no tengo palabras para describir su estado—. Si vienes conmigo me aseguraré de que tu esposo no pueda lastimarte más —intento darle ánimos.
—Alice, me ha dicho que si me voy me matará —murmura, su quijada tiembla con cada palabra y sus ojos destellan el terror—. Me encontrará sin importar cuanto me esconda.
Me acerco a ella—. No, no será así —le aparto el cabello del rostro—. Te lo prometo —la abrazo con fuerza, pero el agujero en mi pecho no sana; porque se que por más que la intente convencer ella no vendrá gracias a ese hombre. Está consumida en sus garras y por más violencia que haya, no parecerá entender. Pero tengo esperanzas...
—No soy lo suficientemente fuerte —admite.
—Claro que lo eres, mírate mujer, aún sigues de pie. No es tarde Castalia —la miro a los ojos y vuelvo a tomar sus frágiles manos—. Aún puedes mejorar tu vida... Me iré de aquí el martes —acaricio su piel con mis pulgares—. Piénsalo y espero el martes por la mañana salir de esta casa contigo y Leander.
Pero no fue así, luché tanto por ella la última noche que me quedé allí... Leander se había encariñado mucho conmigo y la pasábamos muy bien, su esposo no llegó... Debió de estar bebiendo por algún lado.
Esa no fue la última vez que la vi, fui a visitarlos cuando Leander cumplió diez años y le traje como regalo un nuevo atuendo y un amuleto de la suerte. Ese día estaba tan segura de que Castalia huiría de allí... Pero no fue lo suficientemente fuerte como para hacerlo. Ella me dijo que necesitaba más tiempo para pensarlo. Pero yo, lo menos que tenía era tiempo, necesitaba ayudar a mi nueva familia en el refugio y seguir buscando a la niña de Amatista. Si supiera que esa era la última vez que vería a Castalia no me hubiera ido de esa casa.
Pasaron los años y regresé a su hogar, pero cuando lo hice estaba vacío. No había rastros de nadie... Nunca la volví a ver de nuevo.
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¡Hola! Este ha sido un capítulo triste, ya conocen a Leander de pequeño 😔 ¿Qué opinan? ¿Qué opinan de la tía Alice?
Leander tiene mucho que opinar de ella en el próximo capítulo...
Ahora si, el próximo capítulo 😏 ya que este ha sido cortito y va de la mano del próximo, lo pienso publicar mañana.... entonces los espero 😚
Como siempre, mil gracias 🤍
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