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Capítulo treinta y cuatro: Camino morado.

Narra Lillai:

—Nos encontrarán de todos modos —su sonrisa diabólica hace que tenga ganas de ponerme a llorar aquí mismo. Se lo que significa esa sonrisa y esos ojos... Quiere jugar y esta es la oportunidad perfecta para hacerlo, es como si hubiera estado esperando este momento toda su vida. Cuando se pone de pie el alma sale de mi cuerpo y Eliza me mira con preocupación. Sus ojos gritan que salgamos de aquí, pero no dejaré a Leander atrás. Carraspea con fuerza, tiemblo con solo escucharlo, cuando deja caer hacia atrás el gorro de su capucha ya no hay vuelta atrás. La gente grita con impresión y se alejan de nosotros como si fuéramos bombas atómicas. El desprecio aún duele, pero en cantidades mínimas—. Mucho gusto... su majestad —fue como si el mismísimo demonio hablara. Su tono de voz ha sido profunda y escalofriante.

Todos se congelan y creo que voy a vomitar. El sudor de las palmas de mis manos se mezcla con las chispas que intento retener. Los policías levantan sus armas hacia Leander y en vez de morirse del miedo, el asesino se echa a reír; sus carcajadas resuenan en el lugar. El Rey hace una señal para que todos bajen sus armas letales y mira con fascinación a Leander, pero una pizca de temor se asoma por su mirada. Tal vez le teme a Leander o el hecho de que éste no le teme a nada—. Si tú estás aquí significa que... —sus ojos viajan a las únicas dos que permanecen sentadas a los pies de Leander, nosotras. Clavo mis uñas entre las piedras, la espantosa sensación hace que muerda mi lengua.

No tenemos otra opción. Es como si me hubiera comunicado telepáticamente con mi hermana rígida y las dos nos ponemos de pie. Yo ya no permito que mi capucha oscura cubra mi rostro y enfrento a mi pesadilla. Los jadeos entre la multitud me hacen exhalar aire por mis labios resecos. 

Los ojos de su majestad casi se salen de sus órbitas cuando me mira y mis entrañas se retuercen cuando me escanea de esa forma, Leander gruñe, él también lo ha notado—. ¡La bruja! ¡Oh no! —Leander finge gritar con miedo, burlándose de todos y luego bufa—. Tengo que admitir que es un honor estar en su presencia... su excelencia de la mierda —hace una reverencia y de nuevo todos nos apuntan con sus armas. El Rey lleno de oro y plata, pide de nuevo que las bajen.

—¡Exclama tu nombre asesino! —se quita la capa que llevaba amarrada al cuello y la deja caer al suelo, éste deja salir por sus poros un aire teatral; nada digno para ser el líder del país entero. Recuerdo haber visto fotografías de él y su familia en el periódico y letreros, pero esas imágenes no demuestran lo poco conservador y rudo que es en realidad.

—¿No crees que los dos somos igualmente de asesinos? —Leander insulta al Rey una vez más. El hombre lleno de joyas frunce su ceño con fuerza, creando un mar de arrugas en su semblante—. Y no tengo porqué decir mi nombre si ya todos me conocen, soy Leander y si alguno de ustedes mueve un dedo para hacernos algo... todos morirán —habla como si morir no fuera la gran cosa, como si aquí el Rey fuera Leander. La simplicidad en sus palabras hacen que lo mire, no parece importarle la peligrosa situación. Dejo mis ojos al frente de nuevo.

El monarca imita a Leander y ríe al igual que él—. ¿Y crees que tus inútiles amenazas me dan miedo? —pero sus ojos vuelven a mi—. Pero claro ¿Cómo lo pude olvidar? Si la tienes a ella ¡Exclama tu nombre a todos los presentes bruja! —muchos en el público cubren sus oídos y otros solo esperan con impaciencia escucharme hablar.

Su grito hace atronar mis oídos, mi nombre... El que me ha otorgado mi madre biológica. Quiere que se lo diga cuando éste ya debe de tenerlo escrito por todo su cerebro, su boca tiembla para formar una sonrisa cuando ve que entreabro los labios, pero ella no llega a sus ojos—. Lillai —respondo de forma tranquila, demasiado tranquila para un momento como éste. Su majestad da un paso adelante, yo coloco un brazo frente a Eliza, él ni se ha inmutado en verla. Los pasos diminutos del Rey son como taladros contra mis pulmones, cada vez se acerca más a mí.

—Si fuera tú, me detendría ahora mismo —la impotente voz de Leander hace eco, puedo ver como saca una de sus pistolas favoritas de su bolsillo y juega con ella entre su mano. Parece estar distraído con el objeto entre sus manos, pero está más alerta que cualquiera.

El dueño del país se detiene, sus ojos sin apartarse de los míos—. Quiero verlo —traga con fuerza, el sudor comienza a aparecer en su ropa costosa—. Haz lo que más sabes hacer... Lillai —la forma que usa para pronunciar mi nombre es casi vulgar—. Muéstranos a todos el poder que los demonios te han otorgado ¡Ordeno verlo! —pero yo no me muevo, no quiero mostrarle nada. Éste ve como me niego ante su orden, entonces hace algo astuto—. Bien, oficial... —le habla al que está más cerca de él—. Dispararle a su amiga —señala a Eliza con la cabeza, su corona casi se cae cuando lo hace.

El soldado extiende su arma hacia mi hermana, mi corazón bombea sangre más rápido que antes—. ¡NO! —un grito desgarrador sale de mis labios y antes de que la mortal bala impacte contra su cuerpo, provocándole la muerte, la detengo en el aire y después, dejo que caiga al suelo arenoso—. No permitiré que asesine a mi hermana —todas las miradas están sobre mí, incluyendo el malvado semblante del asesino—. ¿Qué es lo que quiere ver? —mi respiración irregular me afecta al hablar. Con mis manos creo fuego—. ¿Esto? —luego las llamas se disipan—. ¿O esto? —atraigo cada una de las armas que los soldados sostenían en sus manos y las elevo sobre sus cabezas, todos se desesperan al ver que les he arrebatado el único objeto que los protege—. Puedo hacer muchas cosas... —suelto aire y por unos segundos disfruto que todos vean las simples cosas que puedo hacer, con el poder invencible que vive dentro de mí.

El Rey me mira con asombro, sin importarle que los he dejado sin que defenderse. Mis brazos tiemblan y Eliza se esconde detrás de mí—. ¡Creo que se lo ha dejado más que claro! —Leander grita—. Ahora es mi turno de demostrar lo que sé hacer... —dice con una voz profunda y llena de adrenalina.

Antes de que pueda ver la desgracia que éste planea armar, lanzo las armas de fuego que mantengo bajo mi poder, muy lejos de aquí para que nadie tenga suficiente tiempo para agarrarlas. Abrazo a Eliza y la mantengo entre mis brazos mientras escuchamos los gritos y disparos—. ¡Quédate cerca de mí! —le digo, actuando por primera vez como la hermana mayor que soy. Me quito el bolso de encima y tomo el espejo, saco a Drako de el y vuelvo a guardar el objeto en su sitio. Coloco mi mano sobre su rostro, sus ojos color miel me miran con decisión—. Llévate a Eliza fuera del peligro Drako —miro a mi hermana y la subo sobre el lomo del Lionide—. No te preocupes... —arranco un cabello de la melena de Drako recordando una de las tantas cosas que he leído en los libros y coloco el cabello dentro de mi sostén para no perderlo—. Los encontraré.

Eliza niega con la cabeza—. ¡NO! —se niega con lágrimas en los ojos. Intenta bajarse de la espalda de mi amigo, pero yo la detengo.

Yo asiento con la cabeza—. ¡Confía en mí! —grito entre el bullicio y su mirada se relaja un poco—. Vete —y Drako se va corriendo con rapidez fuera del peligro, llevándose a mi hermana con él. Ella vuelve a verme, pero aparto mi mirada de la suya.

Antes de que pueda volverme a Leander siento como unas manos atrapan mi cabello, el ardor recorre toda mi cabeza; me giro y lo primero que veo es mi reflejo en su corona bañada en oro—. ¡Te tengo! —con mi magia lo empujo fuera de mi cuerpo—. ¡Maldita bruja! —saca una pequeña arma de fuego del interior de su uniforme y me apunta con ella, pero yo con facilidad se la arrebato de las manos con mi habilidad única. Quedando en el suelo a unos metros de distancia.

Escucho como Leander pelea con unos hombres a la distancia, necesitamos salir de aquí—. Aléjese —le advierto con voz temblorosa al líder, el poder dentro de mí se agita contra mi cuerpo, puedo sentir el hormigueo que me invade los brazos y la adrenalina que recorre mi anatomía. Los espasmos musculares crecen con los segundos y mi pecho se contrae.

Éste saca una cuchilla de su bolsillo trasero y me apunta con ella—. Te llevo buscando por años Lillai y eres la perfecta candidata para hacer todos los experimentos que quiero —unas manos me atrapan por detrás, yo grito y me sacudo. Electrocuto al que me ha agarrado y justo cuando me vuelvo para enfrentar al Rey, Leander está sobre él dándole golpes. Corro hacia éste, no es momento para matarlo, tenemos que salir de aquí antes de que vengan más policías.

Tomo el brazo de Leander y veo que el Rey ha clavado su daga sobre el hombro del brutal asesino. Ahogo un grito, éste ni siquiera se ha molestado en sacársela o mostrar incomodidad. El Rey lucha para sacarse al fuerte criminal de encima, pero él no se detiene. Su rostro furioso y determinado me congela, pero salgo de mi trance tan rápido como puedo. Alejo a unos oficiales de policía y me centro otra vez en Leander. 

Tomo su rostro entre mis manos, se llenan de sangre, la combinación del color rojo con el verde casi gris de sus ojos me recuerda a la primera vez que lo vi—. Tenemos que salir de aquí —se aparta de mí, sé que no me escuchará, entonces aprovecho que está distraído. Con la bilis en mi garganta le susurro—: Lo siento... —saco la daga de su hombro, sintiendo como corta su piel. Éste se queja con fuerza y yo alejo al Rey inconsciente con mi magia, creo un círculo de fuego a nuestro alrededor para que nadie se acerque. Veo como éste se queja, sus ojos se abren y me miran con furia, además de evitar que matara al Rey, lo he lastimado físicamente. La velocidad de mi respiración me sofoca.

—Leander yo... —intento acercarme para ayudarlo a ponerse de pie, mi estómago se revuelve.

—¡NO ME TOQUES! —me grita con enojo, las llamas reflejadas en su rostro y su mandíbula tiesa hace que me tense. Pero su mirada de desprecio hace que los ojos se me llenen de lágrimas. Se pone de pie—. Salgamos de aquí —se coloca de pie como si nada hubiera pasado y espera a que despeje el círculo de fuego para salir por el. Intento hablarle de nuevo, pero su mirada asesina hace que me trague mis palabras. Despejo el camino y ambos salimos corriendo.

(...)

Con la respiración entrecortada nos detenemos detrás de un montón de madera que alguien ha dejado tirada. Giro para observar la mancha de sangre sobre el hombro de Leander y muerdo el interior de mi mejilla con fuerza. Debe de doler, no mueve su brazo para nada y la capa de sudor se hace cada vez más gruesa. Aún puede caminar, no le cuesta. Pero no puedo dejar de pensar en la pérdida de sangre que éste está sufriendo en este momento—. Oye... —mi voz tiembla.

—¿Dónde está Eliza? —la indiferencia en su voz y como sus ojos me ven abren una grieta en mi pecho, todo es mi culpa; yo quería salir de ahí, empeoré su herida sacándole la daga con fuerza y torpeza y todo empeora sabiendo que no ha podido matar a su objetivo.

—Ella... —mis labios tiemblan—. Le he dicho a Drako que se la llevara lejos.

Gruñe—. Mira, no me importaría seguir sin ella. Pero a como eres la quieres encontrar —me sonríe con sarcasmo—. ¿Cómo demonios lo vas a hacer? —me observa fijamente, ha perdido el brillo que tanto me gusta ver en sus ojos. Su semblante endurecido logra que aparte la mirada.

Busco el cabello que he guardado en mi sostén, Leander sigue mis movimientos y frunce el ceño—. Leí que al colocar el cabello de una bestia en específico debajo de mi lengua sabré en donde está. Nunca lo he hecho antes... solo espero que funcione —respiro con fuerza y coloco el cabello de mi amigo en mi boca, cierro los ojos y una oleada del olor a Drako inunda mi nariz. 

Puedo sentir su pelaje contra mi piel, ver sus ojos claros y observar su figura con claridad. Cada detalle de éste hacen que me confunda entre la realidad y la visión. Los espasmos musculares recorren mi cuerpo. Jadeo con fuerza y abro los ojos. Entre el desierto puedo ver un rastro morado a lo lejos en el suelo, inmediatamente sé que ha funcionado.

Sonrío con alegría y me pongo de pie, ligeramente me mareo pero logro recuperarme—. Supongo que ya debes de saberlo.

Comienzo a caminar con Leander a mi lado hasta llegar al punto morado de partida, éste color brilla con potencia entre la arena y comienzo a temer que si no me doy prisa, perderá su intensidad—. Vamos, si seguimos la luz morada los encontraremos —comienzo a caminar con prisa.

—No veo ninguna luz.

—Entonces solo sígueme.

Mis ojos no se despegan de la brillante luz y es como si fuera un insecto. Me muevo con rapidez olvidando por completo que Leander está lastimado. Lo miro de reojo por un instante, éste sólo mantiene su mandíbula tiesa y gotas más gruesas de sudor se resbalan por su rostro—. Leander, si crees que no te sientes bien mejor paremos y así puedo intentar sanar tu herida... —me detengo en seco y lo miro con preocupación.

—Camina.

Su palabra hace que me gire y siga caminando. Lo hago aún más rápido que antes, comienzo a trotar, tal vez si llegamos más rápido tendré la oportunidad de sanar a Leander y además de eso, de ver a mi hermana más pronto. Siento que el camino es infinito y por un momento dudo que nos esté llevando al lugar correcto, pero cuando veo a Eliza y a Drako a lo lejos sonrío, escupo el cabello del Lionide y el color morado desaparece lentamente, combinándose con la arena naranja. Me cercioro de que Leander siga de pie, pero lo único que hago es desanimarme al ver su fría expresión.

Camino rápidamente, Drako lame sus patas mientras está echado al lado de mi hermana. Entrecierro los ojos y bajo la velocidad de mi caminar cuando veo que ésta tiene una manta encima y habla con alguien. Mi corazón arranca de nuevo—. ¿Qué mierdas está haciendo tu hermana? —Leander observa lo mismo que yo.

Drako ve que hemos llegado y se pone de pie, Leander saca su pistola y le apunta a la señora de cabello blanco que habla con mi hermana parlanchina—. ¿Eliza? —la llamo consternada de lo que estoy presenciando. Tomo mi collar de amatista entre mis manos y espero que me transmita la calma que tanto necesito.

Ella me recibe con una mirada cálida—. Lillai, tienes que conocerlos... —la emoción y vivacidad en su voz me ponen alerta. Eliza es muy terca y puede ser engañada por alguien fácilmente. Tiene un carácter fuerte, pero no le ayuda en nada cuando se trata de personas que solo saben endulzar sus palabras falsas.

Me vuelvo con confusión—. ¿Es ella? —habla la mujer mayor con ¿Adoración? Evito no desequilibrarme.

—Leander, baja el arma —Eliza lo advierte.

Veo a mi alrededor, aproximadamente diez personas me miran, sus ojos abiertos como platos. Pero no se alejan, varias personas salen de sus pequeñas tiendas de campaña y se unen a los demás. Parecen ser una comunidad—. ¿Ella es...?

Eliza asiente con la cabeza—. Mi hermana, Lillai.

Me quedo con la boca abierta al ver como todos colocan una pierna sobre el suelo y bajan la cabeza, tal como hicimos antes con el Rey ¿Se están hincando por mí? Carraspeo mi garganta y me enfoco en Leander, está tan confundido como yo—. Disculpen —juego con mis manos—. Es que no lo entiendo bien ¿Qué están haciendo? —me acerco a la señora, tomándola desprevenida. La tomo del codo y la pongo de pie.

Ella sonríe con grandeza—. Te hemos estado esperando Lillai.



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¡AAAAAHHHHHH! ¿Qué les pareció el capítulo? Sinceramente me encanta, por fin la historia comienza a tomar más forma para ustedes y estoy muy emocionada de ver sus reacciones en los próximos capítulos.

¿Opiniones sobre Leander? Es un pobre desquiciado....

¿Opiniones sobre Lillai? Es una pobre llorona....

JAJSJSJAJAJAJAJAJ
¡Muchas gracias por todo de verdad! Los amo 🤍

Y antes de irme 😏 quería decirles que me gustaría comenzar a dedicar capítulos,🥺 una chica me ha dicho hace mucho que quería una dedicación y pues pushiisdead espero que te haya gustado el capítulo. 🤍😏

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