Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo siete: El descubrimiento.

Narra Lillai:

Me levanto del sofá, mi cuerpo tiembla como si tuviera frío, pero hace un calor extremo. Después de la conversación con mi padre sobre mi plan de escape me he quedado sentada, llorando, sin hacer nada más. Ellos me han hecho compañía, pero luego recordé a Eliza, a mi pobre hermana menor. Debió de escucharlo todo. Camino a paso desequilibrado, aunque esté arrastrando los pies. Cuando llego a la puerta de nuestra habitación tomo una gran bocanada de aire.

Mis padres me han dicho que hablarán con Eliza cuando sea el momento indicado, pero ya no será necesario si ella conoce todo lo que no debería de saber. Tomo con fuerza mi colgante de amatista y pretendo que me da las fuerzas que me faltan para enfrentar lo que está del otro lado de la puerta, imagino que envía rayos de energía por mis brazos, estos acarician mis hombros y se resbalan por mi pecho; se deslizan por mi cadera y terminan su paseo cuando llegan a la punta de mis pies. Pero lo vuelvo a repetir todo en mi mente. Cuando me siento preparada suelto mi collar y abro la puerta.

Asomo mi cabeza y veo a Eliza sentada en la esquina superior izquierda de nuestra cama, esconde su lindo rostro entre sus rodillas y sus brazos rodean sus piernas, se balancea de lado a lado. Siento como si se hubiera devuelto el tiempo y veo a una Eliza más pequeña en la misma posición, meciéndose para consolarse así misma. Cierro la puerta detrás de mí en silencio aunque no haya la necesidad de hacerlo si ella ya sabe que estoy aquí. Cada paso hacia el colchón se hace más pesado que el anterior. Cuando estoy en el borde de la cama la escucho sollozar y mi postura de ''fortaleza'' se derrumba, los ladrillos que he puesto caen de uno en uno sobre mis pies, lastimándome y creando grandes cardenales a su paso.

Mi garganta está seca, así que cuando le hablo mi voz sale rasposa—: Eliza... —la llamo con cautela, semejante a la sutileza que debes de tener cuando tu bebé intenta dormir y no lo quieres despertar, porque sabes que si hablas más fuerte de lo debido éste llorará hasta quedarse sin voz.

Levanta su cabeza, el cabello negro le cubre parte de la cara y varios mechones se adhieren a su piel gracias a las lágrimas derramadas. Sus mejillas tienen el color rojo, sus labios son un puchero y tiene los ojos achicados—. ¿Por qué? —pregunta—. ¿Por qué mis padres nos hacen esto? —su respiración irregular hace que se le sea difícil seguir hablando. Una lágrima sale de su ojo, sigo su camino hasta que llega a su barbilla y cae, perdiéndose entre su ropa. Inmediatamente me identifico con esa pequeña lágrima, perdida.

Me siento en el borde del colchón y fijo mi vista en sus ojos rojos—. Intenté hacer que cambiaran de opinión Eliza, lo hice, tú misma me escuchaste. Yo quería hacerle cambios al plan, les dije que escaparemos los cuatro juntos y que no nos separemos. Pero ambos se negaron, ni siquiera tomaron mi propuesta en consideración, la desecharon tan rápido a como la dije —dejo salir el aire que he estado conteniendo hasta el momento—. Ya está decidido, seguiré las órdenes de papá, cualquier alteración hará las cosas más difíciles de lo que ya son —susurro.

—Lillai... Por favor no —dice en un hilo de voz—. No te vayas de esa manera de mi vida si llega el momento de hacerlo. No importa lo que suceda, quédate y luchamos todos juntos contra cualquiera que se atreva a hacerte daño. Pero por favor no te vayas hermana te lo ruego —su rostro se desfigura y comienza a llorar con descontrol—. Me voy a morir si te vas —se desliza en la cama y llega a mi lado para abrazarme. Sus lágrimas caen sobre mi camisa y sus sollozos son amortiguados por mi cuerpo—. Yo te necesito Lillai.

Sostengo las lágrimas con impaciencia, no quiero volver a llorar, pero ver a Eliza tan débil me destruye el corazón y el alma. Yo le correspondo el abrazo y ella llora con más fuerza, haciendo que mamá y papá escuchen su llanto. Ambos abren la puerta de par en par angustiados, definitivamente querían mantener el secreto de Eliza por mucho tiempo, sabían que algo como esto iba a pasar. Probablemente querían que se enterara cuando ya fuera el momento de mi huida. Mamá se acerca a nosotras y le habla a su hija menor—. Mi vida, escúchame... —cuando toca su hombro, ésta se sobresalta.

—¡NO ME TOQUES! —grita con la voz rota, se separa de su propia madre como si fuera veneno y me lleva consigo a la esquina de la cama, yo la miro preocupada, sus palabras retumban en mis odios. Mi hermana es de nunca quedarse callada y suele alzar la voz, pero no a tantos extremos. Varias personas debieron de haber escuchado el grito y deben de estar preguntándose qué es lo que pasa en la casa más silenciosa de la aldea—. ¡SON UNOS EGOÍSTAS Y DESCONSIDERADOS!

Papá intercepta en la pelea—. Eliza deja de gritar —la toma de las muñecas y la aparta de mí. Ella se revuelve como un gusano cuando está fuera de la tierra y vocifera para que la suelte. Papá la sienta en la silla de madera que está al lado de nuestro espejo empañado y la mira con omnipotencia. Ella gruñe con todas sus fuerzas y lo mira desde abajo—. Vas a dejar todo este berrinche porque ya no tienes ocho años como para hacer esto, ya es suficiente.

—No voy a permitir que dejes ir a Lillai así porque sí —su pecho se ensancha y se encoge con su respiración—. ¿Qué pretendes? ¿Seguir los tres juntos sin ella? —sacude su cabeza con vigor.

—No lo entiendes, si pudiéramos nos vamos con Lillai hasta el fin del mundo, pero no se puede Eliza, ya tenemos un plan, nos quedaremos aquí y... —mamá deja de respirar y me mira con suma tristeza—. Diremos que Lillai nos ha utilizado y nos ha hechizado para hacernos creer que no era bruja. Le mentiremos a todos...

Yo bajo la mirada al suelo y Eliza grita desesperada—. ¡NO! ¡ESTÁN DEMENTES! —las lágrimas hacen ver su rostro más joven—. No podré... —se cubre el rostro con sus manos—. N-no l-o podré hacer —su gemido me atraviesa el pecho.

—Es la única manera para que los cuatro...

Pero ella interrumpe a papá—. ¿Estemos a salvo? Si Lillai va por ahí sola le pasará algo —forma otro puchero—. No lo hagan —los mira en busca de esperanza, quiere que cambien de opinión, desea que se den cuenta de lo mucho que me quiere junto a ella.

—Lillai tiene su propia arma mortal y nosotros nuestra mentira, de esta manera cada uno de nosotros salimos beneficiados Eliza. Y no creas que esto no nos duele a nosotros, ella también es nuestra hija aunque no sea de sangre, la amamos con todas nuestras fuerzas, dejarla ir es como dejar ir una parte de mi con ella. Pero todos en esta habitación debemos de aceptar que esta es la única solución y es la más sensata.

Asiento con la cabeza, es un buen plan, no puedo seguirles la contraria en eso. Pero hay más formas de llevarlo a cabo—. Ellos tienen razón Eliza, pero mira, por el momento nadie se ha dado cuenta, así que podemos seguir con nuestras vidas normales; hasta que llegue el momento. Era obvio que algo así iba a pasar, no soy como ustedes, en cualquier instante me iban a descubrir de todos modos —me sorprendo con las palabras que acaba de decir, nunca pensé que iba a admitir algo como aquello.

Mi hermana niega con la cabeza repetidas veces, parece una muñeca chueca—. ¡No! —su respiración se agita más y comienza a hiperventilar.

Corro y me coloco a su lado—. ¿Por qué no vamos a comer la sopa de papá? Ya debe de ser la hora de almuerzo —trato de distraer a Eliza, poner en su mente otra imagen que no sea de nuestra familia incompleta.

—Si —mamá se une—. Y luego vamos a la iglesia, hoy es domingo y nos haría bien a los cuatro.

Eliza me mira, su mirada es vacía, perdió cualquier rastro de sentimiento. Tomo su mano y le doy un apretón, le digo con tan sólo esa acción que no está sola y yo también estoy sumida en una tristeza indomable. Le doy fuerzas con mis ojos y la invito para que se levante y sea la chica fuerte que tanto me gusta que sea, la adolescente mandona e inteligente. Con mi sonrisa intento otorgarle paz y decirle que todo estará bien.

Mi hermana, se pone de pie.

Yo, me quedo sin aire.

(...)

—Tal vez esa falda no Eliza, la llevas cada vez que vamos a la iglesia, ya pareces una pintura en la pared —mamá bromea, pero su hija menor no se ríe. La sonrisa de mamá se borra de sus labios y coloca un mechón de su cabello detrás de su oreja, incómoda por la situación tensa entre las dos. Yo observo la escena desde lejos y no digo nada al respecto, dejo que todo fluya a su manera—. Bien, no tarden tanto en estar listas, nos vamos en cinco minutos —sale de la habitación un tanto apagada.

Acomodo mi vestido una última vez y me dirijo a Eliza—: ¿Cuándo dejarás de darle la mirada fría a mamá y a papá? Son nuestros padres, no puedes estar enojada con ellos para siempre —me coloco las zapatillas ya viejas, son las únicas que tengo y los zapatos que más uso para salir de la casa, ya que son las más cómodos y accesibles que tengo en mi armario.

—Dejaré de estar así cuando cambien de idea, ya lo dije, no permitiré que nos hagan esto, es prácticamente destrozar a la familia —se mete el borde de su camisa dentro de la falda—. Y tú también deberías de dejar de estar tan tranquila y hacer lo mismo que yo, puede que si las dos tomamos la misma actitud ellos cambien de veredicto.

No le respondo y salgo de la habitación. Eliza es muy testaruda y nunca aceptará la verdad de las situaciones difíciles. Estoy agotada de seguir insistiendo, ella sabe que soy una bruja y que en cualquier segundo saldría a la luz frente a todos. Eso aún no ha sucedido, pero presiento que no falta mucho para que pase. Juego con un pedazo de madera suelta que hay en el suelo, no solo empeoro la situación del piso, sino que también la condición de mi zapato.

—Vámonos entonces —papá anuncia, se coloca su sombrero para ocasiones especiales y mamá introduce sus manos en los guantes blancos que tanto conozco, en vez de blancos ya tienen un color más café y ya no le quedan tan ajustados como antes, la tela se ha estirado con el tiempo.

Los cuatro salimos de la casa y dejamos que el sol queme nuestra piel. La mayoría de los habitantes caminan también hacia la iglesia, todos bien vestidos. Unas con vestidos y otros con traje entero, no importa lo caluroso que sea el día. Evito la mirada de muchos, es una de las cosas que más he aprendido en los años, todo el mundo es un chismoso y si hago mucho contacto visual con alguien pensaran muchas cosas de mi. También, mis padres me dicen que entre menos contacto con los ciudadanos tenga, mejor.

La iglesia de madera ya está a la vista, por fuera está decorada con una cruz grande, las ventanas son transparentes, pero algunas tienen dibujos de santos, los colores vivos de las imágenes son agradables a la vista después de ver tan poco color en esta aldea. Pequeños arbustos rodean la propiedad, se ven sin vida, siempre han tenido poco tono y escasas hojas. Pero me gusta pensar que tienen más energía y existencia que cualquiera de nosotros, me gusta imaginarme que cada arbusto tiene sus propias características, mientras que unos pueden ser los más llamativos porque tienen más insectos, otros pueden ser los más callados y reservados porque no se mueven mucho con el viento.

Hacemos fila para entrar, amigos de mis padres nos saludan y el bochorno es más prominente dentro del pequeño establecimiento. Dentro, hay varias filas de bancas largas de madera, una alfombra roja que lleva hasta el altar que está al fondo y varias estatuas de Jesús a los alrededores. Los cuatro nos sentamos al fondo ya que no hay más espacio al frente, si hubiéramos venido más temprano hubiéramos obtenido una banca al frente y una mejor vista del altar, pero tampoco me molesta pasar desapercibida y sentarme en la última fila.

La ceremonia toma inicio, pero el rostro pensativo de Eliza me distrae. La conozco tan bien que sé que por su mente no pasan cosas muy agradables. Su ceño se frunce más y su mirada se pierde en un cuadro de unos ángeles que está a su lado. Es una pintura muy bonita, son varios ángeles acostados en diferentes nubes del cielo, todos están desnudos y sus rostros demuestran la paz que probablemente todos sentiremos cuando dejemos esta tierra y vayamos al cielo. Pero a mi hermana no le importa la pintura, puede que en estos momentos esté ideando un plan para hacer a mis padres cambiar de idea. Juego con mis manos mientras aún la observo.

—El día de hoy vamos a orar no solo por el bien de nuestra comunidad, sino por la seguridad de cada persona que habita este planeta Tierra. Gracias al señor, el día de hoy la criatura tan llamada Virréa no ha lastimado a ningún residente y eso ha sido gracias a nuestras oraciones y a nuestra asistencia a la iglesia todos los domingos. Vamos a orar por la salud de aquellos que están enfermos o de los que han sufrido la muerte de un familiar y por supuesto, oraremos para que la magia negra nunca llegue a nuestro pueblo, para que la bruja oculta nunca nos encuentre ni nos haga daño.

Suspiro y mamá me toma de la mano, la estruja sin importar lo sudorosa que se encuentre, yo recuesto mi cabeza sobre su hombro. Me gusta ir a la iglesia, me gusta el ambiente, que hablen de cosas buenas, de la esperanza, paz y la fe. Pero me gustaría aún más si dejaran de criticarme, desde que tengo memoria, la iglesia no se agota cuando se trata de orar por la ''bruja mala que anda suelta por el mundo,'' parlotean de lo mala que soy, de mi existencia y que nunca debí de haber nacido. Que solo soy una creación del demonio. Me afecta, dañan mi autoestima y felicidad. Pero antes era peor, recuerdo que caí en una depresión muy grave. Solía cortarme los brazos porque según yo, la magia saldría por mis heridas y nunca regresaría, cada vez que veo mis brazos y palmas de las manos veo mis cicatrices, solía cortarme con profundidad.

Cantamos unas cuantas canciones y hacemos varias alabanzas hasta que la iglesia termina. Al llegar a casa, todos nos quitamos los atuendos elegantes que nos hacen ver como pingüinos y nos ponemos ropa más cómoda. Miro la mochila que hice hace unas horas atrás, dentro de esta guardé varios de mis atuendos favoritos, cepillo para el cabello y un cepillo de dientes. Guardé unas fotografías de mi familia y mi libro que habla solo sobre las bestias. Eliza me interrumpe, se coloca frente de mi campo de visión con una sonrisa de oreja a oreja que me recuerda a la panadera, nunca me ha gustado la sonrisa de aquella mujer, no me trae buena espina. La miro con los ojos entrecerrados ya que es una sonrisa muy sincera y representa victoria, me cruzo de brazos y con mis ojos le pregunto lo que está pasando.

—Ya lo sé Lillai ¿Estoy sonriendo? —toca la punta de mi nariz con su dedo índice y yo sacudo la cabeza—. Pues tu hermana favorita —se señala a sí misma con sus dedos pulgares—. Tiene una gran idea que te dejará perpleja —hace muchas más señas de la cuenta, no es necesario que exagere tanto lo que dice—. ¿Quieres saber cuál es? —se ve en el espejo de cuerpo entero y juega con su cabello.

Mi hermana puede ser la chica más linda de todo el pueblo, su cabello es largo y oscuro como el de nuestra madre y cuando el sol lo ilumina solo luce mas celestial, sus ojos son negros y grandes, brillantes como lo son los diamantes, sus labios no son ni tan grandes y tampoco muy pequeños. Tiene unas mejillas adorables que no la hacen ver menos bella, su cuerpo tiene las curvas adecuadas y es de una estatura promedio. Tiene muchos rasgos de mamá, pero su forma de actuar es más parecida a la de su padre biológico.

—Pues... —miro alrededor y después la veo a los ojos—. Claro que quiero saber, espero que la idea sea tan buena como dices que es... —la miro con precaución, puede ser inteligente, pero cuando no tiene más proyectos astutos dice cosas carentes de sentido. La chica frente a mi mueve su cabeza de lado a lado como si estuviera escuchando una de sus melodías favoritas de la radio, pero el único sonido que se escucha es el de los niños jugando a la pelota.

Muerde su labio inferior y se acerca a mí para decirme su idea en voz baja—. Escaparé contigo —una pizca de emoción llena su mirada. Le gusta romper las reglas muy seguido, pero este mandato es diferente, es grave y peligroso, es de vida o muerte.

Sus palabras son como si un balde de agua fría cayera sobre de mi cabeza—. No —no lo pienso dos veces y me niego a su ''estupenda'' idea. No puedo imaginarme corriendo lejos con Eliza—. Nuestros padres no lo van a permitir —me alejo de ella y cierro las cortinas de la ventana, ya que lo último que nos falta es que un niño escuche nuestra conversación privada y vaya a decirle a su madre.

—¿Y quién te dijo que les diré a ellos?

Me giro sobre mis pies y la miro con los ojos de par en par, ella solo me mira con la misma sonrisa, no parece estar jugando, ésta habla en serio. Limpio el poco sudor que hay en mi frente y siento las puntas de mis dedos vibrar, mis manos se resecan, es otra de las clásicas sensaciones que me advierten que la magia está por salir, pero aún tengo tiempo para detenerla. Sacudo mis manos y miro el techo de madera, el musgo ya está acumulándose más y es necesario eliminarlo—. Eliza no puedes hacer eso, ellos estarán devastados.

—Les dejaré una nota, eso les hará saber que estoy contigo —lo dice con insignificancia. Abre el armario y toma su mochila negra del instituto. La coloca boca abajo y todos los libros de texto salen disparados al suelo, estos caen uno sobre otro de manera desordenada, las páginas se doblan y a mi hermana no le importa. Comienza a buscar ropa y guarda, lo hace sin importar la organización y el escaso espacio que hay dentro.

—Detente, no puedes hacer esto hermana —corro a ella y le aparto la mochila de las manos, los choques eléctricos de mi anomalía incrementan en mis manos—. Estas cometiendo un grave error, no estas pensando con claridad —siento los brazos más ligeros y las pizcas de electricidad avanzan por ellos, todo mi cuerpo se aviva.

—Lillai... —me señala la mano que sostiene su mochila, sus ojos se ensanchan y yo dirijo mi vista a lo que tanto la asusta.

Pequeñas chispas brillantes salen de mis dedos como si fueran pólvora, pero son tan pequeñas que no le hacen daño a nada y tampoco es posible que cause un incendio. Dejo caer la bolsa de Eliza al suelo y cierro mis manos formando puños. Cierro los ojos con fuerza y dejo salir aire de mis labios para librarme de cualquier tensión indeseada. Relajo los músculos de los hombros y muevo mi cabeza de lado a lado para aflojar también el estrés que se acumula en mi cuello. Abro los ojos y la magia se ha detenido. Miro a mi traviesa hermana con molestia—. Eliza... —aprieto la quijada—. Si otra Virréa llega al pueblo... por mi.

—No no —se acerca a mí—. No digas eso, solo fue un poco, la cortina de la ventana está cerrada y... —mira el techo y luego me mira—. El techo no tiene agujeros —de verdad que parece angustiada—. Lo siento, olvidé que no debes de alterarte mucho, porque si no cosas como estas pasan, es mi culpa, ya no te molestes más. Ve a la sala de estar, te sentirás mejor si vas con nuestros padres —me toma por los hombros y me saca a rastras de la habitación y cierra la puerta.

Antes de que le pueda reclamar por sacarme para que pueda hacer su maleta sin que yo ''me dé cuenta'' veo que mis padres hablan con una de las vecinas. Todos los pares de ojos están sobre mí, trago con fuerza y me quedo sin más saliva en la boca—. Hola señora ¿Cómo se encuentra? —le hablo lo más natural que puedo.

Las arrugas en el rostro de la mujer mayor incrementan por su sonrisa—. Bien Lillai, hace mucho tiempo que no te veo ¿Dónde está tu hermanita? —me invita para que me siente a su lado y yo le obedezco, mis padres se mantienen alerta por si un accidente sucede.

Me aclaro la voz—. Ella está en la habitación, quería hacer unas cosas... —el volumen de mi voz disminuye con cada vocablo cuando recuerdo la idea que ha tenido Eliza, probablemente desde que estuvimos en la iglesia. Sabía que esa mirada no traería nada bueno. La mujer asiente con la cabeza y mamá llama su atención entregándole una taza de té humeante de manzanilla, unos de mis favoritos. Todos siguen su conversación anterior y es como si yo ya no estuviera aquí, giro mi vista a la puerta detrás de mí, pero no hay señales de mi hermana.

No pasa mucho tiempo y la señora se vuelve a dirigir a mí, sus ojos amables me recorren el rostro—. Eres una joven muy linda Lillai ¿Cuándo planeas casarte? Te apuesto que a alguien como tu no se le será difícil conseguir marido y además, hay muchos chicos apuestos por el pueblo ¿O acaso saldrás del país y conseguirá un esposo extranjero? —deja su té en la mesa de centro llena de rayones de crayola, Eliza y yo solíamos dibujar mucho sobre ella.

—Pues... yo siento que aún no estoy preparada para contraer matrimonio y menos salir del país, son dos pasos muy difíciles de hacer, uno más que el otro. Pero espero casarme cuando encuentre amor verdadero —le respondo con la verdad, no le miento ni un poco. Generalmente a los desconocidos les invento muchas cosas, decir las cosas con sinceridad se siente bien. Es como si una de mis muchas cargas emocionales se hubiera ido de mi espalda de vacaciones. Me gustaría que cada una de ellas se fueran para siempre.

—Vaya —se queda en silencio por un instante—. Eres una chica muy especial, le caerías muy bien a mi hijo, siempre ha querido acercarse a ti y hablarte pero dice que no hablas mucho, tampoco eres de salir mucho de casa, yo le dije que seguro eras muy reservada —mis padres se ven aún más incómodos que yo, parece que ella ha venido a jugar al doctor del amor y no se le da muy bien.

—No me gusta salir mucho, prefiero la comodidad de mi casa —le dedico una sonrisa sin dientes. Eliza sale de su habitación y se une a nosotros, pero la señora no parece notarla, yo me alejo sutilmente de la mujer y me coloco en la esquina más alejada del sofá.

—Pero pareces muy amigable ¿Por qué no te haces de amigos nuevos? Las personas jóvenes como tú lo hacen a menudo —sus preguntas son como un panal de abejas en el techo de tu casa, difícil de deshacerse.

—Porque me gusta más estar por mi cuenta —aparto mi mirada de la suya para demostrarle que esta conversación entre las dos se ha acabado y no me gusta su forma de hacerme tantas preguntas, pero ella no parece notarlo.

Mi madre trata de intervenir, pero la señora habla con un tono de voz más alto, cierro mi ojos—. Eso no es saludable, te haría bien una vida social y una buena forma de empezar es hablando con mi adorado hijo, es un chico agradable, le gusta caminar y siempre tiene buenos temas de conversación, nunca te aburrirás cuando estás con él —una pequeña risa emana de sus labios, me recuerda al chillido que hacen las ratas por la noche o al que hacen los gatos cuando pelean sobre el techo de la casa.

—No gracias —rechazo su propuesta con amabilidad.

—Bien vecina ¿Por qué no...?

Ella interrumpe a mi padre y sigue con su gran insistencia—. ¿Pero por qué no? ¿Acaso quieres seguir sola por el resto de tu vida? ¿No te planteas que eso sería vivir en miseria? Mereces salir y divertirte un poco, no estar aquí encerrada muchacha —no sé si se preocupa por mí a tal grado de enfrentarme o si solo lo hace para que me case con su único hijo que nunca he visto en mi vida y pensar que éste si me veía a mí me da escalofríos. Me lo imagino viéndome desde la ventana de su habitación o escondido detrás de las carretas mientras me observaba pasar.

—Es mi estilo de vida señora y yo hago lo que quiera, le agradezco que se preocupe por mí pero ya es suficiente —mis manos comienzan a sudar y ya me siento nerviosa. No suelo compartir muchas palabras con otros que no sean mi familia y ésta entrometida solo empeora el momento.

—Lillai vamos a la habitación —Eliza se pone de pie, también frustrada por la situación, tiene los ojos aburridos y caídos. Mamá asiente con la cabeza en aprobación con la idea de mi hermana, ve que estoy estresada gracias a ella y el enfado de hace rato con Eliza no mejora la situación para nada.

—¡Espera muchacha! —su mano arrugada me toma de la muñeca.

Frunzo el ceño, ya esto es demasiado—. ¡DÉJEME! —me giro, cuando lo hago una corriente de energía corre por mi brazo, similar a como lo hace una serpiente cuando quiere atrapar a su presa. En el momento del ataque, la boca del animal se abre, es justo cuando de mi mano sale la fuerza, tan rápido como encender un bombillo, la mujer sale lanzada contra la pared y cae al suelo.

Todos dejan escapar un jadeo, yo me quedo paralizada en mi lugar. Siento que el corazón se va a salir por mis labios cuando veo lo que hice. El alma se me va a los pies y siento que el tiempo se ha detenido. La señora levanta la cabeza y me mira impresionada; más que eso, aterrorizada, su boca se abre de par en par y su grito deja en completo silencio a toda la aldea.

—¡BRUJA!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro