Capítulo sesenta y cinco: El río.
Narra Leander:
El tal John me mira con los ojos entrecerrados, mientras que yo mantengo la mirada al frente y evito verlo de reojo. No me lo soportaba antes y ahora menos, me encantaría poder atarlo y cortarle cada uno de sus dedos de la manera más lenta y dolorosa posible, hasta terminar cortando ambas de sus manos. El olor de la sangre y su rostro cubierto de puro sufrimiento son tentadores—. No se separen del grupo —la vieja habla sobre el bullicio y comenzamos a hacer la infinita fila para poder cruzar la frontera.
Lillai no puede dejar de ver con asombro el lugar, aunque su rostro esté cambiado por su magia y no tenga sus lindos ojos celestes; la observo en silencio. El mar de emociones cruza por sus pupilas como un torbellino, su momento de sorpresa termina cuando el bastardo le dice algo que no logro escuchar. Lillai comparte unas cuantas palabras con él y parece concordar con lo que dice. La daga en mi bolsillo izquierdo comienza a pesar, introduzco mi mano y toco el filo mientras observo el perfil de John—. Leander, solo mira la cantidad de arboles que hay a los alrededores —su voz suave me despierta de mis sangrientos pensamientos—. Nunca he visto un bosque en persona, no puedo esperar —su sonrisa se ensancha— . Debe de ser hermoso.
—No es la gran cosa —avanzamos.
—Para ti nada es la gran cosa —Eliza, como siempre, se entromete—. ¿Cómo es a donde vamos a ir? —se dirige a la vieja intensa, esta deja de tomar agua y la vuelve a guardar en la mochila que carga el otro orangután.
—Es muy húmedo, caluroso y lluvioso. También hay muchos insectos y hay más animales salvajes que en el desierto —habla con simpleza—. El refugio les encantará —suspiro, más gente loca, lo que me faltaba; que maldita mierda—. Y también tendrán su privacidad —dice cuando me ve amargado.
—¿No te gusta socializar? —John se atreve a dirigirme la palabra, Lillai gira su rostro para observarme; yo no miro a ninguno de los dos, pero puedo sentir la sonrisa estúpida del hombre.
—Solo cuando las personas no me causan dolor de cabeza.
—Déjalo John, el asesino es un lobo solitario la mayoría del tiempo —Eliza mete su maldita boca en la conversación que yo ya daba por acabada. El aire se torna tenso, Derek se vuelve a verme y Liz tiene que evitar que se lance a mí. El momento me hace sonreír, me encanta que reaccionen así ante mi reputación.
—Tía Liz, no nos dijiste que estamos también ayudando a un asesino —John me señala con desprecio.
—No es peligroso John, Derek; no se preocupen. Lillai confía en él y si ella lo hace, nosotros también. No quería decirles para no alarmaros, ahora bajen el volumen de sus voces; no queremos llamar la atención —susurra para el grupo entero y evita darle mucha importancia al asunto. Me causa gracia ver como ha dicho que no soy peligroso, ni ella confía mucho en sus palabras.
Miro a John—. Si tanto te doy miedo, lárgate —siseo con indiferencia y alzo las comisuras de mis labios, formando mi famosa sonrisa falsa.
El hombre se pone rígido y le comienza a hablar a Lillai, lo suficientemente alto para yo poder escuchar—. ¿Cómo es que puedes confiar en alguien como él? —no le reprocha de una forma brusca, es delicado cuando habla con ella y eso me saca de mis casillas—. Es peligroso.
Ella le dedica una de sus hermosas sonrisas tranquilizantes—. Confío mucho en Leander, no les hará daño.
(...)
El bosque deja a Lillai y a su hermana con las bocas abiertas, Eliza ya se ha tragado a más de tres insectos; pero no aprende. A mí me vale verga, ya he pasado por aquí muchas veces y me parece la cosa más aburrida del mundo. Estiro mis brazos, no puedo evitar suspirar con alivio; llegamos al país vecino y logramos cruzar la frontera sin inconvenientes, todo ha salido tal como lo planeé, exceptuando la parte de la llegada de la vieja y los dos monos.
—Esto es asombroso —habla Eliza—. Nunca había visto tanta naturaleza —bufo. Parecen idiotas tocando cada planta que se interpone en sus caminos y oliendo el aire como si mucho hubiera cambiado de la frontera hasta aquí. Llevamos caminando unas tres horas, ya estoy harto de lo lento que caminan y las mamadas teatrales.
—Oye vieja —John frunce el ceño, no le agrada que la llame así, que se vaya a la mierda—. Si el refugio está protegido por un campo de invisibilidad ¿Cómo pretendes encontrarlo? —digo, ya cansado. Parece que estamos dando malditas vueltas en círculo y ya están jugando mucho con mi paciencia.
Derek corta maleza para hacer paso—. Hay marcas en los árboles —coloca sus dedos arrugados sobre una casi invisible mancha blanca que se mezcla con musgo—. Si deciden salir del refugio no podrán perderse porque estas siempre los llevaran de vuelta —el estúpido de John la ayuda a trepar una enorme raíz de un árbol y prosigue a hacer lo mismo con Lillai y Eliza. Pero vaya que es un idiota, las tres podían perfectamente saltar esa mierda. Los sigo con cara de pocos amigos, tengo mis ojos puestos sobre la nuca del tipo imbécil; sería fácil matarlo desde aquí, está distraído y...
—¿Cómo podremos cruzar la barrera? —Lillai se coloca a mi lado, debió de presenciar mi peligrosa mirada o solo no quiere dejarme atrás. Puede que sea una mezcal de los dos.
—Oh, nos dejará entrar fácilmente y más si tu estas con nosotros. Generalmente previene que las personas peligrosas puedan entrar y solo permite que los que sabemos sobre el refugio pasemos.
Eliza comienza a reírse como maniática. Aprieto la quijada cuando sus chillidos, parecidos a los de los cerdos, taladran mi cráneo—. ¿Pero que pasará con Leander? —me señala entre risas, sus ojos se achican con cada carcajada—. Es la persona más peligrosa del grupo.
—Tú lo has dicho, así que comienza a correr antes de que te mate —coloco una mano sobre el bolsillo más cercano. Simulando que tomaré un arma, eso hace que Eliza se calle y Lillai me de unos pequeños toques sobre el brazo.
—Lillai no dejará que quede atrás, entonces podrá pasar —dice con cansancio, se vuelven y siguen caminando. Eliza carraspea su garganta y observo, por los movimientos de sus hombros, que hace todo lo posible para dejar de reírse. No entiendo cómo he logrado soportar por tanto tiempo a esta maldita. Liz se detiene en seco, yo miro el cielo... Si se ha perdido y nos ha estado haciendo caminar para nada juro que le quebraré un brazo a alguien—. Bien —todos la miramos, mantiene una sonrisa de oreja a oreja. Limpia el brillante sudor de su frente—. Hemos llegado, por favor acérquense.
Lillai comparte una pequeña mirada conmigo y nos colocamos al lado de la vieja. Cuando todos estamos rodeando la nada, ésta nos indica que caminemos despacio. Cuando doy un paso al frente, siento mi pierna ser rodeada por un peso abrazador, la sensación tibia pero sofocante, indica que este es el campo de seguridad que protege el refugio. Todos ingresamos, entre más entro el calor hace que el sudor incremente sobre mi cuerpo. Tengo que esforzarme por mantener los ojos abiertos al sentir la extraña presión también sobre mi rostro, la barrera es casi transparente y puedo ver a través de ella la aldea de una manera distorsionada.
La compresión rodea mi cuerpo. En unos de mis muchos viajes nadé en el mar por lo que parecían horas. La presión de la barrea es similar a la del océano. Doy otro paso al frente y salgo de la barrea, deshaciéndome del peso ardiente y viendo con más claridad mi alrededor.
Hay muchas personas, demasiadas para mi gusto; cuando nos ven llegar de inmediato se colocan de rodillas cuando todos los ojos se posan sobre la chica a mi lado. Para alejar mi vista de la patética escena, ojeo el lugar. Hay muchas tiendas de campañas, caminos hechos con grava, lugares donde siembran cosechas y varios lugares abiertos con una fogata en el medio. El lugar es enorme, tanto que no puedo ver hasta donde termina—. Por favor, pueden colocarse de pie —Lillai habla, irrumpiendo el hermoso silencio.
—¡Gracias a todos! —Liz alza ambas manos—. Por fin, Lillai está aquí —el vitoreo me saca de quicio y Lillai tiene que darme un pequeño empujón para que no haga nada estúpido. La observo, el sudor sobre su rostro no la hace menos hermosa; diría yo que le da un toque más sensual y menos inocente. Sus ojos son iluminados por los rayos solares que se cuelan entre las hojas de los arboles y sobre sus labios permanece una cálida sonrisa, lo mucho que me gustaría besar sus labios ahora...
Nos acercamos a las personas, Lillai se separa de mi y es abrazada de los hombros por Liz; la vieja la guía por la multitud de personas y ella se dedica a saludar a cada uno de ellos, la humildad es rebosante en su ser. Tardamos unos cuantos minutos, hasta que todas las garrapatas se alejan de Lillai—. Por aquí —Derek nos llama a mí y a Eliza—. Les mostraremos sus tiendas de campaña —regresamos junto con la vieja y Lillai y caminamos entre los senderos bien hechos. Lillai decide sacar a Drako del espejo y éste camina a su lado con elegancia mientras todos la ven pasar, es una escena digna de ver. Me gusta observar el poder emanado de su pequeño y delicado cuerpo.
Eliza adelanta su paso y hace que el estúpido de John quede a mi lado—. Oye, Leander —me llama, yo no lo veo—. Discúlpame, si Lillai confía en ti yo también debería —odio como pronuncia su nombre—. Es solo que me descolocó saber lo que eres.
—Me puedes odiar si quieres, me vale una mierda.
—Ya... este yo-
Liz corta lo que el bastado quería decir—. Leander, esta será tu tienda —señala una de tela roja—. Lillai —señala una tienda de tela color blanco a unos pasos de la mía—. Y la de color amarillo será la tuya Eliza —se gira—. Generalmente cuando vengo a este refugio me quedo en una tienda no muy lejos de las suyas, tiene mi nombre escrito en un pedazo de madera —señala al rededor—. Todos tenemos nuestros nombres inscritos y pronto ustedes también tendrán los suyos. Ahora, tengo que presentarles al encargado de todo esto —señala a un hombre que estaba a unos pasos detrás de nosotros—. Éste es Estefan.
El hombre de tez morena se acerca a Liz y la saluda con un beso en la mejilla, su forma de moverse es lenta y relajada; no nos llevaremos bien—. Es un gusto tenerte aquí Lillai —la saluda de la misma forma—. Hemos estado esperando tu regreso desde hace muchos años y me alegra estar aún vivo para experimentarlo —se acerca a Eliza. Su manera lenta de hacer las cosas comienza a revolver mi sangre.
—Eliza, soy su hermana —sonríe demasiado y sacude la mano del lento, él solo le sonríe.
Cuando se aproxima a mí, le hablo con desinterés—. Leander —me observa fijamente y después a Liz.
—¿Qué hace éste aquí Liz? —sonrío, al parecer reconoce muy bien mi rostro.
—Tranquilo Estefan, Lillai confía en él —Lillai se acerca a mí cuando ve que Estefan no aparta sus ojos de mí—. No le hará daño a nadie en el refugio.
Me señala con su fino dedo—. Escúchame bien muchacho —Lillai toma el borde de mi camisa. John y Derek se colocan cerca de nosotros—. Si le haces daño a tan solo una persona dentro del refugio... Morirás —señala el suelo y su rostro se endurece—. Aquí mismo.
Sonrío con amplitud—. Me gustan las amenazas.
(...)
Una niña sonrojada juega con Lillai en el suelo frente su tienda de campaña, la observo con tranquilidad mientras escucho a la persona a mi lado pintar mi nombre en una tabla. Tomo un poco de agua, ya que no tienen alcohol, y analizo cada uno de sus movimientos. La niña se sorprende cuando la ve usar su magia y le pide que haga más ''trucos mágicos,'' Lillai no se niega.
Es buena con los niños, lo contrario a mí. Drako se pasea al rededor de la bruja, siempre siendo vigilante y Eliza se ha ido por ahí. Más mocosos llegan a jugar con ella, parece muy feliz al ver que todos quieren ver sus habilidades. Pero mi momento tranquilo se va a la mierda cuando John llega a participar, lo peor es que Lillai lo invita a sentarse a su lado y bloquea mi vista completa. El idiota no me deja verla. Suspiro con fuerza y me coloco de pie, comienzo a caminar lejos de la escena que me hace enojar—. ¡Leander! —grita mi nombre, cierro los ojos con fuerza y me giro, me llama con el brazo.
A paso lento, me acerco—. ¿Qué?
Todos los niños salen disparados corriendo, Lillai y John se colocan de pie—. Quiero ir a darme un chapuzón en el rio... Bueno, en la parte menos profunda —dice, recordando que no sabe nadar—. ¿Qué dices?
Mientras que la pueda mantener alejada de John mejor—. Vamos —me cruzo de brazos.
—¿Nos vemos más tarde? —le dice al mono, sus palabras hacen que muerda mi lengua.
—¡Por su puesto!
Se despide del tipo y de Drako, para comenzar a caminar—. ¡El día está maravilloso! —un grupo la saluda cuando pasamos a su lado—. Y tengo ansias de ver el rio y estar en el... —baja el volumen de su voz. Pasamos por muchas tiendas de campaña, hogueras y gente, hasta dar con el sendero que lleva al famoso rio—. Gracias por hacer el esfuerzo... De estar tranquilo —une su mano con la mía al ver que no hay nadie por aquí. Sus dedos entrelazados con los míos hacen que la mire—. Significa mucho para mí —nos hacemos a un lado para no chocar contra un árbol—. ¿Estás bien? —la tranquilidad en su organismo, hace que su voz sea más melodiosa.
—Mucho ruido, pero por lo menos perderé a Eliza de vista ya que aquí tiene cosas que hacer.
—Se divertía mucho y eso me da cierto alivio.
Caminamos con tranquilidad, yo aún me adapto a las extrañas interacciones como darle la mano y al nuevo ambiente en el húmedo bosque. Mientras compartimos pequeñas conversaciones, nuestro agradable momento es interrumpido por la vieja. Liz lleva el cabello mojado y sostiene entre las manos sus botas. Sus ojos van dirigidos con sorpresa a nuestras manos entrelazadas, eso hace que Lillai me suelte de pronto—. ¿Van al rio? —muerde su labio inferior y nos mira con mucha alegría.
—S-si.
—Está delicioso... bueno, diviértanse —nos pasa por el lado para que sigamos con nuestro camino—. ¡No hay nadie entonces deben de aprovechar! —vuelvo a tomar la mano de Lillai y sonrío para mis adentros, claro que disfrutaré el momento de estar a solas con ella dentro del agua y sin mucha ropa.
El agua corriendo nos da la bienvenida, Lillai sostiene mi mano con fuerza y observa con fascinación la corriente y los alrededores. Le permito apreciar el momento, ya que es su primera vez viendo algo tan simple como esto. Sus ojos bien abiertos casi son similares al cielo despejado de esta mañana, de sus manos salen pequeñas partículas blancas que bailan alrededor de sus dedos—. Es... increíble —da unos cuantos pasos al frente hasta llegar al borde del rio.
Suelto su mano y comienzo a desvestirme, ella me mira con sorpresa—. Hace un calor de verga, ya quiero refrescarme —quedo en ropa interior y ésta tiene que apartar la mirada con vergüenza. Sonrío con gracia al ver sus mejillas sonrosadas. No pierdo mucho tiempo y salto dentro del agua. Aparto el cabello de mi rostro y la observo desde aquí, está un poco profundo—. ¿Te vas a quedar ahí de pie?
—Bien... bueno... este... —aparta la vista y ve todo menos mi rostro.
—¡Pensé que querías estar aquí! —la observo con una sonrisa socarrona—. Pero tendrás que quitarte ese espantoso vestido para poder entrar —levanto ambas cejas cuando intenta inventar una excusa.
Unos pájaros a la distancia la hacen hablar—. Bien, pero no me mires cuando me desvista —levanto ambas manos en rendición y me doy la vuelta. Ya la he visto en ropa interior una vez, pero no tengo porqué informarle sobre eso. Escucho como se deshace de su ropa, sin la necesidad de verla puedo recordar cada trazo de su piel. Sus hombros, torso, pechos, trasero, piernas...—. Espera... Aún no me mires —me advierte, yo respondo con una carcajada. Solo la quiero tener cerca de mí y presenciar su cuerpo semidesnudo con el mío—. Está un poco fría.
Me giro. Su cabello está suelto y completamente mojado, éste descansa a su alrededor en el agua. Gotas cubren su rostro y adornan sus largas pestañas. Sus ojos se aclaran, torturándome con su simple belleza. Permanece abrazándose a si misma en la parte menos profunda, tiene los hombros fuera del agua; pero se cerciora de que sus pechos estén cubiertos. Me acerco a ésta, hipnotizado por la imagen y tomo sus mejillas entre mis manos—. Nunca pensé que estaría vivo para ver tanta fineza —susurro contra sus labios y los devoro. Ella me corresponde el beso y me permite ser menos gentil. Sonrío al pensar en lo que voy a hacer a continuación—. Pensé que no podías nadar —digo con sarcasmo, ya que en estos momentos tiene los pies en el suelo. La tomo de las caderas, elevo su cuerpo y hago que enrede sus piernas en mi cintura. Me encamino al área más profunda.
Ella grita por el repentino movimiento y se aferra a mi cuello—. L-leander —recuerda que tiene la mitad de su torso fuera del agua y se cubre los pechos, pero no he visto nada; ya que estaba embelesado mirándola a ella—. Todavía podía mantenerme en pie —sonríe, evidentemente está nerviosa.
Yo la cargo con solo una mano y acerco la otra hacia sus brazos. Los aparto de sus pechos y los coloco alrededor de mi cuello—. Número uno, no veré si no quieres —mantengo mi mirada fija en sus ojos y batallo con las ganas de deleitarme con su cuerpo, vería su cuerpo expuesto si se distrajera; pero lastimosamente no lo hace—. Número dos, no tienes porqué cubrirte cuando estás conmigo —su respiración se acelera y puedo sentir la estática salir de sus dedos—. Además ¡Mira! —abro más los ojos—. No estoy viendo nada, pego mi mirada más a la suya.
—Yo... Nunca le he mostrado mi cuerpo a nadie —su labio inferior tiembla ligeramente, solo hace que me de ganas de morderlo—. Y tengo miedo.
—¿Qué es lo peor que puede pasar? —no responde y tampoco puedo ver respuesta alguna en su mirada, me estoy divirtiendo demasiado con este asunto—. Seré lo que nunca soy, caballeroso, solo miraré si me dejas —la situación cómica hace que mi cuerpo se encienda por dentro—. Solo te besaré si me lo permites —me acerco a su rostro—. Y solo te tocaré si me dejas —susurro sobre sus labios y mi respiración tiembla con solo el hecho de pensar en explorar su cuerpo. Dejo un suave y duradero beso sobre la rica carne de su boca y me separo para verla. Sus pupilas están dilatadas, labios rosados y mejillas encendidas. Sé que no me dará permiso en voz alta, entonces aguardo para que los ojos hablen por si solos.
Sonrío encantado cuando tengo una muy indecisa respuesta, le hago saber con mi mirada que nada malo pasará y que puede compartir su cuerpo conmigo. Cuando estoy cara a cara con sus pechos, mi boca se seca y tengo que sostener a Lillai con fuerza para no dejarla caer. La tela de su sostén los cubre de una manera exquisita y por poco juego con el broche para verlos sin el sujetador. Son mejores de lo que pensé, mejores comparados con aquella vez que vi su reflejo semidesnudo. Su piel está erizada y más blanca por la falta de exposición al sol, gotas de agua se deslizan por ellos y permanezco embelesado viendo cómo algunas desaparecen entre su sujetador, ya que el sostén le queda un poco grande.
Acerco mis labios a su pecho izquierdo y dejo un largo beso sobre su sensible piel, Lillai sostiene la respiración y sujeta sus piernas con más fuerza alrededor de mi cintura. Puedo sentir su parte femenina sobre mí y me encantaría solo darle placer aquí mismo, pero me aguanto la mierda más dolorosa y me conformo. Prosigo a succionar su piel y ésta gime por lo bajo, si sigue haciendo sonidos como ese voy a enloquecer. Termino dejando una llamativa mancha, que se tornará morada con el paso del tiempo, y la miro a los ojos—. ¿Ves? No ha sido tan difícil —le guiño un ojo y paso mis ojos de nuevo por sus pechos, muerdo mi labio inferior y antes de que pueda continuar la travesía con mis labios, Lillai carraspea su garganta.
Nos dedicamos a conversar y compartir algunos besos. Un asesino y una bruja, normalmente hablando y disfrutando del agua fría. Dejo que la conversación fluya con normalidad, sonrío y también hago que ella haga lo mismo... La normalidad me intranquiliza, pero no dejo que el momento acabe—. Siento que probablemente te esté buscando para practicar con las dagas —menciona a Eliza, yo suspiro con extremidad.
—Ahora que estamos aquí, tenemos todo el tiempo del mundo para entrenar.
Aparta un mechón mojado de su rostro y lo coloca tras su oreja—. Hablando de eso —muestra sus dientes cuando sonríe—. John me ayudará a superar los sueños.
La corriente del agua incrementa su velocidad y puedo a comenzar a detectar el frío de ésta atravesar mi piel. Mis venas palpitan con fuerza y mis músculos se endurecen—. ¿Qué? —mi agarre sobre ella se afloja, pero no permito que caiga. Pensé que solo necesitaba de mi ayuda con sus sueños, que era el único que podía hacer que durmiera en paz ¿Por qué mierda le pide ayuda a un inadaptado como él? Sus ingenuas palabras solo agregaron gasolina al fuego. Mis ojos viajan a mi capucha que descansa sobre el borde del rio, todas mis armas están ahí, lejos de mí.
—Le he comentado al respecto y al parecer me entiende perfectamente, nunca he logrado descifrar lo que me pasa y él me lo ha explicado en unas cuantas oraciones. Le he pedido ayuda, ya que él solo ha podido espantar sus propias pesadillas y quiero lograr lo mismo ¿No es genial?
—No —la suelto y ella tiene que agarrarse de mi brazo para no ser arrastrada por la corriente—. Tienes razón, Eliza debe de estar buscándome; vámonos.
Mi corazón bombea con rapidez y el odio hacia ese desconocido crece con los segundos, no hay manera de detenerlo. El sol no se compara con el ardor que hay dentro de mí, con los golpes que siento contra las costillas. Mis dientes rechinan cuando los uno con vigor—. ¿Leander? —salimos y le doy la espalda para vestirme, sin importar que mi ropa quede llena de agua o se me apegue al cuerpo—. ¿Leander? —su tono nervioso aumenta, me toma del brazo y la miro con seriedad. Ella no sabe lo que sucede y yo no puedo explicárselo. Con su capucha se cubre el cuerpo, pero no lo suficiente; aún puedo ver la macha que le hice—. ¿Qué te pasa? —su sonrisa flaquea, parece temblar; pero yo tengo mucho calor.
Termino de colocarme los pantalones y sostengo entre mis manos mi camisa—. ¿Por qué demonios de repente dejas que un estúpido desconocido sepa tanto de ti? —agranda los ojos—. Pensé que tienes suficiente cuando duermes conmigo ¿Acaso ya no soy de ayuda? —sonrío con amargura—. Por su puesto, soy un cruel asesino y no sirvo para esas mamadas.
Su rostro se torna pálido—. ¡No! ¿Qué? ¿Por qué dices algo como eso? Sabes que eres el único que puede ayudarme —hace ademán para tomarme de la mano y yo me alejo antes de que pueda tocarme—. Espera —su voz es amortiguada y lucha para no ponerse a llorar—. No entiendo y lo sabes muy bien...
—Soy el único que puede ayudarte.... —repito sus palabras—. ¿Estás segura de eso? —gruño y comienzo a recoger mis botas.
—No te voy a reemplazar —me paralizo—. Si... es lo que piensas... No es así —la siento aproximarse—. Nunca nadie podría hacerlo, yo... —se cortan sus palabras.
Termino de vestirme—. Ya Lillai, entiendo. Aveces es mejor que no sea un asesino el que te ayude —su rostro se contrae—. ¿No estoy en lo correcto? —niega. El dolor se expande por su cuerpo entero y ya es muy tarde para que luche contra este. No entiendo que es lo que me sucede, pero el enojo ha tomado control sobre mi cuerpo—. Mira —suspiro—. No me agrada ese tipo y solo tengo que controlar más mis emociones —muerdo el interior de mi labio cuando comienza a derramar lágrimas—. No es necesario —la reprendo—. Y no quiero que te comiences a culpar, toda esta mierda me está dando dolor de cabeza.
Voy a alejarme, pero se aferra a mi mano como si su vida dependiera de ello—. Lo siento Leander, no era mi intención hacerte sentir de esta manera yo... —otra vez corta sus palabras.
La miro con exasperación—. ¿¡Tú qué!? —demando una respuesta, no puedo soportar que esté a segundos de decir algo y se quede callada.
—Te amo.
El alma abandona mi cuerpo, no siento ni la punta de mis dedos, todo se entumece. El rio parece dejar de correr y los insectos de deambular por los alrededores. El fuego se detiene y mi garganta se seca, mis cinco sentidos juegan conmigo y pierdo la atención del alrededor; tanto que cualquiera podría atacarme. Regreso a la realidad, Lillai respira de manera uniforme y sostiene con fuerza la capucha; parece que sostiene el corazón dentro de su garganta y se le es difícil tragárselo. Sus vivaces ojos me regresan de mi ensueño, mi quijada se relaja y no puedo dejarla aquí tirada después de haberme dicho aquellas dos simples, pero poderosas palabras. No sé lo que es el amor y tampoco si soy posible de sentirlo, tampoco de merecerlo.
Me acerco a ella, tomo su cabeza con solo una mano y dejo un terso beso sobre su frente; de algún modo es mi respuesta, ya que no la puedo hacer salir de mis labios—. Estás temblando —jadea y yo le hablo con calma—. Deberías de vestirte —me alejo y comienzo a recoger mis cosas—. No quiero que te resfríes de nuevo.
Y me voy, con un inquietante movimiento en la base de mi estómago. Escucho su llanto a la perfección, se clava como flechas sobre mi espalda. Cuando estoy lejos de su vista me detengo al lado de un árbol y le doy un enorme golpe, solo logro que se muevan las hojas y mis nudillos ardan. Sostengo un quejido en mi garganta cuando pienso en Lillai y doy golpe tras golpe, como si fuera mi saco de boxeo, hasta que comienzo a sangrar. No me importa, no siento el dolor físicamente y sin importar cuanto destruya mi piel... Sigo embistiendo, con fuerza sobrenatural, lo imposible de derrumbar solo con mis manos.
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Y terminamos el capítulo de una forma un poco triste.... ¿Opiniones? ¿Quejas? ¿Correcciones? Le doy la bienvenida a todo.
¿Cómo están? ¿Cómo los trata este mes de Enero? Espero que no los esté tratando como la vida trata a Leander y a Lillai 😅😅😅
Gracias por leer, comentar y regresarme a la vida 🤍🤍 el apoyo me ayuda bastante, ya ni sé cómo agradecerles 👉🏼👈🏼 los amo bastante. Pd... sigo sin saber cómo llamarlos ¿Pequeñas bestias? ¿Seres mágicos? Como diría Leander... no sirvo para estas mamadas de verga. Hay que feo suena, 😂😂 en fin... no sirvo para estas cosas.
Nos estamos leyendo
🤍
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