Capítulo diecisiete: Mamá.
Narra Lillai:
Camino sin rumbo alguno entre la oscuridad y el silencio. No puedo ver lo que hay a lo lejos y tampoco tengo la capacidad de ver mis propias manos. Mis pasos retumban en el lugar y hacen mi cabeza tremolar, mi respiración es pesada y es el segundo sonido más destacado que captan mis canales auditivos. Permanezco relajada, en un momento de tranquilidad aunque no vea absolutamente nada, no sienta objetos, no huela nada en especifico y solo escuche sonidos creados por mi organismo. Es como si hubiera perdido la mayoría de mis cinco sentidos, volviendo mi cuerpo más incapaz de hacer acciones simples.
—Lillai.
Una voz débil me habla, se encuentra al final de la oscuridad; en donde se supone que debe de haber luz... Pero no la hay. Mi cuerpo reacciona ante otro ruido distinto. Entrecierro los ojos para poder divisar a la persona que está intentando comunicarse, pero la oscuridad domina sobre todo; si esta pudiera, lograría consumirme, tal como lo haría un agujero negro.
—Lillai.
Esta vez es más clara y la identifico como la fina y delicada voz de mi madre, se escucha cansada; pero sus ganas de llamarme siguen presentes, no quiere rendirse y necesita encontrarme. Una sonrisa instantánea crece en mí al saber que la mujer que más amo está en el mismo espacio vacío que yo, no me siento sola. Camino aún más rápido, haciendo que con mis pasos tiemble el suelo debajo de mí, parece que estuviera sobre una plataforma poco estable—. ¿Mamá? —hablo, mi voz ha salido muy silenciosa, más callada que un susurro.
—Lillai, te necesito.
Ahora corro y dejo de perder mi tiempo caminando. La superficie se mueve de lado a lado y presiento que voy a caer por el borde. Pero no tengo miedo alguno, siento una emoción exasperada por ver a mi madre de nuevo frente a mi con esa mirada dulce y digna de una madre que ama a sus hijas, quiero volver a sentir su cuerpo contra el mío y su agradable olor en mis fosas nasales sin importar que tan fuerte sea o si me da dolor de cabeza.
—Ya voy mamá, te encontraré —intento con todas mis fuerzas gritar, pero mi voz sale débil y mediocre. Muevo mi cuerpo con rapidez entre la obscuridad y agito mis manos alrededor con la espera de sentir a mi mamá, pero es como si no me estuviera moviendo de mi posición y sólo corriera en un solo lugar. Mi corazón se acelera—. ¡Mamá! —no hay respuesta—. ¿Dónde estás?
—Te necesito...
La encuentro, tropiezo con ella, ya que se encuentra en el suelo. Las palmas de mis manos impactan contra el extraño suelo, que se asemeja al metal. Un grave sonido rebota en el amplio espacio cuando caigo y luego el eco disminuye con el paso del tiempo, mi cabeza comienza a doler. Me apresuro y me coloco al lado de ella sin importar cuánto ardan mis rodillas, necesito ver que se encuentra bien y es de gran alivio ver que está a mi lado—. Mamá, aquí estas, te tengo. Por fin te encontré —cuando tomo su cabeza entre mis manos, un espeso líquido me cubre. La coloco sobre mi regazo y es como si un milagro ocurriera, ya que puedo verla con claridad...
Su perfecta piel es manchada por el líquido... Sangre. Es imposible encontrar sus preciosos rasgos por la enorme cantidad de color rojo. Quiero tocarla, pero temo encontrar la herida de donde proviene la sangre y hacerla sufrir más. Sus ojos se mantienen abiertos con dificultad—. Mi niña... —pero al final... sus párpados se cierran.
Sin darme cuenta estoy llorando, y mis lágrimas se mezclan con la sangre de su semblante. La sacudo débilmente para que me mire de nuevo, pero no lo hace—. Mamá... —hablo con tan solo un hilo de voz, el olor metálico me invade y me hace sollozar, no es para nada su olor. Tomo su rostro entre mis manos—. Por favor despierta... —mi quijada comienza a temblar. La oscuridad regresa y el cuerpo sin vida de mi amada madre desaparece. Con desenfreno la empiezo a buscar, palmeo la superficie metálica en busca de ella, pero no está... Se ha ido, así sin más. Dejo caer mis manos sobre el charco de sangre que ha dejado y un grito agudo de dolor sale de mis labios, vienen uno tras otro y no encuentro como detenerme, cómo acabar con mi sufrimiento al haberla perdido—. ¡Mamá!
Abro los ojos de golpe al sentir como me sacuden. Los ojos grandes y preocupados de Eliza me analizan—. ¿Te encuentras bien? No dejas de llamar a mamá por alguna razón, te mueves mucho y... —coloca dos dedos sobre un lado de mi cuello—. Tu corazón palpita muy rápido Lillai ¿Tuviste una pesadilla?
La aparto de mí, estaba muy cerca y sentía que arrebataba todo mi oxigeno. Me siento en el suelo, ya que estaba durmiendo sobre él y dejo escapar una gran bocanada de aire. Hay mucho sudor sobre mi frente, podría hacer un mar con el líquido salado si quisiera. Leander permanece sentado frente a nosotras, su espalda permanece contra la pared de piedra y sus ojos sin vida no dejan de observarme, haciéndome sentir intimidada. Miro a Eliza, su rostro me recuerda al sueño que he tenido con nuestra madre—. Solo fue una pesadilla... —confieso y me pongo de pie, alejándome de nuestro campamento. Nadie me sigue.
Me siento detrás de unos baldes de madera vacíos, debieron de contener litros de cerveza en algún momento, ya que el olor del alcohol se hace presente. Me escondo en este lugar para que mis compañeros de viaje no me vayan a ver de esta manera y me dejen sola por unos cuantos minutos. Las lágrimas empapan mis mejillas y escondo mi cabeza entre las rodillas, fue asquerosamente horroroso, la sangre por doquier y su mirada llena de sufrimiento. Se sentía tan real... Cierro los ojos con fuerza, haciendo que la presión evite que llore más—. Lo siento mamá... —le hablo a la nada—. Perdón por arruinar nuestras vidas —un gemido sale de mis labios.
Me sobresalto al ver que mi hermana está a mi lado, por la luz de la Luna puedo ver que tiene sus ojos llorosos—. Nada ha sido tu culpa —cae a mi lado como un derrumbe y su abrazo me deja inmóvil, su llanto hace que el mío se detenga, pero no la tristeza—. También extraño a mi mamá —solloza, mi corazón se encoge—. Quiero verla de nuevo y no perderla de vista, tengo miedo y solo ella sabe cómo detenerlo —su voz se desvanece con el viento. La envuelvo con fuerza.
—Shhh —la consuelo con mi voz, hasta este entonces mi hermana menor se ha desmoronado; se ha hecho la fuerte por mucho tiempo y ya era momento de que dejara todo su dolor ir. Fuerzo a mi cuerpo para dejar de llorar ya que me sentiría demasiado egoísta si lo sigo haciendo, Eliza necesita que esté para ella esta noche y es su turno de llorar—. La volveremos a ver —jadeo—. Lo prometo Eliza...
(...)
Nunca me había sentido de esta forma... Vacía. Antes solía quejarme y sentirme mal porque tenía prohibido usar mi magia y tener un grado de libertad como el de mi hermana. Fue tonto de mi parte sentirme así, ya que lo tenía todo... Un padre, una madre, comida, hogar y una cama. Ahora... Que tengo mi magia, lo que quería utilizar durante años, no me siento completa... Supongo que no puedes tener dos cosas a la vez, es una o la otra.
Drako me mira desde abajo con melancolía, él comparte mi dolor aunque no le esté pasando nada malo en su vida, lo hace solo para hacerme sentir mejor y acompañada en todo esto. Acaricio su melena, en modo de agradecimiento. Me siento frente a él y lo envuelvo en un fuerte abrazo, es tan prominente que mis manos no llegan a rodearlo completamente—. Eres el mejor Drako.
Aunque la bestia no articule palabras, puedo sentir y ver en sus ojos como me responde un adorable ''te quiero.'' Aunque mis padres no estén conmigo, mi otra familia lo está, alguien que sí comparte algo en común conmigo... La magia.
Me río cuando me olfatea con su nariz azul y luego con su enorme lengua lame mi rostro, se siente agradable poder reírse así, pasar por encima de la melancolía. Yo le rasco su panza y él cae sobre la arena dichoso de que lo esté complaciendo—. Anda Drako eres un Lionide muy gordo, creo que el más obeso de todos —río—. ¿Qué sales a comer por la noche? ¿Elefantes?
—Ya pronto es hora de que guardes a tu mascota en el espejo —Leander habla a mis espaldas, puedo ver su rostro de amargado con claridad en mi mente, él no soporta a Drako y mi amigo mágico tampoco a él. El Lionide lo reta con la mirada, es atemorizante verlo enfadado de esa manera, luce como si un demonio se hubiera introducido en su cuerpo.
Yo lo acaricio de nuevo distrayéndolo de lastimar a Leander, lo último que necesitamos es a alguien herido—. Sí, en un momento... Solo déjame pasar el rato con él —me giro para verlo a los ojos—. Aún es temprano para irnos —éste evita mi mirada, algo que me agobia un poco; ya que me hubiera gustado ver sus hipnotizantes ojos para ignorar el gran factor de que es un asesino y no tiene piedad en su corazón, su mirada me hace verlo de una manera en la que no me da tanto miedo. Me pongo de pie e intento hacer que me mire—. No me has dicho para dónde vamos el día de hoy. He visto que estabas hablando con Eliza, entonces supongo que ella ya lo sabe —me balanceo de lado a lado.
Sus pozos grises y verdes captan los míos—. Hoy y mañana serán uno de nuestros días de suerte... O eso espero —una pequeña, pero muy presente sonrisa baila en sus labios—. Si uno de mis amigos no está en su casa como supongo, nos quedaremos dos días allí —juega con su cabello unos segundos, dejándolo más desordenado. Frunzo el ceño, aunque no tengamos los suficientes artefactos para lucir menos desordenados no significa que deje de cuidar de mi apariencia. Siempre acomodo mi cabello y limpio todo lo que puedo mi ropa.
—¿Y si los planes van mal y tu amigo está en casa? —no dejo de observar la maraña que es su cabello. Un pájaro podría dejar sus huevos allí y Leander no se daría cuenta.
Se encoge de hombros—. Dormiremos dos días seguidos en la calle como lo hicimos hoy.
Muevo la nariz de lado a lado y me acerco más al asesino, cortando mucho la distancia entre nosotros y sobrepasando su espacio personal—. Perdona —le digo con amabilidad—. Es que no puedo seguir viendo algo tan desastroso —introduzco los dedos en su cabello negro, la suavidad de este me deja un tanto impresionada, ya que no me lo imaginé tan sedoso; es como si lo llenara todos los días con productos para el cabello cuando todos sabemos muy bien que Leander no haría nada como eso. Lo peino y éste solo se queda de pie observándome, con los brazos a los costados de su cuerpo y la mirada seria—. Tengo un cepillo para el cabello, si lo necesitas solo debes de preguntar —se lo dejo fabuloso, aunque sigue un poco greñudo, pero le he ayudado mucho. Lo mejoro un poco más y alejo mis manos de este, pero no me muevo de mi lugar—. Listo —lo observo con determinación y luego lo miro a él.
Sus ojos se han oscurecido un poco, sus labios están débilmente entreabiertos y me observa desde arriba, ya que es más alto que yo. No puedo descifrar su mirada, como todas las veces. Nunca entiendo lo que quiere decir, es como escuchar a una persona hablar en un idioma extranjero, nunca logras adivinar lo que dicen sus palabras y te quedas con la duda de saber lo que ha dicho. En esta distancia puedo ver con claridad algunas cosas que tienen su rostro y que aún no había notado, tiene una pequeña cicatriz sobre la ceja y otra en el mentón, también tiene un pequeño lunar, casi invisible, en la mejilla ¿Cómo alguien así puede asesinar? Aun no logro sacarme esa pregunta de la mente.
—¿Qué tanto me miras bruja? —habla con fuerza, su voz grave me recuerda a la de los generales.
Me sobresalto y lo miro con los labios abiertos, dejo escapar un poco de aire para relajar mi cuerpo tenso—. ¿Qué te lleva a quitarle la vida a las personas? ¿No te sientes mal por hacer esa clase de acto? ¿Qué pensarán tus padres de ti? —lo bombardeo con preguntas que siempre han rondado por mi cabeza.
Su rostro no cambia de expresión, permanece firme, aunque estemos tan cerca y la situación se haya vuelto incómoda. Un escalofrío corre por mi brazos hasta llegar a mi cuello al recordar la mañana de ayer cuando nos estábamos ''duchando'' al lado del balde, tenía una severa cantidad de cicatrices y solo el tatuaje del búho lograba cubrir algunas que estaban en la parte alta de su espalda y hombros, debió de obtenerlas gracias a su trabajo como asesino.
—Es mi trabajo, mi forma para tranquilizarme cuando me siento estresado. Para unos es el cigarro, para mí es que los corazones dejen de latir. Nunca me he sentido mal por nadie, jamás me arrepentiré de mis acciones, me hicieron lo que soy ahora y estoy orgulloso de ello—a su mente regresa un recuerdo, pero lo borra con una velocidad extraordinaria. Me pregunto ¿Qué tanto pasará por su morbosa mente?—. Y no tengo padres.
Incluso yo me he quedado sin aire con solo escuchar eso, mi mente tarda en procesar lo dicho por el tipo frente a mí... No tiene corazón, su alma está muerta al igual que él, tiene poca humanidad en sí mismo... Es como si fuera un animal y no tuviera conciencia—. Todos tenemos padres —le susurro.
—Entonces soy la excepción —me reta con la mirada—. Deja de verme así, sabías que era un asesino desde el inicio de nuestra larga aventura, así que quita esos ojos de perro faldero ¿Qué esperabas que dijera? ''No me gusta asesinar y solo me obligaron a hacerlo'' —hace comillas con sus dedos.
Me aseguro de que mis ojos lo penetren con fuerza y se sienta avergonzado de sí mismo. Vaya que no lo conozco en nada, pero lo que hace y dice no está bien—. Te tengo miedo de vez en cuando Leander, pero creo que me das más melancolía y decepción que temor, nunca había charlado con alguien sin corazón... —doy un paso atrás, lo miro indignada—. Sin alma, es como si fueras un muerto andante. No tienes vida y aun así le arrebatas la existencia a los demás, eso es ser egoísta —me alejo de éste como si fuera una sustancia tóxica que podría dejarme enferma por mucho tiempo. Le indico a Drako con la mirada que nos vayamos lejos de Leander.
Tiene razón, es un asesino y me lo ha dicho al inicio, pero escucharlo decir en voz alta lo que pasa por su mente solo me hace ver todo con una perspectiva distinta... Por lo menos se dos cosas más del chico misterioso: Le importa poco la vida de los demás y disfruta la sangre y ''no tiene padres'', eso lo tengo que averiguar después ¿Qué será de ellos? ¿Lo abandonaron? ¿Murieron? ¿Están en la cárcel? Muchas preguntas y todas sin respuestas... Tampoco estoy segura de obtenerlas.
Cada vez me alejo más del asesino, pero a éste no lo he escuchado moverse de su posición. Probablemente observa cómo me voy y mientras lo hago, me lanza cuchillos con los ojos.
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