Capítulo cuarenta y tres: Fiebre.
Narra Lillai:
Al ver que Leander sale del cuarto de baño con el torso y su cabello mojado, sé que la ducha es funcional. Me acerco lentamente hacia él, algo ha cambiado en su rostro desde que llegamos; veo oscuridad en él de nuevo, es atosigante. Al verla, puedo sentir mi interior encogerse; no me agrada cuando esta faceta toma lugar. La sensación de como me sostuvo contra su torso y como mis piernas se envolvieron naturalmente alrededor de su cadera hacen que me sonroje, tengo el presentimiento de que la reciente memoria no abandonará mi cabeza en toda la noche. Efectos extraños como ese hacen que mi cuerpo se sacuda, que una pequeña llama se encienda en la base de mi estómago y cosquillee las paredes del específico órgano.
—¿Me mostrarías cómo funciona? —en nuestra aldea solo Chany, una de las amigas de Eliza, tenía ducha y no necesitaban de baldes llenos de agua para ducharse. Yo siempre quise ver como era que funcionaba, pero como nunca salía de la casa, Eliza era la que me explicaba como era. Me decía que era una máquina que cuando giras la perilla sale agua sin cesar de una manguera y se detiene cuando vuelves a girar la perilla. Aveces no servía, pero era uno de los lujos más grandes que había en el pueblo. El padre de Chany era muy inteligente y fue él quien instaló la ducha en su casa.
—¿Qué? —frunce el ceño. Una gota cae de su cabello revuelto y se desliza por el contorno de su rostro hasta detenerse en sus pantalones caídos, tan bajos que llego a ver su ropa interior. Su contextura varonil es provocativa, por esta misma razón Eliza no podía contenerse.
Aprieto los labios—. La ducha.
Me guía al baño y con aburrimiento me muestra—. A la izquierda sale el agua y si la giras a la derecha se detiene —me cruzo de brazos, quiero agradecerle pero una pequeña sonrisa traviesa ilumina sus labios, deteniendo mis palabras; sus cambios de humor no dejan de sorprenderme—. También debes de quitarte la ropa para ducharte —se apoya contra la pared esperando mi reacción a su palabras.
Éste la consigue con éxito, ya que me sonrojo de pies a cabeza, la habitación se vuelve bochornosa y el calor de mis mejillas es más potente que el del sol. Abro los ojos con sorpresa y muerdo el interior de mi mejilla—. Eso lo puedo hacer cuando no estés aquí y cierres la puerta —mi voz es silenciosa, no quiero que Eliza llegue a escuchar nuestra incómoda conversación, aunque debe de estar ya pegando la oreja.
—Lástima, quería quedarme a observar —se encoge de hombros. Los colores de sus ojos se combinan con riqueza, es como un remolino y no abandonan los míos, mi estómago da un salto y bufo. Una sonrisa de oreja a oreja cambia el semblante de Leander, ya no hay rastro de oscuridad o peligro, solo ganas de jugar. Le da una delicada palmada a mi mejilla enrojecida y se va, cerrando la puerta con delicadeza y lentitud detrás de él. Pienso que volverá, abrirá la puerta y veré su rostro aparecer por la rendija; pero no lo hace.
No me puedo imaginar a Leander observarme con atención mientras me ducho, desnuda... Con solo pensarlo los escalofríos me recorren el cuerpo con velocidad, un hormigueo en mis brazos y la tensión en mis hombros hacen que regrese a la realidad y abra la llave para que comience a caer agua. Me desnudo y me dejo envolver con el agua fría, automáticamente comienzo a temblar así que decido refregarme con rapidez y no tener que morirme de frío, pero después de un rato el agua se vuelve agradable y decido quedarme unos minutos más bajo ella. La cantidad interminable de agua hace que cualquier rastro de suciedad se vaya por el pequeño agujero que hay en el suelo, el agua fría despierta mis músculos y me llena de energía.
Por primera vez en mucho tiempo enjuago mi cabello con solo el agua, puedo sentir como la arena abandona mi cabellera y vuelve a tomar vida de nuevo. Aunque no sea capaz de respirar bajo el agua siento que respiro mejor cuando introduzco mi cara bajo el chorro. Durante mi momento de paz decido informarle a Alice sobre nuestro bienestar. Imagino su dulce rostro, me impregno con cada detalle. Su olor se vuelve abrumador y el cosquilleo termina de recorrer su camino hasta llegar a mi cabeza; su voz lejana y no entendible llega a mi mente.
—Alice —sigilosamente espero a su respuesta.
—¿Lillai? Dime que sí eres tú y no solo mi imaginación.
Es como si la tuviera a mi lado, siento su voz tan cerca que olvido el agua congelada que recorre mi cuerpo—. Si, soy yo
—¿Cómo están?
—Estamos bien, no debes de preocuparte. Ya tenemos un lugar para dormir por la noche y nos iremos mañana por la mañana ¿Cómo están ustedes?
—Un poco tristes por su partida. Ya sabes, si tienen algún inconveniente no dudes en decirme.
Un espasmo muscular sacude mis hombros—. Gracias —y desconecto nuestra conexión.
Giro la perilla y el agua deja de caer, entre pequeños temblores me seco con una toalla y vuelvo a vestirme. Salgo a la habitación y Eliza entra al baño, debe de estar ansiando darse una ducha o escapar de Leander. Tomo el cepillo para el cabello y elimino el nido de pájaros. Siento un par de ojos grises que me miran, así que levanto la mirada y lo observo de la misma forma, parece ser que ha estado buscando mi mirada durante todo este tiempo. Es un poco atemorizante, pero un rastro de calma hace que mis músculos se relajen, no sé si la tranquilidad en su semblante es sincera o si es solo apariencia.
Comienzo a caminar, mis pies descalzos evitan el desastre que hay en el suelo y me coloco frente éste. Leander permanece sentado en el borde de la cama, así que por el momento le gano en estatura—. Ten —le entrego el cepillo—. También lo necesitas —señalo su evidente desastre.
Niega con la cabeza, su mirada estridente hace que se me sequen los labios. No necesita usar su voz para hablar, me gusta que se comunique con su mirada incomprensible, aunque no entienda el significado de sus ojos—. No me cepillo el cabello —todo su ser grita la palabra ''orgullo.''
Pestañeo con fuerza y decido hacerlo por él—. Que seas un criminal no significa que no debas de cepillarte el cabello, es algo que todos debemos de hacer —enredo mis dedos entre su mojado cabello y luego paso el cepillo, para así darle forma. Pero no lo consigo, su cabello está condenado a ser un nido de pájaros de por vida.
—No está entre mis prioridades.
Cuando termino de hacer mi minúscula tarea, me entero de la posición en la que me encuentro. Leander tiene las piernas abiertas y yo me encuentro entre ellas. Me congelo y los nervios toman poder sobre mí, esto es muy descarado por mi parte—. Creo que ya...
Leander toma el colgante que peligrosamente baila entre mis pechos y lo analiza, yo me quedo quieta, mi corazón se detiene contra mis costillas y siento una quemazón en mi bajo vientre al tenerlo tan cerca. Rechazo cualquier comportamiento, cual no reconozco, por parte de mi organismo. Eliza y sus gemidos vuelven a mis oídos, las imágenes subidas de tono alertan a mi cuerpo a alejarse. Si se atreve a hacer algo, me alejaré—. Si la tienes así a la vista de cualquiera podrían robarla —sus ojos me vuelven a ver y no permiten que aparte la vista, son como imanes. Su cercanía está comenzando a hacer que mi magia fluya por mis brazos con fuerza, la puedo sentir revoloteando en mi interior, tal como lo haría un pájaro.
—Lo sé.
—¿Aún la quieres sabiendo que era de tu madre?
Sus palabras me toman desprevenida—. Supongo... —no he sabido que responderle, esta simple piedra me trae infinita tranquilidad y sufriría con solo pensar en que no esté alrededor de mi cuello. Aunque solo sea un objeto, para mí éste tiene vida y su propia energía que estabiliza la mía. Observo con la misma intensidad a Leander... Él también tiene una madre que lo quiere y de seguro debe de estar esperándolo ¿Por qué no se va con ella? O puede que no esté con vida...
—Deja de analizarme —pero no me aleja, sigue sosteniendo la piedra y teniéndome entre sus piernas.
—¿Cómo sabes que lo estoy haciendo? —mi voz es baja y mis labios se han movido con lentitud.
Ésta vez es él el que me analiza, no puedo predecir lo que piensa; pero sí puedo decir que estoy comenzando a sentirme muy cómoda con su cercanía y ya es hora de que deje de acercar mis manos al fuego—. Es fácil saber leerte —dice con simpleza—. Pero, por más que tu lo intentes hacer conmigo no lo lograrás —el cantar de Eliza en la ducha me hace recordar de nuevo, mi piel pica por callar sus gemidos y una fuerza invisible cierra mi garganta—. Y también quería recordarte algo —trago con fuerza y lo miro con confusión—. Sabes lo que le he hecho a tu hermana.
El cepillo que estaba sosteniendo con mi mano cae sobre la cama y mi sangre se detiene. Cierro los ojos y lo veo de nuevo, su rostro no muestra señales de estar molesto—. ¿Cómo lo sabes? —la incomodidad crece en mi interior y mi magia parece estar haciendo una carrera con la sangre corriendo por mis venas.
—Te vi —bajo la mirada y la dejo plantada en sus pantalones negros—. Anda, pregúntame lo que quieras —suelta mi colgante y lo vuelvo a ver, su mirada parece haber oscurecido y su cuerpo acercado más.
—No... tengo nada que pre-preguntar —tartamudeo, evidentemente ha atrapado mi mentira. Entre las garras de Leander no hay manera de escapar, ni un milagro lo haría. La única forma de deshacerse de éste es cuándo se aburra de su presa.
—Lo hice porque estaba aburrido y quería darle su merecido a la maldita mocosa. Pero que se lo haya hecho a ella no significa que repita mis acciones contigo Lillai. No, al menos que tú no quieras —muestra sus dientes y responde mis preguntas con eficacia, parece que escarba mi mente y se alimenta de ella.
Algo en mi interior se revuelve—. No es divertido —su cercanía está comenzando a afectarme—. Y nunca te pregunté si lo harías conmigo.
—Lo vi en tus ojos, piensas que te usaré como lo hice con ella —señala el baño, el cantar de mi hermana solo incrementa.
—Y no quiero que lo hagas, no quiero que pienses que soy como mi hermana.
—Te dije que no lo haría —pero su mirada no deja de observarme de esa manera tan peculiar suya y quiero que se detenga, pero no quiero ser descortés.
—Bien —me cruzo de brazos, atrapo entre mis dientes mi labio inferior. Su mirada desafiante hacen que lo mire de la misma manera, pero no con la exacta intensidad—. No pienses cosas que no son.
—¿En qué estoy pensando? —su voz se transforma en un tono dulce, pero a la vez está llena de lujuria. No entiendo como esas dos emociones son capaces de mezclarse. Con anterioridad hubiera pensado que la combinación sería desagradable e imposible, pero es tan atrayente como ver el amanecer en solitario.
Frunzo el ceño y nuestra conversación es interrumpida por los golpes, gritos y gemidos de la habitación contraria. Me alejo de Leander y suspiro con fuerza, puede que este sea uno de los peores lugares en donde me haya tocado dormir.
(...)
Es posible que solo sean las dos de la mañana. Me he despertado, no por los ruidos incesantes si no que por la fatiga de mi cuerpo. Un dolor de cabeza y de garganta me hacen saber que debo de tener fiebre, también tengo mucho calor y debo de apartar a Eliza y a Leander para poder respirar, estoy durmiendo entre los dos ya que Eliza me lo ha pedido. Drako se entera de mi incomodidad y se coloca con sus cuatro patas preparado para ayudarme. Yo salgo de la cama, estoy hirviendo y en estos momentos desearía estar en casa para que mamá me atienda, pero estoy sin ella. De camino al baño no tengo las suficientes fuerzas para llegar, así que me siento en el suelo.
Leander se despierta instantáneamente, a veces dudo que sea capaz de dormir del todo. Cuando se coloca de cuclillas a mi lado e intenta ayudarme para ponerme de pie siente mi piel caliente—. ¿Qué te pasa?
—No me siento bien —comienzo a temblar cuando nos colocamos de pie, el frío del suelo corre por mis pies descalzos y empeoran mis temblores.
—Mierda —dice entre dientes.
—¿Qué pasa? —Eliza se despierta, bosteza e intenta buscarnos con la mirada.
Leander me dirige a la cama y enciende la lámpara rota que está al lado de la cama, toca mi frente y dice miles de malas palabras por lo bajo—. Tiene fiebre —siento el sudor acumularse en mi espalda, el agotamiento de mi cuerpo hace que cierre los ojos.
—Oh no... Cuando Lillai tiene fiebre no puede usar su magia del todo —siento como se coloca de pie y llega a mi lado. Ambos hablan y discuten entre ellos. Abro los ojos y solo veo los rostros de ambos entre la tenue luz y caigo sobre la cama. No los escucho, solo me centro en el terrible dolor que asalta mi cuerpo.
Me retuerzo incómoda, quiero abandonar mi organismo; salir de mi propia piel—. No me siento bien —repito cuando capto las manos de los dos sobre mí, caigo dormida por unos segundos pero mi propia fiebre me despierta. Me colocan un paño con agua fría sobre la frente e incluso me dan saliva de Drako, pero no funciona como esperábamos.
—Una sopa.
—¿Sopa? ¿Acaso ves que estemos en un restaurante Eliza?
—Necesitamos bajarle la fiebre de alguna manera Leander...
La noche es miserable, miles de cuchillos pequeños atacan sin cesar cada parte de mi cuerpo. El dolor de cabeza incrementa y no puedo tragar saliva. Me han dado de comer algunas fresas que nos ha dado Liz y también me han dado de beber agua, pero mi estado no va a mejorar. Eliza se sienta a leer mis libros en busca de cualquier ayuda mientras que yo ocupo las capuchas de los tres para deshacerme del frío. Me duermo y despierto, los temblores no se detienen y tampoco las oleadas de calor. Eliza prosigue a atarme el cabello y Leander a darme masajes en el cuello. Me quedo dormida de nuevo.
Cuando despierto, la habitación está a oscuras, pero entre las sombras puedo ver a Eliza dormida con el libro sobre el rostro. Leander está despierto tomándome la temperatura, mi estómago se revuelve—. Leander... creo que —una arcada reemplaza mis palabras, éste me carga con cuidado y me coloca frente un balde vacío y prosigo a vomitar cada parte de mi estómago, termino y me quedo quieta viendo el vómito. Leander me da un poco de agua para eliminar el sabor amargo y me ayuda a luego subirme a la cama. Cuando coloco la cabeza sobre la almohada caigo dormida.
(...)
—¿En serio nos vamos a ir con Lillai enferma? —la voz preocupada de mi hermana me despierta, puede que me sienta más peor hoy que ayer. Abro los ojos, Drako está acostado a mi lado en la cama, sus cuernos golpean ligeramente mi muslo... Tengo que meterlo en el espejo.
Me pongo de pie y Eliza acude a mí desesperada, yo la aparto. No la escucho con claridad, solo sé que mi cuerpo está en llamas y quiero dormir, mis ojos pesan y es difícil mantener los párpados abiertos. Tomo el espejo entre mis manos y camino hacia la cama en donde se encuentra Drako, Eliza me intenta detener. No sé si Leander intenta lo mismo, pero de todos modos no hago caso. Mis ojos se humedecen cuando intento con mi última gota de energía esconder a Drako, no permitiré que nada malo le suceda, tenemos que salir de este motel con él dentro de este objeto. Ha sido casi imposible, el sudor cae por mi rostro y se mezcla con mis lágrimas. Mi cuerpo tiembla como si hubiera hecho mucho ejercicio y cuando cumplo con mi meta, caigo sobre la cama.
—Eres terca Lillai —Eliza intenta moverme. Me quita las capuchas que llevaba encima y me deja solo con la mía—. Te prometo que de camino a nuestro destino encontraremos algo para ayudarte.
Leander prosigue a cargarme entre sus brazos y me siento como una muñeca de trapo; ni siquiera soy capaz de sostener mi cabeza, no sé en qué momento salimos y tampoco que han dicho para salir del motel, pero siento el calor del sol chocar con mi rostro. Comienzo a tener mucho calor, es sofocante—. Tengo calor, quiero quitarme esto —me revuelco entre los brazos de Leander, éste me detiene y no me permite quitarme la capucha; gimo adolorida.
Me duermo entre los brazos de Leander unas tres veces o tal vez cinco y despierto, ya que me ha puesto en el suelo—. Cuídala —y se va, no lo siento cerca.
No sé lo que está pasando, abro los ojos y veo a Leander alejarse, no sé dónde estamos y tampoco la hora. Pero lo único que puedo pensar es en la repentina partida de Leander. Me incorporo—. No —susurro—. ¿A dónde va? —me revuelvo, Eliza me sostiene por los hombros y me susurra algo pero no logro escucharla. Leander desaparece entre la distancia, ya ni logro ver su esculpida silueta.
Mi rostro se desfigura y comienzo a llorar—. Lillai, todo estará bien, estarás bien.
—Dile que no se vaya —me zafo de su agarre e intento ponerme de pie para ir a buscar a Leander. Se ha ido y nos ha dejado solas, por fin se ha desecho de las dos. Pero yo no quiero que nos deje, quiero que regrese. Lo necesitamos, lo necesito. Un sollozo inaudible emana de mis labios, quiero salir de este oscuro callejón y buscarlo, pero mi fiebre no me lo permite. No me importa las atrocidades que ha cometido en su vida o lo helado que sea su corazón, muchas personas lo hubieran desechado o inclusive intentado matar; pero yo no quiero que desaparezca.
—Ya se fue —sus palabras son silenciosas y un tanto difíciles de escuchar. Desearía no haber escuchado a mi hermana, ya que solo ha incrementado el dolor sobre mi pecho. Un cuchillo me atraviesa, más grande que el tronco de un árbol y siento que mi corazón ya no es capaz de latir con normalidad.
—No Eliza ¿Cómo lo has podido permitir? —mi tonta hermana me detiene con firmeza y no me deja salir, mis esfuerzos son débiles e inútiles. Ésta lastima mis muñecas con la fuerza de su agarre, trato de soltar un poco de mi magia; pero mi cuerpo no responde—. Leander...
—Estás alucinando Lillai, tranquila.
¿Estoy alucinando? Me quejo y caigo al suelo, por alguna razón dejo de llorar aliviada. Si estoy alucinando entonces Leander no se ha ido. Miro a mi hermana a los ojos, su mirada está llena de temor, está preocupada por mi—. ¿En dónde está Leander? —mis palabras son torpes.
—Se ha ido.
Aparto la mirada y me lanzo al suelo a llorar, las fuerzas que utilizo para dejar salir mis lágrimas solo hace que me duela más el cuerpo. Mi rostro se desfigura y mi corazón se contrae, entonces ¿Se ha ido? ¿Enserio? No, no nos dejaría. El dolor de cabeza es destructor, caigo sobre la arena y cierro los ojos. No pensé que nos dejaría ahora, aún no es momento de separarnos ¿Qué ha cambiado?
—Encontré esto —la voz de Leander llega a mis oídos, por primera vez su voz amarga me hace sonreír y sentirme tranquila. Las lágrimas son reemplazadas por la maravillosa calma. Espero, si estoy alucinando, que la alucinación nunca acabe.
Con la respiración pesada me pongo de rodillas y lo busco con la mirada, cuando encuentro sus ojos grises que esta vez tienen más verde en ellos, me lanzo sobre éste. Envuelvo mis brazos débiles alrededor de su cuello—. Pensé que te habías ido —me aseguro de que sea real y lo abrazo con fuerza, inhalo su poderoso aroma y me dejo llevar por el alivio, el ritmo de mi corazón se comienza a desacelerar.
Éste me aleja un poco—. Fui a buscar algo para la gripe Lillai —suspira.
—Debe de estar alucinando —Eliza comenta.
Leander abre mis labios e introduce un líquido asqueroso, coloca la palma de su mano sobre mi boca—. Te lo tragas —advierte, hago una mueca y obedezco—. Bien, Eliza guarda esto se lo daremos más tarde, es hora de seguir caminando.
—Leander... —murmuro.
Éste vuelve a cargarme y yo lucho por mantener mis ojos abiertos, quiero asegurarme de que no vaya a desaparecer. Éste me observa con gracia—. Duérmete Lillai —susurra para que solo yo lo escuche y eso es lo que hago, caigo dormida.
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Ay, pero que bonito todo... 😂🥴 la pobre Lillai no se salva de nada... Leander descubre que sabe lo que le hizo a Eliza y después ella cae con fiebre 😂🤦🏼♀️💆🏼♀️
¿Qué opinan sobre cuando Leander se ha ido y Lillai pensó que las había dejado solas? Ya Lillai se ha pegado mucho a él.
¡Y bueno! Nada..... todas siguen esperando un beso NANANAJA MUUAJAJAJAJAJAJAJAJAJA no saben lo mucho que me río en este momento 😂 ¡Ya! La malvada yo se detendrá ahora.
😗😈🦹🏻♀️
¡Los quiero hasta el infinito y más allá! 🥺🤍
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