Capítulo cuarenta y seis: Calidez.
Narra Lillai:
Veo con sigilo como golpean a Leander, éste se intenta defender y ha golpeado a varios. Pero son muchos contra solo uno, es injusto... Sostengo las lágrimas que queman con salir de su duro escondite, muerdo con fuerza el interior de mi mejilla para evitar llorar; pero comienzo a sangrar. Su rostro lleno de sangre hace que aparte la mirada y la enfoque en mi hermana alterada. Eliza da vueltas intentando pensar en qué hacer, pero yo sé lo único que logrará sacar a Leander de ese mar de golpizas. Mi corazón se contrae cuando lo escucho quejarse. Lo hacen porque dicen que ha matado a alguien, pero por el sonido de su voz cuando le respondía a la voz grave de un hombre; entiendo que no lo ha querido matar.
—Eliza —la tomo del brazo alterada—. Tengo que ir...
—¡Qué no! —susurra—. Leander sabe lo que hace... —Eliza me regaña y me clava las uñas. Su mirada llena de impotencia quema con las misma fuerza que las lágrimas, su semblante hace una agujero aún más grande en mi pecho; me encojo en mi lugar.
—Evidentemente no —respondo silenciosamente.
Ambas nos paralizamos cuando lo único que escuchamos es la respiración acelerada de Leander... Nos colocamos contra la pared, con mis poderes creo la famosa pulsera que puede hacer que nadie se entere de mi presencia y observo. No se han ido, todos están de pie rodeando a Leander en un círculo. El hombre que viste con elegancia y el único que ha hablado con Leander hasta el momento, hace que todos se aparten de éste. Leander escupe sangre en el suelo y se coloca de pie. Intenta no demostrar lo difícil que ha sido ponerse de pie, ya que le han lastimado una pierna.
—Pero... —el hombre le ofrece un pañuelo, Leander lo rechaza. Su mirada no demuestra dolor, pero sí enfado—. Podemos hacer otra cosa que no sea matarte. Algo a cambio de tu vida —saca del interior de su saco negro una pequeña hoja arrugada, cuando se la muestra a Leander también la puedo ver yo... Es uno de los carteles que tienen mi rostro. Mi sangre deja de correr y mi rostro palidece—. Sabemos que estás con ella —el hombre muestra una sonrisa falsa.
Leander vuelve a escupir—. ¿No sabes? La espanté hace días, decidió irse por su propio camino. Estoy solo desde ese entonces —mi respiración se corta cuando escucho su mentira, me protege de ellos ¿Prefiere morir que entregarme?
—No me mientas niño estúpido —retiene su mano para no darle otro golpe a Leander. No sé si lo hace para no lastimarlo más o para no llenarse de sangre—. Si me la entregas a mi te dejaremos en paz y con vida —extiende una mano para sellar un trato, el cual Leander no quiere aceptar—. ¿Qué dices? —vuelve a mostrar sus dientes amarillos.
—Lalo, la mujer no está conmigo. Cuando se enteró de que era un asesino desapareció —suena muy convincente.
El rostro del hombre se contrae por la cantidad de furia que retiene—. Bien Leander, fue un placer conocerte —cuando saca la pistola de su bolsillo y está a punto de colocarla contra su frente me suelto del doloroso agarre de Eliza. Todas las palabras de Leander sobre como debo de ser más valiente y fuerte ante ciertas situaciones despiertan en mí una adrenalina irreconocible. Es como si estuviera bajo su piel y actuara tal como a él le gustaría. Salgo de mi escondite.
—¡NO! —grito, lastimando mi garganta.
Todos me observan con sorpresa y se quedan en silencio—. Malditasea Lillai —Leander gruñe y el hombre baja el arma. Extiendo mis manos y automáticamente la luz plateada inunda mis brazos, con fuerza hago que todos los presentes, menos nosotros tres, se congelen. He logrado dejarlos como estatuas del cuello para abajo, no tengo tanta fuerza como para evitar que hablen. El resplandor desaparece, pero el hormigueo y la tensión en mis hombros y cuello siguen en su lugar.
—No me gusta cuando mientes Leander —el hombre dice entre dientes, éste me mira de arriba a abajo con sus ojos negros y pequeños—. Vaya Leander ya sé porque no la querías entregar si la bruja está buenísima ¿Es buena en la cama?
—Solo la tenías que entregar hermano ¿Era tan difícil? —habla otro entre el grupo—. No seas estúpido —escupe, Leander no se inmuta en verlo y tampoco en responderle.
Ignoro sus horribles comentarios—. Eliza, ven y ayúdame —mi hermana sale y observa a todos los hombres con molestia—. Ya déjalo —me acerco a Leander, ignorando la cercanía que tiene con el que le quería quitar la vida—. Déjame ayudarte.
—No.
Aprieto la quijada y le hablo con fuerza—. ¡Estás lastimado déjame ayudar! —paso uno de sus brazos alrededor de mi cuello y Eliza hace lo mismo. Leander no dice nada más y nos deja ayudar. Le coloco la capucha sobre su cabeza y comenzamos a caminar.
—Oye —el hombre me llama, pero yo no lo miro—. No confíes en el chico bruja, te arrepentirás.
Eliza se gira con brusquedad—. ¡Métete esas palabras por el culo! Esto es una advertencia para todos ustedes cochinos ¡No se vuelvan a acercar a nosotros! Lillai es capaz de muchas más cosas que solo dejarlos paralizados, espero que todos se pudran en el infierno.
—¿Y tú quién te crees puta? —responde otra voz.
—Más que tú ¿Qué vas a hacerme? Si ni te puedes mover idiota.
—Eres un puto pendejo Leander —varios comienzan a decirle groserías al muy lastimado chico que ayudo a mantenerse de pie.
Antes de seguir caminando y alejarnos de todos Leander nos detiene—. Esperen —se vuelve con su rostro lleno de sangre hacia todos—. Lalo, Tony y todos ustedes. Es mi culpa que André esté muerto, pero no significa que no me odie a mí mismo por eso —escupe sangre—. André no podía seguir corriendo, ambos estábamos huyendo. Quise ayudarle y él mismo me dijo que siguiera sin él. Vi como el oficial de policía lo asesinó y con orgullo maté al hijo de puta que ocasionó su muerte —toma aire—. Y sobre tu oferta... —me señala con la cabeza—. No gracias, Lillai está conmigo —se gira y comenzamos a caminar de nuevo. Siento el aire de Leander transformarse poco a poco, ahora le da igual que lo ayudemos a caminar; de cierta forma parece agradarle que los demás vean a quien tiene de su lado.
—¡LEANDER! ¡HIJO DE TU ESTÚPIDA MADRE VUELTA CADÁVER, TE LO ADVERTÍ! —al sentir como Leander se tensa en reflejo a sus palabras me giro y dejo a Leander sosteniéndose solo de Eliza. Dilo con más fuerza Lillai, quiero escucharte, nada de llorar; la voz de Leander toma lugar en mi cabeza, no aceptaré tu respuesta hasta que seas lo suficientemente fuerte para responderme. La debilidad es para los idiotas ¿Qué es lo que tienes que hacer Lillai?
Extiendo mi mano y cierro la boca del hombre con solo un chasquido de dedos—. No quiero volver a escuchar tu voz, me repugna —como si yo fuera un imán, arranco el arma que iba a usar para dispararle a Leander y la guardo dentro de uno de los bolsillos de mi capucha. Saco mi espejo y de el a Drako, todos los hombres al ver la magnitud de la bestia abren los ojos como platos, menos el tal Lalo. Sonrío—. Y esta no es la única bestia que tengo de mi lado —me coloco de nuevo la mochila—. Si no quieren acabar fuera de la faz de la tierra no vuelvan a aparecer y se acabarán los problemas...
Mi sonrisa de satisfacción no se borra de mi rostro, se siente bien. Doy un paso hacia atrás, cargo entre mis manos la energía suficiente para hacernos invisibles por un par de minutos o una hora. Un vapor blanco hipnotizante sale de mis manos y el esfuerzo me hace temblar, este nos rodea a los cuatro hasta cubrirnos por completo, finalmente desaparece y crea una barrera transparente. Confirmo que somos invisibles a la vista del ser humano al ver como todos nos intentan buscar con la mirada, Lalo deja de observarnos y el poder que contenía para mantener a los hombres quitos va disminuyendo, haciendo que puedan comenzar a mover sus torsos. Vuelvo a sostener a Leander y comenzamos a caminar, necesitamos escondernos y rápido.
(...)
—No me deja ayudarlo aún —le hablo telepáticamente a Alice mientras observo a Leander lleno de sangre seca. Éste se mantiene sentado en el suelo con una Eliza a su lado, ella intenta hablarle y ayudarle, pero él no se lo permite. La silencia con una simple mirada y ésta cumple con su mandato.
—Leander es muy orgulloso, deja que se calme un poco.
La melódica voz de mi amiga se desvanece cuando pierdo la habilidad de concentrarme lo suficiente para mantener la conversación. Suelto el aire con lentitud, no puedo ver la vulnerabilidad en él; es como si fuera inexistente. La única gota de emoción que logro ver con facilidad es estrés, no puedo ver si se siente lastimado emocionalmente por lo ocurrido. No puedo evitar sentirme mal por él, supongo que los que lo golpearon eran su banda de amigos y pues ahora... Los ha perdido... Lo han tratado como si no significara nada para ellos. No puedo evitar pensar en las marcas en su espalda ¿Fueron ellos quienes lo lastimaron de esa manera? El estómago se me revuelve con solo pensar en ello.
Camino con pasos ligeros y me acerco a ambos, el corazón lastima mi pecho y mis pasos son pesados en vez de ligeros—. Eliza... —mi voz es baja, como si un bebé estuviera durmiendo y no pudiera hablar alto para no despertarlo—. Drako quiere que le hagas compañía —señalo al lionide. Mi hermana entiende mi mensaje y se va, pero no sin antes bufar y verme con cara de pocos amigos; probablemente me reprenda más tarde—. Leander... —coloco una mano sobre su mejilla sangrienta.
—No me toques —sus frías palabras hacen que aleje mi mano y pestañee con fuerza para no derramar lágrimas. Fallo con éxito cuando una gota salada comienza a correr por mi mejilla. Leander no se atreve a verme, mantiene la quijada fuertemente comprimida y su mirada en un punto cualquiera en la distancia. Sus ojos son dos cuencas vacías sin emoción alguna, solo un vacío oscuro cuál no tiene fin. Supongo que tuvo que escuchar mi respiración irregular, ya que me mira con poco interés—. Trágate las lágrimas —espeta con desprecio.
Mi labio inferior tiembla—. Solo te intento ayudar, quiero ayudar —digo en un hilo de voz y me coloco frente a éste—. Y voy a llorar todo lo que quiera porque me has lastimado —el nudo en mi garganta consume mis respiraciones cortas. Lo miro con la vista borrosa, entre toda esa sangre seca debe de haber un hombre con corazón... Tiene que existir.
Suspira con fuerza—. ¡Bien! —se coloca de pie, señal de que irá a colocarse cerca de alguna vela para que se me sea más fácil ver cada una de sus heridas. Lo sigo, todavía con lágrimas derramándose por mi rostro. Éste se sienta de mala gana sobre un banco de madera y yo le pido que se quite la camisa para poder observar las heridas de su pecho. Tiene más moretones allí que en su rostro, también hay sangre... Mucha. Me trago un sollozo, porque aunque me trate mal me duele verlo lastimado... Por fuera y creo que por dentro.
Enjuago una toalla en el barril de agua que tenemos al lado y me coloco frente a él. Leander no aparta sus ojos vacíos de mi rostro, esta vez soy yo quien no lo quiere ver. Me centro en limpiar con severo cuidado la sangre. Enjuago la toalla, anteriormente blanca, en agua—. Si duele me dices... —termino de limpiar, mi mirada se conecta por un segundo con la suya; pero aparto mis ojos. Escaneo su rostro, sostengo su barbilla con mis dedos y analizo las áreas que debo de sanar. Estas heridas no deben de ser tan difíciles como la herida del cuchillo. Coloco mis manos con suavidad sobre sus mejillas.
Una corriente eléctrica recorre lentamente mi espina dorsal, pero llega con más rapidez a mis manos. Esta vez no hay resplandor, solo un picor en las puntas de mis dedos. Trazo las heridas de sus mejillas y se van como si las estuviera esfumando con un borrador. Siento las ondas salir de las palmas de mis manos y Leander también lo hace. Coloco mis manos sobre sus párpados, necesito que cierre sus ojos para sanar los moretones que tiene alrededor de ellos. Cuando aparto las manos, veo que las manchas moradas se han ido. Me desplazo hacia su cuello—. Lillai —su voz suena más calmada. Me pregunto si es porque lo estoy sanando y el dolor ya no está o si es porque mi magia es calmante. No creo que sea la primera opción ya que éste no siente ningún tipo de dolor.
—¿Duele? —sigo sin verlo a los ojos. Tomo la toalla y prosigo a limpiar su pecho desnudo.
Suspira—. Lo siento ¿Sí? —lo observo con seriedad—. No quería que nadie me hablara, estaba a segundos de estamparle todo mi cartucho a la cabeza de Eliza —sus ojos brillan. Puede que sea gracias a la vela, pero quiero creer que es el verdadero sentimiento del perdón.
Coloco el dorso de mi brazo contra mis ojos para retener las lágrimas, Leander como respuesta, torpemente coloca su mano sobre mi cintura. Con ojos cristalizados, lo miro—. No hagas cosas como esas Leander —me hago a un lado para seguir limpiando la sangre, pero también lo he hecho para que apartara su mano. Su toque me inquieta y no conozco ese sentimiento completamente—. Y también... —remojo en agua de nuevo—. Me gustaría una explicación de lo que sucedió —lo enfrento a los ojos de nuevo. Su rostro limpio y libre de heridas hace que se vea menos temeroso.
—Accidentalmente hice que uno de mis colegas muriera —dice con tranquilidad—. En mi clan está prohibido ocasionar ya sea accidentalmente o al propio la muerte de uno de los nuestros. Si rompes esa regla el castigo es el mismo que el de la víctima, que te quiten la vida —aparto mi mirada y me centro en sanar un moretón que descansa sobre su hombro izquierdo, no me gusta para nada la palabra "castigo"—. Sabía que no iba a morir, yo seré el que decide cuando hacerlo y no debiste de salir de tu escondite —me advierte—. Lalo solo te estaba provocando, él sabía que tenías que estar en algún lado escondida.
Lalo. Recuerdo el arma de éste que descansa en un bolsillo de mi capucha, ignoro el peso de esta y bajo a mis rodillas para acercarme a su abdomen y sanar esa área. La voz del hombre regresa para atormentarme de nuevo, nunca la olvidaré...—. Lo siento, no iba a permitir que te mataran Leander... ¿Cuál pierna es la que está lastimada? —señala la derecha y yo prosigo a sanar esta también. Termino solo un poco cansada y me coloco de pie, éste no se inmuta en colocarse de nuevo su camisa. Nos quedamos en silencio, tengo tantas preguntas... Pero no creo que responda ninguna de ellas.
—Ellos eran como mi "familia" —habla por sí solo. Yo dejo caer la toalla sucia dentro del balde, agua salpica y por alguna razón me hace recordar las palabras de Lalo cuando mencionó a su madre—. Me recibieron y ya está.
Hablo sin pensar en las consecuencias—. Tú madre está....
No veo ningún rastro de tristeza cuando me responde—: Muerta —tampoco pestañea, lo ha dicho como si fuera cualquier cosa.
Un abrumador dolor recorre mi cuerpo, este hace que coloque mi mano sobre su hombro desnudo. Tenemos mucho en común y una de las cosas es que nuestras madres descansan bajo tierra—. Lo siento —aparto un poco de arena que estaba sobre su piel, pero no alejo mi mano. Su tez está tibia y la noche está un poco fría.
—Después ellos me encontraron. El día que nos conocimos no solo escapaba de la estúpida policía, también lo hacía de ellos. Sabía que si se enteraban sobre la muerte de André no dudarían en buscarme —ríe por lo bajo—. Pero no corría de la muerte —mira su cuerpo sanado por un instante—. Gracias —responde cortamente.
Niego con la cabeza—. No es nada —murmuro.
Se me parte el alma, se parte de su historia. Ha confiado en mí lo suficiente como para contarme lo que ha sucedido. Su madre ha muerto y quién sabe si solo eso ha sido lo que lo ha llevado a ser el criminal que es... No sé qué edad tenía, pero supongo que era menor de edad. Pienso en lo mucho que debe de extrañar los brazos de su madre, si es que los extraña... El poco amor y cariño que ha tenido Leander en su vida me hacen verlo con lástima. No merecía lo que sufrió... Nadie lo merece.
—Deja de mirarme así —frunce su ceño, una de las muchas señales que indican que se puede molestar si lo sigo haciendo.
Me acerco a éste y como está sentado y yo de pie, coloco mis brazos con facilidad alrededor de su cuello y dejo su cabeza contra mi pecho. Él no corresponde a mi abrazo, no sabe que hacer—. Abrázame Leander —le susurro. Aunque niegue necesitar uno, sé que debe de anhelar que alguien lo abrace de esta manera; aunque sea desde el fondo de su duro corazón. Coloco mi mejilla contra su cabello y cierro los ojos, disfruto de este pequeño íntimo momento que compartimos los dos. La sensación cálida regresa y me complace con su agradable calor, mi estómago se mueve de una forma agradable.
Cuando coloca sus brazos alrededor de mi cadera sonrío satisfecha, la sensación de agrado incrementa y hace que se me sonrojen las mejillas tan solo un poco. Acerco una mano a su espalda llena de cicatrices y la acaricio con ligereza. Éste aplica un poco más de fuerza a su agarre y yo le permito sostenerme hasta que ya no quiera tenerme tan cerca.
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¡Yei capítulo doble! Vaya que todos están locos 😂🤪 ¿Qué opinan de Lalo? 🤔 yo opino que debería de olvidar a Lillai y seguir con sus negocios ilegales, ya muchos quieren atrapar a la pobre 😂🥺
¿Cómo les ha ido en la semana? O.... últimamente 😂 yo he estado mejor que antes 🌚 creo que solo necesitaba despejar mi mente un poco entre las páginas de un libro. La mejor medicina.
¡Los leo en la próxima actualización!
😏
😏
Que.... se aproxima algo muy excitante..... 7u7
Ya 🤐 debo de callarme.
¡Los amo! 🥺 no se imaginan la inspiración que me llega cada vez que veo sus votos y lindos comentarios 🤍
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