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Capítulo cuarenta: Un baile.

Narra Leander:

Y pensé que Eliza podría soportar la calentura, no la culpo; mi cuerpo es deseado por la mayoría de mujeres, pero que vaya y se busque a un desconocido para calmar su excitación es demasiado cómico. Sus ojos están a punto de salir de su cabeza cuando ha escuchado el dramático grito de Lillai, observo todo con atención; no es tan satisfactorio como dispararle a alguien, más bien me hace querer robar un balde de palomitas y comer mientras observo todo.

—Bueno... Eh Marcus, nos vemos luego —empuja al chico sonrojado por el hombro, éste casi se tropieza por las escaleras, al parecer tiene un equilibrio de mierda.

—Es Mateo —corrige a la hermana menor, una risa sale de mis labios involuntariamente cuando veo la indignación por parte del adolescente. Me recuerda mucho a lo que yo solía hacer, pasar la noche con una prostituta y llamarla por el nombre equivocado, nunca escuchaba o aprendía sus nombres, no son de utilidad; lo único que quería eran sus cuerpos, no sus apelativos.

—Si si Mateo, nos vemos luego —ésta espanta al chico y se acerca a nosotros. Elimina con facilidad la vergüenza que le invadía el rostro y la reemplaza con lujuria—. Besaba muy bien —hace un comentario innecesario, ésta me mira, un brillo en sus ojos me dice que quería causarme celos ¿Es patética o se hace?

—Eliza —Lillai comienza—. ¿Qué te pasa? ¿Eh? —intenta poner voz autoritaria, pero falla—. No hemos venido hasta aquí para que te beses con un chico al cual ni te sabías el nombre —niega con la cabeza, el cabello amarrado en la coleta alta se mueve con ella—. Ya ha sido demasiado.

—Solo me estaba divirtiendo —se acomoda el cabello desordenado, parece un nido de pájaros—. Algo que tú hermana, no sabes hacer —y desaparece por las escaleras, mueve sus caderas con exageración cuando lo hace. Quería dejarle muy en claro a Lillai lo que ha dicho y se ha armado un espectáculo, digno de una película. Quiero aplaudir por su exagerada salida, pero solo observo su trasero cuando se va, probablemente es lo único bueno de ella.

Lillai suspira y mira el techo, su hermana la saca de sus casillas; pero eso lo haría con cualquiera. En mi caso... me saca del infierno—. ¿Cómo quiere que me divierta? —seguimos caminando y se hunde en sus propios pensamientos en donde pelea en su imaginación con su fastidiosa hermana.

La veo de reojo, al su cabello estar recogido luce diferente. Los detalles de su rostro resaltan más, sus ojos se ven más claros y por alguna razón se ve más sofisticada. Su rostro se vuelve serio, evidentemente continúa pensando en la cotorra de su hermana. Pero solo la vuelve más elegante, debería de recogerse el cabello más seguido. 

Una imagen de Lillai desnuda sobre mí con su cabello amarrado se me viene a la cabeza, su tersa piel frotándose con la mía y sus ojos viéndome con placer; le desato el cabello y cae sobre ella de una manera solemne. El blanco de su cabellera combinado con el de su piel me hacen apreciar con más intensidad la imagen. Pero es tan solo un evento creado por mi perturbada cabeza, controlo a mi entrepierna y dejo de mirar a la bruja de una vez por todas.

Llegamos al estúpido banquete en dónde las personas muestran su felicidad con demasiada exaltación, casi me dan ganas de dispararle a la nada para que todos se queden quietos y se borren esas sonrisas patéticas de sus rostros. 

Todos les dan la bienvenida a la bruja y gracias al demonio me ignoran a mí y mientras lo hacen, busco entre la multitud a la tía Alice de la mierda, quiero que me entregue mis armas; pero no la veo por ningún lado. Esa mujer no es más que un estorbo ¿Quién se cree para aparecerse así?

La furia comienza a colarse por mi sistema. Según ella quería regresar por nosotros, pero nunca lo hizo. La inepta ahora se ha vuelto parte de los culpables de la muerte de mi madre y no es más que otra enemiga para mí. Se ha vuelto una adversaria como al que solía llamar padre, como a las vecinas que les daba igual todo y como al niño que solía ser.

 Sonrío internamente con asco, y pensar que atesoré todos esos momentos que pasé con ella, que me divertí y de verdad la acepté como parte de la ''familia.'' Que se vaya a la mierda con todas sus idioteces, no es más que una desconocida para mí. Lillai hace que regrese a la realidad y me guía a una mesa llena de personas felices, estos me dan dolor de cabeza ¿Qué no pueden dejar de sonreír como dementes?

La música es bulliciosa y el cantar de todos solo hacen que mi estado de ánimo empeore. Lillai habla con la gente entrometida que está sentada a nuestro alrededor y yo solo observo la entrada del lugar, Liz y la hermana que arruinó toda mi tarde se acercan a nuestra mesa, Alice me entrega mis armas sin decir palabra y Liz se sienta al lado de la bruja. Guardo cada una de ellas, ignorando las petrificadas personas que me observan hacerlo. Alice se va y yo agradezco internamente que lo haya hecho.

Lillai me toca el hombro y me indica que me incline para que la pueda escuchar mejor sobre toda esta música espantosa. Su aliento roza mi oreja—. ¿No ves a Eliza por ningún lado?

Se aleja de mí y ambos observamos las mesas, analizo con detalle a todas las personas sentadas y a las que permanecen de pie bailando, pero no identifico a la adolescente hormonal. Niego con la cabeza, Lillai hace ademán para ponerse de pie pero yo la detengo—. Tiene que estar por ahí Lillai —le aseguro—. Y debe de estar bien —ésta asiente con la cabeza y sonríe cuando ve que le sirven un plato lleno de comida, repiten lo mismo conmigo. El olor exquisito a comida hace que comience a devorar el plato.

Cuando acabamos de comer, todo el resto del tiempo se basa en ver a todas las personas bailar y cantar, la música incrementa y el ambiente fiestero también. Celebran la llegada de la bruja a su refugio, un chico se acerca a la bruja y le pregunta al oído algo. Los observo con atención y bufo cuando veo que la ha invitado a bailar, que conmovedor. 

Lillai, con las orejas rojas y una sonrisa enorme acepta bailar con el desconocido, éste la toma de la mano y la guía al lugar en donde todos bailan. No aparto mis ojos de la bruja, sus mejillas encendidas y el poco sudor que se acumula en su piel hacen que brille. Su cabello se mueve de lado a lado y la forma con la que mueve su cuerpo me cautiva a no dejar de observarla, nunca la había visto moverse de esta forma. Puedo detallar la tensión dejar de pellizcar su piel y desvanecerse entre el aire lleno de sudor.

Todos toman la iniciativa e invitan a Lillai a bailar, hasta este punto ha bailado con la mayoría y no se agota. Mueve sus pies con rapidez y gira, parece que está tomando vida y vuelve a ser la Lillai despreocupada y energética. Entre la música puedo escuchar claramente sus carcajadas, se mueve con libertad y descarga de su cuerpo toda la rigidez que la ha consumido estos días, es casi hipnotizante ver a la mujer. 

Liz regresa de la pista de baile, ya está vieja y no soporta nada, ésta se sienta a mi lado y alarga una exhalación—. Vaya que ya no estoy para esto —se ríe y observa a Lillai antes de volver a verme a mí—. ¿Por qué no vas con ella? —la señala. La vieja de mil años intenta de incluirme más en sus conversaciones sin sentido y que hable más solo significan más migrañas.

—Yo no bailo —respondo secamente, solo quiero que se vaya y me deje en paz. Que me trate como la primera vez que me vio, me aborrezca y me deje a un lado.

—Todos bailan muchacho, olvídate de la fachada del cruel hombre por un momento y ve a disfrutar al lado de Lillai —me mira de reojo—. Además, parece que disfrutas mucho verla de lejos... Apuesto a que será aún mejor si la tienes más cerca —el brillo en los ojos de la vieja no me gusta para nada, solo insinúa cosas absurdas con ellos. Vuelvo a ver a la bruja, nuestras miradas se encuentran, ella me sonríe abiertamente y después es interrumpida por una chica que quiere bailar con ella—. ¿Vas a ir o qué?

—Ya le he dicho que no bailo —tomo un sorbo de la cerveza que me han entregado y me la termino, la bebida satisface mi sed.

—Una de las formas de conquistar a las mujeres es por el baile —un hombre llega e invita a la vieja a bailar. Liz me guiña un ojo y antes de que pueda responderle, el viejo se la lleva a rastras hasta desaparecer entre la multitud.

Idiota.

Estoy a segundos de ponerme de pie e irme, esto es solo una pérdida de tiempo y prefiero sentarme por ahí a afilar mis cuchillos; pero un sutil toque en mi hombro me detiene. Observo a Lillai de pie a mi lado, tiene el rostro encendido; el sudor hace que su piel luzca brillante, el cabello se adhiere a las áreas húmedas. 

Su respiración agitada y la pícara sonrisa que decora sus rojos labios me hacen no querer apartar la mirada, por primera vez en mucho tiempo no está llorando—. Leander —toma una bocanada de aire—. ¿Por qué no vienes a bailar conmigo? —una gota de sudor pasa por el contorno de su mandíbula y otra de nervios pasa por sus pupilas.

Pongo los ojos en blanco—. No bailo —repito mis palabras.

Comienza a jugar con sus manos, sus dedos se mueven tan rápido como las personas bailando al fondo. Sus facciones flaquean y baja el ritmo rápido de su respiración; su corazón debe de estar latiendo a una gran velocidad—. ¿Por favor? Solo por esta vez —sus ojos vuelven a tomar la chispa de emoción que tanto me está gustando ver—. ¿Solo una canción? —extiende su mano.

Nunca he bailado de esta forma, solo lo hacía cuando mi madre encendía el catarro de radio que teníamos en la cocina; ella me enseñó a bailar. Nunca me ha gustado hacerlo después de su muerte, ya no surtía el mismo efecto que antes; solo la odiaba con más intensidad porque me hacía recordar y yo odio evocar memorias, estas deben por obligación estar enterradas en mi cerebro y no deben de salir. Lillai se lame los labios expectante y su mano extendida comienza a temblar, puedo ver la duda en su rostro.

Cuando tomo su sudorosa mano ésta da un brinco, lentamente las comisuras de sus labios se elevan y muestra sus dientes blancos. Una mirada juguetona se establece en su semblante, vaya que la bruja en serio tiene sus salidas. Una media sonrisa se forma en los míos, su mirada es tan intensa como el sol por las mañanas, comienza a caminar; aún sin soltarme y sin dejar de observarme. Quiero tocarla y ver esta mirada traviesa todos los días.

Nos adentramos en ''la pista de baile.'' Parece como si la música hubiera incrementado su volumen, pero no es problema para mí; ya que a todos los bares que solía asistir la música era extremadamente alta, la diferencia es que aquí las personas están tocando música en vivo. 

Tomándola desprevenida le doy una vuelta, haciendo que la falda de su vestido gire con su cuerpo, la observo con atención. Ella se ríe con fuerza y se acerca a mí, mueve sus caderas al son de la música, yo no me muevo mucho; solo quiero estar aquí para verla bailar frente a mí.

La pego contra mi cuerpo y damos unas cuantas vueltas. Mis manos están fijas en su espalda baja y las de ella sobre mis hombros, mientras bailamos y me dejo llevar, siento como su cuerpo vibra contra el mío. Sus manos se encienden y al hacer que de otra vuelta, se forma un aro de color amarillo a su alrededor.

Uno mis manos con las de ella y movemos los pies al son de la música, comienzan a tocar una canción que conozco tanto como el dolor que sienten las personas al morir. Me sé los pasos de memoria, cuando detenerme, mover los pies, cuando mover las caderas y dar vueltas. Es tan familiar que comienza a hacer que me sienta incómodo, las llamas de la furia comienzan a nacer. Pero los ojos brillantes de Lillai extinguen el fuego, sus ojos celestes, como las costas de los mares, apagan las llamas.

Sus manos se colocan sobre mis mejillas, un acto que no me esperaba por su parte. Pero no lo hace para besarme, solo me observa con felicidad. La levanto del suelo ágilmente y giro con ella en el baile al mismo tiempo que los demás hacían lo mismo con sus parejas, la sonrisa de la bruja sigue sin borrarse y las manos no se mueven de su sitio. Nunca nadie me había visto con los ojos de ella, me ve como nadie lo ha hecho. En su mirada no soy el frío asesino que mata por placer, por necesidad. En sus ojos solo soy Leander; sus manos bajan a mi cuello y cuando lo hace, mis mejillas se tornan frías.

Termina la canción, la sostengo con una mano en la cadera y la otra sostiene su mano izquierda en el aire, nuestras respiraciones agitadas se unen y me doy cuenta que hasta este momento estoy sonriendo, como un completo imbécil. Cuando comienza otra canción nos incorporamos—. ¡Eso fue genial! —seca el sudor de su rostro—. Tienes que contarme quién te enseñó a bailar... —un chico, por su apariencia debe de tener unos quince años, toca el hombro de Lillai. Ella se gira.

—¿Me permite este baile Lillai?

Ella se gira, por alguna razón esperando mi aprobación. Me acerco a su oreja y le susurro—: No vas a querer decepcionar al mocoso ¿No? —me separo y sonrío con diversión, ella niega con la cabeza y se va con el chico, me dirige unas cuantas miradas antes de desaparecer entre la multitud.

Ahora sí que es hora de salir de este lugar bochornoso.

Doy media vuelta y comienzo a caminar a paso lento fuera del lugar, cada vez que me alejo se escuchan menos los gritos y risas de las personas hasta llegar al profundo silencio. Camino por los pasillos pensando en la sonrisa viva de Lillai, ahora sus ojos no serán los únicos que me atormenten en los sueños, su sonrisa también lo hará. 

Unos sollozos provenientes de una de las habitaciones me detienen en seco, reconocería ese llanto en donde fuera. Corro la cortina verde a un lado, dejándome ver a Eliza sobre una cama llorando. Cuando me mira, se limpia las lágrimas con tanta fuerza que lastima una de sus mejillas con sus uñas. Doy un paso al frente y cierro la cortina detrás de mí.

La niña trata de recomponerse pero su fachada de chica fuerte no le sirve en estos momentos—. ¿Qué haces aquí? —pregunta como si me interesara su bienestar, doy un paso al frente.

—Podría reconocer tu llanto en donde fuera querida Eliza —juego con una copa vacía de vino que se encontraba sobre una pequeña mesa—. Pensé que te estarías cogiendo a aquel mocoso ¿Cómo dices que era su nombre? —pregunto, evidentemente burlándome de ella.

Ésta esconde su boca entre las manos y grita con frustración, yo elevo mis cejas—. ¡YA!

La miro severo—. A mí no me hables así, tal vez así puedas tratar a tu hermana mayor, pero no a mí —me apoyo relajado sobre el mueble y dejo la copa en su lugar.

Eliza se pone de pie, se acerca a mí. Sus ojos llorosos, ya rojos de tanto llorar, me ven con enojo. Eleva su mano para golpearme la mejilla pero yo la detengo antes del impacto. Su mirada se relaja y sus ojos van con dirección a mi labios, con rapidez me besa. 

Ya me lo veía venir, sin corresponderle a su desenfrenado beso la estampo contra la cama, sus mejillas encendidas son lo primero que capta mi atención, su pecho sube y baja con rapidez, que esté sobre ella solo hace que se comience a excitar—. Me atraes Leander.

—¿Y crees que no lo sabía? —la miro, mi mirada penetrante se clava en la suya—. Toda mujer se siente atraída a mí —me acerco un poco a su rostro—. El problema es que yo nunca me siento atraída hacia ellas.

—Pero siempre les das lo que piden —espeta.

Arqueo una ceja—. Si a lo que te refieres es que siempre tengo sexo con ellas la respuesta es si, siempre me las cojo ¿Quieres que haga lo mismo contigo? —me acerco a su rostro y después paso mis ojos a sus pechos—. ¿Me deseas?

—Si —responde con descaro.

Me divertiré mucho.

Con una mano sostengo sus manos sobre su cabeza y la otra la coloco sobre uno de sus muslos, ella entreabre los labios y me mira expectante, la lujuria se le sale por lo poros—. Quieres que te toque —afirmo, ya no le hago preguntas, meto mi mano debajo de su falda y ella se retuerce; se traga un gemido. Yo la miro divertido, ni siquiera me siento excitado con todo esto—. Sentir mis manos sobre ti —cuando me encuentro con sus bragas un gemido sale de sus labios, están húmedas.

—Leander... —gime y arquea su espalda.

Acerco mis labios a su oreja—. Quieres que te lleve a un orgasmo —acaricio su entrepierna, pero no meto mis manos bajo sus bragas, solo quiero jugar un poco. Ella gime con más fuerza y mueve sus caderas para volver a sentir mi toque, cuando me mira lo hace con insistencia.

—Si, Leander —se muerde los labios—. Por favor... —vuelve a retorcerse, yo presiono con fuerza y ésta grita.

—El sufrimiento es la mejor parte —una siniestra sonrisa aparece y ella me mira con confusión, cuando me alejo ella entiende que solo quise provocarla un poco para después, dejarla tirada.



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Ay, Leander puede ser lindo y normal cuando quiere 🥺 pero después llega con sus crueldades....
¿Qué opinan? ¿Tienen ganas de matarlo? Oooo ¿Tienen ganas de matar a Eliza? 😂 no sé, lo único que sé es que nadie querría matar a Lillai en este capítulo ¿O si?

¿Cómo les ha ido en esta semana? La verdad es que para mi se ha ido volando y no me gusta que vaya a un ritmo tan rápido, creo que debería de empezar el hábito de levantarme más temprano y escribir por la mañana 🤔

También quería recordarles que pueden seguirme en Instagram, mi nombre de usuario es a_cry_babyyy subo pequeñas publicaciones de mi historia y comparto edits que lindas chicas hacen, entre otras cosillas 😏 ¡Pero bueno! Espero que este capítulo les haya servido como distracción en caso de que estén pasando por situaciones difíciles y si no... espero que lo hayan disfrutado tanto como yo 🤍

¡Muchas gracias por todo! Nos estamos leyendo adictos a los libros 🤍

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