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Capítulo cincuenta y uno: ''No podría.''

Narra Leander:

Maldita mierda.

Nunca había probado algo tan adictivo, bueno y placentero. Es diferente a la obsesión de matar. Pueda que inclusive sea igual de adictiva que mis deseos oscuros de ver a las personas sufrir y abandonar este planeta. No puedo apartar mis ojos de la bruja que aún lleva su bata cubierta de sangre, el cabello despeinado y una mirada desorientada. Los trazos del líquido rojo sobre su piel blanquecina hacen que tome un aspecto formidable, casi que puedo saborear sobre la punta de la lengua la combinación de la sangre y su tez; el sabor dulce y metálico es tan mortal como mis cuchillas y mi habilidad con ellas. Eliza tiene que jalarle del cabello para que ésta vuelva a la realidad, sus mejillas se pintan de rojo y muerde sus labios inconscientemente.

Todo se puede ir a la verga.

Las ansias de deleitarme con su boca me jode por dentro, me termino una copa de tequila y dejo caer mi cabeza contra el respaldar del sillón. Aprieto mis dientes hasta que rechinan, maldita bruja... Sus ojos encuentran el camino hacia los míos, pero no logra mantener su mirada sobre la mía durante mucho tiempo—. Voy... Voy a du-ducharme —se coloca de pie y esconde su rostro con el cabello—. Tengo que quitarme toda esta sangre de encima —y se encierra, escapa de mis ojos. No será tan fácil hacerlo. Observo con fijeza la puerta ahora cerrada, una proyección de ésta deshaciéndose de la bata de seda es creada por mi cabeza. Puedo presenciar cómo la tela abandona su cuerpo. Escucharla cómo se desliza por sus brazos, torso, piernas; hasta chocar contra el suelo. Ya no tengo sed de licor.

—¿Y a ti qué te pasa? —Eliza me grita—. Ya tú te duchaste no tienes que ver a Lillai de esa forma solo porque quiere quitarse tu sangre de su cuerpo —la miro a regaña dientes y ésta chasquea la lengua con fuerza—. Estoy harta de tus cambios de humor Leander ¿Ahora por qué tienes cara de querer matar a todos? —coloca una mano sobre su cadera—. Ah no... Espera, si siempre tienes esa expresión en la cara —aparta mechones oscuros y rebeldes de su rostro, sus ojos me escanean con descaro. Se detienen en cada tatuaje, cicatriz y por último paran en mi fastidiado semblante.

La miro con atención y arqueo ambas cejas, haciéndole saber que he visto como me miraba—No sabes lo mucho que me duele el estómago de reírme —hago al lionide a un lado para ir a tirarme a la cama, estoy cansado de escuchar a esta mocosa hablar y si ve que quiero dormir pueda que se calle.

Suspira con fuerza, intenta llamar mi atención; pero yo solo rasco mi cabeza y prosigo a colocar mis manos detrás de mi cabeza—. Oye ese es mi lado de la cama —reclama con voz chillona.

Gruño con fuerza—. Maldita hija de...

Me interrumpe con ojos severos—. No vayas a terminar de decir la frase inútil.

Me siento lentamente sobre el colchón y giro mi rostro tenso hacia la tipa—. Puta.

—¡ERES UN MALDITO! —Eliza se lanza hacia mi con su cuerpo delgaducho y comienza a lanzarme pequeños golpes, si piensa que puede lastimarme debió de consumir drogas; de las buenas que vende Mark. Sostengo sus muñecas con poca fuerza y la miro con aburrimiento—. ¡Te voy a matar! —patalea—. ¡SUELTAME! —se sacude como una gallina dentro de un saco—. ¡Maldito! —no deja de gritar.

—¡ELIZA! —Lillai grita, interrumpiendo las estúpidas quejas de su hermana. Me giro para observarla, utiliza su ropa vieja de nuevo y lleva el cabello suelto—. ¿Ahora qué? —evita verme a la cara, pero yo tengo las ganas de que me mire. Así que empujo a su hermana lejos, ésta choca contra un mueble y logro que Lillai me observe solo por unos segundos. Sus ojos celestes se aclaran aún más cuando se entera de que me ha dado la atención que ha estado evitando.

—¡Leander ha llamado a nuestra madre puta! —corre hacia mí de nuevo y yo la detengo—. ¡Lo voy a matar! —aprieta su quijada e intenta rasguñarme el semblante.

Ya aburrido, me coloco de pie y con un movimiento corto y ágil lanzo a Eliza contra el catre y coloco sus manos contra su espalda—. Es una expresión, idiota —la sostengo, ésta sigue moviéndose como gusano; pongo los ojos en blanco al ver como no se rinde. Unos golpes contra la puerta nos detienen a los tres, suelto al perico y me giro dispuesto a abrir la puerta.

Cuando la abro, frente a mi nariz, Mark me observa con una sonrisa de oreja a oreja—. ¡Amigo! —su expresión de felicidad no decae cuando observa mi seriedad—. Tengo unas cuantas chicas extranjeras nuevas —me guiña un ojo—. Y ya que eres mi cliente estrella quería ofrecerte una de ellas primero a ti ¿Qué dices? —sacude una llave frente a mí—. ¿Te apetece? —observa de reojo a las dos mujeres dentro de la habitación—. ¿O te gustaría la habitación vacía? —baja el volumen de su voz y sus ojos llenos de luz me miran de nuevo—. Para ti y para...

—No gracias, rechazo ambas de tus ofertas.

Voy a cerrar la puerta, pero su voz me detiene de nuevo—. Bueno, ya que no quieres —hace una pausa, larga y molesta—. De casualidad ¿No sabes por qué hay sangre en mi exquisito pasillo? —señala con su dedo pulgar la mancha de sangre.

Cortamente le respondo—: No —y cierro la puerta.

La habitación cae en un silencio profundo, lo único que logro escuchar es mi propia respiración. Me alejo de la puerta hasta que escucho los pasos livianos de Mark alejarse y me giro para ver a una Lillai más pálida que su color de piel y a Eliza con las mejillas infladas, parece un pez globo. La bruja, con la misma incomodidad de siempre, clava sus ojos sobre el suelo y se dispone a caminar hacia la cama—. Yo ni loca voy a dormir en la misma cama que él patán —Eliza arrebata una sábana con exageración de la cama y camina a grandes zancadas hacia el sillón.

Observo cada uno de sus pasos con detenimiento y gracia, permito dejar a relucir una sonrisa que llama muchísimo más la atención de la gritona—. ¿Por qué no te decides? Estar lejos de mi o estar tan cerca que te puedo penetrar con facilidad —coloco mi espalda contra la pared y observo con satisfacción la expresión de sorpresa en el rostro de Eliza, Lillai se mete debajo de las sábanas y oculta su rostro con ellas.

Presencio como ésta clava sus uñas en la sábana que lleva en las manos, se gira con lentitud. Su rostro está completamente rojo y sus ojos se han agrandado—. Que gracioso Leander —comienza a reírse con falsedad—. Ha sido la mejor broma que has dicho en toda la noche —evita mi mirada—. Puedes. Irte. Al. Infierno —cada palabra la pronuncia con fuerza y pausadamente. Se vuelve al sillón y se acuesta en él. Yo le guiño un ojo y con solo eso le hago recordar todas las veces que se me ha lanzado como una perra en celo.

Lillai apaga las luces con un chasquido de dedos y quedamos en completa oscuridad. Me tumbo sobre la cama y mantengo mi distancia de Lillai, no solo porque ésta no me quiere cerca; pero también porque siento aún los ojos llenos de furia de Eliza sobre mí. Los minutos se convierten en horas y lo único que he hecho durante todo el rato es escuchar como el lionide se lame su asqueroso cuerpo. Suspiro con fuerza, ya harto del sonido de su lengua. Enciendo una pequeña vela que se encuentra al lado de la cama y me inclino sobre la cama. Me encuentro con los ojos amarillos de éste—. Cállate —siseo y éste gruñe.

Giro los ojos y desvío mi vista para observar a Eliza, duerme plácidamente; aunque mantiene el ceño fruncido y parece estar en una posición incómoda. Me da igual, eso le pasa por bruta. Vuelvo a ver a Lillai, aún está cubierta por la absurda cantidad de sábanas; debe de estar sudando litros. Analizo su respiración, parece estar dormida. Con cuidado me acerco más a ésta, el animal mutante se coloca de pie cuando ve que me acerco a su Diosa, yo lo espanto con un movimiento rápido de mi mano y éste vuelve a sentarse; pero sigue alerta. Estoy lo suficientemente cerca como para escuchar como respira, aparto la manta de su rostro y efectivamente está en un sueño profundo ya que no se ha despertado. Susurra algo entre sueños y suspira, sus pestañas descansan con pulcritud sobre sus mejillas y su semblante luce relajado en comparación con otras noches. Me acomodo, dejando el codo sobre el colchón y mi rostro sobre la palma de mi mano, con lentitud acerco mi mano con firmeza a su rostro angelical.

Trazo el boceto que es su rostro. Deslizo mis dedos, apenas tocando su piel, por el contorno de su semblante. Mi vista pesada estudia cada pequeña partícula, paso mi dedo sobre el puente de su fina nariz y termino con mi dedo pulgar trazando sus labios húmedos con forma de corazón. Mi estómago brama con hambre de sentirlos de nuevo contra los míos, así que me doy el gusto de hacerlo. Me aproximo con disimulo a sus labios y planto un casto beso sobre ellos, lo suficiente para no despertarla pero no para calmar mis tripas en llamas. Decido alejarme, coloco mi cabeza sobre la almohada y fijo mi vista en el techo.

Soy un maldito psicópata y por el bien de la bruja debería de alejarme. Aunque yo no quiera tomar distancia, deseo tocarla con libertad y disfrutar de sus ojos dulces sobre los míos, no de su vista indiferente e incómoda. Gozo cuando recuerdo lo perturbada que estaba después de nuestro alterado y caliente encuentro, pero aún así algo en mi no me deja tranquilo. Que no sea como las otras mujeres me molesta, ahora tengo una maldita obsesión por su culpa, gruño por lo bajo. La miro de reojo y entre mis pantalones siento una de mis armas, mi cuerpo se tensa y tengo que aguantar la respiración.

Es fácil Leander, te deshaces de ella y también te desharás de los pensamientos que te consumen.

Solo hazlo, como todas las otras veces. Como lograste quitarle la vida a toda aquella gente... Como lo hiciste con André.

Me siento sobre la cama con la respiración agitada y termino colocándome de pie. Observo a la bruja tendida de manera celestial sobre el colchón, mis manos comienzan a sudar y la desesperación crece en mi. Quiero destruir esta habitación entera, quiero acabar conmigo mismo; comienzo a enfadarme cada vez más con mi existencia. Mi vista se nubla por unos segundos y la habitación se distorsiona. Tomo mi cabeza entre las manos y jalo mi cabello con fuerza... No podría hacerlo, no podría quitarle la vida.

Suelto aire con fuerza cuando veo que se mueve entre las sábanas y comienza a palmear el espacio vacío de la cama. Doy un paso atrás y me doy la vuelta, al darse cuenta de que mi presencia no estaba sobre la cama se ha despertado. Inconscientemente comienzo a sacarme las pistolas de los bolsillos y las dejo sobre la mesa de noche. Lo liviano que están mis pantalones me deja desorientado, nunca había sentido tan poco peso, mi pecho se desencaja y se relaja al igual que la tela de mi ropa. Cierro los ojos y asiento con la cabeza con lentitud, no la podría asesinar y esto solo demuestra la puta debilidad. Todos estarían decepcionados de mí. Aprieto con fuerza mi mandíbula, haciendo mis dientes rechinar. Me mantengo firme al sentir sus ojos sobre mi espalda.

Aún tengo ganas de destruir esta habitación entera.

Bruscamente, vuelvo mi cabeza hacia la chica que me provoca odiarme y eso es algo que no hago a menudo. La luz de la vela se combina con sus ojos celestes, es como si conjuntara las puertas del infierno con las del cielo; dejándonos en el limbo. Su vista permanece en mí por más tiempo de lo que pensé. No me acerco pero tampoco me alejo, ella no habla; pero quiere hacerlo. Observo detalladamente cómo la saliva se desliza por su garganta. Soy el primero en apartar la mirada y enfocarla en mis armas dispersas sobre la superficie de madera. Tomo una de ellas con mi mano, la lanzo en el aire y la vuelvo a atrapar. El frío del metal intensifica la electricidad de mis dedos, muerdo mi lengua hasta sentir la sangre esparcirse por mi boca; trago con lentitud, haciendo que el sabor metálico queme mis adentros.

Mi lengua palpita gracias a la repentina lesión. Escucho como Lillai se revuelve entre las sábanas, yo dejo el arma de vuelta en su lugar y me coloco de cuclillas. Me he fallado a mí mismo, a mis amigos y a las armas frente a mí. Por primera vez en años no le puedo quitar la vida alguien y no entiendo el significado de ello—. ¿Leander? —susurra—. ¿Qué haces? —escucho la duda en su voz, ésta no sabía si hablarme o no.

—Me dolía la cabeza —silencio. Me coloco de pie con desdén y las armas de fuego vuelven a colocarse frente a mí.

—Leander... —me llama de nuevo, yo cumplo con su llamada y cometo el error de encontrarme con su intensa y sensitiva mirada de nuevo—. Puedo ayudarte... Solo si quieres —aparta sus ojos de mí.

—No hace falta —me siento con pesadez sobre el catre, de espaldas a Lillai. Un sentimiento vomitivo irrumpe mi cuerpo con tan solo haber pensado en el hecho de asesinarla. Muevo mi torso y la encaro. Con rapidez sus mejillas toman el color rojo y sus ojos se expanden, no estamos tan cerca y aún así le afecta la poca proximidad—. No estoy para todas estas estupideces pero es evidente que tenemos que hablar —niega con la cabeza—. En ese entonces dejé que te fueras, pero ésta vez no lo haré de nuevo.

Señala a Eliza con la cabeza—. No quiero despertarla —se acuesta y me da la espalda. Su cabello cae tras su espalda y su cuello queda al descubierto, la poca iluminación de la vela acentúa la curva de su cintura. Me acerco más a ella en la cama y ésta se tensa de pies a cabeza—. No soy como mi hermana Leander —susurra—. Somos dos personas completamente diferentes, lo que sucedió... Fue un error, no volverá a pasar... No soy parte de tu juego.

—Sé que no eres Eliza, eso me quedó más claro que el agua desde el primer día en el que las conocí; no soy idiota como para que me repitas las cosas —decido mantener la distancia y comienzo a bajar el volumen de mi voz—. Y si quieres que sea un error, entonces estoy a tu merced —coloco mi cabeza sobre la ridículamente acolchada almohada de nuevo—. ¿Primer beso no?

Se encoge, pero no responde a mi pregunta obvia—. No soy como mi hermana Leander —me advierte por última vez en la noche o solo se lo repite a sí misma, para dejárselo en claro.

—Y yo te dije que no tengo cerebro de retardado como para no saberlo —apago la vela.

(...)

—¡DESAYUNO! —grita Eliza en mi oído, despertándome por completo. Cubro mi cara con la almohada y gruño por lo bajo—. ¡DESPIERTA O NO TE DEJAREMOS NADA! —me arrebata las sábanas de encima—. Nunca duerme hasta tarde ¿Ahora qué le pasa a éste? —cuando me lanza un almohadón me levanto furioso.

Tomo una de mis armas y le disparo a la pared, dejando un hermoso agujero que me costará caro y a dos mujeres alarmadas—. Cállate imbécil —digo entre dientes y la señalo con mi arma. Eliza levanta ambas manos y da un paso hacia atrás—. La próxima vez que me grites así acabarás como esa pared —me estiro e incorporo sobre la cama—. Maldita, ha hecho que gaste una de mis balas.

Me coloco de pie y con molestia entro al baño para lavarme la cara—. Te dije que lo dejaras descansar hermana —Lillai murmura, pero aún así la logro escuchar. Termino de refrescarme y me coloco contra el marco de la puerta—. Anda, siéntate a comer. Drako toma —la bestia atrapa una gallina muerta entre su hocico y se aleja para comer—. Cuando acabes te doy las otras tres —Lillai mira con incomodidad un saco negro que permanece en el suelo.

Camino hacia la ridícula mesa que han traído para servir la comida, recuerdo escuchar a los empleados de Mark entrar a la habitación para armar todo esto; pero me parece extremadamente estúpido—. Mark se pasa de verga —tomo una tostada con jalea y la mordisqueo.

La mañana consiste en pura mierda. Eliza se queja porque hay huesos de gallina por la habitación, el lionide la ve con mala cara, Lillai actúa con indiferencia hacia mi y yo veo todo desde el sofá. Mark ha venido un par de veces a entregarnos atuendos para estar más cómodos y a deciros que nos espera ver a los tres éste noche y no quiere que nos quedemos durmiendo en la habitación como ayer. No estamos haciendo nada más que desperdiciar nuestro tiempo encerrados aquí sin hacer nada, entonces se me ocurre una idea—. Lillai —la llamo, ésta se gira rápidamente hacia mi—. Tienes que practicar tu magia, anda —nerviosa, se acerca a mi. Dice que olvidemos lo que pasó ayer pero actúa de la manera contraria, patética.

—Oye Leander —su hermana menor me llama, la ojeo con desinterés—. ¿Enserio crees que Lillai deba de practicar después de lo que pasó ayer? —por la mente de Eliza pasan los perturbadores recuerdos llenos de sangre, pero la bruja no solo recuerda eso; sino que también nuestro beso en el suelo del baño—. Solo opino —se encoge de hombros. Ésta se distrae con facilidad de la conversación cuando escucha a la bestia mordisquear uno de los huesos—. ¡Ah Drako! —se gira hacia el animal y comienza a reprocharle.

Miro a Lillai, ella no levanta su cabeza—. Tendrás que practicar de nuevo, Eliza no sabe de lo que habla —me siento en el suelo—. Anda mujer, no tengo todo el día —se sienta torpemente frente a mi—. La idea es que fortalezcas tus poderes y no los reprimas —sigo buscando sus ojos, pero ésta mantiene la mirada gacha—. Creo que es hora de que comiences a saber cómo cambiar nuestros rostros —logro captar su atención—. Sé lo que estás pensando —señalo—. Crees que con la invisibilidad lograremos pasar desapercibidos, pero no la sabes mantener por mucho y para la hora que tengamos que cruzar la frontera habrán muchas personas y nuestro campo de invisibilidad no nos protegerá de chocar contra la gente.

Tose—. Bien, tienes razón —gira su cabeza—. ¡Eliza! Ven hermana, quiero practicar contigo ésta vez —bufo.

—¿Qué demonios? —tomo a Lillai del antebrazo, obligándola a mirarme.

—Quiero practicar con mi h-hermana —su voz tiembla y no logra mantener los ojos quietos. Le aturde mi cercanía y mi contacto solo la altera aún más—. Leander... —me advierte con poca fuerza en su voz.

—Hasta que no me des un mandato no te soltaré —me acerco a su rostro. Lillai hace ademán para llamar a Eliza de nuevo, pero su hermana está muy ocupada intentando quitarle un hueso del hocico al gato. Tenso mi quijada, siento como mi sangre corre con lentitud—. Si quieres conseguir algo debes de hacerlo con más fuerza Lillai, la debilidad no es parte del juego de nadie —logro mi objetivo. La descoloco con la palabra clave,  juego. No le gusta la palabra, con solo el hecho de pensar que la ''utilizo'' tal como lo hice con su hermana.

Observo con maravilla como el celeste, similar al cielo despejado de las mañanas, se transforma en un azul oscuro. Las tinieblas comienzan a formar parte de sus iris y no ha dejado rastro del color claro inocente y suave. Su mirada se intensifica y cambia por completo, puedo contemplar el enfado y sentir las altas vibraciones de su poder. El suelo tiembla debajo de mi y una sensación similar a la de miles de tambores tocando al mismo tiempo, se instala contra mi pecho. Mis labios se resecan y no puedo evitar sonreír con deleite al ver cómo comienza a demostrar su poder, mis labios curvados la enfadan aun más y la temperatura aumenta en la habitación—. Lárgate —de su lengua resbala de una manera majestuosa la palabra, sus ojos brillan demostrando peligro y encuentra el momento perfecto para zafarse—. Y no me toques —gira su cabeza en busca de Eliza que ve el momento con confusión.

Me coloco de pie y me alejo con gozo de ambas, me acerco a la puerta y tomo la perilla dorada. Pero antes de salir de la habitación, observo sobre mi hombro a Lillai por última vez, sus ojos adoptan su color natural y luce un poco desequilibrada. Salgo y cierro la puerta con gentileza, me quedo quieto observando una de las pinturas frente a mi. Es una mujer con un traje exuberante de color negro, la tela cubre levemente su pecho y su cabello negro cae por sus hombros sensualmente. Veo sus ojos, ambos son del color rojo, resaltan con intensidad.

La oscuridad de Lillai es igual a la mía o probablemente peor.

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¡Hola! 🤍
Aquí les traigo el capítulo tal y como les prometí c: ¿Qué les pareció? Me encantaría saber lo que piensan. 🌚
Espero la próxima semana publicar sin falta 🥺 en verdad lo siento, me moría por publicar pero la universidad siempre está manteniéndome ocupada 🤦🏼‍♀️
Espero que tengan un lindo fin de semana 🥳 ya mañana es viernes!!!!!!!!
Gracias por leer 🤍🦋

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