Capítulo cincuenta y tres: No sé.
Narra Leander:
—Ya pronto saldrá la carreta hacia el mercado más cercano, no deben porque preocuparse... Le he dicho a Elías que los deje en un lugar específico alejado de la multitud —traga saliva como un pendejo—. ¿Seguros que no quieren quedarse aquí por más tiempo? El prostíbulo es su hogar también —nos mira a los tres con más melancolía de lo normal. Coloca una mano sobre mi hombro, yo me aparto—. Espero poder volverlos a ver... Con vida.
—Gracias Mark —Lillai le agradece por quinta vez en la mañana.
—Estoy cansado de estas mamadas, vámonos —coloco un pie sobre la firme superficie de madera y bajo la cabeza para no encontrarme con la manta que sirve como techo. Termino sentándome sobre el borde, esperando con impaciencia a los dos mujeres con rostros decaídos.
—¡Fue un gusto para mi también volver a verte Leander! —Mark se carcajea mientras ayuda a subir a Lillai y a la otra. Permanece observando a Lillai por más tiempo de lo necesario, por acto reflejo tomo uno de mis armas. Mark me observa alarmado y sonríe con nerviosismo—. Bien, que tengan un buen viaje —le da unas palmadas a la carreta y se aleja. El caballo comienza a moverse y nosotros a alejarnos, hasta ya no ver el molesto rostro de Mark.
Nos colocamos al fondo de esta para no ser visibles al publico y yo decido guardar mi arma—. ¿Cuánto falta? —Eliza toma asiento a mi lado, yo me rasco la cabeza con fuerza. Podría arrancarme la piel del cráneo y aún así Eliza sería el fastidio más grande—. Para llegar a la frontera...
Niego—. Mis viejos compañeros han hecho que cambiara mis planes —bufo—. Pero estamos cada vez más cerca, hoy estaremos en el centro de Mitar. Un pueblo pequeño, pero con buena fama. Muchos lo llaman la ciudad proveedora porque es donde llegan la mayoría de los productos importados de otros países —las miro con advertencia, capto la atención de Lillai y logro que no aparte sus ojos de mí—. Esto significa que nos encontraremos con muchos policías de mierda. Lillai —la llamo y le hablo específicamente a ella—. Tendremos que cruzar de Mitar a Celestia —frunce el ceño—. No es como los otros pueblos que puedes pasar como si nada, como este centro de Mitar está inundada de materiales costosos los policías resguardan la frontera de Celestia.
—¿Por qué? —interrumpe Eliza.
—Lo verás cuando lleguemos.
—No lo entiendo... —Lillai decide hablar—. ¿Qué tengo que ver yo en todo esto?
La observo con seriedad—. En esta ciudad no hay escondites, tampoco callejones. A la hora de pasar a Celestia debes de cambiarnos las facciones —se sobresalta—. No has practicado mucho pero no queda de otra. O nos llevas a la mierda o a la victoria.
—¿Por qué vamos para allá? Suena muy peligroso Leander, tenemos que devolvernos —el inútil comentario de Eliza hace que la queme viva con mis ojos.
—Porque mi antiguo jefe sabe muy bien cuales son mis estrategias, las he tenido que modificar —mi respiración se acelera con enfado—. No me ha quedado de otra, no solo tengo que estar un paso adelante de los policías; también de ese maldito hijo de puta —sonrío con sarcasmo—. Espero que te haya quedado claro.
—Entonces... —Lillai continúa con dudas.
—Cuando vayamos a hacer el cruce debes de trabajar con tu magia para cambiar nuestros rostros. Al llegar a Celestia, nos meteremos en un callejón para que podamos regresar a nuestra forma original —aparto mi mirada de la bruja y ojeo el parámetro, ya estamos cerca. Me coloco la capucha y éstas hacen lo mismo—. Recuerden —nos comenzamos a acercar mucho más a la central de Mitar—. No hagan nada estúpido —es momento de bajar. Caigo con fuerza sobre el suelo rocoso y las otras me siguen. Con un asentimiento de cabeza me despido de Elías y comenzamos a caminar.
Los intensos rayos solares son absorbidos por mi capucha negra y el familiar bochorno me da la bienvenida a la mañana de hoy. Mitar está consumido por mercaderes, todos cargan con cajas y trabajan para poder repartir sus productos. Veo con pereza los carteles de nuestros rostros distribuidos por el suelo, al parecer ya han hecho unos dedicados a Eliza. Veo la famosa frontera entre Mitar y Celestia. Aunque no sea el borde entre nuestro país y el vecino, la satisfacción me inunda al saber que pronto acabaremos con toda esta mierda. Oficiales escanean un pase que funciona para cruzar y después prosiguen a analizar los rostros de la gente.
Observo con atención a una mujer que camina un tanto perdida con sus dos hijos, observo como entre su bolso destacan tres pases—. Lillai —la llamo—. Vas a tener que crear distracción para poder robar los tres pases de esa vieja —le doy un empujón, ya que parece estar perdida entre sus pensamientos. Asiente con la cabeza y con un chasquido de dedos hace que una montaña de cajas comiencen a caer al lado de la vieja.
Aprovecho el momento lleno de alboroto para acercarme y deslizar mi mano entre su bolso y tomar los tres pases. Nadie se entera del robo, ya que son lo suficientemente patéticos para dirigirse y ayudarle a la tipa y recoger el desorden. Me acerco a Eliza y a Lillai y con la intensidad de mi mirada le indico a la hechicera que es tiempo. Sus ojos celestes se agrandan y entre respiraciones temblorosas se apresura con disimulo a colocar ambas manos sobre el rostro de Eliza. No tarda mucho tiempo, su hermana cambia a ser una mujer de cabello rubio, nariz pequeña, mejillas hundidas y labios voluptuosos. Eliza se deshace de su capucha y deja su nuevo rostro a la vista de todos.
Lillai parece marearse un poco cuando se aleja de su hermana menor, con la mirada perdida se acerca a mí y prosigue a hacer lo mismo. La energía, es absorbida por mi piel de una manera excitante. Calambres y cosquilleos cubren mi rostro entero, un zumbido en los oídos y la mirada de aceptación de Lillai me indican que ya ha terminado. Miro a Eliza en busca de aprobación, ya que no tengo un espejo para verme la cara, ésta asiente con la cabeza y yo me deshago de mi capucha. Los calambres sobre mi semblante son incesantes, estos representan la fuerza que toma Lillai para mantener mi rostro formado. Muevo mi quijada de lado a lado y me doy unas palmadas sobre mis mejillas, es una sensación extraña, similar a la sensación de cuando una avispa clava su aguijón sobre la piel. La única diferencia es que siento largas corrientes de poder que se combinan con los otros efectos, como la impresión de sentir la piel estirarse.
Lillai es la última en cambiar su rostro, tarda mucho más tiempo en ella misma. Pero al final, termina convirtiéndose en una mujer de cabello castaño con labios finos y pecas, lo único que no ha podido modificar han sido sus ojos celestes. La bruja mueve su cuello en círculos y pestañea con fuerza para enfocarse en mantenernos así, deja caer el gorro de la capucha sobre su espalda y me mira. Aunque parezca ser alguien diferente su esencia sigue allí, Eliza coloco ambas manos sobre sus mejillas y se las pellizca—. No me agrada como se siente.
—Tenemos que hacer esto rápido —gruesas gotas de sudor corren de su frente hasta los costados de su semblante. Su respiración es irregular y parece estar teniendo problemas por la forma en la que sus rodillas tiemblan—. No creo poder mantenernos así por mucho tiempo —una chispa dorada es emanada de sus dedos y una carreta que cargaba mucho cargamento cae al suelo hecha trizas.
Les entrego a amabas los pases—. Solo sigan mis pasos y terminaremos con esto rápido —miro a Lillai y me aseguro de transmitirle seguridad y fuerza para que pueda continuar. Su mirada caída habla por sí sola, pero aún puedo ver la chispa decisiva entre sus pupilas.
Nos disponemos a hacer la condenada fila y mientras estamos de pie recibiendo el ardor del sol escuchamos las palabras "bruja" y "asesino" ser pronunciadas por todos los que pasan a nuestro lado. Con cada voz presencio como la energía de Lillai se debilita, pero se recobra tan rápido como puede. Cuando llego a estar frente a uno de los estúpidos policías le entrego el pase de mala gana, estos malditos me las pagarán algún día.
El tipo calvo prosigue a analizar mi cara y cuando no encuentra lo que estaba buscando grita—: ¡Siguiente! —me devuelve el pase y cruzo la frontera. Me giro para esperar a ambas, los policías con armas en las manos me observan y se mantienen al tanto de mi al ver que no me muevo, pero cuando ven que solo estoy esperando a mis compañeras prosiguen a seguir ignorándonos.
Nos hacemos parte de la multitud de personas que siguen con su camino para integrarse a la ciudad de Celestia. Lillai se tropieza y antes de que su rostro impacte contra el suelo la tomo de la muñeca. Observo un rótulo con la palabra "servicios sanitarios" y prosigo a llevar a Lillai hacia el establecimiento. Un grupo de retrasados nos ve con mala cara cuando chocamos contra ellos y yo les muestro mi dedo del medio.
En vez de entrar a los baños, guío a Lillai hacia un lado en donde no somos tan visibles. Ésta cae rendida al suelo y las hormigas sobre mi rostro se detienen, las potentes ondas dejan de existir sobre mi piel. Eliza me hace a un lado y se aproxima a su hermana, veo que ya no tiene el cabello rubio y sus facciones vuelven a la normalidad. Con rapidez coloco el gorro de la capucha sobre su cabeza y la mía—. ¿Cómo te sientes? —coloca la palma de su mano contra la frente de Lillai para tomar su temperatura y luego limpia el sudor.
Me coloco de cuclillas al ver como la cabeza de Lillai se balancea de manera anormal, alejo a la pesada de su hermana y sostengo su mentón entre una de mis manos. Ésta lucha por mantener sus ojos abiertos y estar vigilante, pero parece que está a tan solo segundos de perder la conciencia. Sus brazos caen con fuerza a los costados y sus labios palidecen—. Lo único que la podría hacer sentir mejor es el maldito gato —hablo entre dientes. Sus ojos claros saltan de un lado a otro. No tengo tiempo para mamadas como estas.
—Leander —Eliza me entrega una de las ramas que usamos para que Lillai recuperara el control—. Creo que esto puede funcionar... —me mira con poca seguridad en sus ojos—. Pero debes de colocárselas en las muñecas —veo como traga saliva con dificultad. Esto significa que debemos de clavarle las espinas de nuevo sobre su piel. Observo las marcas en sus muñecas que aún no han sanado del todo. Ojeo a las personas caminando a la distancia, nadie parece darse cuenta de que estamos aquí, pero tampoco puedo darme el lujo de tomarme todo el tiempo del mundo. Así que tomo una de las ramas y sin dudarlo la enredo en su piel. No tardo en presenciar como los aguijones puntiagudos se clavan dentro de su piel.
Cuando la primera gota de sangre cae entre la arena, Lillai recobra su compostura, jadea con fuerza y abre los ojos como platos. La corriente de energía ya la ha despertado por completo—. ¿Despierta? —asiente y hace una mueca cuando remuevo la planta. Se la entrego a Eliza de nuevo y ésta la guarda en su mochila—. Tenemos que seguir moviéndonos —arranco un trozo de tela del borde de su falda desgastada, Lillai aleja sus piernas de mi toque en un movimiento rápido. Pongo los ojos en blanco y coloco el pedazo de tela alrededor de sus nuevas heridas. La bruja cierra los ojos cuando ajusto con fuerza la tela en su lugar para detener el sangrado—. ¿Cómo te sientes? —limpio los rastros de sangre que quedaron en su brazo con mi camisa, ésta no se inmuta a responder.
—Mira Lillai estas de suerte, Leander se preocupa por tu bienestar —Eliza entra y aplasta mi humor neutral.
Antes de que le diga a Eliza que se vaya al infierno, Lillai capta mi atención—. Gracias —no logra mantener su mirada sobre la mía por mucho tiempo. Me coloco de pie y cubro lo más que pueda mi camisa sucia con la capucha.
—Ya bueno ¿Nos vamos? —Eliza toma la delantera y comienza a caminar.
Gruño y la comienzo a seguir, pero me detengo en mi lugar cuando no escucho sus livianos pasos detrás mío. Me giro y observo a Lillai, permanece de pie mientras sostiene sus manos de manera nerviosa. El sol ilumina su rostro y hace un buen trabajo sobre este, ya que trae con más detalle cada uno de sus rasgos. Sus labios batallan para no pronunciar palabra, pero no funciona; sus ojos ya han dicho todo lo que no quieren que sepa—. Ponte el gorro y vámonos —ambos comenzamos a caminar.
El choque de sus labios jugosos sobre los míos hacen que cada paso que den mis pies sea más pesado que el otro.
No necesito toda esta mierda en mi vida. Esto solo tiene un nombre y es debilidad. Me entrenaron para no tener sentimientos patéticos y poder matar a cualquiera sin dudar. Pero la bruja trae consigo todo lo contrario, no le puedo quitar la vida y puede que mate a cualquiera para poder llegar de nuevo a sentir su corazón latir con lentitud mientras duerme. La daga en mi bolsillo izquierdo comienza a llamar mi atención. Ésta no me cree, piensa que la besé por pura diversión y es lo que siempre hago... Pero esta vez no ha sido un juego ¿O si?
Observo el caminar de Eliza frente a mí y comienzo a avanzar hacia ella.
¿Por qué la bese? ¿Por qué demonios me apetecen sus ojos y cada parte de su cuerpo? Tengo que estar volviéndome más loco de lo que ya estoy y por eso mismo le he dicho las palabras de ayer. Nadie más que mis ex compadres y dos cadáveres saben sobre mi pasado ¿Espera que le cuente todo de mi para tener a cambio su confianza? Debe de estar drogada.
Las personas se interponen entre mi camino y la rápida de Eliza, la maldita parece a una liebre.
Te tengo un cariño inmenso.
Su voz vuelve a tomar lugar en mi cabeza. Cariño. Un sentimiento el cual dejé de experimentar desde mi niñez y ya lo he olvidado por completo. Cuando me dijo aquello sentí algo peor que un latigazo sobre mi espalda, por primera vez en mucho tiempo me relajé, pero sentí como si dos manos me tomaran del cuello y lo estrujaran con fuerza, era muy parecido a cuando era pequeño y me tomaban de esa forma para darme una rápida lección. Sus ojos llenos de inocencia y luz. Los míos colmados de odio y sangre. Una mala combinación... La molestia comienza a crecer en mi, enserio que es una muy mala mezcla y si ocurre, lo único que haré es acabar con ella.
Tomo a Eliza del brazo de un jalón. Ésta, con un quejido, me encara—. ¿Qué te sucede? —su entrecejo se cubre de arrugas—. Creo que me has dislocado el hombro inútil —la suelto y ella mueve su brazo de lado a lado.
—Deja de caminar de esa forma, después te atrapan y la única que te salvará será la muerte —muerdo mi lengua con la fuerza suficiente para que comience a sangrar, el líquido metálico se cuela entre mis dientes y se mezcla con mi saliva.
—Bien —se queja y se coloca al lado de su hermana.
Suspiro y seguimos con nuestro camino. El bastardo sol, el tarareo de Eliza y los choques de hombros con todos estos pordioseros crean un palpitante dolor de cabeza.
(...)
Termino de lanzar el último cuchillo al aire, lo atrapo con los ojos cerrados. Cuando lo hago, el filo corta la palma de mi mano y la sangre comienza a escurrirse. Guardo la navaja en su lugar y observo mi nueva herida, bienvenida a la colección. Formo un puño cerrado y presiono con fuerza, haciendo que salga más sangre. No duele, comparo lo que siento con un cosquilleo. Termino limpiando el líquido rojo y dejando la herida sin más.
Me quito la camisa y me limpio el sudor de la cara con ella. Me siento sobre un montón de arena y contemplo la nada. Centro mi atención en la baja temperatura de la noche y en como todavía gotas de sangre bajan por mi muñeca hasta disolverse en la arena. Puedo escuchar desde esta distancia a las dos hermanas hablar, no logro captar del todo sus conversaciones pero debe de estar divertido; ya que no dejan de reírse. Que molestia.
Los minutos pasan y puedo sentir su presencia acercarse a mí. Conforme han crecido sus habilidades su cuerpo comienza a emanar un aura lleno de vibraciones y energía, puedo estar en una habitación completamente a oscuras que puedo ser capaz de identificar donde se encuentra ella. Es imposible no sentir las olas de calor que dejan su cuerpo. Dejo de escuchar como arrastra sus pies y se queda de pie detrás de mi—. ¿Qué? ¿Vienes a decirme que vea el cielo estrellado en vez de toda esta arena? —le recuerdo aquella vez que estábamos fuera de los establos de los caballos y me reprimió por decir que todas esas estrellas apestan.
—No tenía eso en mente, pero que bien que lo recuerdas —se coloca a mi lado en el suelo, tuvo una pelea interna antes de hacerlo.
—Al parecer la conversación con tu hermana se tornó aburrida para que vinieras aquí —la miro de reojo.
Se coloca el cabello detrás de su oreja y juega con su colgante—. Ah si si... —dice distraída—. Digo... —cierra los ojos con frustración—. No, mi hermana quería decirte que vinieras a comer lo último que queda.
—¿Y por qué no vino ella a decírmelo?
—No lo sé —mentira.
Giro mi rostro por completo hacia la bruja—. Creo que hemos estado practicando lo suficiente como para que me mientas de una forma tan trágica —detecto un pequeño salto por su parte.
—Es imposible mentirte, me conoces muy bien.
—No necesito conocer a alguien para identificar mentiras —hago un ademán para colocarme de pie e irme, no necesito estar más cerca de ella. Su forma de estar inquieta y no ir directo al grano con esta estúpida conversación me saca de quicio.
—Leander espera —cuando me toma de la mano observa mi herida y la sana de inmediato, gruño cuando lo hace—. ¿Te lastimaste la otra mano también? —baja la voz cuando observa mi rostro amargado.
La miro a la cara de nuevo, ésta se muerde el labio inferior y aparta la mirada con incomodidad. Venía con mucha confianza y seguridad, al parecer todo eso se ha esfumado. Cuando no dice nada prosigo yo a romper el silencio—. ¿Ibas a decirme algo? —me suelto de su agarre.
Ésta observa sobre su hombro, lo hace para ver si su hermana se encuentra presente. Yo hago lo mismo, pero al parecer ya no está y tampoco el lionide. Vuelvo mis ojos a los suyos, la poca iluminación deja a la vista sus mejillas sonrojadas. Sus facciones decaen en tan solo segundos—. Mira... —tiembla—. No sé como funciona esto de las amistades pero... —suspira—. ¿Podremos volver a como estábamos antes? —su pregunta hace que hunda mis manos en la arena—. No es necesario que me cuentes tu pasado, olvidemos todo... Tal como lo hicieron tú y Eliza cuando pasó... Eso.
Levanto mi cabeza y dirijo mis ojos al cielo, la estúpida Luna se burla en mi cara cuando lo hago. Lillai continúa hablando—: Por favor Leander, ya no podemos seguir así. Parece que mi hermana comienza a sospechar que algo pasó entre los dos... —el brillo del astro parece que comienza a aumentar—. Y... —su voz quiebra delatando su dolor interior y los secretos que esconde por dentro. Carraspea su garganta y hace un último esfuerzo para seguir hablando—. No puedo —murmura—. Ni si quiera se lo que estoy diciendo o lo que quiero, solo sé que prefiero que todo regrese a la normalidad.
He detectado muchas cosas, gracias a su forma de hablar y la torpeza en su voz. Todavía le duele pensar que he estado jugando con ambas solo por mi disfrute y está manteniendo esta conversación para convencerse a si misma que sí puede seguir adelante y dejar todo atrás; sin dolor alguno. He dejado una huella sobre su vida y es lógico que ha comenzado a desarrollar sentimientos indeseados. Las estrellas crecen con los segundos, parece una ilusión óptica. Frunzo el ceño con cansancio y aparto la mirada de la molestia que es el cielo.
Lentamente planto de nuevo mi mirada sobre la suya. Parpadea con rapidez para eliminar las lágrimas que amenazan con salir y trata de regular su respiración, pero hace un mal trabajo. Sin importar la poca claridad, sus ojos siguen manteniendo el mismo color, pero han perdido brillo. Es como si la suave brisa me reincorporara, acerco mi mano a su mejilla; ella suelta aire por sus labios y cierra los ojos. Su cuerpo se tensa y puedo sentir como su aura cambia por completo. Mi cuerpo actúa por si solo y la beso.
No sé lo que quiero, lo que hago o el porqué siento la brisa chocar con más fuerza que antes. Entreabro sus labios y profundizo el beso, ésta no sabe mucho sobre como besar; así que yo tomo el mando y me dispongo a saborear la carnosa piel de sus labios. Me aparto un centímetro de sus labios y lamo su labio inferior, degustando y disfrutando de su textura—. Va a ser imposible que haga lo que me pides —la siento temblar bajo mi toque, su respiración se mezcla con la mía y el frío de la noche es reemplazado por el calor—. Tanto como tú, yo tampoco sé lo que hago o lo que quiero —no me separo, aún quiero disfrutar de nuestra cercanía—. Pero no vas a poder evitar lo que sientes Lillai —susurro su nombre con énfasis sobre sus labios.
Ésta se aparta de golpe, la brisa de la noche regresa al igual que el frío—. Yo, no sé lo que siento. No lo puedo entender y si yo no lo logro dudo que tú seas capaz de hacerlo —se coloca de pie y comienza a caminar lejos de mí.
Volteo mi torso, coloco mi rodilla entre la arena y me impulso con rapidez para proseguir ha hacer algo completamente fuera de mí.
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¡Ay hola! No me he olvidado de ustedes aún, les debía un capítulo hace mucho, pero la universidad me está consumiendo mucho :( lo siento, pero gracias por seguir aquí conmigo y pendiente de la historia.
¿Les gustó el capítulo?
¿Qué piensan de lo que sucedió?
¿Qué esperan en el próximo capítulo?
¡Quiero charlar con ustedes! c:
Muchas gracias por el apoyo como siempre 🤍
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