Capítulo cincuenta y nueve: ''Maté a mi padre.''
Narra Lillai:
Me separo del cuerpo de Leander cuando escucho la voz de Amalia, mi corazón se vuelca y desencadena los nervios por todas las direcciones en mi cuerpo. Leander permanece con calma y actúa como si nada hubiera ocurrido entre ambos, se le hace muy fácil. Amalia nos observa sin ningún tipo de sospecha en su mirada cansada, que siempre trata estar llena de energía—. Ya ha llegado la carreta —señala con su dedo pulgar detrás de su hombro delgado.
Nos ponemos de pie al mismo tiempo, yo de una forma menos natural que Leander, y comenzamos a caminar hacia la salida. Leander sale primero y Amalia me detiene—. ¿Pasa algo?
Sus ojos ahuecados se clavan con profundidad—. Quiero hacer todo lo posible para ayudarte como tú lo hiciste conmigo —es muy decidida con sus palabras, la niña tiene mucho coraje; ya veo como logró estar viva después de que su antigua enfermedad la consumía—. La primera... la primera vez que vi un cuerpo muerto vomité hasta mis intestinos —me atraganto con mi saliva—. Sé que ésta es la primera vez que ves uno por tu reacción —señala mis manos—. Logré superarlo, pero no quiere decir que no viva con el recuerdo día a día —mira afuera, asegurándose de que nadie venga a interrumpir, sus ojos regresan a los míos—. Una de las cosas que he aprendido en mis pocos años de vida es que esta vida y este país están llenos de injusticias y nunca podremos salvar la ventana de nuestra alma de no ver cosas como la de ayer —me da una amistosa palmada sobre el hombro—. Pero es lo que hace gente como nosotros para sobrevivir, puede que sea difícil Lillai; pero confío en que tienes mucha fuerza dentro de tu cuerpo para sobrellevar todo esto. Las sombras del pasado vendrán siempre para atormentarte, así que tienes que estar preparada para darles una buena patada en las bolas —sonrío con su comentario salido de tono.
—Eres más valiente que yo Amalia —la envuelvo en un abrazo, siempre con precaución, está tan delgada que me aterroriza quebrarla. Veo como su padre se aproxima a la casa, pero como ve nuestro abrazo decide retroceder. Cierro los ojos y atesoro el momento con la pequeña de Amalia, es muy madura para su edad y tiene un corazón de acero—. Nunca olvidaré tus palabras —inhalo su olor a hierbas naturales y arena—. Y tampoco quiero que olvides las mías —le susurro—. Quiero que comiences a vivir al máximo —la adorable adolescente me abraza con todas sus fuerzas y esconde su rostro en mi cuello, puedo sentir su pequeño corazón latir y sus manos luchar para soltarme.
Cuando nos separamos veo pequeñas lágrimas instalarse en sus ojos—. Eres como la hermana mayor que nunca tuve y aunque llevemos poco tiempo en conocernos te voy a extrañar mucho —limpio las lágrimas que caen de sus mejillas y le sonrío con cariño.
—Bueno, al parecer tengo una segunda hermana menor —acomodo su lisa cabellera y le deposito un beso sobre su frente, ha sufrido mucho y solo quiero que sienta en mí la compañía que tanto quiere. Me separo—. Creo que tu padre nos está esperando —abre los ojos sorprendida y se gira, Augusto nos mira con una enorme sonrisa; Amalia me abraza con uno de sus bracitos por los hombros y sacude con exageración su mano libre para saludarlo, luego le manda besos con la mano y su padre actúa como si los estuviera atrapando en el aire. Me carcajeo cuando miro a Augusto más relajado, tiene un semblante completamente diferente comparado con el que tenía la primera vez que lo vi. Disfruto del pequeño momento y borro mis ojos cristalinos al recordarme de mi propio padre.
(...)
Durante el camino en la grande carreta no puedo dejar de ver al horizonte, no hay nubes en el cielo y ya ha caído la noche. No puedo dejar de pensar en Amalia y en las lágrimas que derramaba cuando me despedía de ella, hizo todo lo posible para alargar nuestra estadía; pero lastimosamente el encargo de armas ilegales no podía tardarse mucho. Los caballos han bajado su galopar, así que me coloco sobre el borde; ya que no tengo peligro de caerme. Me abrazo a mi capucha cuando mi hermana se coloca a mi lado. Su cabeza cae sobre mi hombro y sus pies cuelgan sobre el borde, al igual que los míos—. ¿Sigues pensando en Amalia? —asiento con la cabeza, coloco mi mano sobre la suya—. Debo de admitir que estaba un poco celosa de ella.
Enarco una ceja—. ¿Ah si? —me trago una sonrisa—. ¿Por qué?
—Porque yo soy tu hermana menor, no ella —se acerca más a mí, me carcajeo y dejo caer mi mejilla sobre su cabeza—. No te rías, no me parece divertido —me pellizca la pierna. No le puedo ver el rostro, pero ya debe de estar inflando las mejillas.
—Eliza —paso un brazo sobre sus hombros—. Eres una terca —susurro contra su cabello. Desde el momento en el que me seguía cuando escapaba de mi aldea hasta el día de hoy, no ha cambiado mucho; sigue siendo la misma cabezota—. ¿No estás cansada? —aleja su cabeza de mi hombro y se acuesta sobre mi regazo, yo la sostengo con miedo de que vaya a caer. Su cabello oscuro se mezcla con la noche y aunque sus ojos sean igual de oscuros, aún puedo verlos fácilmente. Con el paso de los meses puedo ver más rasgos de nuestro padre sobre ella, tal vez sea por la rugosidad de nuestro camino.
—¡Si! Estoy exhausta hermana ¿No vienes a dormir? —dice con pereza—. No estoy muy emocionada con el hecho de que tengamos que dormir sobre una carreta andante, así que ven conmigo —juega con algunos mechones de mi cabello, ya ha crecido bastante y no planeo cortarlo.
—No estoy cansada —fijo mi vista en el cielo—. Pero ve y guarda mi espacio a tu lado —palmeo repetidas veces su frente, ésta pestañea de una forma graciosa—. No tardo.
Eliza se sienta, queda en silencio. Sé perfectamente que no se va aún porque quiere decirme algo—. Perdóname hermana, por lo de antes —niego—. Aveces actúo de formas terribles y olvido por completo que eres la única familia que tengo cerca —se abraza a mí y deposita un sonoro beso sobre mi mejilla, yo la veo con diversión—. ¿Me perdonas hermana hermosa? —revolotea las pestañas y hace un puchero con sus labios. Se comporta de forma divertida, es su táctica más usada para perdonarla siempre; pero aunque no la utilice, nunca le tendré rencor.
Me trago una risa—. No importa lo que hagas siempre te perdonaré, somos hermanas —una linda sonrisa ilumina mi vista, el cabello perfila su rostro ya más maduro y me hace verla con melancolía—. Ahora ve, es un poco tarde —palmeo su cabeza.
—Pero no tardes mucho —me advierte y se va, dejándome sola de nuevo.
Una hora pasa, vuelvo mi cabeza hacia atrás. Eliza ha quedado dormida, permanece muy alejada de Leander y cubre su semblante con el gorro. Mis ojos se encuentran con los de Leander, levanto mi mano y lo llamo en silencio. Éste me mira con incredulidad, pero sede a mi pequeña orden. Coloca su pesado cuerpo a mi lado y deja balancear sus piernas sobre el borde, estas chocan contra las mías. No hay palabras entre los dos, yo observo el cielo y Leander la arena. El constante movimiento de piernas me relaja, al igual que su postura calmada. Quiero acercarme más a él y sentir su pecho cálido contra mi mejilla, grabar sus respiraciones en mi memoria y embriagarme con todas las diferentes sensaciones. Pero no lo hago, me mantengo estancada en mi posición y prefiero no jugar con las mariposas en mi estómago aún, me encanta la sensación extranjera; pero también me agrada la tranquilidad.
—Maté a mi padre —nuestras piernas dejan de chocar, pero la carreta no se detiene.
Mis labios se resecan y mis manos comienzan a sudar. Giro mi rostro lleno de desconcierto y busco respuestas en su mirada, pero sus ojos permanecen sobre la arena ¿Este es el momento? ¿Aquí es cuando me confiesa todo su pasado? Mis ojos se encuentran con algunas cicatrices que decoran sus hombros, estas hacen que mi piel arda con solo observarlas—. ¿Leander? —lo llamo, en busca de su voz.
Continúa con su aire tranquilo—. Abusaba de mi madre, era adicto a la bebida y cuando llegaba del bar lo único que hacia era golpear a mi progenitora —mi sangre se hiela cuando me imagino a un Leander pequeño observar como su madre era maltratada, mi corazón se achica y miles de dagas son introducidas dentro del músculo palpitante—. Cada día era peor, la tía Alice... —habla con sarcasmo y rencor—. Era su amiga, eso creo, a lo que recuerdo solía visitarnos; supongo que intentó salvarnos, pero la vieja llegó tarde —exhalo con fuerza al recordar la melancolía en el rostro de Alice, todo empieza a encajar en mi cabeza—. Vi como mi padre mató a mi madre —sus ojos se transforman más graves, señala con su dedo índice el aire frente a él y aprieta la quijada. Comienzo a comprender la oscuridad nacida en él, cuando la veo salir de sus poros—. Vi cómo la asesinó frente a mí y cómo su cuerpo caía inerte sobre el suelo —baja la mano y yo tengo que ahogar un sollozo—. Le importó una verga, así que yo la enterré.
Oculto la cabeza entre mis manos y comienzo a llorar, el dolor es insoportable. Mi corazón ha perdido la capacidad de latir, no hay señales de mi magia; mi cuerpo se ha tornado frío con solo pensar en aquella atrocidad—. Leander... —lo miro de nuevo, éste no llora, se mantiene serio viendo la nada; no hay expresión alguna, solo un vacío profundo y sin salida. El agujero negro, cubierto en sangre y dolor, es espeluznante.
—Decidí matarlo, no fue difícil; yo estaba cegado por el enojo y él borracho. Nunca olvidaré el olor que emanaba su cuerpo ya muerto —toma aire y mi quijada cae—. Estuve días observando como se descomponía en mi propia casa, después me fui, no sé que hicieron con él y me vale verga. Después de eso es historia, mi antiguo bando me encontró en las calles; estaban fascinados con la idea de que un niño asesinó a su propio padre y no me arrepentía de ello —clava su congelada mirada sobre mí—. No me arrepiento —ladea la cabeza—. Después, con un poco de torturas y mierda, olvidé a mi madre —rasca su cabeza—. No sé que es el dolor —señala su espalda—. Me hicieron olvidarlo todo, pero no quiere decir que me agrade recordarlo; solo me enfada. Ellos me transformaron en lo que querían, supongo. Pero yo hice la decisión de quedarme, quería ser como ellos, necesitaba olvidar a mi madre muerta y lo logré —chasquea la lengua—. Y no tienes porqué llorar, ya ha pasado y he vivido todo esto Lillai, no son necesarias las lágrimas —las aparta delicadamente con sus dedos.
—Entonces... —mi estómago se revuelve y mi corazón sigue doliendo con pesar, parece querer explotar en sufrimiento. Ahora comprendo a Alice y su dolor, debe de pensar que ha sido su culpa—. Por eso... Eres el Leander de ahora ¿Qué ha pasado con el niño que eras? —sorbo por mi nariz y me acerco más a él. La carreta aumenta su velocidad, me aparto del borde; es peligroso.
—Nunca existió —sus ojos siguen inexpresivos—. Te lo he confesado todo Lillai, nadie sabe sobre mi maldito pasado; ni siquiera mi cerebro quiere saber sobre el. Ahora ¿Me crees? —quiere acabar con la conversación lo más pronto posible, parece incomodarlo.
Asiento, con más vigor de lo necesario—. Si, te creo... Debió de ser difícil.
—Ya no quiero hablar de ello —advierte y es cuando entiendo que el tema ha acabado aquí y no puedo tener más información, suspiro. Pensé que vería a un Leander vulnerable, pero no ha sido así; se mantuvo serio e insensible. Tengo que cerrar los ojos para apartar las imágenes y no llorar más, pero solo toman más color. Imagino a Leander de niño gritando por su madre, tuvo que haber sido su único amor y la fuente de cariño. Ahora comprendo un poco de donde viene toda esa sed por la sangre. Sus dedos sobre mi mentón me hacen abrir los ojos, permanece muy cerca de mí—. Deja de hacerlo —parece que puede leer mis pensamientos, me pongo rígida. Odio a su padre por hacerle esto a un niño inocente, él no se merecía todo aquel martirio; debió de vivir en libertad y felicidad, su padre le arrebató todo aquello.
—Eras solo un niño Leander...
Mueve mi cabeza de lado a lado—. Te... —se acerca más a mí—. He dicho que lo olvides —sus labios rozan ligeramente los míos, se aleja; pero no suelta mi mentón—. No quiero hablar más de ello —su agarre se hace más fuerte, al principio no me incomoda; pero comienza a incrementar y a doler. Hago una mueca y éste se entera de que me hace daño, pero no intencional—. Mierda —acaricia la piel afectada—. Esta era otra de las cosas de las que quería hablarte, no sé como tocar a una mujer correctamente —analiza mi rostro entre la poca luz del lugar, yo sigo sin apartar mis ojos claros de los suyos, sus iris me atrapan—. Nunca me ha atraído a una mujer de esta manera Lillai —susurra de forma exquisita mi nombre, nunca me cansaré de escucharlo salir de sus labios—. Solo tenía sexo con ellas, no me importaba si salían lastimadas; no era problema mío —me tenso cuando lo escucho hablar de otras mujeres de esa forma—. No quiero lastimarte —su aliento choca contra mis labios entreabiertos.
Con mucha delicadeza pasa sus manos por mi espalda y acaban sobre mi cintura, el trazo de sus dedos dejan un camino de cosquillas y mi magia lo persigue con ganas de sentir más. Me acerca más a su cuerpo y huele mi aroma, se complace con el. Une mis labios con los suyos en un largo y esperado beso, nuestras lenguas se encuentran de una manera juguetona y me permito olvidar todo aquello y fundirme en el encuentro de nuestras bocas. Me separo y dejo mi mano sobre su mejilla—. No me lastimarás.
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Capítulo doble esta semana ;)
¿Cómo han estado? Espero que bien 🤍🤍
¿Qué les pareció el capítulo? Ya Lillai sabe sobre el pasado de Leander y él tuvo el coraje para contarle sus secretos 👀 ¿Qué opinan de Amalia?
También... el camino a la frontera ya va a llegar a su fin ¿Qué creen que pase?
Les quería mencionar que tengo una pequeña cuenta en Instagram donde soy un poco más activa. Comparto consejos para escribir, recomendaciones, memes y también imágenes y frases de la historia. Mi usuario es: a_cry_babyyy
¡Los adoro! Gracias por leerme y hacerme feliz 🤍 :3
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