9 años atrás, narra Leander:

Termino de comerme el pan seco, lamo mi dedo índice y con la saliva hago que las migajas sobrantes se adhieran a este. Introduzco los pequeños sobros restantes a mi boca y aunque estos no acaben con todo el hambre que tengo, pueda que sirvan de algo. Bajo la cabeza cuando siento la mirada de Lalo y Tony sobre mí, no me gusta que me miren de esa manera solo por tener hambre y no quiero otro castigo por ello.

Observo mis muñecas moradas gracias a todas las veces que amarran cuerdas para colgarme del techo. Mi estómago se revuelve de una manera desagradable, pero no lloro porque ya no soy un niño pequeño y soy fuerte.

—No has dicho ni una sola palabra desde ya hace dos días mocoso —habla Lalo con un tono serio, suspiro y lo miro a los ojos. No le tengo miedo, él y todos los demás son los únicos amigos que tengo—. Y no creas que somos idiotas, sabemos que algo está pasando por esa cabeza tuya ¿Qué es? —se acerca a mí y yo sigo sus pasos. Termina colocándose de cuclillas frente a mí, su rostro se relaja y ya no me mira tan severo. Trago la poca saliva que queda en mi boca y restos de pan bajan por mi garganta, raspando todo a su paso.

Me gusta cuando no están molestos conmigo y me divierte cuando me hacen sentir aún más en casa. Me lastiman, pero es para mi bien. Si quiero convertirme en ellos tengo que pasar por todos los obstáculos, si quiero salir adelante debo de sufrir todo lo necesario—. Yo... —mi voz rasposa ocupa lugar en la habitación completa—. Necesito que me ayuden —dejo de jugar con mis manos y las dejo quietas sobre mis piernas.

Lalo sonríe—. Adelante insecto.

—Yo... —mi corazón comienza a doler, con mi puño golpeo mi pecho y espero que el ardor desaparezca—. Extraño a mi mamá —mi voz se quiebra y de inmediato carraspeo mi garganta, a ninguno le gusta el llanto.

Aunque con los años me he distraído aprendiendo a disparar o como usar correctamente un cuchillo, a la hora de irme a dormir comienzo a llorar con el recuerdo de mi mamá. Imágenes de cuando intentaba sonreír en momentos difíciles siempre vienen cuando estoy por mi cuenta. También lo hacen los momentos inquietantes como el día en que murió, sus ojos sin vida son los que más me persiguen cuando sueño. Pero las lágrimas se van cuando recuerdo al señor que era mi padre.

—El recordar es una debilidad —habla más alto.

—Si señor.

—Querer es una debilidad.

Dudo un segundo antes de responder—. Si señor.

—Tener sentimientos es una debilidad y es la mayor de todas Leander —se coloca de pie, levanto mi cabeza para mantenerle la mirada.

—¿Extrañas a tu mamá? Eso es una debilidad, ya estás grande para eso y es momento de que lo olvides —sus ojos toman un color más oscuro—. ¿Quién mató a tu madre?

Lamo mis labios—. Mi padre.

—Respuesta correcta, ahora... ¿Lo odias? —asiento con la cabeza—. Lo has matado y conseguido tu venganza —mis manos tiemblan cuando recuerdo la sensación—. Pero aún no consigues estar satisfecho —me muestra sus dientes cuando sonríe, Tony llega a su lado—. Nosotros tenemos la solución a tu problema muchacho ¿Por qué crees que te hemos estado entrenado desde que llegaste? —se inclina, coloca sus manos sobre las rodillas, acercándose a mí—. Me aseguraré de sacarle provecho a tu enojo camarada —extiende su mano en mi dirección.

Mis ojos se agradan y sonrío por primera vez en la semana, me ha llamado camarada... Solo llamaban así a los miembros oficiales y los que probaban su lealtad a todos. Mi corazón se acelera con emoción, ahora me siento más parte de este grupo extraño. Tomo su enorme mano entre la mía y la sacudo con emoción.

Aunque no haya entendido muy bien sus palabras no me importa, soy parte oficialmente de su familia.