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9 - Yetzel.


Buenas.

Siento la demora, no pude subir capítulo ayer.

Espero que les guste :)

Ninguna de las dos entendíamos la decisión de Gale, pero él no nos dio muchas más explicaciones, por lo que Ailein y yo tuvimos que sacar nuestras propias conclusiones. Ella no arrojaba luz a mis pensamientos con sus descabelladas ideas, y él se mantenía en silencio durante todo el camino, hasta que llegamos a la cima, y observamos a nuestros pies aquel lugar de ensueño. Era como salido de una película de fantasía, el lugar más bonito que había visto jamás, incluso más que la primera vez que le vi, en un sueño.

- Explícame otra vez que ha hecho que cambies de opinión – él me ignoró, como en los últimos dos días, mirando hacia el espectáculo que tenía lugar en aquella posada. Apoyé la jarra de cerveza sobre la mesa y me hice escuchar entre el barullo de nuevo – estabas dispuesto a venerar a tu señor, y ahora estás aquí, pensando en cometer alta traición – apoyó sus manos en mi boca, tapándomela, haciendo que varios curiosos se fijasen en nosotros.

- Si sigues hablando así, harás que nos maten – pero yo no podía reaccionar, no cuando él estaba tan cerca. Era la primera vez que estaba tan cerca de un hombre, y me había quedado sin palabras – deberías subir y asearte, nos marcharemos a media noche – me soltó entonces y yo me puse en pie con rapidez, él lo hizo después, sin dejarme ir aún – he oído que en el mundo de los mortales hay agua caliente y que allí os bañáis todos los días.

- Hay algo sobre lo que tengo curiosidad – comencé, volviendo a cambiar el tema, él sonrió, divertido, mientras yo volví a fijarme en el diente del demonio que colgaba de su cuello. Levanté la mano y lo acaricié, haciendo que él mirase hacia ese punto, esperando a que dijese algo más – Ailein dijo que el elegido, el único que podía sujetar esa espada... murió en la batalla.

- Ven – me llamó, agarrándome de la muñeca, llevándome a un lugar que no era real, estábamos sumergidos en un lago. Era hermoso. Jamás antes había visto una cascada igual, el paisaje que nos rodeaba, los pájaros cantando a nuestro alrededor, y el sonido del agua cayendo me calmaba. Mi mirada se detuvo en él, estaba mojado, incluso sus cabellos lo estaban. Pero no fue eso lo que me impactó, si no su desnudez por la parte de arriba.

¡Por Dios Bendito!

Me tapé el pecho en cuanto comprendí que yo también podría estarlo, y me di la vuelta, haciéndole reír. Miré entonces hacia mi atuendo. Gracias al cielo yo estaba vestida, llevaba una larga túnica blanca.

- No es real – me calmó – es sólo un lugar dónde nadie más pueda escucharnos – le encaré entonces, enfadada.

- ¡Eres un degenerado! – espeté, molesta – podrías haber elegido cualquier otro lugar, pero eliges...

- ¿Qué es exactamente lo que te da miedo, Varsha? – se quejó él, mirando hacia la forma en la que las ninfas marinas nos rodeaban, despreocupadas, en paz, como antes de que llegasen los demonios a ese mundo. Perdí mi enfado entonces, volviendo a prestar atención a su pecho, a ese colmillo que colgaba de su cuello.

- ¿Cuánto tiempo llevas en este mundo? – pregunté al fin, haciéndole sonreír, al darse cuenta de que lo había averiguado.

- Eres perspicaz – contestó – cómo has podido comprobar no morí en la batalla – abrí la boca, al darme cuenta de que había tenido razón al pensar que Yetzel y Gale eran la misma persona. La cerré con rapidez, y tragué saliva – Tan sólo viajé a otro lugar.

- ¿A qué lugar? – sonrió, divertido, yo era más curiosa que el resto de seres de su mundo, y eso le gustaba, como jamás antes le gustó algo.

- Hay secretos que no puedo desvelar todavía, princesa – sonreí, dejando caer la mano, observando como él la agarraba al vuelo, y volvía a colocarla sobre su pecho. Se sintió extraño al rozar su piel cálida, era la primera vez que estaba tan cerca de un hombre de esa manera.

- ¿Dónde estuviste? – volví a preguntar, intentando focalizar todas aquellas sensaciones extrañas hacia otro lugar.

- Curiosa, muy curiosa...

- ¿Qué hacéis los dos aquí abajo? – dijo una voz junto a nosotros, sacándonos de aquella realidad, devolviéndonos de nuevo a aquel antro. Ambos nos echamos hacia atrás, con rapidez, ni siquiera estábamos cerca del otro, pero necesitábamos poner más distancia entre ambos.

- Iré a darme un baño – dije, sin despedirme de ambos siquiera subiendo las escaleras hacia nuestra habitación.

Darme un cálido baño caliente calmó mi corazón, o eso fingí, porque en el fondo estaba ansiosa, la situación anterior me había afectado demasiado. La cercanía de ese hombre que no conocía. Un ser que había vivido hacía mucho tiempo, incluso antes de que mi madre hubiese cometido una traición, antes si quiera de que la diosa del amor fuese castigada al norte de la isla. ¿Cuántos años tendría ese ser? Y lo que era aún peor, ¿dónde demonio había estado?

Me solté el cabello, saliendo de la tinaja, agarrando la toalla con la que secar mi cuerpo, levantando la mirada en cuanto terminé de colocarla alrededor de él, observando allí a Gale, desnudo por la parte de arriba. Su torso era extenso, y aún tenía miles de gotitas de agua sobre su pecho, haciendo que el colmillo resaltase de una forma especial.

¡Oh Dios Mío!

¿Por qué estaba allí ese hombre?

Se acercó, despacio, mientras yo retrocedía, hasta chocarme con la pared, fijándome en las sombras que dibujaban las velas de la estancia en la habitación.

- ¿Ailein te ha contado también lo que soy? – preguntó, haciendo que comprendiese que ese ser estaba creando de nuevo una ilusión, sin lugar a dudas, ni siquiera estaba allí en ese momento. Sonrió, divertido, como si estuviese adivinando lo que pensaba – estoy detrás de tu puerta, ¿crees que sería tan osado cómo para entrar en la habitación de una mujer que se está dando un baño?

Atravesé la estancia, molesta, atravesando la figura que él había hecho aparecer de sí mismo, abriendo la puerta, descubriéndole allí, vestido, sorprendido de verme tan sólo con una fina toalla cubriendo mi cuerpo.

- No quiero que te metas en mi mente – espeté. Asintió, como si fuese a aceptar mi petición – Eres una mezcla de todas las criaturas.

- Quizás quieras ponerte algo más antes de que hablemos – me dijo, haciéndome recordar que acababa de salir del baño. Le cerré la puerta en las narices, haciéndole sonreír, mientras yo me maldecía. ¿Cómo había podido abrirle la puerta con aquellas pintas?


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