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3 - La anciana del templo.


Os dejo el capítulo de esta semana. Espero que les guste :)

Recorrer los pasillos de la universidad junto a mi mejor amiga hasta encerrarnos en la biblioteca a estudiar por horas, eso fue lo que nos esperó aquel lunes, enfrascada en la lectura de difíciles fórmulas para el próximo examen.

Era buena en los estudios, siempre he tenido un don para la biología molecular, por eso estudiaba ese máster. Podría haberme especializado en cualquier otra cosa, haber tirado por la rama de la naturaleza y los animales, pero siempre me gustaron más las probetas y el laboratorio. Me sentía como Severus Snape en Howarts, estudiando pociones. Sonreí, divertida, por la comparativa tan absurda que había puesto. Era una apasionada del mundo de J.K. Rowling diré en mi defensa.

- Gerard no te quita ojo – dijo Eleanor a mi lado, dándome un codazo, haciendo que dejase de prestar atención a las fórmulas que adoraba por un minuto y mirase hacia ese chico popular que siempre estaba rodeado de gente. Desvió la vista en cuanto se sintió al descubierto, luciendo despreocupado. Sonreí, divertida, bajando la cabeza, algo avergonzada – está coladito por ti.

- Es guapo – reconocí, sin querer entrar en detalles. Lo cierto es que lo era. Rubio con los ojos claros, delgado y misterioso. Era totalmente mi estilo. Tan sólo había un problema, papá pondría el grito en el cielo si se enteraba de que estaba interesada en un chico. En aquel momento, los estudios eran lo primero para mí.

- ¿Sólo guapo? – se quejó mi mejor amiga a mi lado. Sonreí de nuevo – Te ha tocado la lotería.

- Sabes que no puedo – me quejé – papá pondría el grito...

- ¿Cómo puedes dejar que tu padre dirija tu vida? – me regañaba – Tienes 23 años, Varsha, tienes que tomar tus propias decisiones.

La bibliotecaria nos llamó la atención, y ambas agachamos la cabeza, disculpándonos. Volví a prestar atención al libro, pensando por un momento en algo que ocurrió el fin de semana, en ese extraño sueño. ¿Lo fue realmente? Porque la botellita que tenía colgada en mi cuello como colgante me recordaba a cada instante que no lo había sido.

Por un momento pensé en ese hombre, ese ser que salió volando hacia el cielo, era de belleza distinta al muchacho que tenía a escasos metros, si tuviese que elegir, diría que Gerard era mucho más apuesto, pero había algo en ese tal Gale que llamaba mi atención, quizás fuese la profundidad de su mirada, sus ropas extrañas o el hecho de que hubiese desaparecido de esa forma tan increíble en la que lo hizo.

Era imposible concentrarse si pensaba en el día anterior. Así que terminé cerrando el libro de un golpe, sobresaltando a mi amiga. Negué con la cabeza, en señal de que no era nada, y me apoyé sobre la mesa, mientras esta volvía a prestar atención a su lectura y yo me fijaba en el exterior, volvía a llover.

Me relajaba la forma en la que la lluvia caía, en ocasiones pensaba en lo que se sentiría a ser tan ligera como una gota de lluvia. Sonreí, el agua siempre tenía ese efecto en mí.

- Me iré primero – dije, haciendo que mi amiga me mirase sin comprender, metí los libros en la mochila, le hice un guiño cariñoso y me marché de la biblioteca. Tenía un largo camino hacia casa, debía coger dos autobuses para llegar al bosque, y andar durante media hora hasta llegar a la cabaña. Quizás en otra ocasión papá hubiese ido a buscarme para que no me mojase, pero tenía trabajo en la fábrica, tenían que terminar de construir una fragata.

Debajo de mi paraguas amarillo evitaba los charcos, justo como solía hacer cada día, pero aquel era un día distinto, no sólo porque estuviese tan distraída en clases, sino por lo ocurrido el día anterior, de alguna forma sentía que me había cambiado.

Me detuve en seco en cuánto escuché el eco de una gota en mi cabeza, frente al enorme charco que tenía delante de mí. Miré a mi alrededor, los coches seguían su camino, la gente caminaba despreocupada debajo de sus paraguas, nadie parecía haber reparado en mí, podría desaparecer y nadie lo notaría.

Una sensación extraña, antes inexistente se apoderó de mí, esa curiosidad por descubrir si volvería a ese extraño mundo, por descubrir qué es lo que me estaría esperando al otro lado.

Salté al charco, sumergiéndome en él, dejando mi paraguas atrás, porque parecía que él no pertenecía al mundo al que iba a viajar. Y al pasar al otro lado, pisé suelo firme, dejando el charco detrás de mí.

Lo cierto es que no, no estaba en el lugar extraño del día anterior, si no en uno bien distinto. Di vueltas sobre mí, mientras la lluvia me empapaba, observando el paisaje que había a mi alrededor, estaba en Tokio, rodeada de altos edificios y japoneses por todas partes.

¿Qué era esa magia extraña? ¿Cómo había podido transportarme de un lugar a otro? ¿Es que acaso los charcos eran portales que podían llevarte a cualquier lugar?

¡Oh Dios Mío! ¿Y si lo eran?

Miré a mi alrededor, de nuevo nadie me prestaba atención, así que volví a meterme dentro del charco, cerré los ojos, y al abrirlos había vuelto a casa, a la puerta de la universidad.

¿Y si lo intentaba de nuevo?

Volví a saltar sobre el charco, cerré los ojos con fuerza y al abrirlos me encontré a mí misma a las afueras de un viejo templo, pero de nuevo no era el lugar al que quería ir.

Observé a mi alrededor, nadie parecía haberse dado cuenta de mi llegada, sólo había una anciana que me miraba, con el cabello canoso, resguardándose de la lluvia debajo del templo, mientras pelaba zanahorias.

Caminé hacia ella, en busca de explicaciones, pero antes de haber llegado, me percaté de algo, yo no hablaba chino, y esa mujer sin lugar a dudas lo era. No había más que ver su atuendo.

- Allora – me llamó la mujer, extrañada - ¿eres tú, querida? – se dio cuenta antes de que hubiese respondido que aquella a la que esperaba cada día después de más de 23 años no era yo. Pero no lució triste, ni desamparada, al contrario, sonrió – Tienes sus ojos – abrí la boca, sin dar crédito. ¿Quién era esa mujer? ¿y por qué me hablaba de esa forma, como si me conociese? Aún más importante... ¿por qué entendía chino si jamás lo había aprendido? Ella miró entonces a mi colgante, hacia esa botellita, y eso la asustó - ¿Estuviste en Tlalocan? ¡No deberías haber vuelto! – No entendía a qué se estaba refiriendo. Pero quise quedarme callada, quería escuchar mucho más – Los Tupack no se detendrán hasta haberte encontrado.

- ¿Quién es usted? – quise saber, sin querer permanecer más tiempo en silencio - ¿y por qué me habla como si me conociese? ¿Qué es eso que me persigue?

- Yo no soy nadie – contestó – Al contrario que tú, lo eres todo.

- ¿Qué soy? – insistí, esa mujer me estaba sacando de quicio, pero antes de haber podido recriminarle algo más, el líquido que había dentro de esa botellita que colgaba de mi cuello se iluminó de una forma especial, haciendo que ambas nos fijásemos en él.

- Ellos están aquí – miré hacia mi alrededor, asustada. No había nada ni nadie, pero podía sentir como algo se alteraba, ella tenía razón, algo estaba cerca – debes marcharte a casa, Varsha – ya no me quedaba ninguna duda, esa mujer sabía exactamente quién era yo. Pero ni siquiera pude preguntar al respecto, no cuando del cielo cayeron seis hombres, rodeándonos, vestían largas túnicas negras y sus rostros tapados con una máscara verde y dorada. La mujer se levantó antes de que esos seres pudiesen reconocerme, y pronunció unas palabras en una lengua antigua, haciendo que mi rostro se desdibujase a ojos de los demás, siendo tan sólo un borrón – Márchate – pidió, haciendo aparecer de la nada una espada, al mismo tiempo que los hombres que nos rodeaban sacaban las suyas, más que dispuestos a empezar una lucha. Aquello me parecía de lo más inverosímil, como una escena de una película o algo – yo los entretendré – los guerreros nos atacaron, pero la anciana detuvo cada uno de esos ataques, haciéndome una señal con la cabeza para que me introdujese en uno de los charcos, pero yo estaba demasiado ansiosa por ver cómo ocurrirían los acontecimientos. Esa mujer no tenía culpa de nada, parecía que esos seres estaban ahí para apresarme, pero ... ¿por qué? ¿Qué eran lo que querían de mí? - ¿A qué esperas?

- Quiero respuestas – me quejé, levantando el brazo para detener la espada que uno de esos seres blandía para dañarme, era una idiotez, nadie puede parar la afilada hoja de una con la mano. Pero en lugar de eso, miré, maravillada, como de la nada aparecía una espada, siendo empuñada en mi propia mano, y la cosa no sólo quedaba ahí, la agarré y me defendí como si llevase toda la vida haciéndolo, como si realmente supiese lo que hacía. ¿Qué era lo que estaba ocurriendo?

- No – gritó la anciana, levantando las manos, dejando caer la espada al suelo, creando con sus manos una fuerza superior que los lanzó por los aires, contra los árboles que rodeaban el templo, incluso sobre este mismo – Vete ahora que aún no saben quién eres.

- ¿Quién soy? – quise saber, mientras los guerreros se recuperaban y se ponían en pie, algo confundidos, sacudiendo sus cabezas, adoloridos por el golpe que habían recibido.

- ¡Márchate, ya! – me ordenó, mientras ella se ponía en posición para volver a atacar a esos seres, justo en el momento en el que una daga volaba en mi dirección, me aparté antes de que me hubiese rozado si quiera, observando como esta impactaba sobre un árbol cercano y yo miraba hacia el ser que había intentado matarme - ¡Ahora! – me miró con odio, mientras yo escuchaba el llamado de la lluvia, esas gotas en eco, en mi cabeza. Me acerqué al charco y salté por él, apareciendo frente a mi cabaña, totalmente empapada, escuchando una voz que conocía bien a mi alrededor, impregnada en el viento.

"Reunámonos esta noche, en tus sueños, y te contaré todo lo que quieras saber, Varsha"

La busqué por todas partes, pero por más que peiné los alrededores, no había ni rastro de esa mujer, no había nadie más en el bosque. Pero no era eso lo que me asustaba, lo que lo hacía era que esa voz la había escuchado con anterioridad en mis sueños, cuando era una niña. Era la voz de mi protectora, así se había llamado ella cuando le pregunté quién era, a los doce años de edad.

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