2 - El otro lado.
Os traigo el capítulo de esta semana. Espero que les guste :)
Los cuervos era lo que podía escuchar en aquella mañana, mientras papá aún dormía. Hacía frío, más que de costumbre, quizás era un buen momento para encender la chimenea, pero apenas teníamos leña para hacerlo.
Salí a buscar algunos troncos, después de preparar un poco de café y dar un beso a papá. Sólo iban a ser un par de minutos, media hora cómo máximo, ni siquiera sabía que las cosas se complicarían tanto, así que, no llevé conmigo el chubasquero, las botas ni el paraguas.
La madera estaba aún mojada, parecía que en la noche había vuelto a llover, por lo que no podía llevar cualquier cosa. Con leña mojada el fuego no prende. Casi había desistido en mi tarea, cuando escuché una gota caer en uno de los charcos cercanos. Me acerqué a él, despreocupada, observándolo, a medida que me acercaba me iba dando cuenta de que no era igual que siempre, cuando me paraba a mirar su reflejo no podía verme reflejada en él, era otro lugar el que me devolvía la mirada.
Me coloqué de rodillas en el suelo, importándome bien poco manchar mis leotardos negros al hacerlo, apoyé también las manos a ambos lados del charco y acerqué mi cara un poco más, más que dispuesta a apreciarlo mejor.
- ¡No me digas que vas a meter la cabeza ahí dentro! – me sorprendió Caws, el mejor amigo de mi padre, como un tío para mí. Miré hacia él, me había dado un susto de muerte, y rompí a reír, sin poder evitarlo - ¿Aún está dormido? – asentí, él sonrió, divertido.
- Entra, hay café recién hecho.
Me dispuse a levantarme del suelo y seguí los pasos de mi tío, pero entonces el charco tembló, como si algo lo estuviese alterando. Me fijé de nuevo en él, y entonces lo vi, como si estuviese mirando a través del suelo, como si estuviese bocabajo. Había gente al otro lado, pero parecía ser una época distinta a la actual, la gente llevaba largas túnicas.
Sonreí, maravillada, atreviéndome a rozar el agua con los dedos, alterando ese espejismo.
¿Qué era eso? ¿Por qué podía ver eso en el interior de un charco? Tan sólo era una un charco ¿verdad?
Decidida a salir de dudas metí la mano, esperando encontrar el tope que me impidiese seguir avanzando, pero este nunca llegó, eso me sorprendió demasiado, incluso perdí el equilibrio y sin apenas darme cuenta caí al charco.
¡Dios! Era una locura. No puedes caer a un charco tan poco profundo y ahogarte. Pero en ese momento era lo que me estaba sucediendo, era como si hubiese caído al mar, me estaba hundiendo.
Nadé con todas mis fuerzas por volver a salir a la superficie, pero había un maldito impulso que tiraba de mí hacia abajo. Luché una vez más, pero era en vano. Miré hacia abajo, molesta con esa cosa, y entonces lo vi. Había luz al otro lado, no oscuridad, podía ver el borde el agua a ese lado, pero al volver la vista hacia el lugar por el que había caído también había luz en ese lugar y una superficie de agua.
¿Cuál de las dos era la acertada? ¿Por qué lugar había entrado?
Esa fuerza volvió a tirar de mí, impulsándome hacia la superficie de abajo y entonces salí, me agarré al borde del charco, y me impulsé hacia arriba, como pude, tosiendo, sofocada, tumbándome sobre la hierba, empapada, muerta de frío. Pronto mi cuerpo se calentó, hacía calor en aquel lugar, mucho más que antes de haberme sumergido.
Miré a mi alrededor, y entonces me di cuenta de que no estaba en el lugar correcto. Grandes árboles frondosos me rodeaban, vegetación de distintos colores, pájaros exóticos me sobrevolaban, y todo me parecía sacado de una película de ciencia ficción.
- ¿Estás bien? – preguntó una voz irrumpiendo en la calma del lugar. Levanté la vista, observando una figura varonil a contra luz. Era fuerte, vestía con ropas gastadas, como si fuese un mendigo, llevaba guantes de montar, y una fusta. Me tendió la mano para ayudarme a ponerme en pie - ¿por qué estás aquí? Nuestro padre ha dado órdenes de que nadie puede acercarse a los surcos hasta que no terminen las épocas de lluvias – le miré, sin comprender, no tenía ni idea de qué estaba hablando.
Me quedé observándole por largo rato, jamás había visto a un hombre como él, tampoco es como si frecuentase a muchos chicos, papá me sobreprotegía demasiado, aunque no era virgen. No quiero hablaros de mi primera vez, en el coche de un adolescente capullo, que fue una mierda literal. Era un hombre fuerte, de más o menos mi misma estatura, ancho de espaldas, con barba de no más de dos días, un hoyuelo en la barbilla, labios finos y ojos verdes. Tenía los cabellos color cobre, rebeldes y algo rizados.
Ni siquiera tuve tiempo para preguntarle su nombre, pues la lluvia comenzó a caer sobre nosotros en seguida. A él no parecía importarle este hecho, pero sí se fijó en mí. Sonrió y yo tuve una extraña sensación, como si ya nos conociésemos, pero era imposible, era la primera vez que lo veía.
- ¿Eres una Nyamb o una Tlaloque? – quiso saber. Yo estaba perdida, no sabía que responderle, para empezar, ni siquiera sabía dónde estaba – Soy Gale, por cierto.
- Yo soy Varsha – estrechó mi mano una vez más, y luego se fijó en las nubes que nos rodeaban, observándolas minuciosamente.
- Sin lugar a dudas eres una Nyamb – seguía perdida – tienes los ojos del color del Nauatl – parpadeé, porque os prometo que no entendía nada de lo que decía, era como si estuviese en otra época. Espera un momento, ¿y si realmente lo estaba? – he oído que quedan pocas de tu especie.
- ¿Qué eres tú? – quise saber, sin contestar a sus preguntas.
- Un traloque – asentí, cuando lo cierto es que no tenía ni idea de lo que eso significaba – debo marcharme ya, vos deberíais seguir vuestro camino – me sentía perdida en aquel lugar, con aquel hombre extraño - ¿es que acaso no tenéis Nauac? – pudo ver mi cara de perplejidad y se lo tomó como un no – Espera un momento – buscó en los bolsillos de su vieja chaqueta y sacó una botellita con un espeso líquido azulado. Era un azul brillante, casi neón – sabía que tenía un poco por alguna parte – me lo tendió, y yo me quedé mirándolo sin saber qué hacer, por lo que él finalmente tuvo que agarrar mi mano y obligarme a agarrarlo – Ha sido un placer, Varsha – me dijo, antes de mirar al cielo, impulsarse y salir disparado hacia arriba, perdiéndose detrás de las nubes.
¡Por Dios Bendito! ¿Qué es lo que era ese hombre? ¿Por qué podía volar? ¿Acaso tenía un muelle en el culo para salir disparado como un maldito saltamontes?
El sonido en eco de las gotas de lluvia cayendo sobre un charco en particular me hicieron perder la concentración, y me fijé en él, observando el bosque de RedWood al otro lado.
Salté con decisión, una parte de mí sabía que aparecería en casa, y así lo hice, pero a diferencia de la primera vez que atravesé esa especie de portal entre mundos, no me ahogué, tan sólo atravesé el agua y de un salto me coloqué sobre tierra firme.
Miré a mi alrededor, percatándome de que había vuelto a casa.
Quizás lo había soñado todo, quizás lo imaginé, y así lo habría creído, de no ser porque tenía sujeta en mi mano esa extraña botellita con ese mejunje azulado, que ese extraño ser llamado Gale me dio en la tierra que se encuentra al otro lado del charco.
Glosario:
· Nyamb – Viajero (nacido durante la lluvia). Son los seres que pueden viajar entre mundos a través de los charcos que dejan las lluvias.
· Traloque – Guía de la lluvia. Son los encargados de guiar a las lluvias a los distintos mundos que necesitan esta para sobrevivir.
· Nauatl – Río.
· Nauac – Mejunje de luz azulada que poseen los Nyambs. Puede ser usada como método de pago entre especies, como una poderosa arma, incluso para proteger a otros.
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