15 - El despertar del Caballero de Fuego.
Buenos días.
Aquí el capítulo de hoy.
Espero que os guste :)
Caminé hacia ella y me senté a su lado, para luego coger sus manos entre las mías, dándole el apoyo que necesitaba para seguir contando aquella historia. Recién comprendía su dolor, lo sola que había estado durante tanto tiempo al darse cuenta de que era el único de su especie, teniendo que esconderse para que los demonios no descubriesen su existencia.
Por alguna extraña razón podía verla en mi mente, como si la historia de su vida, su pasado, estuviese entre los estantes de una librería. Entonces lo supe, ella y yo estábamos relacionadas, ya que en algunos espacios dentro del tiempo habíamos estado en la vida de la otra.
Ella sonrió, con calma, antes de continuar.
- Yetzer nació humano, al igual que tú – aseguró, eso me sorprendió demasiado – del amor entre una criatura de las nieves y un humano – asentí, sin saber aún cómo era posible que tuviese dos poderes dentro de ella. Pareció adivinar qué era lo que pensaba, porque dijo algo más – también yo descubrí que era algo más con el tiempo – asentí – Pero no era eso lo que querías preguntar al despertar, ¿verdad? – negué con la cabeza, y ella sonrió, aferrándose a mis manos entonces – Tú ya conoces la respuesta a esa pregunta, Varsha – negué con la cabeza, y ella asintió – Los Nyambs encuentran a su compañero una sola vez en la vida, porque ellos son los únicos bendecidos por su señor para traer a otros como ellos a este mundo.
- Él y yo ... - empecé de nuevo, observando la respuesta en mi mente. Él y yo estábamos destinados a estar juntos, a encontrarnos, a pesar de lo loco que eso podría parecer, pues él pertenecía al futuro y yo a otro mundo. Por esa razón su naiac me protegía, porque a pesar de no estar completa, era la mujer que él ... Me atraganté con mi propia saliva al ver esa respuesta a mi alcance, sin querer pronunciarla si quiera y mucho menos aceptarla.
- Lo supo después de estar completo, Varha – tragué saliva, sin saber qué decir – cuál era su destino, a dónde nos llevarían sus decisiones y cómo sería la primera vez que os encontraríais. Porque... al igual que la diosa del amor, él también dispone de acceso a las profecías.
- Pero estas no le enseñan todo – me quejé, ella asintió.
- No todos disponemos de todas las respuestas, pero podemos hacer conjeturas y proteger lo que está por venir, ¿no crees? – acepté aquello – él ya sabía tu nombre incluso antes de que nacieses, Varsha.
- ¿Le mostraron mi aspecto? – quise saber. Ella negó.
- Las profecías no muestran rostros, sólo el poder que hay dentro de cada uno de nosotros, nuestras auras – lo comprendí, pues yo misma había presenciado todo aquello cuando tuve mi primera profecía en mi poder – pero él lo supo antes incluso de ver tu poder, tan pronto como cruzaste el portal y le confesaste tu nombre – sonreí con melancolía, recordando ese momento, antes de que todo comenzase – aunque pretendió no saberlo hasta que no tuvo más opciones de aceptar su destino. Él te ha protegido siempre, niña – la observé extrañada, pensando en ello – fue el que le dio a tu madre el poder de escuchar el agua para que pudiese salvarte tras tu nacimiento – entre abrí la boca, con sorpresa – el que protegió a tu padre, el que cuidó de ambos cuando llegaste a Rosewood – lo reconocí entonces, la voz que hablaba con mi padre cuando era una niña. Siempre cuidó de mí, porque sabía en lo que me convertiría más tarde.
- ¿Dónde está? – Pregunté con ansiedad, necesitaba verle, hablar con él, verle tan completo cómo él me vio a mí.
- Está liberando al ser al que pronto os enfrentaréis – tragué saliva, mientras ella sacaba de su túnica una botellita azulada que reconocí en seguida – el nauac os guiará hasta él – tan pronto como agarré este sentí esa fuerza penetrando en mi piel, una sensación que se expandía por cada poro de mi piel, bombeando con más rapidez mi corazón, acababa de darme cuenta de que eso que sostenía era parte del hombre con el que estaba destinada a estar. Me parecía irracional, era del todo mágico, fantástico, pues yo ni siquiera lo conocía, era imposible que sintiese algo por él. Pero era justo eso lo que sentía.
El miedo se expandió pronto por cada poro de mi cuerpo, el mismo miedo que su nauac sentía al desenlace que pronto tendría lugar. Pensé entonces en él, en lo que ocurriría después de acabar con la única cosa que había propiciado el nacimiento del ser que tenía delante de mí, incluso el Yetzer. ¿Qué sucedería con ambos después de que desapareciese el ser que desataría el caos de ese futuro? Si ese futuro nunca existía... desaparecerían todas las criaturas que estuviesen relacionadas con él.
Un pellizco se cogió en mi pecho al reconocer esa gran verdad a la que recién tenía acceso. Él se desvanecería, junto a su madre, tan pronto cómo nos hubiésemos librado del Caballero de Fuego. Eso era lo correcto. Pero ... si él realmente era mi destino... ¿cómo podía algo así suceder?
- Es la hora – dijo la diosa a nuestras espaldas, haciendo que yo mirase hacia ella, mientras la anciana volvía a presenciar la belleza que nos rodeaba, como si sus ojos ciegos pudiesen verlo de alguna forma.
.
Sumergirme en aquel surco y aparecer al otro lado, en los bosques que rodeaban el palacio del agua, observando la batalla que tenía lugar a mi alrededor, sin tan siquiera poder pensar en la triste despedida de aquella anciana, que incluso me abrazó y me dio ánimos para lo que acontecería a continuación, observando a todos aquellos demonios allí, luchando fieramente contra los guerreros y otras criaturas que no había visto jamás, incluso Tlaloc estaba allí, mi propio abuelo, con espada en mano, luchando fieramente por defender su hogar, con un destello azulado en sus ojos, y una sonrisa triunfadora, acabando con todo aquel que se atrevía a enfrentarse a él.
Saqué mi espada y me preparé para la batalla, enfrentándome a esa serpiente que había visto una vez, que me atacaba con dos espadas al mismo tiempo, pero la corté por la mitad antes incluso de que hubiese decidido lanzarme la segunda espada.
Mi fiera forma de luchar sorprendió a algunos, incluso despertó la curiosidad de Tlaloc, que sonrió en cuanto me reconoció, pero a diferencia de lo que muchos pensaron que haría, siguió defendiendo su reino, sin mover ni un solo dedo para apresarme.
Ailein estaba en el centro, luchando junto a Yetzer, intentando alejar al caballero de fuego de su séquito, pues después de haber recuperado sus poderes lucía aterrador, resquebrajando el cuerpo en el que habitaba.
- ¡Madre! – quité cuando la sangre brotó de sus ojos, lágrimas de sangre, que hacían que temiese que ese ser pudiese dañarla antes de devolvérmela.
- Princesa, Varsha – reconoció aquel ser, atrayéndome a él con un solo movimiento, justo cuando Yetzer se colocaba entre ambos, agarrándome por los aires al vuelo. Sonreí al verle, estaba guapísimo.
Me miró y me complementó de una forma antes inexistente, pero no fue eso lo que me calmó, si no su sonrisa, conectándose con la mía. Miró entonces hacia la botellita que colgaba de mi cuello y luego hacia mí. La abrí y dejé que el nauac le rodease, reconociéndole como su igual, mientras yo me echaba hacia atrás y algunos curiosos observaban la escena, incluso el demonio al que nos enfrentábamos dejó de luchar, fijándose en la forma en la que aquella sustancia penetraba dentro de él, lo reconoció en seguida, había sido él, el ser que lo destruyó la primera vez.
- Te destruiré, maldita hormiga – amenazó a sus espaldas, pero no podíamos fijarnos en él, no cuando algo alteró mi corazón al presenciar el nauac dentro de él.
Las nubes se arremolinaron sobre nosotros, mientras nosotros no hacíamos otra cosa más que mirarnos, los fuertes truenos se escuchaban por el lugar, y los relámpagos lo iluminaban todo.
- Yetzer – se sorprendió Tlaloc al ver aquella chispa de luz dentro de él, reconociendo enseguida a ese ser que venía del futuro para salvar a la humanidad de un destino atroz, fijándose después en la luz que había dentro de mí, en la forma en la que conectaba con la suya, comprendiendo algo que había estado oculto a sus ojos durante mucho tiempo. Pero antes de decir nada más, todos pudieron ser partícipes, pues él me agarró de la nuca y se abalanzó sobre mis labios, creando en mí miles de sensaciones dormidas, haciendo que mis sentimientos se agolpasen y me demostrasen que era real, la conexión que sentía hacia él.
Y entonces lo vi, en mi mente, la información que llegaba a mi desde el futuro, esa que siempre estuvo a mi alcance pero que ni siquiera supe ver.
Nos encontrábamos en el interior de un lago, mirándonos, escuchando los calmados sonidos de la naturaleza a nuestro alrededor. Él estaba distinto, su mirada lo era.
- Tienes que relajarte... - le dije, apoyando mis manos sobre su pecho, sintiendo algo hacia él. Le amaba de una forma que no podía explicar en ese momento.
- No entiendo lo que dices, si ya ha pasado ¿Por qué no lo recuerdo?
- Porque aún no has estado allí. Pero irás cuando estés listo, cuando estés completo lo entenderás todo, y tendrás acceso a toda la información del universo.
- Dijiste que sólo puedo alterar los lugares en los que ya he estado, pero yo nunca he estado allí. Así que... ¿cómo podré hacerlo?
- Lo entenderás todo cuando encuentres tu nauac – contesté. Él no comprendía mis palabras en ese momento, pero sí sentía algo cuando yo le miraba. Hasta un ciego podría verlo.
- Tú y yo...
La tormenta estalló, haciendo que nos separásemos, dejándome algo desorientada, al comprender qué era lo que había visto, esa información que necesitaba para comprender la razón por la que él vino a nuestro mundo. Fui yo la que lo guio hacia su destino. Y entonces... las palabras de su madre cobraron sentido "Algún día deberás enseñar todo esto"
No podía detenerme a pensar en ello, ni siquiera quería dejar abierta la puerta que conectaba mi mente con la yo del futuro, tenía trabajo que hacer, debía liberar a mi madre.
Apunté con mis manos hacia arriba, dejando que mi nauac abandonase mi cuerpo y crease una circunferencia azulada que nos protegiese de los demonios que querían llegar a su señor, que lo encarcelase en ese lugar que sería su propia tumba.
- ¡Ahora! – grité hacia Yetzer, haciendo que este dejase marchar también su parte mágica y se uniese a la mía, sabiendo que yo sería la única que podría controlar ambas.
¡Dios! Ni siquiera podía pensar en lo imposible que era sentir aquello hacia él, porque ni siquiera nos conocíamos, pero le amaba, tanto que parecía irreal. Una parte de mí lo sabía, que ese amor sólo estaba condicionado por esa conexión de mi parte mágica con la suya, nuestros nauac conectaban, justo como solían hacer los Nyambs para reconocer a su otra mitad. Pero aún tenía miedo de lo que sucedería cuando todo cesase.
Todo había estado preparado desde el principio para llegar hasta ese lugar. Él había viajado desde su futuro al pasado para salvar a la humanidad, para guiarme hacia él. De esa misma forma, yo viajaría al futuro para guiarle al pasado, hacia mí.
- ¡Estúpidos Nyambs! – gritó el caballero de fuego, abandonando el cuerpo de mi madre, que cayó al suelo inconsciente, mientras ese ser se alzaba sobre nosotros, cada vez más grande, formando una gran figura de fuego, para luego llamear toda la vegetación que había a nuestro alrededor, intentando alcanzarnos.
- ¡Varsha! – gritó él, haciendo piruetas por el aire, intentando huir de los ataques de ese ser – oblígale con el nauac – asentí, ordenando a nuestras fuerzas a que doblegasen a aquel ser, mientras él sacaba de la nada su espada, sorprendiendo a nuestro enemigo.
- ¡Hija! – escuché en medio de aquel caos, haciendo que dejase de prestar atención a lo que hacía y mirase hacia atrás, a cómo mi madre luchaba por mantenerse con vida. Corrí hacia ella e intenté socorrerla, pero entonces sus ojos se volvieron negros y se postró sobre mí, agarrándome del cuello, intentando estrangularme, haciendo que la bóveda azulada temblase, y que él mirase hacia mí, momento que el caballero de fuego aprovechó para tumbarlo de un solo golpe que lo elevó por el aire, haciéndole caer sobre la tierra a metros de distancia.
Alargué la mano para intentar alcanzarle, mientras luchaba con todo mi ser por liberarme de los brazos de mi madre, quería vivir más que nada en aquel mundo, más después de haberle encontrado.
Nueva información llegaba a mi mente, algo que estaba sucediendo en otro espacio, su sonrisa plena, después de haber encontrado su nauac, conectando de una forma sobre humana conmigo.
- ¡Yetzer! – grité, desesperada, tan pronto como el caballero de fuego lo agarró con una mano y lo sostuvo por los aires, apretándole tan fuerza que él tuvo que gritar de dolor. Parecía estar haciéndole daño, y el nauac se desvanecía sobre nosotros - ¡No! – vociferé, tan pronto como él caía a la arena, totalmente inconsciente, mientras yo me ahogaba más y más.
"Tú eres la única que puedes salvarnos a ambos" – escuché su voz en mi mente, eso me hizo despertar.
Agarré las manos de mi madre y la empujé hacia atrás, sorprendiendo a aquel ser, que miró hacia ambas, justo cuando yo rompía a gritar, un grito tan desolador que hizo que muchos dejasen de luchar y se fijasen en aquella pelea.
Mis lágrimas caían por mi rostro y yo elevaba el nauac, obligando a mi madre a mirar hacia mis ojos, ahuyentando a esa cosa que aún vivía dentro de él, mientras una figura peluda se levantaba del lugar en el que había estado el hombre al que amaba. Era él, convertido en un demonio, que estaba dispuesto a vencer a aquel ser siendo lo mismo que lo idolatraba.
Miró hacia mí y pude ver sus ojos dentro de ese ser, a pesar de que el negro predominaba casi por completo. Se abalanzó contra su señor, con espada en mano, y luchó fieramente con él, mientras yo seguía en el suelo, observando la escena, justo cuando mi madre empezaba a despertar de su hechizo y miraba hacia su alrededor.
Yetzer gritó de dolor, y entonces lo supe, se estaba convirtiendo de nuevo en un hombre. Eso sorprendió a todos, incluso al ser que debía vencer, que bajó la guardia, y él aprovechó para clavar su espada en su corazón, haciendo que este se quedase sin palabras, con los ojos abiertos de par en par, estallando en mil pedazos que se fue convirtiendo poco a poco en cenizas que cayeron por todas partes.
Miré hacia arriba, observando a aquel hombre que me miraba, aún con su espada en la mano, intentando volver a respirar con normalidad, después de haber destruido al ser que podría destruir todo lo bueno que había en el mundo.
Me tendió la mano, sonreí, feliz, justo cuando Tlaloc llegaba a nosotros y socorría a su hija, dispuesto a perdonarle todas sus faltas. Pero yo no podía reaccionar, no cuando veía como el hombre al que amaba se desvanecía frente a mí, él se percató en seguida, con sorpresa.
Negué con la cabeza, aterrada, poniéndome en pie, él sonrió, intentando calmarme, pero sabía que nada lo haría jamás.
Él no existiría jamás, pues habíamos destruido de este mundo, aquello que destruiría el suyo, la razón por la que él llegó a este mundo.
Me sentía tan perdida. Ni siquiera había tenido tiempo de disfrutar de su compañía, de lo que sentía por él, le había perdido antes de poder quedarme a su lado, antes si quiera de haber podido confesar mis sentimientos o escuchar los suyos.
Entonces las palabras de su madre llegaron a mi mente desde algún lugar de los distintos espacios de la esfera. Todo sucede de forma simultánea en lugares diferentes.
Volveríamos a vernos, aunque cuando eso sucediese, él ni siquiera sabría quién era.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro