Contraste absurdo:
el brillo del porcelanato negro

evocando ser boutique del extranjero,
ante kioscos erigidos en ruinas
y en pasillos estrechos.

Contraste absurdo:
la belleza de una ciudad ,
que por enésima vez se maquilla,
frente al diseño de cráter lunar
que conducen a las casas
de la zona popular.

Contraste absurdo:
el orden desteñido del uniforme verde olivo,
frente al caos que causa un bandido.

Contraste absurdo:
carros eléctricos,
donde es malo el servicio eléctrico
y carros sumamente valorados,

donde la mayoría no puede reparar su carro.

Contraste absurdo:
tres mil a uno y uno reducido a sus dos terceras partes.

No es contraste, es un robo.

Pero la necesidad ya no tiene cara de perro, sino de lobo;
por más que aulles,
eres solo un lobo sobreviviendo

al más duro y largo invierno.

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