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Dulce como la miel

DISCLAIMER: Los personajes y lugares le pertenecen a Tatsuya Endo.

* Pareja: Papá de [Redactado]/Mamá de [Redactado].

[...]

Cuatro y veinticinco de la tarde. El segundero de su reloj recorrió los números sin tregua y Franz no hizo más que resoplar, mientras recibía otra taza de café de parte de una mesera: por educación, un caballero jamás debía hacer esperar a una dama y aquello solo hizo que se sintiera extraño consigo mismo, al juzgar su propia perseverancia en una cita carente de compañía.

El diplomático peinó su cabello rubio cenizo y contempló la calle a través de la ventana de la pastelería, atento al aguacero que se intensificaba. «Si no es con ella, funcionará con cualquier otra», repitió el mantra que lo acosaba cada vez que temía fracasar en su misión; sin embargo, trató de no entrar en pánico y esperó a la futura ingenua que le aseguraría la nacionalidad westaliana.

─¡Franz! ─una joven pronunció su nombre, mientras se acercaba a su mesa─. Lamento la tardanza, debía terminar mi turno en la panadería.

─Amelie ─se levantó, atento a las gotas de agua sobre su cabello y parte de su vestido─. Veo que te sorprendió la lluvia.

─Westalis es impredecible ─rio un poco─. Eeeh... ¿me perdí de mucho?

─No, no, siéntate ─jaló una silla para que se acomodara y aprovechó en pedir una taza de leche caliente─. Creí que te arrepentirías de venir.

─Claro que no, te di mi palabra ─lo vio regresar a su asiento─. Es más, me apena que hayas esperado tanto tiempo.

─Solo fueron diez minutos ─mintió con elegancia, luego puso en marcha su trampa de miel y esbozó su mejor sonrisa, justo cuando la mesera llegó con su encargo─. Te ves muy hermosa.

─¿Y-yo? ─recibió la bebida, muy sonrojada por su expresión en público─. Tonterías, la lluvia arruinó mi vestido.

─Pues ─parpadeó al oír su respuesta─, eso no cambia mi perspectiva.

─Tal vez necesites gafas ─bromeó, tímida y divertida a la vez.

─«No se supone que deba empezar así» ─meditó para sí, sorprendido por haber fallado en sus primeros minutos de seducción─. «Hablarle de política y economía la aburrirá, tal vez si le pregunto por su familia... no, no, apenas la conozco un mes. ¡Ya sé, le diré que...!».

─¿Cómo te ha ido en tu trabajo? ─Amelie reanudó la charla.

─¿Mi trabajo?

─Sí, en la embajada ─sonrió─. Debe ser todo un reto asegurar la paz a diario, ¿cómo haces para que Westalis y Ostania no se peleen tanto?

─¿En serio te interesa? ─arqueó las cejas, atónito.

─¡Por supuesto! ─de repente, su entusiasmo cayó en picada─. A menos que tengas prohibido contármelo.

─No es eso ─reaccionó─. Lo siento, pensé que...

─Las mujeres no se entrometían en esas cosas ─se frotó la nuca, nerviosa y cabizbaja─. Lo sé, papá me dijo lo mismo hace años... perdóname, es que no sueles hablar mucho cuando nos vemos y quería conocerte un poco más. Si te incomodé, podemos cambiar de tema.

Después de tantos años como espía, Franz titubeó igual que un chiquillo y trató de compensar su silencio con algún gesto agradable; no obstante, solo pudo mirarla con asombro y lejos de molestarse, cerró los ojos mientras sonreía.

─Hmm ─suspiró─, eres una caja de sorpresas, Amelie.

─No te burles ─hizo un puchero.

─Lo digo en serio ─reafirmó, para después adoptar un tono más ameno y gracioso─. ¿Estás lista para oír los secretos más oscuros de tu país?

Amelie asintió entre risas y por más de una hora, ambos se enfrascaron en la charla más larga, variada y profunda de sus vidas. El plan inicial de Franz mutó infinitas veces, empezando por la rutina de la embajada hasta llegar a la gastronomía de Westalis y Ostania, y ocultó su admiración hacia la que ahora consideraba «la mujer más interesante del mundo»: una dama que, a sus ojos, superaba a cualquiera de su nación u otro país... pero eso era algo que no podía decirle y se lamentó de mezclar tantas mentiras y verdades en su conversación.

Sin embargo, su confusión terminó abriéndole caminos inesperados y cuando se dio cuenta, sus labios ya habían soltado información confidencial: datos que removieron el espíritu sensible de Amelie. Franz se halló a sí mismo contándole la vez que sus padres lo dejaron con su abuelo tras su divorcio y también escuchó las anécdotas felices de la muchacha, que contrastaban con su niñez solitaria. Por cada minuto transcurrido, la línea entre su misión y el remordimiento se hizo cada vez más delgada y solo pudo detenerse cuando sus manos se rozaron por accidente, al querer tomar un pan.

─Heh... ya casi son las seis ─revisó su reloj de bolsillo, algo aturdido.

─Oh ─su voz sonó triste─. Tienes mucho trabajo, supongo.

─Un poco ─dudó en responder─. Aunque la verdad, desearía pasar más tiempo contigo... mira, incluso dejó de llover.

─Es cierto ─recobró su alegría─. ¿Quieres dar un paseo por los jardines?

Franz aceptó al instante y tras dejar la pastelería, ambos caminaron por la avenida hasta llegar a la entrada de la Plaza de Westalis. Como buen espía, el falso diplomático pensó en todos los perfumes, adornos y dulces que usaría como arsenal de conquista con Amelie; sin embargo, su agudeza perdió ante el gesto más noble que había recibido en décadas: un detalle que reafirmó el desconcierto que le causaba aquella chica.

─Descuida, no la romperás ─Amelie le extendió una flor que tomó de un arbusto contiguo a la calle.

─¿Una margarita? ─cogió el tallo con cierto temor.

─Sí, como las que cultivaba tu abuelito ─le recordó su historia─. Tal vez no sea igual a las de tu infancia, pero pensé que te gustaría.

─«Amelie no debería regalarme nada... no, no, no, ¡algo está mal aquí! ¡Esta misión es importante! Además, he tenido incontables citas, ¿por qué me estoy equivocando tanto ahora? ¿Qué demonios hace que pierda el control? ¿Por qué cuando la miro...?» ─su lado racional intentó justificar su agitación, sin darse cuenta de que ya le había obsequiado su sonrisa más sincera─. No sabes cuánto te lo agradezco, Amelie.

─¿De verdad? ─preguntó, emocionada.

Franz asintió sin palabras y su poca cordura se esfumó al aproximarse a sus labios. El ruido de la ciudad fue reemplazado por los latidos de su corazón, sus manos tomaron las de Amelie y a punto de consumar su primer beso, un bus pasó sobre un enorme charco y salpicó bastante agua sobre ellos. Todavía en shock, Franz recién se percató de que estaban muy cerca de la avenida y no supo si maldecir a la lluvia por lo ocurrido o a su propio descuido.

─«Las citas no deberían terminar así» ─tosió, espantado por su trampa de miel arruinada; no obstante, hizo a un lado su crisis para ayudar a la pobre muchacha mojada─. A-Amelie, ¿estás...?

─Je, je... no puedo creerlo, ¡ja, ja, ja, ja, ja! ─se quitó varios mechones pegados a su cara, mientras estallaba en una carcajada que asustó al espía.

─¿Q-qué...? ─masculló, perplejo.

El diplomático no supo explicar lo que sucedió después. La noche ya había caído y los faroles brillaban con luz débil, pero nada se comparaba a la belleza divina de Amelie, pese a estar casi muerta de risa, húmeda y sonrojada. Su apariencia no parecía importarle y tampoco el hecho de que él mismo estuviera empapado frente a ella; sin embargo, el espía se maravilló de que tantos eventos extraños sellaran el éxito de su misión y el impulso de Amelie fue la prueba de ello, con el beso más dulce, sorpresivo y apasionado que le dio.

Por su experiencia en seducción, Franz le correspondió al instante. Por segunda ocasión en la noche, su corazón habló por él y la abrazó fuerte, ansioso de seguir probando sus labios. Por primera vez en su vida, comprendió que un espía como él también podía enamorarse.

[...]

N.A.:

¡Buenas noches! Antes de irme a dormir, quería postear este capítulo, no sin antes decir lo mucho que me agradó escribir sobre los padres de Twilight: de ley, una de las cosas que me gustaría ver en la serie es su dinámica amorosa.

Sabemos, por la infancia de [Redactado], que sus padres no tuvieron una buena relación antes de que iniciara la guerra (eso es algo que siempre criticaré del papá ausente, no debió tratarla mal); aunque como me dijo una amiga, sería interesante descubrir si las cosas fueron distintas desde la perspectiva de dos adultos... y si bien en mi headcanon, Franz (nombre inventado, igual que Amelie) empieza con esta cita como un sucio mentiroso (Loid, te hablan XD), me aferro a la idea que este hombre sí amó de verdad a la madre de su hijo.

No me queda más que decir, excepto esperar que este capítulo les guste bastante, ¡muchas gracias por sus lecturas y reviews, buena suerte! :D

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