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Cap: 65





Se como encontrarlo.

Había estado detrás de la pared escuchando, claro no era su intención, Fabiola solo quería preguntarle algo a su madre y sabía la regla que debía seguir cuando estaban sus tíos en casa y, si, nunca la había roto, pero agradece haber bajado en ese momento para haber escuchado palabras que levantaron su ánimo, y su mundo que creía que sería triste desde el momento en que su padre se fue, ahora estaba segura que podría mejorar y volver a ser lo de antes, solo necesitaba seguir a su tío y lo podría volver a ver, porque estaba segura que la persona de la que hablaban era su padre, y si no, bueno no tenía nada que perder.

Con más emoción había vuelto a su cuarto en silencio y comenzó a preparar su mochila del colegio con todo lo que necesitará que se resumía en su muñeca favorita y un cuaderno con sus dibujos y lápices, además de un poco de ropa, cuando estuvo listo la guardo y se puso a pensar cómo sería.

Le contaría tantas cosas, lo imaginaba, su papá la recibiría con los brazos abiertos, le daría mimos y jugaría con ella, como siempre debió ser, Fabiola miraba su habitación con una sonrisa enorme, estaba segura que después le dolerían la mejillas, pero valía eso y más.

Por fin vería a su papá.





[. . .]




Las últimas semanas habían estado organizando la sorpresa para Fabiola, habían contado con suerte al tener al profesor de su lado ya que gracias a él iban a poder hacerlo en una de las salas.

Era miércoles y tenían previsto que la fiesta fuera el viernes después de clases, lo tenían todo y hasta habían convencido a la madre de Fabiola cuando había sido la reunión hace unas semanas diciéndole que tenían una tarea para que les diera permiso lo que resultó ser un total éxito.

Esperaban que con todo eso Fabiola se animara y sonriera con verdadera felicidad.

Dennis se esforzaba porqué sabía que se sentía cuando de un día para otro tu padre desapareciera de su vida sin decir palabra alguna, y ella no había tenido a nadie aquella vez, había sufrido bastante, por lo que no quería que Fabiola se sumiera en tristeza.

Por eso la fiesta tenía que ser perfecta




[. . .]





Hermano. ¿Dónde fue mamá?

El Jefe abrió los ojos con rapidez y enfocó el techo de su oficina, dirigiendo después sus orbes a la puerta que fue abierta y se asomó Vladimir, procuró apartar los recuerdos de su mente y se concentró en ver fijamente como se acercaba con el maletín que se suponía era la copia exacta del que Ramón había robado.

Había estado estresado ese último mes, con todo lo del secuestro y los problemas con Luciano, tanto su cuerpo como su mente habían estado sufriendo las consecuencias, aunque sabía ocultar las cosas bien de los demás, pero cuando se encontraba sólo no podía manejar las imágenes de sus recuerdos, y no se daba cuenta el momento en el que su voz invadía su cabeza y opacaba todo a su alrededor.

¿Dónde se fue?

Siempre dicen que es fácil seguir adelante, que el tiempo lo cura todo, y él suele decirle eso a las personas que lo rodean, no para que se les grave, sino con la esperanza de que entre más lo repita quizá algún día pueda hacerlo él y no dejar que el pasado lo consuma.

Espera con ansias el día en el que pueda decir con seguridad que su pasado ya no lo atormenta, y seguirá esperando hasta que la muerte lo alcance.

Los pasos de Vladimir hacen que el Jefe le preste atención, y lo mire sentarse en frente de él.

—Tengo su ubicación. Él está en el norte. —Dice antes de pasarle una tablet donde un punto rojo en un mapa parpadea de forma constante.

No le sorprende, tampoco le causa algún sentimiento amargo como enojo o ira, más bien el Jefe sólo aprieta los labios y asiente, aquel día era miércoles y se preguntaba si el destino existía, porque lo siguiente casi lo hace sonreír.

—Hay que ir por él, nos lleva un día completo llegar a esa parte del norte. —Le devuelve el dispositivo y sin querer sus ojos se desvían al cuadro vacío en la pared—. Entonces será un viernes, este viernes. —Dice para nadie en específico recargando todo su cuerpo en la silla de cuero.

—¿Tengo que matarlo?

—No. —Se apresuró a contestar volviendo a tener la espalda recta—. Lo quiero con vida.

Vladimir frunció el entrecejo mirando al Jefe con mucha confusión y una pizca de tristeza.

—Esto, es por ella.

—Eres muy listo. —Le dijo sin dirigir la mirada—. Sólo no quiero romper mi promesa. —Completó después de un rato.

Un frío aire le recorre la espalda al pensar en aquella promesa que el Jefe hizo, y sabe que aunque pasen siete años o mil, Vladimir sabe, lo sabe más que nadie, sabe que olvidar es un privilegio del que el Jefe no es dueño.

—Pero ella está muerta, debe recordarlo. —Murmura despacio con miedo a hacerlo enojar, aunque sabe que más que enojarse, recordarle esa muerte no le traería más que impotencia y sed de venganza.

—Lo sé, para eso tengo la fotografía.

No son palabras vacías y ese es el problema, es el problema que los acecha desde que Ramón robó el maletín.

—¿Entonces cuándo va a ser el día en que la ponga en el marco y la saqué de ese cajón?

Fue atrevido de su parte el haber dicho aquella pregunta, pero teme más que al no haberla hecho se quedaría con el remordimiento toda su vida.

—Cuando yo muera y todo esto sea tuyo, podrás decorar como quieras y poner todas las fotografías que quieras, entre ellas la que yo guardo.

Él sigue evitando su mirada y no se inmuta cuando Vladimir jadeo consternado, sabe lo mucho que él odiaba que las personas hablaran de la muerte tan fácilmente.

—Yo no voy a dejar que eso suceda. —Dijo con decisión—. Jefe, mi trabajo es mantenerlo con vida, y soy bueno en mi trabajo.

Quiso sonreír por el comentario, pero como siempre se contuvo y terminó bufando sin corresponder la insistente mirada de Vladimir.

—Además usted es invencible. —Comentó con un poco de diversión.

El Jefe está vez entrecerró los ojos y volteó a ver a la persona en frente con una ceja alzada en incredulidad.

—Por supuesto que no, yo soy como cualquier otra persona.

Ahora fue el turno de Vladimir para resoplar mientras se paraba.

—Pero es mejor que cualquier otro Jefe de cualquier otra mafia, y eso lo convierte en invencible.

Fue lo último que dijo y atravesó la puerta alejándose del Jefe.

—Cuando yo muera...

Repitió en la soledad volviendo a cerrar los ojos.

Le gustaba imaginar un futuro diferente cada vez que se permitía pensar en ello y en cada uno de los escenarios él era feliz junto a la persona de la fotografía, se imaginaba yendo juntos a la escuela, y viendo años más tarde orgulloso como se graduaba, quizás siendo testigo de su primer amor, de su primer corazón roto, o tal vez su primer hijo y la hermosa sonrisa que está seguro le regalaría cada que sus ojos se conectarán, en el mejor de los casos imaginaba envejecer junto a ella, y otras veces sólo admirar de lejos como hacía su vida, cuando sólo la quería de vuelta, imaginaba que se conformaría con verla ahí, con vida. Incluso si él no participara, estaría realmente feliz si sólo estuviera viva.

Se consuela pensando que quizás en otra vida será, que al final cuando la muerte le tienda su mano y él la tome, podrá verla en aquello que muchos llaman el paraíso, pero sabe que ese no es su lugar.

—Y cuando finalmente muera...

Creé que si fuese el caso de que otra vida esté esperando después de está, estaría seguro que la buscaría y cuando la encontrará la abrazaría para no dejarla ir nunca, pero otra vez eso es solo su imaginación.

Y cuando abre los ojos su voz otra vez inunda sus sentidos dejándolo aturdido unos momentos.

¿Hermano, crees que ella sea feliz allá en el cielo?

En ese momento no supo contestarle, y guarda las palabras que le quiso decir aquel día en el funeral, espera que cuando sea su turno de irse pueda encontrar una respuesta certera.

Antes de cerrar los ojos y dormir para siempre decirle que...





N/A

Creó que nunca había puesto lo que pasa por la mente del Jefe y también creó que me gustó como quedó.

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