Cap:39
Otra vez la cabaña del Jefe era la protagonista de una improvisada reunión aquel miércoles por la tarde. Por lo que se encontraban todos allí, bueno casi todos.
—Dominic, no me contesta el teléfono. —Les decía Ignacia a sus compañeros—. Y yo le hice saber lo que el Jefe me dijo, pero no se que está pasando por su cabeza en estos momentos. —A los mafiosos.
—Quizás le pase algo. —Comentó Luciano sentado en uno de los sillones de la sala—. ¿Por qué no le preguntas directamente? —Decía sin mirar a nadie, jugaba con un elástico rojo y sus ojos estaban fijos sólo a sus manos—. Es lo que yo haría. —Y si se pudiera describir a Luciano ese día sería distraído. Completamente distraído.
—Le has preguntado directamente a Danilo acaso. —Atacó Dimitri de mal humor apoyado en una de las paredes de brazos cruzados y aspecto descuidado, Danilo y Dominic eran los únicos que faltaban—. No le des consejos si ni tú mismo los sigues.
Sólo Vladimir que se encontraba con el Jefe faltaba de los líderes y los otros dos nombrados, aún así la reunión se haría para que todos supieran los avances de todo, todo con respecto a Ramón.
—Déjalo. —Dijo una voz—. Siempre te metes en los problemas de los demás. —Brayatan con su usual chaqueta le habló alzando las cejas cuando recibió una dura mirada en respuesta—. Si es así entonces soluciona los tuyos Dimitri. —Había burla en su voz y ni una pizca de remordimiento.
Dimitri se enderezó bruscamente, e iba a caminar hacia Brayatan, mientras éste se iba a parar de su sitio molesto, pero se detuvo a medio camino, en realidad lo pararon.
—No empiecen ahora. —Dictó Carlos a un lado de él, con la navaja que estaba en su mano pero que había terminado en su cuello—. Sólo esperemos, en silencio. —Terminó, pero sonó a amenaza y lo era, los miró un par de segundos intercalando, y con destreza la bajo lentamente sin quitar ni un momento sus orbes de ellos.
—Lo que yo haga o no haga. —La voz obtuvo momentáneamente la atención de todos—. No es tú problema. —Luciano levantó la mirada y sus ojos oscuros pasaron de Dimitri a Brayatan analizándolos—. El de ninguno. —Dictaminó volviendo a bajar la cabeza y a seguir jugando con el elástico, como si nada hubiera pasado.
Por unos minutos todos se quedaron en silencio y acataron la orden dicha por Carlos, fue uno de esos momentos en la cabaña donde algunos estaban sentados, algunos andando de un lado a otro, y unos más estaban sólo ahí, sin decir nada o hacer nada.
Como marionetas o solo disfrutando la paz antes de lo que saben ocurriría en la oficina, porque nunca nada bueno pasaba allí dentro.
Y fue después de eso cuando Vladimir llegó, irrumpió y se situó en medio de la sala y les dijo a todos que ya era hora. Unas de las frases que ya habían escuchado todos, muchas, muchas veces. Cada uno se levantó de su sitio y caminó en completo silencio hasta la oficina donde estaba el Jefe, con Vladimir de cabecera y Luciano al final de todos.
Cuando entraron él estaba en su usual posición y todos se quedaron parados en frente, en cambio Vladimir se puso atrás como siempre y ahí empezó.
—Todos tenemos algo que decir, no es así. —Comenzó poniendo sus manos en el escritorio haciendo crujir su asiento, vestía su usual traje negro y su cabello oscuro combinaba, sus ojos aún más oscuros se movían sigilosamente por cada uno de sus subordinados—. Primero que nada se que tienen dudas, pero no sé si se resolverán ahora, pero eso es algo seguro. —Levantó su mano de manera lenta y Vladimir de un espacio abajo del escritorio sacó un maletín—. No les daré detalles acerca de lo que había dentro. —Y quizás eso fue el detonante.
Luciano y Carlos reconocían el maletín, se miraron casi al mismo tiempo y asintieron en el mismo silencio, era un maletín casi idéntico al que había estado en las manos de Luciano ese día. Ese día.
—Jefe. —Para sorpresa de unos tantos Dimitri habló, y se adelantó un poco hasta quedar a la vista de todos—. Yo soy uno de los pocos que sabía de la existencia del maletín y el laboratorio. —Su rostro, solo a vista del Jefe y Vladimir, estaba con un ceño fruncido y una mueca indescifrable, quizás furia, quizás decepción, no lo saben, pero su voz escuchada por todos en la habitación no les decía nada tampoco, nadie sabía cómo se sentía Dimitri—. Pero nunca hice preguntas, nunca las he hecho, y si. —Recalcó—. Puede matarme si lo desea. —Lo último mencionado no fue dicho con miedo, sino con valentía—. Pero ya creo que es tiempo de que nos haga saber a qué nos enfrentamos y que había en el maletín.
El silencio era muy tenso, y aunque no quisiera, Brayatan levantó su zurda y la dejó exactamente a la altura de la cabeza de Dimitri, de paso haciendo sonar el seguro, pero sin atreverse a disparar sin esperar la señal.
Una señal que no llegaba y el tiempo parecía ir cada vez más lento y el aire comenzaba a pesar en el pecho de todos. No decían nada, por el miedo a lo que pudiera pasar, no hacían nada tampoco, pero estaban dispuestos a todo.
—¿Cómo puedes decirle algo así? —Le habló Brayatan en lo que parecieron minutos interminables—. Él ha hecho de todo por nosotros. ¿Le pagas cuestionando sus decisiones? —Poco a poco el arma en su mano iba acercándose más a su cráneo, al punto de presionar fuertemente—. Como te atreves siquiera a abrir la boca. —Su rabia se convertía en palabras, y las palabras en un objeto punzante, hiriendo sin saberlo—. Él es el Jefe, tú no eres nadie.
Parecía lo último que iba a decir, pero al obtener una respuesta, que no fue más que un pequeño, pero perceptible movimiento de hombros, como si riera, se enojó aún más y no se detuvo.
—Nuestras órdenes son seguir a todo lo que él diga. No pararse a pensar en lo que es bueno y lo que no. Si fuera así entonces no estarías a la altura. —Volvió a presionar el seguro del arma, y mirando al suelo Brayatan no creía que dudar fuera algo que haría, pero ahora no pensaba en nada más que fuera algo o alguien que lo parará, que lo detuviera, aunque no lo dijera en voz alta y sus propias palabras lo traicionarán—. Sólo de la orden, Jefe.
Y sólo eso bastó para que muchos se agitaran, y temieran, pero sólo unos pocos reaccionaron e intentaron algo.
—Jefe... —Susurró Ignacia con un poco de pánico y un imperceptible temblor en su voz—. Se que no quiere perder a nadie más. —Intentó persuadir con sutileza y se acercó al escritorio—. Le prometemos que no nos interpondremos en su camino. —Sus manos no se quedaban tranquilas e implorando en silencio le enviaba esa señal al Jefe, quien sólo la miraba directamente sin decir nada—. ¿Pero ésto no es llegar demasiado lejos? —Apuntó a Dimitri que no parecía tener una pistola en su cabeza ya que se veía bastante tranquilo, sólo tenía los dientes apretados y la mirada fija en algún punto de la pared-. No lo tiene que hacer. —De a poco su voz iba siendo más baja y su miedo incrementaba—. No tiene que volver a ocurrir...
—Lo sé.
Fue la respuesta obtenida y un sentimiento de inquietud se apoderó de todo el cuerpo de Ignacia y la hizo morderse sus labios, miraba sólo al Jefe, pero nada le decía que sólo con eso iba a lograr que dejaran de apuntar a uno de los suyos.
Y cuando creyó que lo peor lo estaba viviendo, el Jefe hizo algo que aunque sorprendió a todos, no los dejó totalmente impresionados, ya que sabían que él era capaz de muchas cosas. Era impredecible.
El Jefe no dio la orden para matar a Dimitri, hizo un movimiento de cabeza y Brayatan sacó el arma de su cabeza, y volvió a su bolsillo. Bajo la atenta mirada de todos y una confusión, ya que, según el código que debían seguir, si alguien preguntaba o dudaba o traicionaba. Moría. Dependiendo de la gravedad de sus acciones era tratado como tal y si el Jefe lo decía la muerte era el destino que tenían que afrontar. Y ahora Dimitri había arriesgado todo.
—Sé a lo que quieres llegar con todo esto. —El Jefe seguía siendo eso, el Jefe, por lo que todos al oír su voz volvieron a la concentración y posición que tenían antes—. Pero acaso, Dimitri. —Dijo su nombre una octava más bajo y un rostro serio, tanto que el miedo se apoderó de muchos—. Mereces saber algo, te lo pregunto. ¿Lo mereces, o solo quieres saber? —Mientras lo decía se iba haciendo para adelante con una de sus manos apoyándose en el escritorio—. Responde. —Ordenó sin dejar de mirarlo.
—Lo merezco. —Dimitri dio una exaltación y su pecho se expandió, seguía viendo sólo algo invisible en la pared, pero sabía que todos lo observaban—. Eso, lo merezco, todos lo merecemos. —Está vez con orgullo más que nada vio al Jefe y no retrocedió—. Siempre lo hemos seguido y hemos permanecido a su lado, hemos sido de sus mejores soldados por así decirlo, y ahora solo le estoy pidiendo esto. Lo merecemos. —Respiraba agitadamente y sus manos estaban hechas puño. Volviéndose blancas.
En el despacho del Jefe, todos estaban sorprendidos y algunos esperaban lo peor, pero sólo unos cuantos sabían la verdad, y no estaban dispuestos a revelar nada, uno de esos era el Jefe que después de escuchar las palabras volvió poco a poco a su acostumbrada posición, y con un silencio tan frío como el invierno los dejaba a todos en una espera infernal.
—Respuesta incorrecta. —Dijo con neutralidad y en un rápido movimiento se levantó, sacó una pistola kimber eclipse y disparó, sin dudar.
El lugar quedó en silencio, quietos y a la espera, tensos por el ruido del disparo, sólo se oían las respiraciones y el vidrio caer al suelo, algunos habían cerrado los ojos, otros por instinto habían retrocedido, y otros no se movieron ni un centímetro.
Nada más.
—Me decepcionas Dimitri. —El Jefe bajó su arma, y en su puesto miro al susodicho alzando el mentón con superioridad—. Yo creí que ya habías aprendido. Y ahora no pensé que harías algo tan estúpido frente a todos. Creía que eras más inteligente. —Ladeo la cabeza a la izquierda y miró a la pared el cuadro que había colgado y que ahora estaba destrozado—. Me gustaba esa foto. —Dijo como si no hubiera disparado y no tuviera a Dimitri asustado con una herida en la oreja y la mano presionando allí, incapaz de creer la situación.
Octavio estaba a un lado de Brayatan, ambos detrás de Dimitri, y los dos sintieron la bala pasar por sus cuerpos y dejaron de respirar por unos instantes, pero veían directamente que Dimitri en cambio sólo se tocó el lugar de trayectoria de la bala, y agitado suspiro en silencio.
—Solo discúlpate y dejemos pasar esto. —Fue lo que Octavio le aconsejaba con rapidez, después de un momento en el despacho en el que todos solo miraban al Jefe—. Vamos Dimitri, hazlo.
El nombrado estaba en un trance y cuando escuchó la voz, aunque muy lejana, se atrevió a mirar al Jefe y sus oscuros ojos le helaron profundamente, pero se obligó a asentir y con un temblor en su voz y todo su ser, habló.
—Perdone Jefe, fui imprudente. —Y para su suerte no tartamudeo y le dio una inclinación de cabeza temblando ligeramente y se quedó en ese estado hasta que el Jefe le dijera lo contrario, y ahí mirando el suelo vio su propia sangre caer en gotas—. Perdóneme.
El Jefe imponente sólo dio un movimiento de cabeza otra vez y Brayatan levantó a Dimitri bruscamente. Dejándolo atrás de todos.
—Si alguien más quiere decir o hacer alguna idiotez, adelante, háganlo. —Los retó él volviendo a sentarse—. Yo no tengo ningún problema. —Entrecerró los ojos y esperó algo que nunca llegó—. Me alegro que sea así entonces. —Se acomodó, puso el arma en la mesa y entrelazo sus manos—. Ahora si empezaremos, sin más interrupciones espero.
—Sí, Jefe. —El unísono de voces sonó y él asintió, comenzando por fin a decir para que los había llamado.
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