Cap:38
Voy a hablar de un tema un poco delicado, como lo es el aborto, así que me disculpo de antemano si es que a alguno le molesta, puede saltarse el capítulo.
Dominic no paraba de pensar en Daniela y lo que ella le había dicho, si, quizás escondiera muchas cosas, quizás fuera mafiosa y quizás una mentirosa y asesina de primera, pero era un buena amiga, o eso quería creer, o eso era lo que creía antes, porque le ocultó ese secreto a todos incluyendo a Ignacia y al Jefe, pero a este último no sabía que le estaba mintiendo, eso lo descubrió hace unos días y ya lo dijo, es una buena mentirosa.
Había estado pensando en Daniela y en lo que le había dicho, o en lo que había pasado, exactamente hace unos años, unos años que aunque lo intentará no podría olvidar, y eso sabía con exactitud que nunca, jamás podría olvidar.
Quizás sea el karma o algo pero ahora que pensaba en lo que había ocurrido con Daniela estaba segura sólo de una cosa.
El destino es un bastardo que hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere a costa de todo.
Fue hace un par de días que se planteó el ir y preguntarle directamente a ella lo que estaba ocurriendo, o lo que Dominic creía que estaba ocurriendo pero lo que creyó era algo ligero que podrían manejar, cada vez se les salía más de las manos y justo en ese momento cuando estaban frente a frente y le pregunto qué es lo que le pasaba para que ella estuviera tan triste, pensó que lograría algo con respecto a un caso que se volviera más personal y le hiciera recordar, pero lo que obtuvo no fue exactamente de esas respuestas.
La interceptó en el baño de la Brigada aquel lunes, tal vez no fuera el mejor lugar pero Dominic lo había estado intentando ya hace bastante tiempo y solo no podía encontrar el momento indicado y cerrando la puerta con pestillo la encaró. Y cuando lo hizo suspiró pensando en esos tiempos cuando eran más jóvenes y tuvieron que tomar esa decisión.
Su rostro de repente se contrajo en agonía y dolor, Daniela lloró silenciosamente en su hombro unos minutos, y cuando estuvo a punto de preguntar qué le ocurría, ella habló. Soltó palabras que Dominic no creyó volviera a oír nunca.
O eso era lo que creyó.
—Es él. —Su voz sonaba amortiguada por aún estar abrazada a ella, pero se distinguía su pena y amargura—. Alonso...
Y cuando lo hizo volvió a sollozar y se tenso, apretando mucho más fuerte y ella se mantuvo sosteniéndola sin dudarlo. Nunca dudando.
Pensaba en ese momento, lo recordaba a cada segundo y cuando lo hacía recordaba lo que la mantuvo despierta años atrás, cerraba los ojos intentando no hacerlo ya era muy difícil recordar y hacerse responsables de algo que creían ya estaban libres.
Fue en la época en la ella e Ignacia aún estaban en la escuela y ambas ya se habían planteado el ir a la academia policial, pero debían terminar ese año, Dominic no era muy conversadora pero sí muy simpática cuando alguien se acercaba a hablarle y en esos años se había hecho amiga de una chica en particular, mayor que ella, unos cuantos cursos, dos para ser exactos, compartían sus días y sus tardes, pasaban conversando y pronto se volvieron muy cercanas pero no a los ojos de los demás.
Era Daniela.
Ignacia si sabía que tenía una amiga pero no se involucró, de hecho las dos tenían amigas y ambas en esa escuela iban para distintos lados, aunque si eran parte de la mafia, aunque en esos tiempos un escalón bastante bajo de esta misma.
Y fue un día muy normal, recuerda, pero todo cayó cuando ambas, Daniela y Dominic estaban en los baños de la institución demasiado calladas para lo acostumbrado o eso pensaba Dominic.
Y creía que tenían algún problema familiar ya que Daniela si los tenía y aunque fuera muy sonriente y animada se lo escondía muy bien, pero no era eso.
Claro que no lo era.
—Estoy embarazada. —Fue lo que le había dicho, bastante nerviosa y arrugando su uniforme que de por sí ya estaba bastante desordenado—. No sé que haré. —Y fue cuando se rompió y lágrimas bajaron por sus mejillas y cayó al sucio piso de aquel baño, totalmente destrozada.
Once años después volvía a creer que lo que hicieron no fue lo correcto, Dominic y Daniela mantenían un secreto y fue ese el que la hizo suspirar, y volver a escucharse a sí misma decirle cuál era su mejor opción.
—Quédatelo. —Fue su elección de palabras—. Si lo abortas... Bueno. —Paro, dudó, arreglo su cabello castaño intentando parecer no tan nerviosa. Estaban en la habitación de Daniela, mínimamente decorada con cosas que un adolescente normal debería tener, pero que ella no tenía—. Es tú decisión, yo no te puedo decir que hacer, solo tú. —Recalcó—. Tienes la última palabra, sólo haz lo que creas correcto. —Dijo con melancolía frente a frente, tomando sus manos—. Lo que sea que quieras yo estaré aquí para apoyarte. —Concluyó abrazándola y quedando así unos buenos minutos hasta que Daniela habló y empezó todo.
Empezó algo que jamás terminaría, pero como saberlo, solo eran ellas dos contra todos o eso intentaron y por mucho tiempo lo lograron pero los meses pasaron, siendo Dominic la encargada de mantener oculta a Daniela y cuando poco a poco la fecha de parto se acercaba la incertidumbre y miedo crecía a pasos inmensurables.
Nunca le pidió una explicación ni detalles de lo sucedido, como, cuando fue, el donde o quien era el padre, pero si sabiendo que no había sido parte de una violación y eso la mantenía tranquila, eso no lo preguntaba y le sirvió un poco ya que entre menos supiera mejor o eso pensaba.
Daniela había mantenido sus estudios desde el lugar donde se quedaba, ambas habían falsificado algunos documentos para que eso fuera posible. No tuvieron inconvenientes y sabían que nadie se había enterado.
Ni siquiera Ignacia.
[. . .]
—Es imposible. —Fue lo que le decía Sokolov en su escritorio, o le dijo en esos momentos, totalmente escéptico y a la negativa—. Una locura de principio a fin.
Terminó deslizándose de su silla y parándose de allí llegando hasta donde León, que unos minutos estuvo allí junto a los demás y ahora había llegado de repente diciendo cosas muy rebuscadas de Ignacia y Dominic.
—Ignacia dijo nosotros. —Módulo letra por letra—. Estoy más que seguro que estaban hablando de las mafias, Jefe, Las mafias. —Sus manos se movían al compás de sus palabras y expresaba su enfado y euforia—. ¡Es obvio que ellas están trabajando para las...!
—¡Ya basta! —Gritó dando un manotazo a la pared con el puño cerrado muy fuerte, haciendo a los cuadros colgados retumbar.
Ante eso León paró abruptamente su diálogo y miró a Sokolov a su lado sorprendido, ya que no solía gritar de esa forma.
—Empiezo a creer que eres tú. —Lo apuntó acercándose lentamente hasta llegar a su lado y tocarle el pecho con su dedo—. El que trabaja para las mafias.
León no sabía como reaccionar y a la defensiva intentó decir algo.
—Jefe... Yo...
—Cállate. —Habló Sokolov está vez más tranquilo, lo que le daba más miedo—. No quiero que vuelvas a venir aquí a decir ese tipo de estupidez. —Había bajado su dedo pero su cercanía seguía y con ella el temor crecía—. No te despido porque eres de mis mejores hombres, pero vuelve a pisar mi despacho diciendo tales cosas y será la última vez. —Terminó con decisión y dureza.
No dijo nada y se mantuvo con el mentón alzado hasta que León tartamudeó, algo que según él no haría jamás o no reconocería por el orgullo.
—Claro jefe, no lo...
—No te di permiso para hablar. —Lo interrumpió nuevamente y se alejó hasta la puerta y la abrió, dándole una orden silenciosa.
Con algo de miedo pero más herido no físicamente sino con una herida en su orgullo León dejó la oficina de Sokolov, yendo directamente a su oficina y pensando entre sí, que sí su propio Jefe se iba a quedar en la ceguera y no afrontar la verdad, tendría que ser él la persona que descubra lo que ellas se tenían entre manos.
Y lo iba a lograr.
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