
Cap:34
Ignacia y Dominic llegaron al laboratorio principal, sin ningún problema, allí Jessica se encontraba sepultada entre papeles, su cabello estaba revuelto y desordenado, a su lado Dara tenía un semblante enojado y tenso.
Ambas parecían demasiado centradas en lo que hacían para darse cuenta de que tenían todo hecho un caos y que no tenían ni la bata obligatoria puesta, por lo que las chicas se quedaron en silencio y las observaron unos segundos para después acercarse, estaban en la mesa principal, también estaba Daniela en una esquina, ella solo se mantenía a un lado con la cabeza apoyada en su mano y con una mirada perdida y ausente, Ignacia no le dio mucha importancia pero Dominic ya se estaba planteando hablarle y preguntarle qué le pasaba, no en seguida claro, pero lo haría.
—Sokolov nos mandó a ayudarles. —Dijo Ignacia llamando la atención de Dara que saltó en su lugar y se irguió con sorpresa y cansancio, aburrimiento y muchas cosas juntas—. Bueno... —Dudó y se apoyó en la mesa—. Él nos dijo que ustedes nos explicarían. Ya saben. —Aclaró pero ella solo la miraba con los ojos entrecerrados y Jessica de un momento a otro estaba dormitando en su sitio.
Dara no entendió a qué se refería por bastantes segundos pero de repente se levantó más que rápido y jaló a Jessica con ella recién despertando.
—¡El caso de los robos! —Gritó llevándose las manos a la cabeza y se puso a buscar entre todo el desorden que tenía una carpeta de grosor pequeño y cuando la tuvo en sus manos la dejó caer de forma tosca provocando un gran ruido, después Jessica pareció despertar y observó a las chicas y sin decir nada asintió.
—Éstos últimos días hemos estado un poco ocupadas y tenemos mucho tiempo, pero el caso de los robos no es mucho considerando otros casos.
Dara suspiró y prosiguió a darle una seña a Jessica que abrió la carpeta y la dio vuelta para que Ignacia y Dominic la vieran.
—En los últimos días ha habido una serie de robos y altercados masivos en cada tienda que va desde electrónica a especializarse en relojería o joyería. —Estaba hablando de forma extremadamente seria—. En diferentes zonas del país, no tenían nada en particular solo el tipo de cosas que vendían, tampoco hay ni un indicio de quién pudo haber sido. Ahí. —Les apuntó la carpeta—. Está toda la información, no encontramos las grabaciones en las cámaras de seguridad y casualmente no había ningún testigo que ayudará a la investigación ya que los robos fueron llevados a cabo en altas horas de la noche y adentrándose en la madrugada. —Dijo con sarcasmo—. Por consecuencia no se sabe si actuaron de forma individual o en grupo.
Jessica ya parecía estar completamente despierta y Dara ahora se cruzó de brazos y su expresión se endureció.
—Pero de lo que podemos anticiparnos es que fueron las mafias. —Su voz sonó tan fría y confiada que si Ignacia y Dominic no fueran de una mafia de seguro también hubieran llegado a la misma conclusión—. Es lo único seguro.
—Pero como están tan seguras. —Fue lo que dijo Dominic analizando las hojas de las carpetas—. Por lo que se sabe, pudo haber sido cualquier delincuente.
Cuando terminó, Dara la miró sin inmutarse y en su rostro se dibujó una media sonrisa.
—No cualquiera mata a todos los que se le cruzan. —Comentó sin dejar su postura y con un movimiento le dio a entender a Dominic que diera vuelta el expediente y cuando lo hizo se quedó estupefacta. Lo que mostraban las hojas eran unas fotos de personas, pero no eran personas, eran cadáveres específicamente—. Ves lo que es, los únicos que siempre matan a cada posible testigo son las mafias y en este caso cada tienda de la que recibimos un aviso de robo era un transeúnte aterrado al ver un cadáver o un familiar llorando. —Su mirada no se suavizó y se apoyó en el borde de la mesa—. Y lo peor es que no robaron nada y solo mataron por diversión —Terminó.
El laboratorio se quedó en silencio, pero Ignacia pensaba que ellos no harían algo así, quizás en el pasado cuando se estaban poniendo los límites pero ahora las cosas eran diferentes, siempre procuraban dejar a un testigo para infligir terror, nada más, o eso es lo que hacían cuando las mandan a misiones.
—Pero saben cuantas mafias hay en el país. —Comentó Ignacia mirando la carpeta de forma brusca—. Quizás actuaron por cuenta propia, ya saben, aquí dice que no solo fue aquí en el centro sino que en todos lados, entonces...
—No creo que sea importante eso. —Le cortó Dominic mandando una significativa mirada—. Si. Fueron las mafias pero más allá de eso no tienen nada o sí. —Preguntó con la intención de desviar el tema.
—En realidad eso es lo más destacable, lo demás lo están haciendo forenses, porque llegaron hace poco los cadáveres, ya que en el fin de semana, atacaron a dos y como siempre mataron a los que estuvieran cerca.
—Ellas deben estar haciendo un informe ahora mismo, porque no se pasan por allí. —Les dijo Jessica caminando encorvada hacia la salida—. Voy a lavarme la cara, vuelvo enseguida. —Miró desde donde estaba—. ¿Te traigo un café?
Dara dio una aceptación y prosiguió a ordenar las hojas y todo lo que estaba en la mesa.
Mientras Ignacia y Dominic tomaban nota de los lugares de las tiendas.
—Ya los tengo. —Le dijo Ignacia—. ¿Vamos al laboratorio forense?
Pero Dominic tenía otros planes y negó sin decir nada, Ignacia confusa se fue sin antes decirle a su compañera que debía almorzar con ella.
[. . .]
—Está intentando abrirlo.
Comentó Mateo, el líder de la Wim, era alguien de estatura promedio, ni muy musculoso ni muy delgado, estaba en su escritorio, con sus manos entrelazadas y su rostro apoyado con la mirada fija en la pared en frente.
Hace poco se había enterado que el traidor al parecer estaba asaltando diferentes tiendas, también de que fue visto en una frontera, pero lo que pareciera importante para muchos era sólo un movimiento insignificante para él, no había escuchado a nadie en su mafia que lo supiera y él como se había enterado de la información no era algo de lo que estuviera orgulloso, sobre todo porque aunque hubiera pasado solo un día desde que el traidor hiciera una de sus jugadas, nadie de sus líderes había llegado a su lado y le había proporcionado la información, nadie, ni uno sólo y eso lo mantenía algo alerta pensando que quizás, solo quizás no estaba haciendo las cosas bien.
—¿Pero qué es lo que tiene en su poder? —Dijo al aire, girando en su silla—. ¿Qué es lo que esconde el Jefe?
Estuvo dándole vueltas a eso bastante tiempo pero uno de esos pensamientos fue abruptamente cortados cuando el Pato hizo acto de presencia tocando la puerta de manera suave.
—Permiso. —Susurró bajito, como siempre tan respetuoso, pensó Mateo—. Yo te quería decir algo.
Mateo se sorprendió un poco, Pato no era un líder sino que era un subordinado de Mijaíl y por lo que sabía eran ambos muy cercanos.
—Lo que quieras.
Pato dudó y sus manos se juntaron entre sí en un gesto de nerviosismo.
—Yo te tengo que decir algo. —No sonaba seguro ni lo miro a los ojos y Mateo ya estaba pensando en posibles escenarios uno más brutal que el otro—. Es sobre Belén y Karen.
Mateo frunció el ceño y lo incitó a seguir, pero Pato pareció acobardarse y no volvió a decir algo hasta pasados unos dos minutos, pero en ese instante se levantó de la silla y habló muy rápido.
—¡No les creas, ellas te están mintiendo! —Tan rápido que si todo no estuviera en silencio Mateo no lo habría escuchado, pero si lo hizo pero creyó haber oído mal.
—¿Cómo dices? —Preguntó más confundido y más serio.
Pato volvió a dudar y empezó a retroceder con pánico reflejado en sus facciones.
—Yo no quería, de verdad que no quería, pero tenía que hacerlo y... —Se detuvo de repente recordando algo—. Yo tenía que hacerlo. —Volvió a repetir y miró a Mateo que estaba ya parado en el otro lado—. Por favor Perdóname. —Y sus facciones volvieron a cambiar, esta vez reflejando tristeza y compasión, suspiró para retroceder aún más y agarrar el picaporte de la puerta dispuesto a irse.
—¡No, espera! —Lo llamó Mateo buscando respuestas, dio un par de pasos y quedó en la mitad de su despacho—. ¡Dime por qué están mintiendo! —Sonó a demanda pero era porque se estaba desesperando—. O no puedes decirlo. —Susurró despacio con la intención de que solo Pato lo escuchara.
—Sólo, no les creas.
Fue lo último que dijo antes de salir apresurado sin mirar atrás y dejando a Mateo con preguntas, más preguntas de las que tenía antes.
Pero con una sensación extraña formándose en la boca de su estómago, porque si el Pato no le dijo las razones sólo habían tres variables.
No quiso hacerlo por motivos internos.
No pudo porque lo habían amenazado.
O porque un superior lo mandó a callar.
Y Mateo no quería averiguar cuál era la respuesta correcta.
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