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Cap:10


Siempre creyó conocer a todos los que la rodeaban, Karen no creía que las personas cercanas a ella guardaran tantos secretos, cuando eso pasa por su mente resopla, claro que van a tener secretos, todos los que la rodeaban eran mafiosos, ahora mismo se pregunta cómo puede ser tan ilusa, ella se escondía frente a sus ojos todos estos años, pensar que creía que era su amiga, su compañera, parte de su familia, fue tan ciega.

—. . . Era de la mafia de el Jefe.

No podía creerlo, solo no podía, aunque...

—Yo... Lo sabía, siempre lo supe... Pero no estaba con ustedes como una espía, lo juro. —Había bajado la cabeza, pero al decir esas palabras fue que volvía a mirarla con esos ojos—. Cuando lo conocí ya éramos ambos de diferentes mafias... Pero hace poco algo pasó y todo se volvió borroso y confuso, él dijo que tenía que hacer algo importante, y solamente un día no llegó, se fue. Desapareció. —Decía Belén mientras volvía a llorar y taparse la cara—. No se que hacer, hace poco se rumorea que hubo un traidor en la mafia del Jefe y Ramón no ha vuelto a casa, no quiero creer que él es esa persona.

El sonido de las respiraciones de ambas fue lo único que se escuchó en la habitación, todo hasta que Karen decidió acabar con todo eso y decir su verdad, soltó un gran suspiró y apretando los labios debatía si debía hacerlo o no.

—Yo también he oído el rumor. —Confirmó, y después de pensarlo unos segundos miró intensamente a Belén—. Tengo algo que decirte.




[. . .]




Aquel día debía ir hasta la escuela de Diego, Bernardo no entendía, pero sólo manejaba, al parecer lo habían castigaron, y como la dosis de su inhalador se estaba acabando, aprovechó que estaba cerca para ir a dejárselo, dobló en la intersección y divisó esa escuela, no sabe porqué decidió que su hijo estudiara allí, se preguntaba que ganaba, recuerda que le había dicho a Diego que esa era la escuela a la que él fue, pero sabe que es solo una mala excusa, al llegar lo primero que divisó fue a su hijo sentado en el patio de la entrada, con sus cosas a un lado y sus manos acunando su rostro.

—Pero si es el niño rebelde que ahora me da problemas. —Se acercó y le desordenó el cabello que de por sí ya era un lío—. ¿Con qué castigo? No importa ahora, me cuentas en casa, papá debe ir a trabajar. —Dijo pasándole el inhalador y agarrando la lonchera y su mochila para que no tuviera tanto peso.

—Perdón papá. —Le dijo él con culpa y un adorable puchero—. Y no soy rebelde, fue sin querer.

—Tranquilo ve. —Vio lo mortificado que se encontraba, por lo que no dudo en abrir los brazos para que Diego se lanzará en ellos.

—Te quiero, y perdón otra vez. —Abrazó con rapidez para después irse a la cancha.

Él lo vio marchar y lo imitó alejándose del lugar, debía ir a decirle a los demás todo lo que había descubierto, y cuanto antes mejor.

Ellos eran los dominantes en el sector sur del país, pero eso no significaba nada si el título del más fuerte le pertenecía a la mafia del Jefe, pensaba mientras se dirigía al lugar, al cuartel de la Elecma, que era como se hacían llamar, específicamente se dirigía a la central, era una bodega repleta de computadores que usaban para hackear los distintos puntos que serian donde robaron el dinero, normalmente estos puntos solían ser bancos y todo el dinero lo obtendrían prácticamente sin correr riesgo, esa era su jugada maestra.

La central estaba instalada con la más alta seguridad y tenían dispositivos de rastreo por si los localizaban, lo cual nunca ocurría, aquí estaban los más grandes hacker de todo el mundo, podían robar cualquier banco sin ser detectados y escabullirse para obtener cualquier tipo de información de cualquier bóveda o máquina, también información personal para extorsionar a cualquiera, estar en línea era su principal método de ejecución, ya que en tiempos como estos, todas las personas del planeta tienen algún dispositivo móvil o alguna red social, nunca nadie se les podría escapar. Por lo que eran perfectos para la misión de encontrar al traidor, y eso era lo que iban a hacer ahora.

—Bernardo. ¿Por qué nos convocaste a una reunión de emergencia? —Preguntó uno de los tantos que se encontraba en la mesa redonda, era el líder, tenía puesto el gorro de su sudadera lo que le tapaba la cara y sólo se veía su nariz recta y boca fruncida, bajo la tenue luz del lugar.

—Ernesto. Estuve estos días buscando información de la mafia de el Jefe, como usted me pidió, y lo que encontré es muy satisfactorio y responde a muchas de nuestras dudas. —Él al llegar a central reunió a los líderes de cada escuadrón, y los llevó a una sala con el objetivo de contarles los avances que había obtenido al investigar—. Al parecer tenían en su poder un tipo de arma que iban a usar para ser los dueños del mercado negro, específicamente que sección no lo se, sólo se que es algo relacionado con la medicina, no pude encontrar nada más ya que hay un usuario que bloquea todos mis intentos, por lo que decidí buscar de manera terrenal y encontré a dos chicas. —Dejó en medio de la mesa unas fotografías lo suficientemente esparcidas para que todos pudieran verlas.

>Se llaman Ignacia y Dominic, se que saben de quienes hablo, y ambas trabajan para el Jefe, además de pertenecer como infiltradas en una Brigada del centro del país, descubrí que son del departamento de antinarcóticos, no encontré nada de su pasado, es muy sospechoso, y lo que dice la ficha que está en el sistema es completamente falsa, ya saben, nosotros sabemos que es aquello que ocultan. El lunes me dispuse a seguirlas hasta una farmacia, lo cual confirma la información que obtuve, les dieron el caso de las mafias, y ellas al ser de una, es seguro que harán todo lo posible por esconderla, además de que parecen saber bastante de todo lo que está sucediendo también con respecto a esa arma, y por la actividad que están teniendo como mafia estos últimos días, confirmó los rumores de que hubo un traidor en su mafia, también se dice que se robó algo, quizás, sólo quizás, ese algo sea el arma que tanto hemos buscado.

—Es probable. —La persona aún lado del Jefe de la Elecma se mantuvo analizando la información—. Ya que han pasado solamente dos días, y yo igualmente he escuchado el rumor, por lo que da a pensar que no solo fue una simple traición, fue algo mucho más grave. —Era un chico de tez blanca y pecas en su rostro, ojos críticos pero bondadosos, y un permanente ceño fruncido, tenía puesto un polerón azul con mangas que tapaban sus manos casi por completo, y veía detenidamente las fotografías, sabiendo perfectamente quienes eran esas dos—. Tú qué piensas hermano. —Se dirigió a Ernesto.

—No sé qué pensar. ¿Las seguiste no es así? —Preguntó viendo a Bernardo que asintió—. Bien pues tal vez se dieron cuenta e hicieron todo a propósito para despis...

—No —Interrumpió con rapidez—. Solo se dieron cuenta al final de su recorrido a la farmacia, también al día siguiente las seguí hasta un bar, donde una de ellas me vio, por lo que nada de lo que hicieron fue planeado. —Aseguró—. También en ese bar estaban miembros de la mafia de Valentina.

—Bien, si es que es verdad te felicito por tus avances. —Asintió, pero su voz sonó preocupada—. Aunque deberías ser más cuidadoso, nuestro fuerte es la electrónica, y si no logras pasar de un usuario deberías simplemente dejarlo hasta allí e intentar de otra manera porque... —Condujo su mirada al hombro de Bernardo con suspicacia—. Te dispararon... Y eres de mis mejores hombres, pero estabas tú sólo con subordinadas del Jefe y no sabes los trucos de personas como esas... Y sobre todo de esas dos, ellas ya no son como solíamos conocerlas, han cambiado. Además si en ese bar también estaba esa otra mafia, la Mawe, entonces deberías tener más cuidado.

—Lo entiendo, la próxima vez buscaré otro modo, sin exponerme.

—Bien, en cuanto al arma, Oliver. —Miró al chico a su lado, el que había hablado antes—. Busca un poco de información... Santiago ayuda a Bernardo... Hay que hacer todo lo posible por encontrar esa arma...




[. . .]




—Yo también tengo algo que decirte. —Era ahora o nunca, si Belén hubiera tenido la suficiente confianza para decírselo ella también podía, eran amigas después de todo, y sabe que es mejor—. Mis hijos, Jonny y Dennis, su padre... Él... —A Karen le costaba decirlo en voz alta pensaba que lo volvía más real, se debatía si hacerlo o no, pero estando tan cerca no se iba a rendir—. El padre de ellos es también de la mafia de él Jefe. —Dijo al fin y con ello, un gran peso que no sabía que tenía había desaparecido—. Se llama Luciano, lo conocí cuando era adolescente, actualmente comparto la custodia de nuestros hijos. —Soltó lo último con un poco de amargura.

Belén parecía sorprendida, había alguien además de ella que pasaba casi por lo mismo, una luz de esperanza la iluminó, pensó en las alternativas que le quedaban, ninguna era prometedora y si ambas eran amigas debían protegerse mutuamente por el bienestar de sus hijos.

—No podemos decirle a nadie esto... Deberíamos mantenerlo en secreto... —Belén intentaba sonar segura y confiable luego de pensarlo detenidamente, había dado un cambio demasiado brusco de personalidad, pasando de temblar por los sollozos a tener un rostro neutro intentando convencer, o más bien manipular—. Quedaría entre nosotras.

Karen la miró con duda, lo más factible sería ir donde se encontraban todos sus compañeros mafiosos y decirles lo que había descubierto, a Mateo le encantaría saber que sus sospechas son verdad, eso debería hacer. Pero por otro lado estaba ella en medio de su sala pidiéndole un pacto, que compartieran el mismo secreto, si lo hacía no podría arrepentirse después, Belén era su amiga, lo fue desde que entraron a la Wim, la mafia las acogió juntas y siempre se quedaron así.

Por lo que decidida Karen se acerca a Belén y la toma de las manos después de batallar por segundos que parecieron eternos.

—Lo haré. —Suspiró cerrando los ojos con cansancio—. Somos amigas y madres, no importan los demás, de ahora en adelante no le podremos decir a nadie sobre tus sospechas de tú esposo, y compartiremos el secreto.




[. . .]




—Vladimir. ¿Crees que sea lo mejor? —Cuestionó el Jefe en la oscuridad del cuarto en la cabaña, en frente de la chimenea encendida, que le daba una agradable sensación.

—Es lo mejor Jefe. —Él estaba a un lado, apoyado en la pared de brazos cruzados, si bien no creía realmente lo que había dicho, sabía que era eso lo que el Jefe quería escuchar—. Sería la primera fase del plan, para cumplir y hacer eso, si los tenemos a todos juntos será más fácil y veremos cómo poder lograrlo.

—Bien entonces está decidido.

El Jefe se enderezo y guió a Vladimir por un pasillo hasta al final de este, mínimamente iluminado, con la luz que se colaba de las múltiples ventanas, al pasar se veían distintos cuadros colgados, todos de la mafia, pero cuando ambos estuvieron dentro de la habitación, todo cambio, la luz era artificial, y en la pared después de cruzar por en medio estaba aquella pared, había diferentes papeles pegados en una blanca superficie, era un Anagrama gigante grabado con personas y nombres. Vladimir vio en él todos los nombres de los líderes de su mafia. Allí estaban todos.

—Tendremos que llamarlos. —Se detuvo en el centro y miró a Vladimir con las manos en los bolsillos de su pantalón, su rostro antes totalmente inexpresivo ahora mostraba un deje de lo que alguna vez sería una furtiva sonrisa, pero que esta vez no llegó a ser—. Que sea en dos días más... El viernes. —Su mirada era de nostalgia pura, recordando cuando se juntaban ese mismo día, cuando los días no eran difíciles—. A las seis en punto...









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