Darey se las arregla para planear la emboscada a los seguidores del monstruo. Parten en la mañana y vuelven al anochecer. Él y su gente me cuentan que alentaron a la bestia a salir, pero que todavía hay gente buscándolos, por lo tanto, debo acampar en otro lado, por protección.

—O sea, ustedes traen problemas y yo tengo que irme —declaro, sin expresión—. Qué amables son con la embarazada —digo con sarcasmo.

Los muchachos se carcajean y Darey apoya su mano en mi espalda.

—No te preocupes, estaré a tu lado.

—No me inquieta en lo más mínimo. —Sigo inmutable.

—Por eso eres mi esposa, toda una guerrera.

—Ya —manifiesto, sin importancia.

Nos alejamos con Darey del resto y él arma una nueva carpa, así estamos más alejados de esa especie de campamento.

Transcurre un tiempo largo de esta manera, por lo cual me acostumbro un poco a la compañía del guerrero hostil.

—Hice una fogata para que estemos calentitos —declara, mientras mueve las maderas—. En un rato iré a ver cómo está todo por allá. ¿Te quedas sola un momento? No tardaré.

Sonrío.

—No hay problema.

Se retira, pero no tarda nada en volver, ya que viene corriendo.

—Están cerca, hay que largarse.

—¿Y tu gente? —cuestiono.

—Nos alcanzarán luego. —Toma mi mano y me hace caminar, yo no suelto en ningún momento mi vientre—. Vamos.

—Sí. —Asiento, pero me da un dolor punzante y me detengo—. Oh, cielos.

Rompí fuente en el mejor momento. Nótese mi maldito sarcasmo. Ahora tendré que dar a luz en medio de un escape, qué calamidad.