Cap 13
Camila's POV
— ¿No me acompañarás? —pregunté a Hailee, que seguía recostada boca abajo en su cama, semi dormida.
—Tengo mucho sueño, madre. —suspiró, levantando levemente su cabeza y mirándome con los ojos entrecerrados.
—Está bien. —dije. —Entonces regresaré. Si quieres comer algo, hay un poco de pizza en la nevera. —le dije, antes de salir de su habitación.
Fui a la cocina y tomé la lista que había hecho, para que no se me olvidase comprar nada, sobre todo los dulces de Hailee. Regresé al segundo piso, pues había olvidado mi cartera en mi habitación. Después de recuperarla, busqué las llaves de mi auto.
Antes de bajar, volví a pasar por la habitación de Hailee, que se encontraba profundamente dormida. La siguiente semana iniciaría clases y seguramente querría guardar energías para lo que se le vendría.
Salí de casa y me subí en mi camioneta, aún no había tenido tiempo de recorrer mucho New York, y conocía poco o nada de esta gran ciudad, pero al menos ya había salido anteriormente a hacer las compras, por lo que sabía cómo llegar.
No tarde más de veinte minutos en llegar al supermercado más cercano. Dejé la camioneta en el estacionamiento y caminé en dirección a la entrada, al mismo tiempo que un lindo auto entraba al estacionamiento. Yo no era muy buena con ese tipo de cosas, pero pude distinguir que era un BMW... Andrew ya me habría dicho incluso el día que lo ensamblaron, él era un amante a los autos.
Negué y sonreí, entrando y sacando la lista del bolsillo de mi chaqueta. Me dirigí primero a la sección de los dulces, empujando el carrito. Tenía que comprar varios dulces que Hailee había anotado para que yo no me olvidase, porque si lo hacía, había guerra en casa.
Cuando tuve todos los dulces de Hailee en el carrito, me moví hasta la sección de los enlatados, empezando con las verdaderas compras.
Me encontraba cerca de los congelados cuando la vi. Ella estaba empujando su carrito perezosamente a través del pasillo, cerca de los estantes que estaban frente al frigo, echando en él un tarro de nutella y demás cosas.
Cuando levantó la cabeza, nuestras miradas conectaron. Ella sonrió, pero no sabía si era a mí o a alguien cerca de mí, de todas formas, me sonrojé. No podía creer que una niña de, no se... ¿quince, dieciséis? Me hiciese sonrojar, y mucho menos encontrarme tan feliz por volver a verla.
Agaché la mirada y me concentré en lo que buscaba, intentando olvidarme de aquella chica. Sin embargo, podía sentir su intensa mirada sobre mí. Esos ojos verdes con los que había soñado varias veces y había anhelado volver a ver, estaban a pocas distancias de mí.
—Woow...—escuché su voz, estaba a mi lado. Y sí, aún podía recordar su voz después de casi dos semanas, era imposible no hacerlo.
Suspiré, tratando de controlar mi emoción... ¿Realmente estaba así de emocionada? No sé qué significa esto, realmente nunca lo había sentido, pero justo ahora me encuentro tan confundida. Solo puedo sentir como mi corazón late más rápido que de costumbre... y eso, definitivamente, me asusta.
Giré mi cabeza y le sonreí. —Hola. —dije.
Sus ojos... eran tan hermosos de cerca, me sonreían. Podía notar un leve brillo en su mirada, no sabía cómo tomarlo, quizás se deba a que es fan de mis libros...
Ella es solo una adolescente Camila, tú ya pasaste esa edad, esto no está bien, me reproché mentalmente, dándome cuenta de que lo que me ocurría no era normal.
—No puedo creerlo...—susurró. —Yo... nuevamente dejé mi libro ¡maldición! —Dijo bajito—...no me imaginaba encontrarla justamente aquí, señora Cabello...
—Puedes llamarme Camila. —dije, interrumpiéndola a la vez que dejaba la carne dentro del carrito.
—Camila...—repitió con emoción. —Disculpe mi atrevimiento, pero es usted muy hermosa. —dijo, mirándome a los ojos, acercándose un poco más a mí.
Esto no lo imaginé. Estoy segura que realmente lo hizo. Ella... ¡Ella coqueteo conmigo!
—Yo...—bajé la mirada nuevamente, ruborizada hasta la coronilla. —Gr-gracias. —susurré
—Solo digo la verdad. —dijo, colocando su dedo en mi barbilla y levantando mi cabeza. —Sus ojos son... hermosos. —acarició mi mejilla con su pulgar. Ella estaba inclinada un poco, al ser más alta.
Miles de sensaciones recorrieron mi cuerpo con ese toque y su cercanía, no sabía si ella lo habría notado o lo hacía apropósito, pero me estaba gustando y no quería alejarme.
Pero el destino no pensaba igual.
Mi teléfono empezó a sonar y no pude descartarlo, era el ringtone de mi madre. —Lo siento. —dije girándome y sacando el teléfono, para llevarlo a mi oído
—Hola mamá. —vi por el rabillo de mi ojo, como ella lentamente bajaba su mano y me observaba, con el labio inferior entre los dientes y una sonrisa.
—Hola cariño. —escuché a mi madre. —Nunca nos llamaste para decirnos como habías llegado.
—Lo siento, estaba cansando. Me quedé dormida casi toda la tarde con Haiz, hasta que recordé que debía hacer las compras. Ella se quedó en casa. —respondí.
—Bueno cariño, solo quería saber si habías llegado bien.
—Si madre, estoy bien. Cuídate mucho por favor, y tomate la receta del médico. Hazle caso a papá y a Justin. Y deja que Selena cuide de ti.
—Pero ella está embarazada...
—Embarazada, no discapacitada, ya te lo dijo madre. Deja que te cuide cuando los chicos no están. —le dije, severamente. Ella a veces era una cabeza dura.
—Bueno, está bien. Saluda a mi nieta, dile que le mando muchos besos. —Ella igual. —le dije.
—Te quiero hija, cuídate.
—Tú también mamá. —me despedí y ella colgó.
— ¿Está bien? —escuché que me preguntaba. Por un momento había olvidado que ella seguía aquí.
—Mmm sí, mi madre... ella estaba enferma.
—Espero que este mejor. —me dijo, sinceramente.
—Gracias... yo, tengo... tengo que irme. Mi hija me está esperando en casa. —Sí, claro. —hizo una mueca. —Creo que la volveré a ver en la firma. —dijo. —Sí. —asentí, ansiosa.
—Será mejor que siga con mis compras. —sonrió, acercándose y dejando un beso en mi mejilla, que duró más de lo que debería.
—Claro...—suspiré cuando se alejó. Ella se irguió y puso sus manos en el volante del carrito, sonriéndome.
—Yo...—dijo apuntando el pasillo. —Seguiré.
—Igual. —apunté el pasillo en dirección a la caja. Ella suspiró y empezó a alejarse, sonriente.
Yo dejé escapar el aire que no sabía, estaba reteniendo. Negué sonriendo, y empujé el carrito hasta la caja.
Llegué a casa cuando estaba por dar las seis de la tarde, el tráfico de regreso estaba explotando y me tardé más en regresar que cuando fui al supermercado.
Hailee estaba sentada en el sofá, viendo una película. La saludé y caminé en dirección a la cocina, empezando a preparar la cena. Decidí hacer una lasaña, ya que a Haiz le encantaba y hace mucho no lo hacía.
— ¡Mmm! —Hailee entró en la cocina. —Huele deliciosa madre. —dijo, acercándose a abrazarme.
—Sí, hice tu favorito. —le dije, dándole un beso en su mejilla. Ella me sonrió y apoyó su cabeza en mi hombro.
—Te quiero mucho, mamá.
—Yo también te quiero, cariño. —dije, acariciando su cabeza.
**
El sábado llego pronto, y con él, la llegada de Shawn a New York. Hailee estaba emocionada, después de todo, no veía a su 'tío' desde la navidad pasada y ya lo extrañaba.
Después de la partida de Andrew, Shawn estuvo siempre pendiente de nosotras, tal y como se lo había prometido a su mejor amigo. Pero ya hacía cinco años que se había mudado a Canadá tras recibir un importante puesto en una gran empresa de Marketing en Toronto, donde le ha ido muy bien desde entonces.
Su visita había sido de improviso, nadie sabía que estaba en el país y había decidido venir a New York primero. Razón por la cual, recibí su llamada a las seis de la mañana, donde me pedía que lo fuera a recoger porque su vuelo había llegado una hora antes de lo planeado y tenía mucho sueño.
Yo no quería levantar a Hailee, pero sabía cuánto lo había extrañado. Él se portó como un padre para ella y aunque ella adoraba Andrew, Shawn formaba parte importante en su vida. Sin embargo, apenas mencione su nombre, ella ya estaba vistiéndose para acompañarme al aeropuerto.
—Haiz, espera. —dije una vez detuve el auto en el estacionamiento del aeropuerto John F. Kennedy.
—Apresúrate, mamá. —dijo ella.
—Voy detrás de ti. —dije en voz alta, asegurando el auto.
— ¿Dónde estará el tío Shawn? —preguntó Hailee, entrando y mirando alrededor. —Llámale mamá, ¿habrá venido con Bea? Hace mucho no la veo.
—No lo sé cariño, solo me dijo que estaba aquí y que moría de sueño. —Espero que la haya traído. —gruñó.
Yo negué, riéndome de su actitud.
Saqué el teléfono del bolsillo de mi pantalón para llamarle, pero justo en ese momento me entró una llamada de él.
—Estaba por llamarte, ya estamos con Haiz en el aeropuerto.
—La enana ya está despierta, debí imaginarlo. —suspiró él, seguramente sonriendo, como siempre. Él y Justin simplemente no se podían resistir a su pequeña sobrina.
—Sí, me pregunta si Bea vino contigo. —dije.
—Sí, está aquí, casi dormida en el mueble. —respondió.
—Si vino. —le dije a mi hija. —Y... ¿Dónde están? —pregunté. —En el Starbucks del segundo piso, cerca del Zara.
—Está bien, vamos para allá.
En menos de diez minutos nos encontrábamos dentro de un efusivo abrazo entre Bea, Shawn, Hailee y yo.
Pero algo llamó mi atención cuando nos separamos, el vientre de Bea se veía más abultado que de costumbre. Le di una mirada interrogante a Shawn y el únicamente sonrió,
encogiéndose de hombros.
— ¿Qué sucede? —preguntó Hailee, al darse cuenta de nuestras miradas. —Pregúntale a tu tío. —dije, mientras Bea se echaba a reír.
— ¿Qué está pasando? —volvió a preguntar Hailee, alternando su mirada entre su tío, y la esposa de él.
—Cariño...—dijo Bea. —Vas a tener un primito.
Hailee frunció el ceño. Poco a poco abrió los ojos y la boca, entendiendo lo que Bea le había dicho. Se tapó la boca, fijando su mirada en el vientre de la rubia.
— ¿En serio? —preguntó, sonriente.
— ¡Sí! —asintió Shawn, feliz.
— ¡Oh, por Dios! —exclamó Hailee, acercando su mano al vientre de Bea — ¿Cuántos meses tienes? —preguntó.
—Cuatro. —respondió.
— ¡¿Cuatro?! ¡Y recién me vengo a enterar! —dijo Hailee, ofendida, dándole un manotazo en el hombro a Shawn.
—Bueno, ya. Vamos a su casa, que queremos dormir. —dijo Shawn, agachándose para abrazar a su esposa y besar su cabeza, acurrucándose con ella.
—Vamos. — dijo Hailee. —Solo porque aún tengo sueño. —entrelazo su brazo con el mío y salimos del Starbucks.
Cuando llegamos a casa, iban a dar las ocho de la mañana, guie a la pareja de esposos a la habitación de invitados y Hailee fue a la suya. Shawn me había dicho que no preparara nada y me vaya a dormir si lo quería, que él se encargaría de comprar desayuno cuando despertaran. Así que le hice caso y regresé a mi habitación.
El sueño y la pereza nos habían ganado a todos, incluso a Hailee, pues a las doce del día estábamos despertándonos. Shawn decidió pedir el almuerzo pues moría de hambre y no quería esperar a que cocinemos.
Bea y Hailee estaban en la habitación, pues Haiz le estaba comentando algunas cosas, como el hecho de que tenía nuevos amigos y que el lunes iniciaría clases.
Mientras Shawn y yo estábamos en la cocina, después de que él hiciera la orden de la comida.
— ¿Y bien? —suspiró, sentándose en la banqueta de la isla. Yo me acerqué con mi vaso de leche, y me senté junto a él. —Bien ¿Qué? —pregunté.
— ¿Cómo ha estado Haiz, como has estado tú? —preguntó, entrecerrando los ojos.
—Bien, bien. Hailee tiene nuevos amigos. —sonreí, al igual que él, que estaba muy feliz por eso. Shawn odio cuando se enteró lo que sucedía con Hailee en la escuela, para ese entonces, él ya estaba en Canadá.
—Sí, algo así escuche. —dijo.
—Sí, y yo estoy muy feliz de volver a ver a mi hija tan feliz" suspire.
—Eso también me hace feliz, sabes que Hailee es como mi sobrina. —suspiró.
—Andrew es como mi hermano, y esa pequeña es casi mi vida. —Lo sé. —asentí.
—Camila ¿has conocido a alguien? —preguntó de repente. — ¿Qué? ¿Por qué lo preguntas?
—La promesa que le hiciste a Andrew... ya han pasado quince años de eso. Deberías darte una oportunidad. Eres una mujer joven, hermosa, inteligente... créeme cualquier hombre, estaría feliz de tenerte a su lado. —dijo, mirándome tiernamente. Él se había convertido en un hermano más para mí.
—Yo...—por un momento pensé en la chica de ojos verdes. —Lo estoy intentando, créeme. Pero recién llegue a New York, no he conocido a muchas personas... además tuve que pasar casi una semana en Miami por mi madre... —suspiré.
—Yo solo espero que seas feliz.
—Gracias por preocuparte, Shawn. Gracias por estar ahí para mí y Haiz. —No. Gracias a ti, por permitirme estar ahí para ustedes.
Él se levantó y se acercó a abrazarme.
Pronto estuvieron las chicas junto a nosotros, después de que la comida llegara y nos encontráramos sentados en la mesa, disfrutando de un delicioso almuerzo. Shawn y Bea nos contaron que estarían por un mes en Estados Unidos, y que querían pasar primeramente este fin de semana junto a nosotras aquí en New York, pues viajarían a Miami el lunes por la tarde.
Después de comer y dejar limpia la cocina, nos decidimos por salir a pasear. Shawn insistió en ir al zoológico del Central Park, nos tardamos mucho en llegar, debido al tráfico. Pero apenas me estacioné, Hailee y Shawn saltaron del auto como un par de niños, esos dos amaban a los animales, y el zoológico siempre había sido de sus lugares favoritos. Incluso cuando Drew venía de visita, cuando aún vivíamos en Miami, esos tres se perdían toda la tarde visitando el zoológico y alimentando de vez en cuando a los animales, a escondidas.
Bea y yo caminábamos de cerca, conversando y recordando viejas anécdotas. Ella era la novia de Shawn desde la adolescencia, y había sido parte del crecimiento de Hailee también, por lo que mi hija la adoraba, era como otra de sus tías. Hailee solía reírse de su estatura, al igual que de Ally, y ambas la dejaban, sobre todo Bea, ella adoraba demasiado a Hailee como para decirle algo.
Cuando le llegó la propuesta de trabajo en Canadá a Shawn, él sabía que no podía irse sin ella, por lo que le pidió matrimonio y a los dos meses se casaron, para después mudarse juntos y empezar su vida de casados.
Ella me contaba lo bien que le iba a ambos en Canadá, aunque eso ya lo sabía, nos manteníamos en contacto y hablábamos a menudo. Ella trabajaba en una veterinaria cerca de su apartamento, por lo que no se preocupaba en el tráfico, después de todo podía llegar caminando. A diferencia de Shawn, su trabajo quedaba casi a media hora, sin tráfico. Para él era un reto llegar a tiempo en horas pico.
Bea me dijo que ambos estaban ansiosos por ser padres y que cuando se enteraron, Shawn lloró entre sus brazos, feliz. Ya me lo imaginaba, él era muy sentimental en ese aspecto, aún lo recuerdo con Hailee de bebé.
Estaba feliz por ambos, sabía que serían unos muy buenos padres y ese pequeño seria afortunado de tenerlos.
Por un momento perdimos de vista a los chicos.
— ¿Dónde están? —preguntó Bea, observando alrededor.
—Ni idea. —me encogí de hombros, haciendo lo mismo que ella.
—Ese par...—suspiró Bea. —Es como si estuviéramos con dos pequeños. No me quiero imaginar cuando el bebé nazca, ¡tendré que cuidar de dos niños! —sonrió.
—Me pasó, créeme. Salir con Shawn, Drew y una Hailee de tres años, no fue la mejor idea. —dije. —Después de esa vez, nunca más los acompañé al zoológico.
Ella rio.
—Creo que mejor los buscamos, Shawn dejo su teléfono contigo ¿verdad? —opiné.
—Sí. —respondió.
—Hailee me dejo el suyo. —suspiré.
—Bien, entonces yo iré donde los monos y tu ve donde el León. —dijo. —Okay, me llamas si los encuentras.
—Okay. —dijo, caminando en dirección a la jaula de los monos.
Yo me giré y caminé en dirección donde estaba el León, cada vez que venía recordaba a ese León bailarín de esa película animada... ¡Ahh! ¡Madagascar! Por un momento imaginaba que ese animal haría lo mismo, pero únicamente se mantenía recostado o caminaba de un lado a otro y rugía. Pero no como lo hacía el de la peli.
A Shawn y Hailee les encantaba ver, sobre todo, a los Leones y a los monos, decían que eran más interesantes, por eso Bea propuso que buscáramos en aquellos dos lugares.
Cuando llegué no los vi cerca, pero caminé más, recostándome en el barandal, observando levemente al salvaje animal, para después fijarme en las demás personas, buscando a Hailee y a Shawn.
Sin embargo, no los encontré.
—Los leones me encantan...—escuche a mi lado —... su melena, no sé, me encanta. —reconocí esa voz. —Quizá porque hace de su cabeza, uno de los símbolos animales más conocidos de la cultura humana... ya sabe, aparece muy a menudo en el arte... la escultura, la pintura... me gusta. —terminó.
Sonreí y giré lentamente mi cabeza, para encontrar sus ojos verdes mirándome fijamente.
—Eres muy inteligente. —dije.
—Me gusta leer mucho. —respondió ella. —Lo noté.
Ella sonrió, levantando levemente la comisura de sus labios. —Parece que el destino quiere que nos veamos. —comentó. —Sí, eso parece. —afirmé.
—Se ve muy hermosa esta tarde, Camila. —dijo, escaneándome.
—Gracias. —me sonrojé. Regresé la mirada al León, que había vuelto a rugir. —Ellos son tan imponentes. —dijo, mirando al animal comer.
—Si... —estuve de acuerdo.
Ella se acercó más a mí. Su mano posada en el barandal, poco a poco se acercaba a la mía. Nuestros meñiques se encontraron, y se entrelazaron, yo me sonrojé más, mientras ella sonreía.
Me estaba gustando mucho esta cercanía, y apenas la conocía. Ni siquiera sabía su nombre.
Pero nuevamente, el mismo destino que nos juntó esta tarde, nos separó. Una chica alta y muy linda, de la edad de la ojiverde, se acercó a nosotros. La
ojiverde soltó la unión de nuestros dedos e hizo una pequeña mueca, para después sonreírle a la chica que llegaba hasta nosotras.
—Amor, te estaba buscando. —le dijo.
Mi corazón se aceleró. Ella tenía novia ¡tenia novia!
Claro que la tenía, Camila, por Dios, si es demasiado preciosa para estar sola, me reproché el haber sido tan estúpida. Eran de la misma edad, dos jóvenes enamoradas, y yo una mujer mayor con una hija adolescente ¿en qué pensaba? Estaba claro que en nada. Eso me sucedía cuando ella estaba cerca, simplemente dejaba que mi cuerpo reaccionara y no me permitía pensar.
—Lo siento Ken. —susurro la ojiverde, sonriéndole a la chica. —Es que, sabes que me gustan los leones. —le dijo.
—Sí, porque se parecen mucho a ti con tu pelo alborotado. —sonrió la chica.
Yo me encontraba nerviosa, y por suerte, mi teléfono sonó. La ojiverde me miró, y sus ojos parecían estar tristes.
— ¿Los encontraste? —le pregunté a Bea, tras esquivar los ojos verdes y concentrarme en el animal. —No estaban viendo al León. —dije.
—Sí, están viendo a los monos y dicen que quieren ir a comer pizza. —me dijo. —Claro, voy enseguida. Encontrémonos en el estacionamiento.
—Está bien.
—Okay, nos vemos.
Revisé la hora, iban a dar las cinco de la tarde. Guardé el teléfono en mi cartera y me alejé del barandal. La otra chica se había retirado, pero la ojiverde seguía aquí.
— ¿Se va? —preguntó.
—Si... mi hija quiere ir a la pizzería. —dije. Ella sonrió.
—Entonces, creo que es hora de despedirnos. —dijo.
—Claro, nos veremos en la firma. —sonreí y me puse de puntillas, besando su mejilla.
Ella abrió los ojos y acaricio la zona donde la había besado y donde había quedado un poco de mi labial.
—H-hasta pronto. —suspiró.
Sonreí tímidamente, y agaché la cabeza. Volví a mirarla a los ojos, por un
momento pensé en preguntarle su nombre, pero eso sería peor, era mejor dejarlo así, tal y como estaba. No sabía lo que me estaba pasando con ella, y saber su nombre lo haría más difícil.
—Nos vemos... —dije, empezando a caminar de espaldas, sin despegar mis ojos de los suyos, sonriendo. Pero entonces recordé a la chica que nos había interrumpido. —Por cierto... tienes una linda novia. —dije sinceramente, y ella hizo una mueca, mirando al piso. Luego levanto la cabeza, y abrió la boca para decir algo, pero después la cerró.
Yo sonreí tristemente, y me di la vuelta caminando hasta la salida del zoológico. ¡¿En que estaba pensando?! Me reclamé por enésima vez en esa hora. Debía dejar de pensar en esa chica, debía dejar de sentirme de esta manera cada que la tenía cerca... debía conocer a alguien y olvidarme de ella. Después de la firma de libros es más probable que no la vuelva a ver, y si lo hago, la evitaré, o al menos lo trataré.
Tenía que hacerlo, era simplemente imposible y extraño. Jamás me había sentido de esta manera por una chica... siempre me ha gustado apreciar la figura femenina, pero nunca nada parecido.
Cuando llegué al estacionamiento, los chicos ya estaban ahí. Traté de fingir una sonrisa, y parece que lo hice bien porque nadie me pregunto nada. Hailee me pidió que me apurase para irnos a comer pizza, pues se moría de hambre. Abracé a mi hija, y besé su cabeza antes de subirnos al auto.
Ella era lo único que necesitaba para ser feliz, ella era mi felicidad.
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