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Capítulo 54. Si las miradas hablaran...

Valeria se fue a su casa muy triste por todo lo que había ocurrido con su amiga. No había estado a la altura de las circunstancias y estaba muy arrepentida de haberla dejado sola. Diana estaba así por su culpa. Se sentía una completa desgraciada. 

Cuando llegó a su casa, su hermana aún no había llegado. Le pareció raro pero pensó que estaría con Raquel. Tenía claro que tenía que sentarse con Pamela en cualquier momento y hablar con ella. Creía que algo le pasaba a su hermana y le dolía no saber qué le ocurría y no poder ayudarla.  

Valeria se quitó la ropa y se puso su camiseta de dormir. Necesitaba estar cómoda, mientras pensaba en todo lo que había pasado con Diana. Fue directamente al salón y se dejó caer en el sofá. Estaba muy cansada y bastante amargada. Últimamente le estaba saliendo casi todo mal. Y tenía claro que ella era la culpable por no hacer las cosas bien. 


Eran casi las siete de la tarde cuando Bianca recibió una llamada de Aitana. La abogada estaba empezando a recoger sus cosas para irse a su casa con Diana. Estaba muy cansada y asqueada por la jornada que había tenido tan tediosa y lo único que quería hacer era ver a su hija y poder compartir tiempo con ella. 

-Hola Bianca, oye, ¿Cómo vas?¿Acabaste de trabajar?¿O aún estás en tu despacho?

-Sí, Aitana, aquí estoy. Estaba recogiendo todo para irme. Estoy muerta. Ya no soy persona.¿Necesitas algo?

-Vaya, sí, verás, tengo una clienta que le ha dado una paliza esta tarde una chica de su instituto, bueno de su clase. La chica está en el hospital. Y su madre ha puesto una denuncia a la agresora. 

-Bien, ¿Y?¿Qué tengo que ver yo en eso?- Bianca no sabía dónde quería llegar su amiga. A esas horas su cabeza ya estaba en modo off. 

-Bianca, ¿Cómo se apellida Valeria?-Le preguntó Aitana sin más preámbulos. 

-Creo recordar que Diana me dijo que se apellidaba Álvarez. ¿Qué pasa?¿Por qué lo preguntas?- Bianca ya se estaba comenzando a poner nerviosa. Sólo esperaba que la joven no estuviera involucrada en dicha agresión.

-La agresora de mi clienta se llama Pamela Álvarez. He pensado que podía ser la hermana de Valeria. Vamos, tiene que ser ella, el instituto de Pamela está en el barrio donde viven, y muchas Pamelas no hay… A la chica la tienen en los calabozos, imagino que ya habrán llamado a Valeria. Y le tienen que asignar un abogado de oficio. Por si quieres encargarte tú. 

-Joder, sí, tiene que ser ella. Vale, por favor, llama a la comisaría donde tienen a Pamela y diles que yo seré su abogada. Ahora voy para allí. Y gracias, Aitana.

Aitana le dijo a su amiga en qué comisaría estaba la joven y Bianca se dirigió para allí rápidamente. Mientras iba en el coche, llamó a su hija para decirle que llegaría tarde:

-Hola Diana, cariño, ¿Qué tal el día?

-Bien, mamá. Sabes, hoy estoy algo más animada. Fui a tomar algo con Valeria en la facultad. 

Bianca se alegró de notar a su hija más contenta. Y si además Valeria tenía que ver algo en ese cambio, más motivos para ella también estar feliz. Eso quería decir que su hija y Valeria seguían siendo amigas. Sabía que Diana necesitaba a su amiga. Y ahora Valeria la necesitaba a ella, y por supuesto iba a sacar a Pamela del lío en el que se había metido. Además, la abogada de la denunciante era Aitana. Seguro que podrían llegar a un acuerdo.  

-Bueno cariño, me alegro mucho que estés algo mejor. Te lo noto en la voz, por cierto. Ah, te llamaba para decirte que no me esperes despierta, tengo un nuevo cliente que necesita de mi ayuda ahora mismo, y es posible que se demore, por lo pronto tengo que ir a comisaría. Así que hazte la cena y no me esperes. 

-Está bien, mamá. No te preocupes. Que vaya bien. Te quiero y ten cuidado. Y lo siento, siento que eches tantas horas en el trabajo, al final no tienes vida fuera del trabajo. 

-Sí, Diana. Lo tendré, y sabes que el trabajo es mi vida, así que quédate tranquila- Bianca no quiso decirle quién era su nueva clienta, porque su hija no debía de saber nada y no quería que se preocupara de más. Ya resolvería ella el problema. Y una vez ya resuelto, se lo diría a Diana. Sólo esperaba que ésta se lo tomara a bien cuando se enterase. 

Cuando Bianca aparcó su coche en la comisaría, comenzó a sudar inexplicablemente, además notó que su corazón se aceleró bruscamente. Ella nunca antes había sudado por ponerse nerviosa, pero sabía que se iba a encontrar con Valeria y de sólo pensar que la iba a volver a ver, su cabeza no podía ni pensar. Necesitaba centrarse para sacar a Pamela de los calabozos, aunque ella sabía que lo más seguro es que pasara la noche allí. 

Antes de bajar del coche, se colocó bien la blusa y la falda de tubo, cogió su maletín y salió del coche dirigiéndose a la comisaría, no sin antes dar unas profundas respiraciones intentando relajarse, pero haciéndolo en vano. 

Cuando entró en la comisaría, los allí presentes dirigieron sus miradas a la abogada. Ésta lucía muy elegante y femenina, y había llamado la atención de casi todas las personas que había ahí en la sala. 

Bianca se presentó al agente de policía de la entrada como la abogada de la señorita Álvarez, y éste no podía creer cómo esa joven podía pagar a una abogada como ella. 

-Hola, abogada, mire, si va por ese pasillo se encontrará con la hermana de su clienta. Luego la llevamos para que vea a su clienta. 

-Gracias.

Bianca cogió todo el aire que pudo y se dirigió hacia donde se encontraba Valeria, estaba hecha un flan de los nervios que llevaba encima, pero la joven no debía de notarlo. 

Cuando sus ojos se posaron, por fin, en la joven, Bianca estuvo a punto de desmoronarse. Valeria era la criatura más adorable e indefensa que había visto en su vida. Tenía ganas de abrazarla, pero le daba miedo hacerlo por si la dañaba. Odiaba ver a Valeria en esa situación, y sola. 

Valeria tenía la mirada fija en el suelo. Le habían dicho que su hermana ya tenía una abogada designada y ésta no era de oficio. Pero no llegó a pensar ni por un segundo en que Bianca se haría cargo de la defensa de su hermana. Lo que a ella le atormentaba era pensar en cómo iba a pagar los costes de esa abogada, si no tenían dinero para gastos extraordinarios. El dinero que entraba en casa les daba para vivir al día y poco más. Se veía buscando otro trabajo aparte del trabajo del restaurante. Así que intentó no pensar más en el tema y que fuera lo que tuviera que ser.  

Cuando Valeria levantó su rostro y vio a Bianca acercarse a ella, creyó que estaba soñando. No podía ser cierto. ¿Qué hacía ahí la abogada? ¿Acaso Bianca iba a defender a su hermana?¿Y cómo se había enterado ella de lo de Pamela? Por una vez en su vida, no quitó su mirada de la abogada, y a Bianca le asustó ver a Valeria como la vio. Se notaba que había estado llorando. La joven llevaba su camiseta de andar por casa y unos vaqueros muy cortos y raídos que mostraban sus preciosas piernas y sus muslos bien formados. Seguramente la joven había salido de casa nada más recibió la llamada de comisaría. 

Valeria se levantó por inercia, mientras Bianca se acercaba a ella. Quedaron las dos una enfrente de la otra, mirándose a los ojos, y sin hablar, porque en ese mismo momento sus miradas ya hablaban por ellas, y estaban cargadas de mucha necesidad por parte de ambas. Hasta que la más joven consiguió decir algo:

-¿Podría usted abrazarme?-Dijo Valeria sollozando. 

Bianca no se lo podía creer, esa pregunta la dejó totalmente descolocada. Valeria le había pedido que la abrazara. Ni en sus mejores sueños la joven le pedía un abrazo. 

-Claro que puedo, ven aquí - Bianca se acercó a Valeria y la abrazó con una ternura desmedida. No quería hacerle daño por nada en el mundo, y en ese momento la vio tan vulnerable y frágil, que le dio miedo dañarla de alguna manera. 

Bianca sintió los pechos de la joven apretándose contra los suyos. Esa sensación era extremadamente buena. Bianca quería que ese abrazo durara toda la vida, porque era uno de esos abrazos que no se esperan, pero que son totalmente necesarios donde sus propios brazos le decían a Valeria que estaban ahí sólo para ella, para darle el valor, la fuerza y la seguridad que la joven necesitaba. Valeria la tenía a sus pies. Esa era la pura realidad. Y ahora que la tenía entre sus brazos, no quería soltarla nunca. 

La abogada acercó su rostro al cuello de la joven, oliéndolo sin poder evitarlo.  Estaba en ese momento totalmente embriagada y feliz. Una de sus manos la llevó a la densa cabellera de Valeria. Le encantaba meter sus largos dedos entre el cabello de la joven. Poco a poco fue profundizando el abrazo, además notó que la joven no se separaba de ella, al contrario, todavía se apretaba más a su cuerpo, y eso acabó por desestabilizarla. 

Ninguna de las dos quería separarse. Los segundos que estuvieron así se hicieron eternos para ambas, hasta que oyeron a Aitana hablar. 

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