Capítulo 40. Tengo ganas de ti.
Valeria decidió, junto con Diana, ir a su casa en bicicleta mientras ésta iría en coche. No querían levantar sospechas porque Camila seguramente estaría controlando cómo se iba cada una y si lo hacían por separado.
Como era de esperar, Diana llegó antes a su casa. Estuvo esperando un cuarto de hora a que su amiga llegara.
Cuando por fin Valeria llegó, las dos amigas fueron a la cocina para preparar algo para tomar. Se decidieron por un café.
-¿Salimos al jardín, Valeria?
-Claro. Vamos.
-Valeria, quiero que sepas que para mí significa mucho el poder contar contigo en estos momentos. Lo de Pablo me está afectando en mi día a día. Lo que no sé es cómo mi madre aún no se ha dado cuenta de cómo estoy. Aunque ella debe de tener sus propios problemas, porque últimamente la veo muy rara. Antes la veía muy feliz, pero ayer por ejemplo llegó a casa muy desanimada y apagada. No sé qué le pasa pero necesito descubrirlo. Mi madre y mis abuelos son lo único que tengo y no me gusta ver a mi madre mal. Quiero verla bien, feliz. Es una mujer que vale mucho, Valeria. Es muy positiva, echada para adelante, no tiene miedo a nada, siempre está ayudando a los demás aunque imponga o parezca una mujer estirada. Y sólo se ha dedicado a trabajar y a sacarme a mí adelante, aunque ha tenido sus rollos, pero nunca se ha atado a nadie. Y sabes, me gustaría que encontrara a alguien que la complementara y la hiciera muy feliz. Mi madre lleva tiempo sola y ya va siendo hora de que conozca a alguien.
-¿Tú quieres que ella conozca a alguien?-preguntó Valeria dubitativa. La verdad que le costaba imaginarse a Bianca con otra mujer que no fuera ella.
-Sí,pero siempre y cuando esa persona le sume y le complemente. Porque mi madre no necesita estar con nadie. Ella sola se basta.
-Sí, en eso tienes razón -y eso a Valeria le encantaba de Bianca. Era una mujer que sí podía con todo, o por lo menos lo aparentaba. Por eso le imponía tanto, porque nunca mostraba debilidad y sí fortaleza. Lo que Valeria no sabía que Bianca sí tenía una debilidad, y esa debilidad era ella.
-Pero sí me gustaría que mi madre compartiera su tiempo libre con alguien. Que no lo dedicara solo al trabajo y disfrutara más de la vida.
Valeria se desmoralizó. Diana quería ver a su madre emparejada pero por supuesto que no sería ella la pareja de Bianca. Entonces ella tendría que apartarse de Bianca para que ésta pudiera ser feliz con alguien. Y así Diana también sería feliz. Ella no pintaba nada con Bianca y cuanto antes lo asumiera, antes podría seguir con su vida.
Bianca decidió salir temprano del bufete porque no tenía la cabeza para estar en el despacho. Por lo que recogió sus cosas y se fue para su casa. Tenía ganas de ver a Diana y hacer algún plan juntas. No podía quitarse a Valeria de su mente. Era superior a sus fuerzas. Y necesitaba distraerse. Pero no se atrevió a llamar a su hija para ver si estaba Valeria en su casa. Prefería no saberlo. Eso sí, cuando aparcó el coche en el garaje, de repente su corazón comenzó a latir sin piedad, y eso le estaba indicando algo a la abogada.
Cuando Bianca entró en la casa, enseguida distinguió un dulce perfume ajeno a su hogar, el cual despertó todos sus sentidos en un abrir y cerrar de ojos. Y si antes su corazón iba rápido, ahora lo notó totalmente descontrolado. De repente no sabía si ir a saludar a su hija y a Valeria, o irse directamente a su despacho de lo nerviosa que se encontraba. Sabía que tenía que declinarse por la primera opción. Y finalmente le entró la cordura y es lo que hizo.
Antes de salir al jardín, Bianca cogió el aire suficiente, se acomodó bien la blusa, la cual llevaba ya después de tantas horas de trabajo mal colocada, y se dirigió a las jóvenes.
-Hola chicas, ¿Qué estáis haciendo?- preguntó Bianca controlando totalmente su voz. No quería que Valeria la viera nerviosa. Pero cuando la abogada consiguió mirarla fijamente, pensó que no iba a tardar en desmoronarse si no se iba rápidamente de ahí.
Cuando Valeria la vio, sin ella poder hacer nada, sus pupilas se dilataron y su corazón se aceleró bruscamente. Un agudo fuego le recorrió la piel y sus ojos sólo podían observar a la mujer que tenía enfrente. Habían pasado sólo unas horas, pero al verla, se dio cuenta que la había echado mucho de menos.
-Hola mamá. ¿Cómo fue tu día?-Le preguntó Diana. Tenía muchas ganas de ver a su madre. Pero Bianca sólo quería estar el tiempo suficiente para mostrar educación, y largarse. No podía estar más tiempo del necesario ahí con su hija y con Valeria. Necesitaba sentirse segura y en ese momento toda su seguridad se había ido al traste.
-Bien, cariño. Sólo que tengo que seguir trabajando un poco más. Así que os dejaré a solas. Que os divirtáis -dijo Bianca dándose media vuelta y largándose de ahí.
Valeria no se esperaba esa reacción de la abogada. Pensaba que se tomaría algo con ellas, pero estaba claro que no quería saber nada de ella. Aunque Valeria sabía que era lo mejor, le dolió que la mujer pasara así de ella. Casi no la miró ni a los ojos, y eso le creó un gran nudo de desazón. Joder, ¿Por qué tenía que ser todo tan complicado?
-¿Ves como mi madre está rara, Valeria? Nos ha saludado y se ha marchado. Mi madre no es así. Pensé que se quedaría a hablar un poco más con nosotras.
-Vaya, sí, tienes razón, será que está hasta arriba de trabajo, Diana.
-No lo sé. No creo que sea eso, ella está acostumbrada a trabajar con altos niveles de estrés. Ella sabe que tiene que darlo todo en el bufete familiar, así que no es algo nuevo.
-Pues no lo sé. Igual está viviendo una crisis. Hay adultos que sobre los cuarenta viven la "crisis de los cuarenta", vete a saber, Diana. Dale tiempo, quizás tienes razón cuando dices que necesita a alguien a su lado.
Las dos jóvenes siguieron hablando de sus cosas. Consiguieron distraerse ese rato sin pensar ni en Pablo ni en Bianca.
Cuando Bianca entró a su despacho, antes de que se pudiera sentar y sacar su portátil, su padre la llamó para recordarle que al día siguiente iba a empezar una abogada nueva en el bufete. Tenían tanta carga de trabajo y les iba tan bien, que necesitaban contratar a algún abogado más. Bianca suspiró. Eso quería decir que tendría que pasar tiempo con la nueva abogada para enseñarle el funcionamiento del bufete.
Bianca, aunque estaba totalmente desconcentrada, abrió su portátil de forma mecánica y lo encendió. No quería trabajar pero era la única manera que tenía de no pensar en Valeria. Y para colmo la tenía a unos metros de ella, y si eso no fuera suficiente, tenía su perfume incrustado en toda ella. ¿Cómo podía dejar de pensar así en ella?
En un momento dado, Valeria le dijo a Diana que iba a ir al baño e inconscientemente, la joven se dirigió hacia el despacho de Bianca. Pero la mujer tenía la puerta cerrada. Valeria se acercó a la puerta y le excitó saber que Bianca estaba al otro lado de ésta. Posó la palma de su mano con delicadeza en la puerta y deseó tener el valor suficiente para abrirla. Pero cuando iba a desistir de hacerlo y darse la vuelta para irse, de pronto la puerta se abrió.
Bianca se sorprendió cuando vio a Valeria enfrente de ella.
-Hola Valeria, ¿Necesitas algo?- le preguntó la abogada mirándola a los ojos vehemente. No se esperaba para nada encontrarse ahí a Valeria.
-Yo...No...No necesito nada...Sólo quería saber cómo estaba…Diana la nota rara.
-Vaya, ¿Has venido aquí porque Diana me nota rara?
-Sí...Bueno, no, en realidad. Pero...Yo ya me iba…
Bianca la cogió del brazo para que no se fuera. Necesitaba saber por qué había ido la joven a su despacho.
-Valeria, ¿Por qué has venido aquí?
-Por nada, señora. Yo me tengo que ir.
-Valeria, espera. Necesito decirte algo-Bianca la paró en seco y se acercó tanto a ella que sus labios se encontraban a unos centímetros unos de otros.
-Dígame.
-Tengo ganas de ti…
La joven se quedó estática en el sitio. ¿Cómo le podía decir eso Bianca?¿Acaso estaba loca? Claro que ella también tenía muchas ganas de ella, pero no podía hacérselo saber y sabía que se tenía que marchar de allí cuanto antes.
-Perdone, señora, me tengo que ir -le contestó Valeria dándose la vuelta y marchándose. La joven tenía que pensar con la cabeza aunque tuviera que luchar estoicamente contra su corazón. Joder, había estado a punto de lanzarse a esos deliciosos labios que le estaban pidiendo a gritos ser besados. Desde luego tendría que pensarse lo de ir a casa de Diana. Porque además cuando sentía los preciosos ojos grises de la abogada fijos en ella, podía derretirse. Tenía que evitar la tentación de tener a Bianca tan cerca, y para eso sólo había una manera de hacerlo, y era no volver más a esa maldita casa.
Y Bianca se quedó peor de lo que ya estaba. Aún albergaba la idea de que la joven hubiera pensado mejor la decisión que había tomado con anterioridad. Por lo menos Valeria tenía claro que seguía pensando lo mismo que antes, que lo mejor era dejar lo que habían empezado. Pero entonces, ¿A qué fue Valeria a su despacho?
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