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Capítulo 4: Problemas

Cuando Valeria llegó a casa, se dio cuenta que Pamela aún no había llegado, por lo que comenzó a preocuparse. Ya debería de estar en casa hacía rato. Y justo cuando iba a hacer un par de llamadas a las amigas de su hermana, ésta apareció por la puerta. Pero el verla completamente ebria le hizo sentir una impotencia que la invadió al instante. 

-¡Joder!¿Cómo vienes así, Pamela?

A Pamela le costaba mantener el equilibrio, por lo que acabó tirándose en el sofá del comedor. 

-Estoy bien, hermanita... Sólo necesito descansar. Déjame tranquila, anda.

-Pamela, yo sola no puedo. Necesito tu ayuda- Le espetó Valeria mientras no podía dejar de llorar. La situación la estaba desbordando y sabía que la educación de su hermana se le estaba yendo de las manos. 

A los pocos minutos Pamela se quedó dormida en el sofá. Por lo que Valeria, al comprobar que su hermana sólo estaba algo borracha, la tapó con una manta y se dirigió a su habitación. Necesitaba seguir llorando, pero a solas. Odiaba su vida y no quería esa vida para ella, pero tampoco podía dejar tirada a su hermana y abandonarla. Sus padres no la habían educado de esa manera, y quisiera o no, debía hacerse cargo de su hermana hasta que ésta se valiera por sí misma. Pero mucho tendrían que cambiar las cosas para que ese momento llegara.  

Valeria se desnudó, se quedó en bragas, se puso su camiseta de dormir y se fue a la cocina a prepararse algo para cenar. Y mientras cenaba, le fue imposible quitarse de la cabeza a la madre de Diana. ¿Cómo su amiga podía tener una madre tan despampanante? ¿Cómo esa mujer podía llamar tanto su atención? Tenía unos ojos grises preciosos, al igual que los de Diana. Ésta los había heredado de su madre, no había duda alguna. Y ella reconocía que la mujer era guapísima. Pero no sabía su edad. Parecía una mujer de menos de cuarenta años, pero de ser así,¿con qué edad había tenido a su amiga? No le cuadraba que Bianca la hubiera tenido joven. O igual la mujer tenía más de cuarenta años y se mantenía muy bien, porque a decir verdad, ella le echaba tranquilamente treinta y pocos. Estaba de muy buen ver y aunque le costara reconocerlo, creía que había sentido un flechazo cuando se giró y se la encontró detrás de ella. Así que ahora tenía un buen problema, si se sentía atraída por la madre de su amiga. 

Cuando Bianca llegó a su casa, aparcó el coche y se dirigió a la habitación de su hija. Era ya tarde y sabía que su hija estaría ya en la cama escuchando música. Antes de entrar, tocó a la puerta:

-Hola cariño,¿Duermes?

-No, mamá. Pasa. 

Bianca pasó y se sentó en un costado de la cama. Llevó su mano directamente a la pierna de su hija, quería acariciarla mientras hablaba con ella. 

-Ya dejé a tu amiga. Y bueno...No vive en una zona buena que digamos. 

-Lo sé, mamá. ¿Y eso es un problema para ti?

-No hija, no lo es. Por el camino me ha estado contando lo dura que es su vida. Sus padres murieron y ella se hizo cargo de su hermana. 

-Sí, todo eso lo sé. Además trabaja los fines de semana en un restaurante del centro llamado Itziar. Y se esfuerza mucho estudiando para que le den becas. Saca muy buenas notas.

-Pues estarás orgullosa de tener una amiga así. 

-Sí, lo estoy. Además es guapísima. Tiene a todos los chicos de clase detrás de ella. Bueno, y a chicas.

-¿Ah, sí? Es que la verdad es una chica guapísima. No me extraña que sea verdad lo que me has dicho. Y por cierto, ¿Por qué dijiste en el jardín que cuando os bañarais la querías bien lejos? -Bianca necesitaba saber por qué su hija había dicho eso. 

-Mamá, a Valeria le gustan las mujeres. Y ese comentario por supuesto lo hice de broma. 

Bianca se quedó helada. Así que a Valeria le gustaban las mujeres. Y si le gustaban las mujeres, ¿por qué la joven se ponía tan nerviosa cuando la tenía enfrente? Tendría que descubrir de dónde venía ese nerviosismo en la joven cuando a ella la tenía cara a cara.

-Cariño, a mí no me importa que a tu amiga le gusten las mujeres. Me parece estupendo que siendo tan joven sepa qué es lo que le gusta y qué es lo que ella quiere.  

-Y tú, mamá, ¿ya sabes lo que quieres?¿Si hombres o mujeres? Porque que yo sepa tu último rollo fue una mujer… ¿no?

-Sí, fue una mujer. Estás bien informada. Pero ya sabes que tu madre es un alma libre. No quiero atarme a nadie. Estoy bien como estoy.

-Lo sé, pero…¿tú qué prefieres a la hora de intimar?¿un hombre o una mujer?  

-Cariño, en mi opinión creo que prefiero una mujer. Cuando te acuestas con un hombre es más directo y más básico, más sexo. Mientras que si lo haces con una mujer, yo personalmente disfruto más que si lo hago con un hombre. Me tomo mi tiempo en hacer disfrutar a la mujer, no es sólo meter, sacar, y llegar. 

-Joder mamá, no es necesario que seas tan explícita…

-Fuiste tú la que preguntaste, Diana. Y tienes veinte años, creo que ya tienes edad más que suficiente para que tu madre te hable de sexo sin tabúes. ¿o prefieres que te diga que estás aquí porque te ha traído la cigüeña de París?

-Tienes razón pero no necesito saber cómo mi madre se tira a otra mujer y todo lo que hace con ella. 

-Vale, está bien. Ya sabes que tipo de educación intento darte. Ama y deja amar libremente. Y así todos contentos. Bueno cariño, mañana seguimos hablando de tu enigmática amiga,  porque es tarde y las dos madrugamos. Te quiero preciosa- Se acercó a darle un beso en la frente a su hija.  

-Y yo a ti. Mañana hablamos y por favor,  ciérrame la puerta. 

-Como tú digas. Hasta mañana.

Bianca salió de la habitación de su hija bastante cansada. El día había sido pesado, como casi todos. Pero tenía que reconocer que algo la había puesto contenta, y ese algo era el haber conocido a la amiga de su hija. No sabía qué tenía esa joven, pero ella quedaba deslumbrada cuando la tenía enfrente. Y aún tenía que descubrir por qué ésta se ponía tan nerviosa cuando se miraban a los ojos o se encontraban en la misma habitación o estaban una pegada a la otra. Y para colmo la tarde del día siguiente se iba a bañar con su hija en su piscina.

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