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Capítulo 37. Cuánto más lejos, mejor.

Aún sin salir del servicio, Valeria le escribió un WhatsApp a Diana y le dijo que no iba a acudir a las clases porque se encontraba mal. Diana no sospechó nada, pero le contestó diciéndole si quería que después de clases se pasara a verla por su casa. Valeria no quería que Diana viera su casa, además no podía verla cómo estaba de mal, por lo que declinó su ofrecimiento.

Cuando Camila se dio cuenta de que Valeria no iba a acudir a ninguna de las clases, sólo pudo sonreír sintiéndose una mujer triunfadora. Siempre se salía con la suya, por las buenas o por las malas.

Valeria se pegó toda la tarde en la cama, llorando. No podía creerse que Camila fuera así. Ni en sus peores pesadillas se podía imaginar a una persona como Camila. Ella se moría de ganas de ver a Bianca y besarla, y ahora por culpa de Camila, eso no iba a suceder más. Tenía ganas de vomitar. Estaba asqueada de tener que aguantar ese tipo de chantaje. Pero tenía claro que no quería perjudicar ni a Diana ni a Bianca. Porque si Diana se enteraba de lo que ellas dos tenían, lo más seguro es que dejase de hablarle a su madre. Sólo le quedaba ceder a las pretensiones de Camila. No quedaba otra.


Esa tarde a Bianca se le complicó el trabajo, por lo que no pudo salir pronto como hacía últimamente. Llamó a su hija para comunicárselo, y así si Valeria preguntaba por ella, su hija le diría que estaba trabajando, pero cuál fue su sorpresa cuando Diana le dijo que Valeria no había ido a clases porque se encontraba mal, por lo que la abogada decidió que después del trabajo se pasaría por casa de la joven. Quería asegurarse de que ella se encontraba bien.

A Bianca se le hizo tarde en el despacho, y viendo la hora que era, decidió dar por finalizada la jornada en el despacho e ir directamente a casa de Valeria. Es lo que hizo. Iba cantando en el coche de lo feliz que se encontraba. Tenía muchas ganas de ver a Valeria y darle muchos besos. Se moría de ganas de abrazarla. Después de una dura jornada laboral, qué mejor que sentir los labios de Valeria pegados a los suyos. Eso sí la iba a reconfortar.

Tuvo que dar varias vueltas a la manzana hasta que encontró un sitio para aparcar. Se bajó rápidamente del coche y se dirigió a paso ligero a casa de Valeria. Tocó al timbre pero nadie le abrió. Le pareció raro si su hija le dijo que la joven se había quedado en casa porque se encontraba mal. La abogada aprovechó a que alguien salía del portal para meterse dentro. Luego subió hasta la planta donde vivía Valeria.

Bianca insistió con el timbre hasta que por fin Valeria le abrió la puerta. Y cuando la vio con el rostro hinchado de haber llorado, se preocupó mucho por la joven.

-Valeria, ¿Qué ha pasado?¿Por qué estás así?¿Ha ocurrido algo? -Le preguntó Bianca asustada. No podía ver a la joven en esas condiciones.

- Bianca, mira, he estado pensando en todo lo que ha pasado en estos días, y es mejor dejarlo aquí. No podemos seguir.

Bianca no se podía creer lo que Valeria le estaba diciendo.

-¿Qué estás diciendo, Valeria?¿Acaso es una broma?

-¿Tengo pinta de estar bromeando?

-Pero...¿Por qué piensas eso ahora? Ayer pensabas totalmente diferente. ¿Qué ha pasado para que hayas cambiado de opinión?- le preguntó Bianca totalmente aturdida.

-Lo he estado pensando mejor, y no quiero hacerle ésto a Diana. No se lo merece, Bianca. Yo soy su amiga y tú su madre. Somos las personas en las que más confía y si se entera de lo nuestro le vamos a romper el corazón.

Por mucho que le doliera a Bianca, sabía que Valeria tenía toda la razón, y si pensaban con la cabeza, era lo que debían de hacer, dejarse de ver, así que muy a su pesar, debía de respetar la decisión de Valeria.

-Esta bien, Valeria. Si así lo quieres, sólo me queda respetarte. Aunque no comparto tu decisión, pero sí entiendo que puedas pensar en Diana.

-Gracias, Bianca. Y lo siento mucho...-Dijo Valeria con los ojos llorosos.

-Más lo siento yo, Valeria. ¿Puedo darte un abrazo? Yo, lo necesito - le dijo Bianca con la voz, por primera vez, dubitativa y entrecortada.

-Yo también lo necesito.

Las dos mujeres se fundieron en un abrazo totalmente necesario para ambas. Bianca metió su rostro en la cabellera de Valeria y pensó que podía dormirse ahí mismo con ese olor tan dulce e hipnótico.

A las dos les costó separarse, no querían hacerlo pero sabían que era lo que tenían que hacer. Valeria estaba llorando mientras Bianca contenía el llanto. Pero era cuestión de tiempo que la mujer perdiera el control de la situación. Sólo necesitaba estar a solas.

Bianca no quiso alargar más ese momento tan traumático, así que cuando Valeria la soltó, le dijo adiós y se marchó. Sin mirar atrás. Cuando tomaba una decisión de esa índole, debía ser consecuente.

Bianca se fue directamente al coche, y cuando por fin se encontraba ya dentro, no pudo controlar el llanto y se dejó llevar. Entendía perfectamente a Valeria, el que no quisiera hacerle daño a Diana. Pero no entendía que hubiera cambiado tan rápidamente de opinión. Algo tenía que haber pasado para que la joven lo viera de otra manera muy diferente, si el día anterior estaba con muchas ganas de avanzar con ella. Pero solo le quedaba respetar la decisión de Valeria, le gustara o no. Por lo menos reconocía que la joven era una chica muy madura y cabal.

Bianca condujo hacia su casa más triste que nunca. Quería dejar la mente en blanco pero le era imposible hacerlo. Tal vez si se refugiaba de nuevo en el trabajo podría quitarse a la joven de su cabeza poco a poco. Y sabía que eso es lo que iba a acabar haciendo.


Mientras, Valeria se metió directamente en su habitación. Se tiró en la cama y se acurrucó en ella. No sabía cómo iba a poder hacer frente a la situación de no volver a besar más a Bianca o de tener que pasar de ella. Además tendría que intentar no ir a casa de su amiga si no quería coincidir con la abogada. El verla y saber que estaban más lejos que nunca la una de la otra, la podría dejar mucho peor de lo que ya estaba. Pero si una cosa tenía clara era que no iba a tener una relación con Camila. Por ahí no iba a pasar.

Esa noche Valeria no se levantó a cenar. Al final, de tanto llorar,el sueño acabó por vencerla. Además, sin ella darse cuenta, Pamela vino más tarde que de costumbre. Ésta seguía sin saber cómo arreglar sus problemas con esas dos compañeras de clase. Ella no quería llegar a las manos con esas chicas, pero tenía claro que al final esa situación iba a acabar mal. Era inevitable.

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