Capítulo 36. Las cosas tienen que cambiar.
Cuando Valeria entró en su apartamento, se encontró con todas las luces apagadas, y eso le resultó extraño, pues Pamela le había dicho que ya estaba en casa.
Fue directamente a la habitación de su hermana, y cuando encendió la luz, se encontró a Pamela en la cama.
-Eh, Pam, ¿Qué haces a estas horas en la cama?¿Has cenado ya?¿Te encuentras bien?
Pamela no quería hablar con su hermana. Llevaba un ojo morado y no tenía ganas de que Valeria la viera en esas condiciones. Había un par de chicas de su clase que le estaban haciendo bullying desde hacía un tiempo atrás. Se metían con ella por la ropa que llevaba y porque también sentían celos por las notas que Pamela sacaba. Esas chicas estaban yendo cada día a más. Pamela ya no sabía cómo pararle los pies a las dos. Pero a decir verdad tampoco les tenía miedo. Sabía que llegaría un momento que acabaría perdiendo la paciencia y sería ella la que les pararía directamente los pies. Sólo era cuestión de tiempo.
-Sí, me encuentro, bien, por favor, apaga la luz. Estoy cansada, necesito dormir.
-¿Pero has cenado?¿Preparo algo para las dos?
-Cena tú, yo no tengo hambre.
-Está bien, Pam. Te dejaré tranquila. Descansa.
-Gracias.
A Valeria le pareció muy raro el comportamiento de su hermana pero enseguida pensó que era totalmente normal esos cambios de humor tan bruscos en los adolescentes, así que intentó no darle mayor importancia. Ella aún seguía en una nube de la que no quería bajarse pensando en Bianca. No podía quitársela de la cabeza. Ni quería.
Se preparó algo rápido para cenar y enseguida se fue a su habitación. Quería recrear entre esas cuatro paredes lo que había pasado en el portal con Bianca. Y se acordó perfectamente que Bianca estuvo a punto de meter sus dedos debajo de sus bragas. Al pensar en eso, sus bragas volvieron a humedecerse. Y cómo no, sus dedos fueron a parar a sus partes íntimas, llegando a hacer lo mismo que habían hecho los dedos de Bianca. Por lo que comenzó a gemir muy bajito, para que su hermana no la escuchara. Y como siempre que pensaba en la abogada, tuvo un orgasmo que la hizo temblar de placer.
A la mañana siguiente, Valeria se levantó de muy buen talante. Llamó a su hermana antes de entrar en su habitación, pero ésta no contestó. Así que entró finalmente en la habitación de Pamela y como no la vio, se dirigió al baño, donde tampoco estaba. La joven habría salido ya hacia el instituto. Pero eso era muy raro en ella, que se fuera sin avisar. Valeria comenzó a sentir cierta preocupación por Pamela. Ya hablaría con ella por la tarde cuando coincidieran en casa.
Desayunó algo ligero, se dio una ducha rápida y se marchó para la universidad en su bicicleta.
Cuando llegó a la facultad, se dispuso a atar al poste la bicicleta cuando la sorprendió por detrás Camila.
-Hola Valeria, ¿Cómo vas?- Camila tenía pensado ir a degüello a por ella.
-Vaya, hola Camila. Bien. Me has asustado.
-Lo siento, no era mi intención. Por cierto, tenemos que hablar tú y yo.
Valeria se enderezó. ¿De qué tenían que hablar ellas dos? La joven comenzó a ponerse nerviosa porque consideraba que ella no tenía nada de qué hablar con Camila.
-Bueno, tú dirás. ¿Qué es lo que quieres decirme?
-¿Estás saliendo con alguien?
-¿Qué?¿A qué viene esa pregunta?¿Y a ti qué más te da si yo salgo con alguien?
-Mira Valeria, ayer te vi con alguien.
Valeria se puso pálida. ¿La habría visto con Bianca? Y de ser así, ¿Qué es lo que había visto? La joven comenzó a sudar.
-¿Con quién me viste, Camila? ¿Y por qué no vas al grano?
-Muy bien. Tú lo has querido. Te vi con la madre de Diana.
-Joder, ¿Me has estado espiando?- le gritó Valeria a Camila. No se lo podía creer. ¿Cómo podía haber llegado tan lejos Camila?
-No te he espiado pero pasé ayer por dónde vives y os vi.
-¡Estás loca, Camila!
-Puede ser que lo esté, pero estoy loca por ti.
Valeria tenía ganas de abofetearla.
-No digas tonterías, Camila. Tú sabes que tú y yo nunca vamos a tener nada.
-Eso lo dices tú. Sabes, quiero que dejes de ver a Bianca o se lo diré a Diana, estoy segura que Diana no sabe nada de lo que su madre y tú estáis haciendo a sus espaldas. Y te aseguro que cuando se entere os dejará de hablar a las dos.
-Eres una auténtica hija de puta. Tú no puedes hacerme eso- Valeria estaba llena de ira. ¿Cómo podía tener tanta maldad Camila?
-Claro que puedo, y lo haré. Quiero que dejes de ver a Bianca. No la vas a ver más. Y quiero que tú y yo salgamos por ahí. Así que ya sabes lo que tienes que hacer, si no quieres perder a Diana. Te aseguro que le romperás el corazón cuando se entere de lo que estás haciendo con su madre.
Valeria tenía ganas de llorar pero no pensaba hacerlo delante de esa arpía. Nunca en la vida había conocido a alguien con tanta maldad.
-Bueno, piensa en lo que te he pedido. De ti depende la felicidad de Diana.
Camila la dejó allí y se marchó triunfante. Por fin iba a conseguir lo que ella quería. Por fin Valeria quedaría con ella a tomar algo a solas y ya se vería si surgía algo más de ahí. Pero por lo menos Valeria dejaría de verse con Bianca. Se ponía enferma de pensar en Valeria y Bianca juntas.
Cuando Camila la dejó sola, Valeria estaba en shock. Sabía que tenía que ceder ante el chantaje de Camila. No quería por nada del mundo hacerle daño a Diana y encima perderla como amiga. Por lo que ya había decidido que dejaría de verse con Bianca, por mucho que a ella le doliera. Lo que no tenía tan claro era que fuera a quedar con Camila. Eso le repugnaba y no creía que fuera capaz de poder quedar ella.
Cuando Valeria se recuperó un poco, se dirigió a los servicios más cercanos y cuando ya no había nadie, se echó a llorar. Estaba claro que ella no podría tener nunca lo que quería y que su vida estaba destinada a hacerse cargo de sus responsabilidades y poco más. Eso de vivir y disfrutar, no estaba hecho para ella, y cuanto antes lo asumiera, mejor le iría.
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