Capítulo 30. ¿Qué hacemos con Pablo?
A la mañana siguiente Bianca se despertó más feliz de lo normal. Sabía que por la tarde iba a ver a Valeria, y además la vería en bikini. No podía pedir más.
La abogada estaba perdiendo el control de sus sentimientos. Esa joven se había adueñado de todos sus pensamientos. En el trabajo ya no era capaz de dar lo mejor de sí misma, aunque su padre estuviera contento con los resultados que estaba obteniendo su hija. El abogado seguía pensando que Bianca salía pronto de trabajar porque quería conciliar su vida laboral con su vida familiar, y le pareció mejor que bien al tratarse de su hija y de su nieta. No tenía queja alguna. Pero sí, Bianca quería ver a su hija, pero no sólo a ella, su corazón quería ver a Valeria. Sus ojos necesitaban observarla como si de una obra de arte se tratara, e iba a contar las horas que le quedaban para poder tenerla enfrente de ella.
Bianca se dirigió a la cocina para preparar el desayuno. Pero Diana se adelantó.
-Hola mamá, buenos días. Te preparé café.
-Gracias cariño. Por cierto, ¿A qué hora va a venir Valeria?
-Pues no lo sé, acabamos la última clase a las cinco. Así que sobre las cinco y media podemos estar aquí. ¿Por qué lo preguntas?
-Porque estoy pensando que si hoy consigo salir pronto del trabajo, igual me doy un chapuzón en la piscina. Si a vosotras no os importa, claro está. Si no me bañaré por la noche, hace mucho que no lo hago.
-Mamá, cómo me va a importar. Y a Valeria estoy segura que tampoco le importará. Eso sí, cuando te vea en bañador seguro que se sorprende, porque estás de muy buen ver.
-No digas tonterías Diana, ¿Cómo se va a sorprender cuando me vea?- le preguntó a su hija. Pero en realidad era lo que quería hacer, dejar a Valeria con la boca abierta. Tenía un trikini que le quedaba perfecto a su moldeado y curvilíneo cuerpo. Seguro que Valeria se quedaría sorprendida gratamente cuando la viera. Esa era su intención.
-Mamá, sí se quedará sorprendida cuando te vea. Tú no eres una madre al uso. Tú para ser madre de una veinteañera estás muy bien. Yo estoy muy orgullosa de ti, que lo sepas.
-Gracias hija. Pero ya será para menos. Bueno, pues si os parece bien, me daré un baño con vosotras. Prometo no molestaros.
-No lo harás. Tranquila. Valeria es un amor. Ya lo sabes.
-Lo sé, cariño. Por eso estoy muy feliz de que seáis amigas.
Cuando acabaron de desayunar, cada una se fue a su habitación a vestirse, para luego marcharse a la universidad y al trabajo. Bianca tenía muchas ganas de que el día pasará rápido.
En casa de Valeria, esa mañana Pamela se había levantado temprano y también había ayudado a su hermana con el desayuno y con la limpieza del apartamento. Así que Valeria no podía estar más contenta. Esa noche había dormido completamente de tirón, gracias a Bianca.
Valeria, al igual que Bianca, estaba deseando que llegara la tarde para ver a la abogada en su casa. Además, viendo lo que había pasado la tarde anterior entre ellas, y que Bianca parecía que sentía lo mismo que ella, tenía claro que le gustaría coquetear con la abogada, pero también estaba Diana, tendría que intentar comportarse. Ojalá Bianca no fuera la madre de su amiga, las cosas serían mucho más fáciles para Valeria.
Valeria y Diana se encontraron donde siempre. Valeria notó a su amiga algo desanimada, por lo que le preguntó si le pasaba algo.
-Diana, oye, ¿Te pasa algo?¿Quieres que dejemos lo de la piscina para otro momento?
-No, que va, Valeria, hace mucho que no vienes por casa y ya va tocando que lo hagas. Tranquila.
-¿Entonces?
-Es Pablo, Valeria. No sé qué hacer. Sigue acosándome y ya estoy bastante cansada de recibir mensajes y llamadas de él. Necesito que pare de hacer lo que me está haciendo. Además, en cualquier momento sé que va a aparecer por algún lado. Se va a cansar de que yo lo ignore.
-¿Por qué no se lo dices a tu madre?
-Porque la conozco y sé que va a querer denunciarlo. Y yo no quiero llegar a tanto. Sabes, tengo miedo. Miedo de cómo va a acabar ésto y de cómo se puede tomar Pablo que mi madre lo demande. Mi madre no se deja amedrentar por nadie. Ella va a por todas.
-Me la puedo imaginar- Valeria sabía perfectamente que Bianca era una mujer de armas tomar, y más si se trataba de defender a su propia hija- Pero Diana, no puedes seguir con ésto. Te está afectando a tu vida diaria. Te noto más nerviosa, más apática y decaída. No sé, creo que ya va siendo hora de que le pares los pies. Él no puede sembrar el miedo y hacer contigo lo que se le antoje. Y si encima piensas que te lo vas a encontrar, peor me lo pones, ¿No crees?
-Lo sé, sé que tienes razón. Y sí, lo voy a pensar. Sí, me está afectando de tal manera que no me apetece salir ni de casa. Y cuando mi madre me pregunta por Pablo, me tenso de sólo oír su nombre. Parece como si ella supiera algo, y eso me pone más nerviosa si cabe.
-Yo te apoyo en todo lo que decidas. Cuenta conmigo.
-Gracias Valeria. Voy a necesitarte. Eso seguro. Por cierto, espero que no te importe pero mi madre me ha dicho que si hoy sale pronto del trabajo le gustaría darse un baño. Me ha preguntado si a ti te importaría.
Valeria sólo pudo sonreír para sus adentros. Bianca quería bañarse con ellas. Seguro que en esas repentinas ganas de la abogada por meterse en la piscina con las dos tenía mucho que ver lo que había pasado la tarde anterior entre ellas. Y por supuesto que ella estaba totalmente de acuerdo con que Bianca se diera un chapuzón. Por fin la iba a ver en ropa de baño. No se lo podía creer. Sólo esperaba controlar su excitación delante de Diana y de Bianca. Lo que sí sabía que iba a tener los ojos abiertos como platos si tenía a esa diosa delante de ella en bañador.
-Por supuesto que me parece bien, Diana. Sólo faltaba. Además, cabemos las tres perfectamente.
-Lo sé, Valeria, pero como me dijiste que mi madre te imponía mucho, sólo espero que se comporte.
-No te preocupes, la culpa no la tiene ella. La tengo yo. No entiendo por qué me impone tanto. Será por verla siempre tan arreglada y tan segura de sí misma.
-Puede ser. Yo quiero ser como ella. No quiero que nadie me pisotee. Es lo que ella me ha enseñado.
Las dos jóvenes se dirigieron al aula donde tenían clase. Camila y Eva ya las estaban esperando.
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