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Capítulo 2. La madre de Diana

Y de repente, mientras estaba absorta observando a esa belleza en las fotografías colgadas, sintió una intensa e irregular respiración detrás de ella y un perfume bastante costoso que la puso más nerviosa de lo que ya estaba. Diana no podía ser porque se encontraba en la cocina y no podía tenerla ahora justo detrás de ella.

-Hola...Parece que te quedaste de piedra viendo las fotografías que tenemos colgadas...- Dijo alguien con una voz tremendamente dulce y a la vez madura. Debía ser la madre de Diana.

Cuando Valeria se dio la vuelta lentamente, pensó que iba a perder el equilibrio. Se quedó petrificada cuando vio a quien tenía enfrente de ella. En efecto, era la madre de Diana. Pero la mujer era mucho más llamativa que en las fotografías. Tenía una melena lisa de color castaño y unos bonitos ojos grises. Con una nariz fina y a la vez respingona y unos labios carnosos que pedían ser devorados. Esa mujer era todo un pecado carnal. Además Valeria medía un metro setenta y dos y Bianca debía de medir parecido a ella porque llevaba unos buenos tacones y le sacaba unos cuantos centímetros. Llevaba un traje que le quedaba perfecto a ese cuerpo tan espectacular.

-Hola...señora...-Dijo Valeria con una voz muy temblorosa. Y dio gracias a que por lo menos pudo decir algo. Nunca antes se había bloqueado de esa manera.

-Vaya, ¿Parezco tan mayor que me llamas señora?Por cierto, relájate que no muerdo, jovencita.- le contestó Bianca. Le hizo mucha gracia lo ruborizada que se le veía a esa joven. ¿Qué tanto imponía? Porque tenía claro que le había causado más miedo que otra cosa. Así que se limitó a sonreírle con una preciosa sonrisa, para que la joven se relajara, pero pareció que consiguió todo lo contrario. Además, Bianca también se quedó algo trastocada cuando esa preciosa joven la miró directamente a los ojos. Tenía una mirada que hipnotizaba, y en sus treinta y siete años nunca le había pasado nada parecido, y menos todavía con alguien tan joven y para colmo amiga de su hija. Pero ella le restó importancia inmediatamente.

-Bueno...Yo...Yo me voy con Diana...

-Sí, claro. Puedes ir, yo también iré a ver cómo está mi hija. Por cierto, soy Bianca, la mamá de tu amiga.

-Encantada...Señora.

-¿No me vas a dar dos besos?¿No te enseñaron modales, jovencita?

Joder, esa mujer estaba jugando con ella. Y ella era un manojo de nervios. Era imposible que estuviera más nerviosa. Esa mujer la ponía a mil y la intimidaba todavía más. Tenía un serio problema con la mamá de su amiga.

Justo cuando Valeria se dirigía hacia la cocina, apareció Diana con una bandeja con el café de Valeria y algo dulce para comer. La joven se dio cuenta que su madre se encontraba detrás de su amiga.

-Hola, mamá, ¿Qué haces en casa?yo te hacía en el despacho.

-Sí, cariño, pero ganamos esta mañana el juicio y ahora necesito descansar. Llevo mucho tiempo sin parar. Igualmente tengo que hacer ahora un par de llamadas. Así que os dejaré a solas.

-Sí, mamá. Por cierto, ella es Valeria. Mi amiga de la universidad.

Valeria no era capaz de mirarla a los ojos. Si la miraba no podría controlarse. Y no quería hacer el ridículo delante de esa mujer. Joder, ¿Como podía comportarse delante de su amiga y de su madre de esa manera tan inmadura?. Tenía veinte años pero parecía como si tuviera doce. En ese momento se avergonzó de sí misma.

-Diana, ya me he presentado con tu amiga Valeria. Es algo tímida, para ser tan guapa- le contestó Bianca a su hija mientras no quitaba los ojos de Valeria. No entendía que una chica tan preciosa fuera tan tímida. Lo que ella no sabía es que Valeria no era para nada tímida, al revés, simplemente la joven se había quedado prendada de ella.

Valeria dirigió la mirada al suelo. Fue incapaz de hacer otra cosa. En la vida había sido intimidada de esa forma por otra mujer. Y para colmo era la madre de su mejor amiga de la universidad. Estaba más que jodida.

-Bueno, chicas, tranquila Valeria, ya os dejo a solas. Si necesitáis algo, ya me dices, Diana.

-Sí, mamá, tranquila. No te preocupes. Como hace buena tarde saldremos al jardín. Tenemos que hacer un trabajo para una asignatura de psicología.

-Muy bien. Entonces poneros a ello. Luego os veo.

Bianca dejó que las chicas se fueran hacia el jardín, pero no pudo quitar la mirada de la amiga de su hija. Tenía una melena negra larga, densa y algo ondulada y tenía que reconocer que esa chica tenía algo que llamaba la atención. O mejor dicho, toda ella llamaba la atención. Sus ojos eran preciosos y su mirada fulminante, además chocaba con la forma de ser de la joven. No entendía que fuera tan guapa y a la vez tan tímida o introvertida. Esa joven tenía que creérselo y así tendría a todos los chicos de la universidad locos detrás de ella. Eso era lo que ella pensaba de Valeria. Además se le veía una chica muy femenina y delicada, pero a decir verdad, la ropa que llevaba la joven para nada era la que todas las jóvenes llevaban ahora, incluida su propia hija.

Bianca se enfadó consigo misma por pensar de esa manera en la amiga de su hija. Además tenía que ir a hacer unas llamadas y ya se le estaba pasando la hora para hacerlas.

Mientras, en el jardín:

-Joder, Diana, si tenéis hasta piscina.

-Sí, Valeria. Ahora con el buen tiempo la solemos usar bastante. Mi madre se suele dar baños por las noches o el fin de semana. Y yo con ella, y también las tardes de entre semana.

Valeria no pudo evitar pensar en la excitante imagen de Bianca en bikini en esa piscina. Joder, ¿Algún día se bañaría con Diana y con su madre? Mientras tenía esa imagen en su mente, su amiga tuvo que darle un codazo para que Valeria regresara a la tierra.

-Valeria, ¿En qué estabas pensando?- le preguntó Diana.

-¿Yo? En nada. Sólo que...Me gustaría algún día bañarme en alguna piscina como la tuya...-dijo apenada Valeria. Ella vivía en un apartamento viejo con Pamela. Y le daba vergüenza que Diana lo viera. No tenía ninguna intención de invitarla a su casa. Pero también sabía que no podía ser ella la que siempre fuera a casa de Diana y ésta nunca ir a la suya. Se puso triste de sólo pensar en eso.

-Eh, Valeria, ¿pero qué te pasa? Claro que te vas a bañar. Si quieres mañana mismo nos damos un baño por la tarde.

Valeria abrió los ojos como platos. No se creía que su amiga la estuviera invitando a bañarse en su piscina.

-¿En serio me lo dices, Diana? Porque no tengo ningún bikini. Lo siento. Tendría que comprarme uno.- Valeria sabía que no podía permitirse comprar uno. Así que lo de bañarse iba a quedar en una ilusión.

-Eso no es ningún problema, Valeria. Yo tengo uno sin estrenar, y más o menos veo que somos de una talla parecida aunque creo que tú tienes más pecho que yo. Mira, te lo regalo. Pruébatelo en tu casa y mañana, si te viene bien, te lo traes y nos bañamos.

-Muchas gracias, Diana. Eres una amiga estupenda. No te merezco.

-Claro que me mereces, tonta. Eres mi mejor amiga y aunque me hables poco de tu vida, sé que vives sola con tu hermana y que eres una chica muy luchadora. Que haces todo lo posible por sacar a tu hermana adelante. Y bueno, también sé que trabajas en un restaurante y recibes ayudas, así que cariño, no te sientas avergonzada y déjate ayudar. A mí ya ves como me va, no me puedo quejar. Así que yo estaré encantada de ayudar a alguien como tú.

-Gracias...-A Valeria le resbaló una lágrima por la suave piel de su mejilla. Y Diana solo pudo abrazar a su amiga. Quería que supiera que iba a estar ahí para ella, ya que lo que Valeria no sabía era que Diana se sentía muy bien con su compañía y de una manera u otra, también la estaba ayudando al poder contar con ella para todo. Diana nunca había tenido una amiga así, y por supuesto, la valoraba como debía hacerlo, ni más ni menos.

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