Capítulo 17. Resaca del día después.
Valeria se quitó el vestido y lo dejó sobre una silla. Se sentó en el borde de la cama y pensó en lo que se había atrevido a hacerle a Bianca en el portal. No sabía cómo, pero se había dejado llevar. Le sentó mal que Bianca le llamara la atención por no tener educación. Y no es que no tuviera educación, es que le daba vergüenza acercarse a ella. Pero ahora se arrepentía de haberla besado también con la lengua en las mejillas. Se había pasado de la raya. Seguro que al día siguiente si la veía la esquivaría. Pero tuvo que reconocer que le encantó acariciar sus mejillas con la punta de su lengua. De hecho se excitó mucho en ese momento, pero ahora, de sólo pensar en lo que había hecho, se estaba volviendo a excitar. Se imaginó besando a Bianca y pasándole la lengua por sus mejillas, para luego llevarla a los gruesos y húmedos labios de la mujer.
En su imaginación, cogía a Bianca por las solapas de su blusa y la acercaba a ella, para juntar cuerpo con cuerpo y sentir cómo de rápido le latía el corazón a la abogada, mientras la abrazaba y pasaba sus dedos por debajo de la blusa para acariciarle la piel. Bianca se estremecía al sentir sus suaves dedos rozar lentamente su cálida piel.
Valeria no aguanto más y mientras estaba soñando despierta con Bianca, dirigió su mano derecha a sus partes íntimas. Se acabó por tumbar en la cama mientras introducía su mano debajo de sus bragas y comenzó a masajear su entrepierna. No podía estar más mojada. Y el sentirse de esa manera la puso tan cachonda que sin ella poder controlarlo, se acabó corriendo. Joder, lo que le faltaba, que fuera incapaz de controlar un puto orgasmo. ¿Eso era normal a sus veinte años? Bueno, ella prefirió echarle la culpa a Bianca, si ésta no la excitara tanto seguramente sí podría controlar sus jodidos orgasmos.
Y ahora sí, después de sentirse culpable por haberle hecho eso a Bianca y por haber tenido un orgasmo pensando en la madre de su amiga, se tumbó en la cama y se quedó dormida sin ella quererlo.
A la mañana siguiente, cuando sonó el despertador, Valeria quería lanzarlo contra la pared. Tenía demasiado sueño para levantarse como hacía cada mañana. Eso le pasaba por trasnochar. Pero esa noche volvió a dejar a un lado las pesadillas. Por lo menos en ese aspecto iba avanzando. Y sin necesidad de ayuda psicológica, como le habían aconsejado sus más allegados.
Le costó unos minutos levantarse hasta que por fin lo hizo, pero con un humor de perros. Para colmo esa noche tenía que trabajar en el restaurante. Y de sólo pensarlo se cansó más de lo que ya estaba.
Se dirigió a la cocina y preparó el desayuno para su hermana y para ella.
Pamela apareció después de haber olido el café recién hecho y las tostadas que estaba haciendo su hermana.
-Ummm, ¡Qué hambre tengo, Valeria! Gracias. Por cierto, ¿Qué tal has dormido? ¿Pensaste en lo que hablamos?
-Hola Pamela. No, no he pensado todavía. No me ha dado tiempo, de hecho. Pero te juro que lo voy a hacer. Voy a intentar ir menos a casa de Diana. Y veremos qué va pasando.
-Muy bien, me parece perfecto. Hoy tienes clases, ¿no?
-Si, como todos los viernes por la mañana. Vas a ir al instituto, ¿Verdad?
-Sí, Valeria, como todos los viernes…
Las dos hermanas rieron mientras desayunaban. Cuando había pasado ya una hora, Pamela estaba ya en el instituto y Valeria en la universidad.
-Hola Diana, ¿Cómo dormiste? Yo me he levantado hoy con un sueño horrible.
-Yo igual Valeria. Pero lo peor de todo es que cuando me he levantado he mirado el móvil y tenía cinco llamadas de Pablo. Y luego me ha escrito por WhatsApp.
-¿Ah, si? ¿Qué te decía?
-Que teníamos que hablar. Y que sentía lo que pasó anoche. Que se comportó así por lo que había bebido. Que yo tenía razón cuando le pedí que fuéramos juntos a la fiesta y que no volvería a ocurrir.
-¿Y qué piensas hacer, Diana?¿Lo sabe tu madre?
-No, mi madre no lo sabe. Estoy confundida, Valeria. Ayer se pasó mucho. Pero tal vez tiene razón, se pasó con el alcohol y acabó más perjudicado de lo que él pensaba.
-Vaya Diana. Yo creo que ese chico no te conviene para nada. Para empezar si tan enamorado estuviera hubierais ido juntos a la fiesta y nos hubiéramos juntado sus amigos con tus amigas. Todos juntos. Luego lo de beber, a mí me suena a excusa. Simplemente con la bebida acabó sacando su propio Yo. Vamos, que en realidad debe ser como lo vimos ayer. Y lo siento si estoy siendo dura, pero Pablo no me gusta para ti.
-Mi madre me dijo ayer lo mismo. Así que aunque siga enamorada de él, tendré que pensar lo que me decís. Por cierto, ¿Vienes esta tarde a casa?
-No, Diana, lo siento. Esta tarde intentaré descansar en mi casa, así iré más fresca al trabajo. Porque sé a qué hora entro a trabajar pero no sé a qué hora salgo.
-Vale, Camila y Eva querían salir esta noche un rato. Así que si quieres vamos hablando, por si después del trabajo te apetece salir a tomar una copa.
-Claro, yo os digo. Dependerá de lo que descanse esta tarde. Porque mañana también trabajo.
Las dos jóvenes se metieron en el aula. La clase iba a comenzar y el profesor estaba por llegar. El viernes sólo tenían cuatro clases, así que aprovecharían a descansar por la facultad e ir a la biblioteca para estudiar un poco.
Bianca llegó a su despacho y nada más entró, cerró la puerta. Pero justo recibió una llamada de su secretaria diciéndole que la quería ver la abogada Fernández y que ésta estaba en el hall. Bianca le dijo que la dejara pasar a su despacho.
Cuando se sentó en la silla y encendió su portátil, apareció Aitana por la puerta. La abogada iba con un traje de pantalón muy fino y algo sexy, para el gusto de su amiga Bianca.
-Eh, hola guapa,¿A qué se debe tu visita, señorita abogada?
-Hola Bianca, pues muy sencillo. Se debe a que si Lola y yo te llamamos por teléfono para salir a cenar y luego tomar unas copas nos vas a decir que no. Así que vengo a tu bufete para que no tengas las narices de decirme que no a la cara.
-Pues te voy a decir algo, señorita abogada, hoy viniste para nada, porque os iba a decir que sí. Necesito salir. Necesito distraerme y necesito beber.
-Joder Bianca, habernos llamado tú entonces. Voy mal de tiempo, en una hora tengo que estar en los juzgados. Pero bueno, me alegro que no pongas excusas para salir con nosotras.
-No son excusas, Aitana. Pero hoy sí necesito estar con vosotras.
-¿Y por qué hoy sí lo necesitas?¿Estás mal y necesitas hablar?
-Puede ser...Llevo unos días…Algo raros.
-¿Por qué?¿A qué se debe ese malestar que tienes?
-Muy bien, cierra la puerta y te lo contaré muy por encima. Y esta noche con unas copas de más os soltaré la bomba si es necesario.
-Está bien, soy toda oídos.
-Vale, pero no armes un escándalo. Siéntate y escucha. Me gusta alguien.
-Vaya vaya con la mojigata de Bianca. ¿Desde cuándo?¿Es hombre o mujer?
-Desde unos días. Es mujer. Fue verla, y yo creo que me atrajo desde ese primer momento. No sé cómo explicarlo, Aitana, pero es la primera vez que me ocurre algo así. Cuando la veo o sé de ella o la tengo cerca, me pongo nerviosa.
-¿Qué?¿Que tú te pones nerviosa por tener a una mujer cerca? Eso no me lo creo.
-Créetelo porque es así. Te lo juro. Parezco una adolescente cuando ve a su primer amor.
-Joder Bianca, pues si es la primera vez que sientes eso, es que te estás enamorando.
-¿Tú crees?
-Sí, claro. Está clarísimo vamos. ¿Y eres correspondida por lo menos?
-No, no lo soy, y lo peor de todo es que es mucho más joven que yo. Pero ya no te puedo contar nada más. Necesito tener alcohol en mi cuerpo para que mi boca suelte todo lo que tiene que soltar sobre esa mujer.
-Muy bien, entonces prepárate para que te emborrachemos esta noche Lola y yo, queremos que nos lo cuentes todo con pelos y señales. Bueno querida, me voy que llego tarde, ¿Reservas tú en un restaurante?
-Si, tranquila, yo reservaré. Por el centro, ¿no? Así luego vamos a algún pub a tomar algo.
-Claro. Y por cierto, si no eres correspondida, prepárate a sufrir. Estás jodida.
-Lo sé.
A los pocos minutos Aitana salió del despacho de su amiga, y Bianca pensó en las palabras de ésta. Claro que sabía que estaba muy jodida, y más sabiendo que la joven de la que se estaba empezando a enamorar era la mejor amiga de su hija y sólo tenía veinte años. Y no sólo estaba jodida, también se encontraba más perdida que nunca.
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