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LUZ

Hace mucho que no duerme bien, las noches se vuelven largas o cortas según el nivel de cansancio que se acumula en su cuerpo.

Despierta por las mañanas con esas pocas horas de descanso, con la sensación de su cuerpo tieso como un muerto. Escucha la voz de su padre detrás de la puerta, diciéndole que se le hará tarde para ir a la escuela.

Se levanta en automático; como todos los días, en una rutina cancina y llena de dolor.

Pero lejos de exteriorizar lo que siente, lo único que hace es mirar mal a quien se le cruce en el camino y hacer lo que el día anterior, nada.

No busca solución, un cambio. Simplemente no tiene ganas de nada.

Sus mañanas y tardes se las vive en un guion establecido que no se molesta en modificar. Las clases son iguales, las tareas, el resto de personas a las que no toma importancia a su alrededor.

Simplemente sobrevive. Tampoco va a decir que tiene un problema, es fuerte, puede cambiarlo cuando quiera, el problema es que no quiere.





Es entonces que una mañana; despues de mucho tiempo de lo mismo, de la monotonia y el dolor,  esta increíble persona se cruza en su camino. Aunque en realidad no haya sido de esa manera exactamente, además de que ni en sueños admitirá que lo considera increíble. No puede dejar de verlo jugar, la forma en que corre, en la que sonríe, la forma en la que los rayos del sol que a penas salen de entre las nubes iluminan su rojo cabello, lo ve saltar y encestar con una precisión que rivaliza con la suya y; por primera vez en meses, Aomine sonríe.

Es una sonrisa que cubre todo su rostro, que ilumina sus ojos azules. Una sonrisa que hace que le duela el cuello, la mandíbula y el corazón.

Es entonces que la ira fluye ¿Quién es esta persona que logra todo eso con un solo movimiento? Aomine tiene que destruirlo, no puede ir por ahí y causar todo lo que causa solo con quererlo o sin saberlo.

El corazón late descontrolado en su pecho, la sangre hirviéndole. Porque ese pelirrojo es una alegría para sus ojos doloridos, no es ni la mitad de bueno de lo que él es, entonces ¿Por qué es así de feliz? ¿Tiene derecho a serlo?

La respuesta tajante para Aomine es que no. No puede serlo.

Entonces en medio de esa ira burbujeante lo destruye, le demuestra cuan poderoso es de los dos. Le hace ver que jamás podrá ganarle, solo deteniéndose al ver; y un poco al saber, que esta herido. Una lesión por sobre exigimiento. Sin embargo, hay una chispa que logra ver. Sabe que ese chico; Kagami, no va a detenerse, va a crecer, va a usar esa pérdida a su favor. Y Aomine no sabe que le causa mas miedo, el hecho de que este pueda en un lejano caso vencerlo o que quiere con locura ese hecho.

La chispa roja que es Kagami lucha contra la suya, Aomine lo tiene en claro. Que sea amigo de Kuroko lo hace aun mas peligroso, contagiado de ese pensamiento de lucha, de la forma en la que quieren hacer las cosas, sin individualismos, el amor a un equipo y a la fuerza del conjunto.

Aomine no quiere eso, quiere una lucha uno a uno contra Kagami, ver quien se queda con el poderío, aunque eso lo obligue a estar solo. Aomine esta cansado de estarlo, de ser el único en el podio ganador, de no tener un par con quien sentirse acompañado.

Entonces ¿Qué es esa sensación cálida en su pecho cuando recuerda la sonrisa de Kagami?

Porque se encuentra con la necesidad de entrenar más, de demostrarle que no es todo lo que tiene, que es esa sensación de egocentrismo que aumenta, de querer demostrarle todo su poder.

De deslumbrarlo con este. Como un pavorreal que muestra encantado todas sus plumas. Maravillando a Kagami en el proceso.

Quiere su vista posada en el y en nadie más. Quiere convertirse en el centro de su mundo, de su basquetbol o ¿Es algo más?

¿Qué es ese más?

Luego pierde. Kagami pierde en su contra por segunda vez.

Y Aomine no puede sentirme mas miserable, el dolor de la perdida del otro le hace sentir un amargo sabor de boca, una fuerza que presiona su pecho y; no solo le hace anhelar ser derrotado por la fuerza del pelirrojo, sino desear la sonrisa victoriosa en el otro.

Esa sonrisa que no había vuelto a ver ni en sí mismo. Kagami en un sol, como una estrella brillante en el firmamento, Aomine desea que brille en sus manos, sentir como se quema y arde con su fuerza. Porque sabe que este puede vencerle.



—Te gusta Kagamin, solo que eres un denso para aceptarlo, te lo digo yo o morirás solo y viejo— Le dice Momoi, mostrándole una verdad con fuerza.



En su segundo encuentro tampoco se contiene, la sonrisa en sus labios solo se vuelve mas amplia con forme luchan, con forme ve la sonrisa del pelirrojo volverse más grande.

El sol; piensa, es que Kagami es la estrella más brillante. Esa luz que su alma necesitaba. Sus días ya no son una tortura, sus descansos son mas consistentes. Los entrenamientos mas entretenidos, el deseo de lucha llenando sus días que antes eran grises y monótonos.

Su piel esta encendida, el calor del sudor que recorre su piel, la sensación del balón entre sus manos, el sonido que hace al rebotar en la duela. Y entonces Aomine sonríe, esa sonrisa amplia y con esperanzas.

Y pierde. Aomine es el que pierde.

No solo el partido, sino esa lucha que ha tenido a tirones, con el recuerdo de la sonrisa de Kagami siempre fresca en su memoria, de su forma de juego, del palpitar de la sangre en sus venas con solo verlo.

No festeja, tampoco se entristece, tampoco se llena de ira. Su corazón retumba, su conciencia se desvanece. Todo lo que Aomine distingue es ese trazo de ira y envidia por no ser él; sino Kuroko quien le sostiene, de no ser él quien esta cerca para detallar las facciones felices por el triunfo de Kagami, sus extrañas cejas, la curva de sus labios que enmarcan una sonrisa aún más deslumbrante que la que recuerda; grabando esa en su lugar a la anterior.

Esa sensación pacifica que siempre había estado buscando se instala en el interior de su alma, grabada a fuego junto con la imagen de un sonriente Kagami. Tal vez no sea perceptible y; jodidamente espera que así sea, pero el calor de su rostro no se debe al cansancio del juego, si no a la expectativa de una nueva cacería, esta vez; a la caza de un corazón que pareciera errante.

Y aunque la perdida estará fresca en su memoria por mucho tiempo, sabe que será la última. Porque la siguiente lucha nada tiene que ver con el básquet, asegurándose Aomine de no volver a perder, nunca más contra la brillante luz de Kagami. 

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