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Una Navidad

Revisando mis borradores me di cuenta que hace algún tiempo que tengo esta historia terminada y me he olvidado totalmente de publicarla, así que bueno... tras una edición rápida aquí esta. 

El titulo, es... no sé... simplemente no se me ocurría nada... y de paso, si ya están por acá ya deben conocer mi historia/problema con las historias navideñas... me encantan pero son difícil de escribir sobre todo porque suelo meterles demasiado drama, al punto que muchas veces es muy difícil levantarla.

Bueno ya. Espero que les guste.

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Cintas, adornos, velas, muérdago y un enorme árbol repleto de adornos y muchas luces tintineantes. Las mesas redondas prolijamente acomodadas; manteles blancos con un sobre mantel más pequeño, rojo con detalles en dorado; el centro de mesa era una enorme vela blanca, sobre una base hecha por ramas de muérdago y algunas cintas doradas; la vajilla denotaba la elegancia del lugar, cubiertos de plata; platos de porcelana finamente decorados, con pequeños arabescos dorados y copas de cristal. Los empleados del hotel lucían sus mejores galas para la fecha. Todo estaba engalanado, listo para la cena y celebración de navidad, que sería esa noche y el espíritu festivo se veía y contagiaba en... casi todas las personas.

Desde que Theo tenía memoria, siempre había asistido a ese hotel para navidad, en compañía de su padre y madre, pero desde la muerte de su madrea cuando él tenía diez años el evento se convirtió en algo tedioso para el joven pelinegro, a los dieciséis esa costumbre se había convertido en una lucha entre ellos, su padre quien quería mantener la costumbre y Theo que deseaba eliminar esa fecha y poder hacer cualquier otra cosa, lejos de su padre, lo que lo llevó a estar presente por mera obligación hasta que cumplio veinte años, cuando definitivamente dejo de asistir. La mayoría de los empleados lo conocían desde niño, y jamás se hubieran esperado volver a verlo allí para esa fecha, pues Theodore Nott, no era una persona a la que le agradara celebrar navidad, la mayoría allí sabía que simplemente tenían que alejarse de su camino, pues su mal humor despertaba muy rápido en esa fecha.

Los nervios estaban desbordando a Theo, esa noche volvería a ver a su padre en navidad después de cinco años, aquel hombre exasperaba con demasiada facilidad al pelinegro en cada pequeño encuentro que tuvieran y agregarle a eso todo lo que la fecha traía... hacía que Theo quisiera correr lo más lejos posible de allí.

Él alto y fornido hombre no dejaba de dar vueltas en la habitación y no podía dejar de preguntarse "¿Por qué rayos acepte esto?" se detuvo frente a la enorme ventana y apoyó la frente en el frío vidrio, afuera la nieve caía lentamente y su respiración empañaba el vidrio... y casi sin darse cuenta comenzó a dar pequeños golpes con la frente a la ventana, en verdad no quería estar allí. De repente sintió que lo abrazaban por la espalda, esas pequeñas y delicadas manos pasearon por su pecho mientras aquel cuerpo se pegaba a su espalda.

−Respira conmigo.

La voz fue muy suave y dulce, sintió la respiración de aquel cuerpo y trató de tranquilizarse y seguir el ritmo que le marcaba... notó que su respiración se normalizaba y el cuerpo que lo abrazaba giraba sin soltarlo, para ubicarse delante de él.

Allí estaba esa rubia hermosa, que lo enloquecía, con sus ojos grises que tenían un brillo único y esa sonrisa, que según él, era la cosa más hermosa y contagiosa del mundo... llevaba el cabello mojado y una bata de baño era lo único que cubría su cuerpo.

−Tranquilo, todo va a estar bien −dijo con una sonrisa, mientras posaba una de sus manos en la mejilla del pelinegro−... no te preocupes, no creo que intente nada... ¿No has pasado esta fecha con él en... cuanto tiempo?

−Cinco años... pero tú no lo conoces Luna...

−Lo sé y esa es una de las ideas de esto... ¿No?

−No, no quiero −dijo el pelinegro haciendo un puchero, con lo que se ganó otra sonrisa de la rubia y un suave beso en los labios−... he perdido mucho por su culpa... y no quiero −los dedos de la rubia se posaron en sus labios silenciandolo...

−Llevo cuatro años contigo, ¿Cuántas veces, o cómo tengo que decirte que no me perderás?

−Creo que con unas miles de veces podría alcanzar −dijo soltando una risita antes de apoderarse de los labios de la rubia.

Luna se puso un vestido de noche largo, color azul con detalles en blanco y un abrigo liviano blanco; recogió parte de su cabello con algunas horquillas, dejando caer el resto en una cascada de rulos, por su hombro derecho. Theo se puso un traje azul oscuro, casi negro; con una camisa blanca y corbata con líneas diagonales en verde y azul, la cual no podía terminar de acomodar. Antes de salir de la habitación, la rubia acomodo la corbata del pelinegro y le dio un suave beso para animarlo, este la tomó de la mano y la guió hasta el ascensor.

−Bien, solo... si dice algo ofensivo trata de ignorarlo, es su costumbre tratar de provocar a todos, según él, le gusta ver el carácter de las personas... y es bastante desmedido en ocasiones...

−Theo, amor... ya me dijiste todo eso y en todo caso me preocupa más que tú no puedas soportarlo −dijo Luna dándole un leve apretón a la mano que todavía sujetaba la suya.

−Yo... pero si yo −la rubia lo miró sería levantando una ceja−... Ok, hagamos esto, si me altero demasiado nos retiramos ¿Sí? −esas palabras fueron acompañadas de una mirada suplicante a la cual la rubia solo asintió.

Al llegar al lobby Theo guió a la rubia hasta el gran salón donde se realizaría la cena y el baile. En el lugar ya había muchas personas y era evidente que esperaban a muchas más. Un empleado los recibió y guio hasta la mesa que compartirán con la familia del pelinegro, la cual ya estaba allí.

Un hombre alto, de unos setenta años, su cabello antes negro, ahora lucia bastante gris por las canas, su expresión seria decía que no era hombre de muchos amigos y sus ojos azul eléctrico delataban que era el padre de Theo. La mujer a su lado no tenía más de treinta años, su cabello negro, estaba recogido en un alto moño del cual dejaba escapar unos cuantos rulos, mostraba una pequeña sonrisa y sus ojos celestes delataban que estaba algo cansada. A la izquierda de la mujer se encontraba un niño de unos seis o siete años, que la rubia podía jurar era la réplica de Theo en una foto de niño, cabello negro bien peinado hacia atrás ojos de un azul eléctrico absolutamente llamativo, iguales a los de Theo y su padre. En cuanto el pequeño vio a Theo corrió hacia él, quien se agachó y abrazó al niño fuertemente antes de levantarlo.

−Hola Will... estás enorme −dijo con una sonrisa mientras el pequeño soltaba su cuello.

−Hace mucho que no nos vemos... ¿Por qué no vas a Alemania a visitarnos? −se quejó el niño inflando los cachetes, lo que lo hacía lucir totalmente adorable.

−Tengo mucho que hacer −respondió con una sonrisa de lado mientras miraba de reojo a la rubia a su lado, la cual lucía una sonrisa que él pocas veces había visto en ella−... ¿Recuerdas que te hablé de Luna? −él pequeño asintió, mientras él se giraba un poco más hacía la rubia−... Bien William Nott ella es Luna Lovegood, mi novia.

Luna sonrió y Will se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla.

−Hola.

−Hola Will, un gusto conocerte al fin.

Se escuchó un carraspeo y los tres se fijaron en el hombre y la mujer que estaban muy cerca de ellos.

−Theodore... en verdad estas aquí, no lo podía creer cuando me dijeron −dijo el hombre, con la misma expresión seria mirando a Theo luego sus ojos se posaron en la rubia y la inspeccionaron de pies a cabeza, y agregó con un tono un tanto despectivo−... ¿No vas a presentarnos?

−Luna, él es Marcus Nott, mi padre y ella es Gemma Faley, su esposa y madre de Will −dijo todo esto con una sonrisa forzada, más que evidente, y luego volvió a mirar a la rubia−... Ella es Luna Lovegood, mi novia.

El señor Nott le dio un beso en el dorso de la mano mientras hacía una leve reverencia y la mujer le dio un beso en la mejilla y un abrazo, y por la sonrisa que mostraba, Luna podría decir que ella estaba realmente feliz de verla allí. Después de esto todos se ubicaron en sus lugares. Y Luna al fin comprendió un poco a su pareja cuando los ojos de Marcus Nott se centraron en ella y la vieron como si fuera la portadora de todos los males del mundo, y solo se detuvo ante el ceño fruncido de Theo y un codazo de su joven esposa.

−Hace demasiado tiempo que no nos sentamos en la misma mesa −dijo Marcus centrándose en su hijo mayor antes de beber un sorbo de vino−... si no recuerdo mal dijiste que jamás volverías a pasar esta fecha ni ninguna otra conmigo... ¿Qué quieres? Nunca te importo presentarme una novia... no... más bien cuando querías dejarlas era cuando me las presentabas...

−Basta... no, no quiero eso... solo quería que conozcan a Luna, porque es muy probable que un día me case con ella −los ojos de Marcus se posaron en la rubia al escuchar esto.

−¿Quién eres y qué quieres?

−¿Qué? −preguntaron al unísono Theo y Luna.

−¡Marcus! −exclamó al mismo tiempo Gemma mirando con el ceño fruncido a su esposo, quien prácticamente no reaccionó a ninguno de ellos.

−No, hice mal la pregunta ¿Cuánto quieres? −Theo estaba a punto de ponerse de pie, pero la mano de Luna en su pierna le dijo que no hiciera nada.

−¿Quién soy? Luna Lovegood, nací y me crié en Londres, soy maestra de preescolar... ¿Qué quiero?... estar junto al hombre que amo, y ese es Theodore Nott... y ¿Cuánto? A lo único que puedo ponerle un cuanto es al tiempo, y en cuanto a eso quiero estar toda mi vida junto a él −dijo girándose levemente hacía su pelinegro que pareció relajarse un poco al escucharla y sonrió para ella, ante la mirada juzgadora de su padre−... señor Nott, no soy una persona a la que le importe el dinero, si ejerciera con mi título, ganaría mucho dinero, pero enseñarle a los niños me hace mucho más feliz... si cree que estoy con él por su dinero quítese esa idea, hace cuatro años que estamos juntos y lo conocí cuando él corría por un parque donde yo estaba de picnic con mis niños, es más estuve más de un año sin saber bien a que se dedicaba y ni hablar de su familia, no hay nada de lo que hable menos.

−Todo es cierto, además deberías darme algo de crédito, ¿no crees que pueda reconocer cuando alguien está conmigo solo por dinero? −preguntó Theo de forma despectiva antes de centrar sus ojos en la esposa de su padre buscando un poco de ayuda.

−Marcus, ya una vez pasamos por esto, no necesitas hacer algo así, solo con ver a Theo se nota que...

−¿Todavía quieres castigarme, verdad? No es mi culpa que tu madre haya muerto, y Gemma no tiene la culpa de que me haya enamorado de ella −arremete el hombre interrumpiendo a su esposa...

−Alto, alto... no sigas... no te hagas la víctima, que no te queda, no te castigo, no te culpo ni a ti, ni a ella de nada de lo que tu digas... el problema con Gemma lo solucionamos hace tiempo... ya te lo dije, haz lo que quieras de tu vida y déjame vivir como yo quiera −dijo Theo ya despertando un poco.

−¿Qué es lo que quieres?

−No lo sé −dijo con un suspiro antes de mirar a Luna−... ¿Por qué estoy aquí?

−Estamos aquí, porque te amo −respondió con una sonrisa la rubia sin despegar sus ojos de aquellos orbes azules que la veían expectantes−... y tu familia, aunque no te lleves del todo bien con ellos, es parte de ti y va a ser parte de mi vida, para bien o para mal...

−Anne Claire −el nombre se escapó de los labios de Marcus ganándose la mirada de todos, en especial de Theo.

−¿Quién es Anne Claire? −preguntó la rubia a Theo, que no despegaba sus ojos de su padre.

−Es la madre de Theo −respondió Gemma, bajando la mirada, mientras Marcus no quitaba sus ojos de Luna.

−¿Qué harías por Theo... darías tu vida por él, si fuera necesario?

−¿A dónde quieres llegar con esto? −preguntó Theo bastante molesto.

−SI −respondió la rubia sin dudarlo un momento sorprendiendo a Theo y Marcus.

−Anne Claire dio su vida para que nosotros vivamos... y aunque lo he intentado no la puedo perdonar. Nos salvó, pero nos dejó solos −dijo casi en un susurro el hombre, con la mirada algo perdida, recordando cómo su esposo se entregó ante aquellos delincuentes para que no dañaran a su familia y como en su fuga el vehículo desbarrancó y todos murieron...

−Claro que no... si los salvo, fue para que ambos pudieran continuar apoyándose el uno al otro, cuidándose y queriéndose como ella lo hacía −dijo algo molesta la rubia mirando intercaladamente a los dos hombres, que parecían no entender los sentimientos de esa mujer a la que ambos amaban y que ya no estaba con ellos−... ¿Qué sentido tuvo lo que ella hizo si ustedes no son capaces de dejar de culparse y quererse como ella deseaba?... cuando uno hace ese tipo de sacrificio es porque ama a esa persona y solo desea que siga adelante, que encuentre la felicidad.

−¿Cómo haces eso cuando la persona que más te importa, la persona que te hace feliz ya no está? −preguntó Theo con la mirada algo triste. Luna sonrió y le acarició la mejilla.

−Aquellos que te aman nunca se van si tú los recuerdas y sigues sonriendo para ellos... ¿Eres feliz? −la pregunta fue casi un susurro, algo temeroso.

−Desde que te conocí, te convertiste en mi sonrisa −dijo devolviéndole la caricia−... si tu eres feliz yo soy más que feliz −y con esas palabras le dio un suave y corto beso en los labios...

−Entonces tu madre también es feliz −susurro Luna, consiguiendo así otra sonrisa de Theo, que luego volvió a mirar a su padre, con una advertencia latente en sus ojos.

−Su forma de pensar y ser es muy parecida a la de Anne Claire −dijo Marcus mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en sus labios−... y creo que tiene razón, hemos sido unos idiotas que solo nos preocupamos por lo que perdimos y no apreciamos el regalo que ella nos dio −agregó centrando sus ojos en su hijo mayor.

Todos miraron algo sorprendidos a Marcus, los que lo conocían sabían que él no era así, pero era posible que gracias a Luna descubriera esa respuesta que tanto había buscado desde la muerte de su amada Anne Claire.

−¿Qué tratas de decir? −preguntó el pelinegro con cautela.

−Theo creo que tu padre quiere decir que lo siente −dijo Gemma mirando al pelinegro con una mirada cargada de ternura.

−Esta mujer es increíble... haces algo para perderla y te juro que te desheredo −dijo Marcus con una leve sonrisa y una seña amenazadora−... lo siento, lamento todo... tu madre me enseñó un mundo que no conocía, y al no tenerla más aquí... me perdí.

Esto era mucho más de lo que Theo esperaba, jamás pensó verse en esa situación, su padre se estaba disculpando con él, y no solo eso, sino que finalmente aceptaba a alguien que él había elegido. Sabía lo que era Luna y todo lo que podía hacer con su simple presencia, pero jamás esperó que pudiera hacer algo así... esto era un verdadero milagro navideño.

Después de esto, la cena fue, podría decirse, tranquila... hablaron de diversos temas, siempre tratando de evitar aquellos que resultaban escabrosos para los dos hombres. Pero los hábitos no se quitan tan rápido, así que en más de una ocasión, Luna tuvo que alejar a Theo de la mesa, para que no terminara discutiendo con su padre.

La medianoche los encontró bailando y se dieron aquel beso bajo el muérdago, que ya se había convertido en una tradición para la pareja. Al volver a la mesa se encontraron con Marcus, Gemma y un Will que se había dormido en su lugar con la cabeza sobre la mesa.

−Feliz navidad... bueno nosotros nos retiramos −dijo Marcus tomando en brazos a Will, quien se removió un poco pero no despertó−... Buenas noches... almorcemos juntos, así hablamos sobre su boda −y sin más se alejaron.

−No lo puedo creer... ese no es mi padre.

−Claro que sí, te lo dije una vez, todo padre quiere a sus hijos −dijo la rubia entre risas mientras abrazaba aquel fornido cuerpo.

−En verdad no conoces a Marcus Nott −agregó él mientras la pegaba más a su cuerpo.

−Si no crees en los milagros de navidad, cree en el amor y el perdón, para mí, ese es el verdadero significado de esta fecha, estar con las personas que amas y poder perdonarlo todo por ese mismo amor.

−¿Por qué eres tan maravillosa y perfecta? −preguntó antes de besarla−. ¿Nos vamos de aquí?

Luna solo asintió y se dejó guiar por Theo hasta el ascensor, pero para desgracia del pelinegro, no iban solos. La ansiedad y excitación crecían en él, mientras la rubia solo sonreía al verlo tan impaciente. Al llegar a su piso casi la arrastró a la habitación y una vez dentro, la ropa de él comenzó a volar por los aires, mientras se acercaba a la rubia, como un animal salvaje... el vestido de Luna no duró mucho tiempo más en su lugar, la prenda quedó en el piso y el cuerpo de la muchacha rápidamente se encontró en la cama siendo cubierto por el excitado cuerpo del pelinegro, que no dejaba de besarla. De repente se separó un poco de ella, con una expresión un poco sería.

−¿Sabes que te amo? Eres lo mejor que me pasó en la vida −dijo casi en un susurro−, gracias por todo lo que me das, me haces muy, muy, muy feliz.

Luna sonrió y le dio un corto beso antes de comenzar a moverse para zafar su cuerpo del aprisionamiento en que la tenía Theo, quien sonrió y se movió para dejarla salir. Bajó de la cama y caminó hasta un mueble donde había dejado su cartera, buscó en su interior y sacó una pequeña caja alargada, de color verde esmeralda. Volvió hasta la cama y se acostó a la par de Theo dejando la caja en medio de ambos.

−Feliz navidad amor −dijo con una enorme sonrisa.

−Mmm ¿Qué puede ser? Ya me regalaste una pluma, así que no creo que sea eso mmm...

−No trates de adivinar, solo ábrelo.

−Un momento −dijo alejándose hasta el ropero, y buscando algo en uno de sus sacos, un instante después volvía a estar junto a Luna, pero ahora él dejaba una cajita sobre la cama−... ahora sí, feliz navidad amor... tú primero y no me vengas con que me diste el regalo antes.

La rubia hizo un puchero, pero no se quejó, tomó la cajita y la abrió, en su interior encontró una cajita de terciopelo azul, su mirada voló a Theo, quien sonrió.

−Sé que íbamos a esperar −dijo acercándose más y abriendo la cajita de terciopelo−... pero llevamos casi cuatro años juntos y lo encontré... y no pude evitarlo, tiene que ser tuyo ahora y para siempre... ¿Te casas conmigo?

Los ojos de la rubia volvieron a la cajita, que ahora dejaba ver a su ocupante, un anillo de oro blanco con un discreto zafiro en forma de corazón y dos pequeñas esmeraldas a sus lados. A Luna no le salían palabras, lo único que pudo hacer fue besar a Theo, después de que este le pusiera el anillo en el dedo correspondiente.

−Claro que sí... Es muy hermoso... no debiste...

−Claro que sí −la rubia solo lo miró de reojo y no pudo evitar sonreír.

Theo tomó su regalo y se dispuso a abrirlo, con Luna nunca se sabía que esperar en cada regalo, todos eran únicos y sorprendentes, como ella... y en verdad el pelinegro esperaba cualquier cosa menos lo que encontró en el interior de aquella cajita. Al levantar la tapa se encontró con una barrita de plástico con una especie de capuchón violeta... aunque su mente no reaccionaba sabía lo que era y una sonrisa comenzó a formarse en su rostro; tomó la prueba de embarazo y pudo ver claramente dos rayitas. Sus ojos rápidamente se centraron en la rubia, haciendo la pregunta que se acababa de quedar atorada en su garganta.

Luna sonrió agradecida ante la expresión de felicidad de Theo.

−Sí, vamos a ser padres −sintió los brazos de Theo sujetándola y un momento después estaba de pie haciéndola girar, no podía dejar de reír.

−Te amo, te amo, te amo, te amo, te amo −repetía Theo mientras volvía a dejarla sobre la cama−, es el mejor regalo de navidad que me han hecho en mi vida.

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