Le dí la mano al Antiguo y pude sentir cómo me levantaba en el aire. Dioses, ésta experiencia era indescriptible. Ví a mis compañeros, encima del suelo también, para luego sentir que nos movíamos a una velocidad que ni siquiera parecía posible. Ví por instantes debajo de mí al pantano, los campos, las montañas y todas las zonas de nuestro viaje pasar como breves imágenes frente a nosotros. Y entonces, llegamos al reino en un corto periodo de tiempo, ¡Habíamos viajado todo un mes de caminata en unos pocos segundos! Volteé a ver al Antiguo, se había vuelto más grande, éramos como insectos para él.

Lo escuché gruñir, molesto, temimos haberle ofendido de alguna manera, por lo que nos arrodillamos ante él, pidiendo misericordia. Entonces, sentí una fría brisa chocar con mi cara, y escuché al Antiguo relajarse por esto, ni siquiera parecía molesto. Nos dejó frente al castillo, mostrándose frente a los guardias que tuvieron la suerte de presenciar su aparición, nosotros corrimos al interior del edificio, mostrándonos frente a la reina.

- Mi señora, hemos retornado de nuestro viaje, y lo hemos encontrado. Te presentamos al Antiguo.

Pero cuando salimos, él ya no estaba ahí, había desaparecido tan rápido como apareció. Entonces, volvimos a ver a la reina, quien mantuvo una sonrisa tranquila, a pesar de no haber visto al Antiguo.

- Está bien, mis valientes exploradores, mi reina ya me había contado sobre él cuando era una pequeña niña, y la suya lo hizo con ella. Ustedes lograron ver a un ser que se creía inexistente, y vivieron para contarlo. Ahora, les tengo una nueva misión, quiero que cuenten a las próximas generaciones sobre el Antiguo y los Grandes, y que mantengan los mitos y sus experiencias con ellos, para que nadie olvide a quién salvó el reino incontables veces. Para que todos recuerden y no teman a la gran Luna Roja.

Volví a casa y ví a mi esposa, abracé a mi hijo, y traté de volver a la rutina de mi vida, pero simplemente me fue imposible olvidar al Antiguo y aquella experiencia tan maravillosa, ahora entiendo la tarea que me encomendó la reina, olvidar a tan majestuoso ser era un acto totalmente imperdonable. Y ahora me pregunto qué me deparará el futuro.