Capítulo 5 - Mierda.
Owen se arrepintió de inmediato de no haberle pedido más pautas para sobrevivir en su cuerpo a esa chica, porque al abrir los ojos se encontró rodeado de las miradas angustiosas de más de una docena de sirvientas con uniforme.
Estaba cubierto por una montaña de mantas, y las criadas que traían múltiples bandejas corrían nerviosas por la habitación.
—¡Por fin! ¡La señorita ha despertado! ¡Avisad a los señores, rápido!
—¡Señorita Drummond! ¡Todo el mundo estaba muy preocupado por usted! Emmm... ¿Señorita? ¿Le estoy abrumando demasiado?
Prefiero no saber nada de esto.
—¡Oh no! ¡La señorita ha vuelto a cerrar los ojos!
—¿Puede que haya vuelto al coma? ¡Traed al médico de urgencias, puede que la señorita esté en un estado crítico!
—¿Por qué? Yo le veo tranquila, descansando felizmente.
—¡Qué insensible eres! ¡¿No ves que está sufriendo?!
—¡Es verdad! ¡¡En mi pueblo se decía que cuando una persona vuelve a cerrar los ojos después de un coma es porque sus órganos están explotando!!
—¡Aaahhh! ¡Rápido, llamad al médico! ¡La señorita se está muriendooo!
—¡Pero el médico no podrá venir a tiempo, hoy es su día libre!
—Creo que lo mejor sería dar ya el pésame a los señores...
—¡Por favor, no digas cosas tan sombrías! Todavía hay una oportunidad para salvarla. Creo que si la sacudimos, se despertará y no explotará.
—¡Es buena idea!
—¡Esperad! La señorita no nos deja tocarla a no ser que ella dé el permiso.
—¡Esto es una situación de vida o muerte! ¡Lo comprenderá!
—Si es así, hazlo tú, Sara. Si tenemos la suerte de que despierte, no queremos que nos despida después. Arriésgate tú, que para eso estás.
—¡Sois muy malas compañeras!
—Pues yo creo que la superior Olga debería de hacerlo. Entre todas nosotras, ella es la que conoce por más tiempo a la señorita. La señorita no podría despedirla tan fácilmente...
—¿Yo? Yo soy vuestra superior, la única que tenéis después de que Nana Rosa se fuera. Si hay alguien que es imprescindible, soy yo. Y además, solo llevo sirviendo a la señorita Vivienne desde hace un año y medio...
—¡Vamos, superior! Sabemos que usted es muy valiente y profesional.
—¡No me adules! No voy a caer. No me vais a echar el marrón a mí.
—¡Quién sea, pero rápido! A este ritmo, ni siquiera vamos a poder protegernos de la explosión.—
Las demás criadas empujaron a la superior Olga hacia el cuerpo durmiente de Vivienne. No pudo resistirse, porque era un asunto urgente.
—¡Agh, está bien! ¡Lo haré! ¿Qué hago?
—¡No sé! ¡Agárrala de los hombros y sacúdala suavemente!
—Eso no va a servir, tiene que ser con fuerza y firmeza, para que pueda despertar completamente.
—¿No tendríamos que tener cuidado de la posible explosión también?
—Puede que el pellizcarle los pies sirva...
—¿Para que íbamos a hacer eso? Lo que te pasa es que le tienes mucha manía a la Señorita.
—¿Yoooo? ¿Manía? ¡Yo solo lo he sugerido por su bien!
—¡Callaos ya las dos! Este es momento de concentración (como desactivar una bomba).
—¡Eso!
—¡Pero yo creo que deberíamos de pellizcarle los pies! No sé exactamente para qué, pero servirá de algo.
—¿Si lo hacemos, te callarás?
—¡Por supuesto!
—Entonces, manos a la obra.
—Aguardad un segundo... Tengo una propuesta.
—¿Ahora qué, Mae?
—Mmmm... ¿Y si... no la despertamos?
—¿Qué?
—Quiero decir... La señorita Vivienne, desde el principio, no ha sido la persona más amable con nosotras. No es necesario decir que a todas las que estamos aquí nos ha tratado desagradablemente, e incluso nos ha agredido. Realmente me cae mal... Es tan hipócrita y rastrera... Lo único que le interesa de este mundo es el príncipe, y nada más que el príncipe. En mi opinión, no es más que una niña malcriada y caprichosa que no sabe lo que es la amabilidad o el respeto.
—¿N-no te has pasado un poco? Es verdad que la señorita a veces es un poco, emm... desapacible, pero solo somos criadas y debemos de conformarnos con el trato que nos ha tocado.
—Eso no es necesariamente cierto. Ahora tenemos una oportunidad... Solo tenemos que comunicar a la familia y al médico que fue demasiado tarde... y simplemente falleció durmiendo.
—No seas así, Mae. M-me das miedo...
—Eso, ella es nuestra ama...
—¿No os dais cuenta de que eso no importa? Nunca ha sido la persona más cuerda y pacífica, pero desde que despidió a la Nana Rosa ha ido de mal en peor... Ya no hay arreglo. Esta es la única solución que queda si queremos salir de este ciclo de abuso y maltrato.
—Mae, espero que no lo digas en serio.
—Es completamente en serio, superior Olga. Creo que usted y todas deberíamos tomar cartas en el asunto.
—Si sigues así, no tendré más remedio que recomendar una orden de cambio de personal a otra sección, o incluso de despido.
—¡NO ME ENTIENDE! ¡NO PUEDE HACER ESO! ¡AHORA ES EL MOMENTO, TIENE QUE HACERME CASO!
—Suficiente.
Hay que ver... Algunas intentando sacudirme y pellizcarme, otras tratándome como una bomba, y otra que conspira mi muerte... Qué pandilla más pintoresca de criadas ha conseguido esa histérica peliblanca. Aunque es normal que tenga enemigos. ¿A quién le podría caer bien esa grosera?
—¡Señorita! ¡Ha despertado!
No es muy varonil que me llamen así. No creo poder acostumbrarme.
—Ah, sí, jaja, qué alegría... Menos mal que he despertado...
—Lo siento. Puede que le hayan molestado nuestros gritos de pánico. Mae se ha puesto un poco nerviosa por su delicado estado de desmayo.
—Ya veo... ¿Mae?
—¿S-Si, mi señorita?— Respondió una criada de pelo corto y piel rosada.
—Emm... Quédate después, cuando todas las demás se hayan ido.
—¿... ? De acuerdo, mi señorita.
—Y tú... ¿Olga?
—Sí, soy yo. ¿Está un poco desorientada? ¿Se encuentra bien?
—S-sí, eso creo. Es como si no me acordara muy bien de algunas cosas...
—¿Puede ser... amsesia?
—Querrás decir amnesia, Pia.
—Sí, eso... ¿Señorita, cree que eso le ocurre?
—Creo que no. Solo parezco no recordar pequeños detalles... y tener una necesidad importante de dormir. ¿Podéis dejarme dormir en silencio de nuevo?
—Con todo el respeto, s-señorita Vivienne, no creo que sea el mejor momento para dormir de nuevo... Ya ha dormido por más de seis días... Debería de caminar un poco... — La criada, insegura por sugerir algo en contra de la idea de su ama, se encogió y cerró los ojos esperando una reacción violenta. Sin embargo, ella solo bostezó y estiró los brazos.
—¿¡Seis días!? Vaya, puede que sí que deba estirar las articulaciones un poco.— Para sorpresa de todas las presentes, no hubo ninguna reacción particularmente negativa hacia la sugerencia. Lo normal hubiera sido algo desmesurado por tal insolencia, incluyendo jarrones y vajilla rota y criadas heridas y temblando.
Se miraron entre sí, algo asustadas por lo inesperado, pero un pequeño brote de esperanza de que el cansancio y el sueño la hubieran ablandado temporalmente crecía. Puede que incluso durase un día entero hasta que recuperase su estado de ánimo habitual.
—Señorita Vivienne, ¿seguro que se encuentra bien? ¿Nota la frente caliente o algún síntoma de fiebre?
—No, no me seas pesada. Y no me digáis señorita Vivienne, suena extraño y redundante. Hasta a mí me daría pereza decirlo aunque fuese una vez... ¡Eso es! Llamadme Vivi.
Todas se quedaron pálidas, sin mover ni un músculo.
¿Qué les pasa? Ni que les hubiera pedido que me llamasen Owen. Eso sí que hubiese sido raro. Solamente me da un poco de pereza decir ese nombre tan largo, o siquiera escucharlo. Si me dicen Vivi, al menos siento familiaridad con mi verdadero nombre de cuatro letras.
—¡Chicas, rápido! ¡Hay que llamar a un especialista! ¡Está delirando!
—¡Tú, Jun! Ve a avisar al señor. ¡Yo iré a buscar a la señora!
—Eso no es necesario, estoy perfectamente. ¿V-véis?— Owen hizo el intento de esbozar una sonrisa tranquilizadora, pero nunca se le ha dado muy bien. Era más desconcertante y falsa que tranquilizadora.
—¡RÁPIDO! ¡Está aún peor! ¡Puede que sufra un ataque en cualquier momento!
—¡Sara, quédate conmigo a vigilarla! ¡Podría atentar contra su propia vida bajo el delirio!
—¡Oye! ¿Por qué iba a intentar suicidarme ahora?
—¡El señor Drummond está presente!— Todas las criadas cesaron el apoteósis por un momento e hicieron una pequeña reverencia.
—¿Dónde está la superior?
—Aquí, mi señor. Olga a su servicio.
—No me suena tu cara. ¿No había otra antes que tú?
—Em, sí. ¿Se refiere a la ex-superior Rosa?
—Ah, esa. No sabía su nombre. ¿Hace cuánto que mi hija la despidió?
—Hace dos semanas.
—Ajá. Y...¿Para qué me habéis llamado? ¿Es porque ya ha despertado, o es solo una de vuestras estupideces?
—No, mi señor. Sí que está despierta, como puede ver. Sin embargo, se encuentra en cierto estado de... confusión.
—Se le pasará. Llamad al médico, a mí no.
—Pero, señor, creemos que es grave. No puede recordar algunas cosas, como nuestras caras, y está haciendo y diciendo cosas un tanto extrañas. (Y además el médico no está disponible ahora mismo...)
—Ya te lo he dicho, no interrumpáis mi trabajo con tonterías. Me es suficiente con saber que ya no está en coma. Si queréis comunicar a alguien síntomas inventados como unas imbéciles inoportunas, decídselos a mi esposa.—
El señor de aspecto rígido e inalcanzable se fue molesto por donde había venido. Owen solo lo escuchó, porque las criadas que le rodeaban ocultaban su campo de visión, pero no necesitó más para suponer que el padre era igual de desagradable que la hija.
Vaya par de personas amables las de esta familia. Yo no soy nadie para hablar, pero tampoco le recriminaría a una criada si me llama diciéndome que mi hija tiene síntomas extraños después del coma.
Al fin y al cabo, los nobles son así: orgullosos y egoístas hasta la médula.
—Dejadme en paz un rato, anda. Os doy descanso, iros a otra habitación.
—¡No la podemos dejar sola, señorita! ¡Quién sabe lo que podría pasar!
—Como ha dicho mi padre, se me pasará. Sois unas exageradas, solo tengo un poco de amnesia temporal. Y ahora... fush, fush. Adiós. Iros. La única que se queda es Mae.
—Pero, señorita...
—Adiós muy buenas.
—S-si es así, nos retiraremos.— Le susurraron a Mae: —Aunque te vaya a echar una bronca monumental, cuida de ella.
—¡¿Cómo hago eso?! ¿Se supone que va a castigarme, no? ¿Cómo y por qué la protegería a ella?
—No seas así, déjate pegar un poco. La señorita está débil, y puede que le cueste. Y también está confundida, por lo que sería normal que tuviese arrebatos espontáneos. De todas formas, te lo mereces.
—¡No me dejéis sola! ¡Tengo miedo!
—Entonces, si nos lo permite señorita, nos retiraremos.
—Sí, adiós.— Las criadas se ausentaron con recelo, aunque curiosas por lo que iba a pasar... ¿Sería como siempre, igual de violenta, o habría una reacción inesperada?
—Ya estamos solos... ejem, ejem, solas, Mae.
—¿Qué c-castigo me dará, señorita?
—Vamos, no te apresures, eso lo decidiré luego. Un castigo tan doloroso, malvado y jodido... digo, angustioso, que no podrás volver a articular palabra... Sí, así es... En la sala de tortura...
—¡No, por favor! ¡En la sala de tortura no! Espere, no tenemos una... ¡No mande a construirla, por favor!
—(Ah, la he cagado) Sí, bueno... Pero antes de todo eso, respóndeme a algunas preguntas.
—¿Eh? ¿Es un interrogatorio antes de la sentencia?
—Puedes tomarlo así. Primera pregunta: ¿qué día fue el que caí en coma, y dónde estaba en ese momento?
—(Qué pregunta más rara...)¿No se acuerda? Según lo que me han contado, usted estaba en el Palacio Principal en el día de la reunión agrícola, y empezó a gritar... De la nada, usted se desmayó, y los sirvientes del palacio llamaron a un médico y la trajeron aquí...
Me lo imaginaba... Pero la duda que tengo es... ¿¡A dónde ha ido mi cuerpo!? ¿Seguirá allí, en el jardín? ¿Nadie se dio cuenta de que alguien se desmayó al mismo tiempo que la reina del drama?
—¿Nada más? ¿Ningún incidente sospechosamente coincidente con mi desmayo?
—¿No? No sé mucho acerca de eso, l-lo siento. Solo me enteré de que usted se había desmayado.
Mierda, tendré que buscar en otro momento una fuente con más información. La verdad es que no quiero quedarme sin saber qué le ha pasado a mi cuerpo. Ya sabes, uno con el tiempo le va cogiendo cariño AL QUE HA SIDO TU CUERPO DURANTE DIECINUEVE LARGOS AÑOS.
—¿Seguro que no sabes nada más? ¿Seguro?
—¡Sí, lo siento mucho, señorita! ¡Me merezco otro castigo! ¡Por favor! ¡No me siento lo suficientemente arrepentida! ¡Haré lo que sea cuando...
—Sí, sí, muy bien. No subestimes mi habilidad para ignorar a los demás. Segunda pregunta: ¿Es Vivionne o Vivianne?
—¿Señorita? ¿¡Tiene fiebre!?
—Es que me he quedado con la duda... Ya sabes, la amnesia es muy mala estos días.
—¿¡También se ha olvidado de su propio nombre!?
—Mmm... Cállate un momento... ¿Cómo era? Ahora mismo no me sale... Sé que empezaba por Vivi, pero cómo era... ¿Vivienna? ¿Vivionna? ¿Era un nombre compuesto acaso? ¿Vivi-Ana? ¿Vivi-ANO?
—¡Señorita Vivienne!
—Ah sí, ese era. Es demasiado largo, debería de ser Vivi y ya está.
—Señorita, su amnesia es demasiado grave. Debería de llamar a un médico. Déjeme, por favor.
—Vamos, solo era una broma, no seas sosa. (Era completamente en serio, pero dejémoslo así).
—¿Una bruma?
—Una b-r-o-m-a. ¿Tienes problemas de audición, o simplemente eres tonta?
—¿Puede repetírmelo de nuevo? Creo que no lo he escuchado bien.
—¿El qué? ¿Que eres tonta?
—No, eso no.
—¿Lo de "solo era una broma"?
—¡Ah! ¡Lo ha dicho! Le traeré un paño mojado. ¿¡Desde cuándo la señorita Vivienne Altaira Drummond haría una broma!? ¡Quizás la que esté delirando sea yo! ¡Jajajaja! ¡EsToY dEliRandoOOooooooOO!
—¡Espera! ¡No pierdas la cordura todavía, tengo dos preguntas más!
—¿Quéeee? ¡Yo ya no la oigo, señoritaaa!
—¡No te hagas la borracha y vuelve! ¡Vamos!
No me gusta recurrir a la violencia, por eso, vamos a tomarlo como un método medicinal. ¡Mi madre bautizó a este movimiento como "La torta <Vuelta a la dura realidad>"!
Owen abofeteó con firmeza a Mae, y ésta volvió a la normalidad.
—¡Lo siento mucho, señorita! ¡Me he dejado llevar por el sinsentido! ¿De qué estábamos hablando?
—De la tercera pregunta: ¿quién es esa "Nana Rosa" de la que habéis hablado? Olga ha dicho que yo la despedí hace dos semanas.
—Ah, eso... Yo solo llevo dos meses aquí, y usted lo debería de saber mejor que yo...
—Tengo AMNESIA, ahora mismo no me acuerdo de una mierda.
—¿De una m-mierda? Pues... La Superior Rosa, también llamada Nana Rosa por su labor, es una ex-criada que le servía a usted personalmente. Por lo que me han dicho, sirvió en el Palacio Real durante poco tiempo y después pasó a ser su niñera cuando usted aún era muy pequeña. Era la sirvienta que más tiempo llevaba aquí.
—¿Y por qué la despedí?
—Em... No conozco los detalles personales, pero tuvieron una discusión privada hace dos semanas, y el mismo día la despidió.
—Vaya... ¿Ella decidió irse también, o se resistió?
—Estuvo en contra, pero decidió irse para no perturbarla más. Ella le quería mucho, se notaba en el cariño con el que hablaba sobre usted. Cuando alguna criada se quejaba del carácter de la señorita, ella la defendía siempre... Para todas nosotras, ella parecía más su madre que la verdadera. Un día, le preguntamos: "¿Por qué tienes tanto afecto por ella? Siempre es muy desagradable y caprichosa". Y ella nos dijo que eso era mentira, que la señorita es una persona de corazón blando, que es muy sensible a lo que los demás piensan y dicen de ella, y que vuelca su corazón en todo lo que hace. Incluso nos dijo que cuando alguien le decía algo malo o se frustraba porque no conseguía algo por mucho que lo intentase, lloraba toda la noche a moco tendido en el regazo de la Nana Rosa.—
A mí eso me suena más a niña caprichosa...
—Hace mucho tiempo que también sabíamos que la señorita tenía un gran amor platónico por el príncipe, pero que todos los días era rechazada por él aunque fuese una de las más posibles candidatas a ser su prometida. Al príncipe no parecía importarle que usted fuese la hija del duque más cercano al Rey. Cada día, usted no hacía más que lamentarse por cada rechazo y gritar, llorar y patalear durante horas. Incluso los niños de los alrededores empezaban a crear la historia de que una banshee vivía aquí.
—Que tontería. Solo era una niña mimada que lloraba porque el estúpido príncipe no le correspondía a su "amor" obsesivo, y hacía que los demás se preocupasen por ella.
—¿Perdone?
—Escucha bien, Mae: a partir de hoy, desde el día que desperté del coma, no soy la misma persona de antes. He cambiado; ahora no soy una niña malcriada, consentida y llorona que cae en desesperación por un príncipe. Tampoco soy esa que maltrata a los criados y los castiga sin necesidad. No soy esa que ha despedido por capricho a su niñera, o a la niña que tú querías matar.
Aunque no es como si hubiese madurado... Pongamos que el coma es el causante, por ejemplo.
—Vaya, eso es muy... ¡Aahh! ¡La señorita tiene demencia permanente!—
Se fue corriendo por donde las demás se habían marchado, seguramente para hablar con ellas. Owen no la detuvo.
Mmm... Bueno, me gustaría dormir más, pero a este paso mis piernas van a quedar inútiles. ¡A...rriba!
¿No me puedo levantar? Creo que tengo las extremidades dormidas.
Al retirar las capas de mantas, vio por primera vez su nuevo cuerpo. Parecía esquelético, sin apenas carne y blanco como la leche.
Ahora que lo pienso... ¡soy una chica!
...No tengo nada abajo, pero sí unos melones bastante importantes aquí arriba. Aún así, sigo prefiriendo mi cuerpo. Nunca me ha gustado la idea de ser una chica. El pelo tan largo, los múltiples tratamientos de belleza, la ropa incómoda... Prefiero algo más sencillo.
El pelo alborotado ocultaba su visión, como si tuviese cortinas colgando de su cabeza. Tenía que apartarlo de su cara constantemente. Además, el largo camisón de mangas pomposas le daba mucho calor. Se arremangó, y posó sus pies en la alfombra de color vino.
Tengo hambre... Mucha hambre. ¿Alguien me habrá dado de comer en este tiempo, no? Pero... 6 días... No es mi cuerpo, pero no dormía tanto tiempo desde hace años... Desde aquel entonces.
Una expresión sombría surgió en su rostro, pero la apartó rápidamente con unas palmadas en las mejillas. No podía volver a caer en viejos recuerdos, había decidido olvidarlos.
Ahora solo debía de caminar hacia adelante, literalmente. No fue una buena idea ponerse de pie rápido, porque perdió el equilibrio y tropezó, antes de caerse al suelo.
Alguien llamó a la puerta.
—¿Señorita? He escuchado un ruido. ¿Se encuentra bien? ¿Puedo pasar?—
No esperó a que su ama le respondiese, y se echó encima de ella cuando la vio derribada en el suelo.
—¿Está bien? ¡Debería de habernos avisado si quería levantarse!
—Ayúdame...
—¡Por supuesto!—
Pegó un tirón fuerte de su brazo, y consiguió su propósito, pero Vivienne estuvo a punto de caerse de nuevo por la gravedad y la torpeza de sus piernas.
—Por favor, siéntese un momento. Llamaré a las asistentas para vestirle.—
En un momento, llegaron más criadas, pero estas no eran las mismas que las que Owen había visto antes. Tenían un uniforme más largo, hasta los tobillos, de color gris azulado. La mayoría de ellas superaban los treinta o cuarenta años de edad.
Una de ellas llevaba una montaña de ropa doblada en brazos. Otra llevaba cuidadosamente un vestido gigantesco verde oscuro, y otra más llevaba unos tacones con adornos de plata y un tocado con diseño y flores elegantes.
Las demás se acercaron a Owen y desplegaron un biombo detrás.
—Le pedimos permiso para desvestirle, señorita.
—¿Q-qué?
—Pues... Para poder vestirle de nuevo.
—Ah, sí, claro. Entonces... Adelante.—
Una de ellas se acercó y agarró muy delicadamente el borde inferior del camisón y tiró hacia arriba. Levantó los brazos, y le despojó de él. A continuación, las tres que llevaban la ropa entraron al espacio detrás del biombo, y todas las otras se fueron. Era un procedimiento un poco extraño.
—¿No iría... un baño antes de vestirme?
—No hace falta señorita, la han lavado diariamente por la noche, mientras usted estaba durmiendo. No tiene que preocuparse por esos detalles.—
Le introdujeron en una especie de mono blanco de tela ligera. Después, otra capa de tela ligera y otra más, bordada.
Tengo mucho calor... ¿¡Es acaso normal esto de poner tres capas de ropa, incluso antes de ese vestido? ¡A este paso voy a morir!
—¿Podría ponerse de espaldas, señorita?
—Hmm.—
¿Y ahora qué?... ¡Ah! ¡Duele! ¡Aprieta mucho!
—Oye, espera... ¿Qué es eso? Me hace daño.
—Es el corsé, señorita. Lo siento si he tirado demasiado.
¿Corsé? ¿Es esa prenda que se ponen las mujeres para parecer más delgadas? ¿Es estrictamente necesario?
—Mmm... ¿Podrías no ponérmelo? Siento mucha presión en la barriga... Ugh.
—N-no hace falta que me lo pida, señorita. Si su orden es esa, yo la cumpliré.— La misma reacción de trastorno por parte de la mujer. Su ama siempre le obligaba a apretar el corsé hasta que no pudiese respirar... Y ahora, no quiere ponérselo.
—Si no es una molestia... ¿Podría saber por qué usted no quiere?
—Ah... Bueno, son asuntos privados.
Aunque tenga el cuerpo de una chica, como hombre, sigue chocándome la idea de ponerse eso. Mi lema de vida es: "si algo no es imprescindible, no lo hagas". Y ese corsé no me hace falta con este cuerpo. Ya está muy delgado.
Apartó el corsé a un lado y agarró el vestido de las manos de la otra asistente.
Ya me había dado cuenta, pero resulta llamativo que haya dos personas presentes mientras que me estoy cambiando y solo una de ellas está poniéndome la ropa, o haciendo algo. De hecho, también hay algo más llamativo: parece que la que me cambia evita por todos los medios tocar mi cuerpo, como si fuera una muñeca de porcelana. Solo mantiene contacto con las prendas. ¿Tengo la peste o algo?
Adivino: ¿Vivienne les tenía prohibido tocarla? Es lo que dijeron hace un rato las demás. Pues vaya que era especialita esa niña. No hace falta poner tales prohibiciones.
El gran momento había llegado: la colocación del vestido. Al verlo más de cerca, Owen se dio cuenta de que era mucho más grande de lo que pensaba, como si fuera una carpa de circo. No podía negar que era elegante, de hecho, exageradamente elegante: cuello de encaje plateado, a juego con los bordados en las mangas con forma de campana. También deslumbraban los colores verdes y el tipo de tejido, un suave terciopelo liviano diseñado para el verano. De solo verlo empezó a sudar.
—¿Tengo que ponerme... eso?
—Sentimos si le ha ofendido la calidad del vestido. Es lo mejor que hemos podido encontrar a última hora.
—No, no es eso. Me refería a porqué es un vestido tan arreglado.
—¿Nadie se lo ha dicho? Durante su ausencia se decidió que si algún día despertaba se celebraría una fiesta ese mismo día, un banquete a la luz de la luna. Por eso estamos preparándola para la ocasión.
"Si algún día despertaba"¿eh? Supongo que a nadie le caía bien Vivienne. Solo fingen delante de ella.
—Ya... Pero estoy muy cansada, tengo hambre y no quiero reunirme con esos... esas personas tan agradables hoy. ¿No podría ser otro día?
—Espero que lo comprenda, señorita, pero los preparativos ya están hechos, desde que usted despertó. Además, no quiero ser chismosa, pero... Me he enterado de que puede que el ilustrísimo Príncipe Leonardo vaya a asistir a la fiesta...
—¿Mmm? (¿Y eso a mí qué me importa?)
—E incluso me llegaron las noticias de que él mismo preguntó al Señor Duque por su estado de salud hace unos días... Al parecer, no pudo venir a visitarla porque ha estado muy ocupado.
—¿Y?
—El príncipe nunca se plantea ese tipo de cosas, apenas sale del palacio a no ser que sea por negocios o asuntos de la corona. ¿No le parece maravilloso que el príncipe tuviese la intención de venir a visitarla?
¿Tengo que actuar como Vivienne fingiendo estar loca por él? ¿O es mejor que tan solo diga lo que pienso con la excusa de que he cambiado? Qué más da...
—El príncipe es solo un invitado importante al que le tengo que agradecer su presencia, ¿no es así?
—Sí, por supuesto, pero...
Murmullos agitados provenían de la otra parte de la habitación, al otro lado del biombo.
—¿Eh? ¿La señorita ha perdido el interés por el príncipe?
—¡Eso no puede ser!
—Las jóvenes de hoy en día siempre se enamoran y se desenamoran...
—¡Te equivocas! ¡La señorita no es de esas! Ella lleva años enamorada del príncipe, incluso es la líder de su club de fans.
—Yo creo que después de tantos disgustos por él ha decidido olvidarlo.
—No, no creo que sea así. No lo podría olvidar tan fácilmente, en cuestión de seis días.
La asistenta dentro del biombo salió inmediatamente y les regañó:
—¡Cotorras! ¡Estáis faltándole el respeto a la señorita hablando de esa forma! ¡Callaos y trabajad!
Reinó el silencio, y ella volvió a su sitio.
—Siento ese escándalo, señorita. ¿Me permite castigarlas por hablar así sobre su persona?
—No hace falta, pero asegúrate de hacerles saber a ellas y a todos dentro de esta casa que yo no estoy "enamorado"... "enamorada" del príncipe, ni que he perdido el interés. Nunca lo he tenido. Ese hombre no me interesa.
—D-de acuerdo, haré que todo el mundo reciba su mensaje. Pero ahora seguiré con su vestimenta.
—Antes de eso, ¿podrías cambiar ese vestido por otro?
—Como desee. ¿Quién quiere que lo elija? ¿Servidora u otra persona?
—Si es posible, me gustaría elegirlo yo.
—¿Usted? Por supuesto, l-le acompañaré a su armario.—
A Owen le extrañó que tuviera que acompañarle a un mueble, pero todo cobró sentido cuando le dirigió hacia afuera de la habitación, a otra contigua. Un cuarto espacioso y blanco, con las paredes repletas de percheros hasta arriba de ropa de todos los colores y formas. Era una cantidad tan inmensa que Owen se aturdió. Él solo había ido para encontrar algo más sencillo que esa cosa verde, pero no podría mirar todo uno por uno.
—Por aquí se encuentra la sección de sus vestidos favoritos, señorita Vivienne. Sentimos no tener un espejo en este cuarto para que usted pueda probar con diferentes conjuntos.—
El cuarto siempre había sido visitado por las sirvientas, nada más. Vivienne nunca fue antes porque no vio la necesidad de elegir su ropa por sí misma.
—¿No hay una sección con más... variedad?— Todos los vestidos allí presentes eran parecidos al verde. Pomposos, agobiantes y extravagantes. Eran de colores muy intensos u oscuros, y había una mayor colección de rojos vibrantes.
—Disculpe señorita, no entiendo a qué se refiere. ¿Quiere decir que desea algo más nuevo para esta ocasión que sus vestidos favoritos?
—No, no me refería a eso... Quiero decir que me gustaría algo más sencillo, menos... recargado.
—Ah. Siento molestarle con mi poca capacidad de comprensión, ¿pero qué es lo que su persona considera "sencillo"?
—Algo como lo que llevo puesto.
—¿S-su camisón?
—Exacto. Si puedes, ayúdame a encontrar algo de un color no muy llamativo y sin demasiados adornos. Y ahora que lo pienso... ¿no podría ir en camisón?
—L-le ayudaré a buscar. —
Qué aburrimiento... Cualquier señorita de pueblo estaría disfrutando ver este armario infinito lleno de ropa cara. Pero, un chico de campo como yo, lo único que puede hacer es aburrirse y sentirse abrumado por estas cosas de las que no tiene ni idea. ¿Cómo podría elegir un vestido elegante para una fiesta si apenas hace unos meses no sabía lo que era una falda?
No sé qué expectativas tienen lo demás en mi gusto para la moda, pero puedo asegurar que a este paso van a reducirse a cenizas.
—¿Señorita?
—¿Si?
—Le decía que qué le parece este.— Sujetaba por las esquinas un vestido de color crema, con encajes por doquier.
—El color está bien... Pero me sigue pareciendo demasiado recargado.
—Mis disculpas por hacerle perder su tiempo. ¿Podría sugerirle otro?—
El tiempo pasó muy lento para Owen, forzado a ver decenas de vestidos que no cumplían con su petición, aunque por su falta de criterio no podía saber si ese era el adecuado o no. Le mostraron todo tipo de vestidos, a veces cumplían con el estándar del color pero no con el de los adornos, y viceversa.
Estoy tan cansado, me duelen los pies de dar vueltas, y las piernas de estar de pie... Además, creo que voy a morir de hambre. Tengo que decidir algo rápido para que me dejen comer... ¿Y si lo hago a la suerte? Ya no me importa cómo sea el vestido que salga, solo quiero que esta tortura termine ya.
—Lo decidiré yo.
—¿Perdone?
—Digo que no hace falta que me muestres más, lo decidiré por mí misma.
—¿Seguro? Quiero decir, usted tiene un gran sentido de la elegancia y el buen gusto, pero le agradecería que me dejase ayudarla.
—No hace falta.—
Owen se acercó ligero a una de las perchas más llenas, una con vestidos de diario. Entre ellos, había más posibilidades de que saliese uno más adecuado.
Cerró los ojos, y extendió el dedo pasándolo por todas las prendas.
—Pito pito gorgorito~
¿Dónde vas tú tan bonito?
A la era verdadera
Pin pan pun... ¡fuera!—
Las presentes observaron el extraño ritual de elección. Cuando dijo "¡fuera!", su dedo se detuvo en un vestido de color blanco. Al agarrarlo para verlo mejor, lo evaluó:
—¡Sorprendente! Creo que este no está mal. La suerte ha hablado.—
Es de un color blanco agradable, no hace tanto daño a la vista. No es muy largo, por lo que no me dará calor ni me tropezaré. También, no es demasiado recargado... Aunque esta flor tan grande aquí...
—Decidido. Me quedaré con este.
—¿Eeeh? ¿Con ese? Señorita, creo que podría haber uno mejor...
—Nah, no quiero buscar más.
—Pero, señorita... Su prima segunda le regaló hace un año ese vestido, y usted dijo...
—¿Qué dije?
—Q-que era un vestido muy vulgar.
—Son cosas del pasado. Me lo pondré para la fiesta de esta noche. El único problema es...
—¿Cuál? ¿Está indecisa sobre su decisión?
—No, es solo que no me gusta esta flor tan estrafalaria aquí. Parece estar sujeta... ¿puedo arrancarla?
—¿Estrafalaria? ¿A-arrancarla? ¡No hace falta que haga eso, señorita! Si tanto lo desea, se lo puedo pedir a su sastre personal, pero no creo que pueda tenerlo a tiempo.
—Bueno, si ese es el caso, lo haré yo, y así estará listo en un santiamén. Está sujeta por un par de hilos, tan solo hay que tirar un poco. ¡Mira!—
¡Ras! Con un tirón preciso, la flor se separó sin dejar apenas ni una marca. Es verdad que estaba mal sujeta, pero también influyó la experiencia de Owen arrancando hierbas (o al menos, eso es lo que pensaba él.
Pero, al parecer, la asistenta no se tomó tan bien la escena, porque pegó un respingo del susto.
—¡S-señorita! Ay, menos mal... ¿Se ha hecho daño?
—¿Eres idiota? ¿Por qué me habría hecho daño yo? No tienes porqué estar velando por mi seguridad en cada momento.
Desde que había adquirido ese cuerpo débil, su casi inexistente orgullo se estaba desmoronando. Al fin y al cabo, le molestaba que a cada momento alguien le preguntase si se había hecho daño. Ya era lo suficiente mayor y fuerte para eso, o al menos su mente. Aunque pareciese una niñata rica y delicada, por dentro era todo un león de campo (o así se describiría) que intentaba preservar el el poco orgullo que había acumulado durante diecinueve años. Si lo perdía, probablemente no tendría la autoestima suficiente como para volver a levantarse de su cama nunca más.
—Siento si la he ofendido otra vez. Sin embargo, sigo opinando que ese vestido no le hace justicia a usted. Suele llevar vestimentas y accesorios de colores oscuros o brillantes porque resaltan en su hermoso y blanco cuerpo, y su cabello marfil también contribuye. Sin embargo, si viste de un color claro o blanco, no podrá resaltar... bueno, es verdad que a la señorita todo le queda bien, pero en este caso en concreto opino que tiene que haber una mejor opción...
—No insistas más, me lo pondré y listo. No es por capricho, es por comodidad. Realmente no me importa sino "resalta" o lo que sea.
—Respetaré sus deseos, señorita Vivienne. Y ahora, si me acompaña...
—Llévame a comer ahora mismo, por favor, tengo hambre.
—Está b-bien, pero yo no soy la encargada de eso...
—Es verdad. ¿Cómo te llamas?
—No hace falta que sepa el nombre de una sirvienta como yo...
—Insisto.
—M-mi nombre es Edna, a su servicio.
—Vale, Edna. (intentaré recordarlo).
—No tiene que llamarme por mi nombre, llamarme como "asistenta" es lo suficientemente digno para mí.
—No.—
Edna se quedó un tanto perpleja al escuchar una respuesta tan tajante. Durante todo el día, la señorita había estado un poco extraña... Lo del vestido era aún más raro. Ya llevaba cierto tiempo sirviéndola como para conocer sus gustos, sobre todo en la moda, pero parecía ser que su experiencia y lógica no servían para con su señora. Era como si fuese una persona completamente distinta.
—Desde aquí, llamaré a las criadas de tareas diarias para que se hagan cargo de usted.
—De acuerdo. Gracias.
—¿Mmm? ¿G-gracias?
—Sí. ¿Conoces esa palabra?
—Sí, por supuesto que sí. Sin embargo, usted no tiene que agradecerme nunca por nada.
—No tengo, pero lo hago. Extraño, ¿verdad?—
Nunca habría podido imaginar escuchar de la boca de la señorita Vivienne Altaira Drummond tal palabra. Parecía un sueño. De hecho, Edna seguía sin asimilar la situación aún cuando las demás criadas ya se habían llevado a Vivienne al comedor.
Cuando pasó su sorpresa, una muy leve sonrisa dulce se formó en su rostro. No era una sonrisa de obligación, de esas que se le muestran a un noble o a un amo. Era una sonrisa verdadera, una que albergaba ilusión y un ápice indescriptible de satisfacción.
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