Capítulo 32 - Disculpas.
—...Parece que su ritmo cardíaco sigue un poco bajo—comentó Alba después de un largo silencio tomando su pulso y examinando su estado—...Puede que le duela la cabeza por unas horas, pero se recuperará por completo después de que haya comido algo y descansado un poco más—los sirvientes respiraron aliviados. Los cocineros del ducado volvieron a sus puestos prometiendo que prepararían un festín abundante y nutritivo para que la señorita recobrase su vitalidad, y las criadas comenzaron a organizarse entre ellas para compaginar la limpieza y los turnos para cuidarla hasta que se recuperase.
—¡No arméis tanto escándalo! Seguro que a la señorita le molesta todo este barullo. Vamos, vamos, salgamos de la habitación para que pueda estar tranquila—insistió Mae preocupada de que la presencia de aquella multitud molestase o incomodase a Vivienne.
—No pasa nada, Mae, deja que se queden. Me encuentro bien—intentó explicar Owen antes de que todos fuesen empujados por la puerta, pero Alba negó con la cabeza y le dirigió una mirada seria.
—Señorita, ¿acaso no ha oído lo que acabo de decir? Puede que ahora mismo no le pase nada, pero todavía no sabemos a ciencia cierta lo que le ha ocurrido. Cuando la encontramos...—se detuvo un momento y le echó un vistazo a la puerta abierta de la habitación—...inconsciente, pensamos que podía deberse a la situación estresante y emocionalmente dolorosa a la que se había expuesto...—Owen notó la cuidadosa elección de palabras y las pausas que hacía para evitar mencionar algo que pudiese herir su sensibilidad. Le llamó la atención que todavía nadie había mencionado nada sobre la noche anterior y lo que había ocurrido. Seguro que pensaban que había sido una experiencia traumática el ver a su padre en ese estado, y que su hija fuera amenazada y golpeada por él.
Para Owen no significaba tanto. Sí que sentía una enorme furia al recordar la expresión de superioridad en la cara del duque, y se prometía a sí mismo que la próxima vez que se encontrase con él nadie podría detenerlo de deformar su cara de cerdo con sus puños y aplastar bajo su rodilla cierta parte del cuerpo hasta impedirle reproducirse y otorgarle una vida desgraciada a otro miembro de su sucia descendencia.
Sin tener en cuenta esos impulsos algo violentos, no se encontraba particularmente afectado. Ya esperaba que algo así sucediese en algún momento, dado que ya conocía la actitud explosiva y arrogante del duque Drummond. Sabía que explotaría en algún momento, pero no pensó que sería contra Elián. La duquesa le explicó aquel día los motivos de la mala relación entre Elián y el duque, pero nunca pensó que desencadenarían algo así casi veinte años después.
Owen notó que las personas que le habían rodeado desde que despertó se extrañaban por su falta de emoción ante esta situación, y aunque intentaban no tocar el tema, esperaban que derramase al menos una lágrima, una mínima muestra de que el incidente con el duque, "su padre", aquella figura paternal en la que Vivienne debía haber depositado su amor y confianza incondicional, había herido sus sentimientos. Debía estar destrozada... Pero, en primer lugar, Owen nunca había considerado al duque su padre. Tampoco creía que Vivienne se sintiese muy apreciada y respetada por él, teniendo en cuenta que siempre había proyectado su resentimiento irracional hacia la duquesa en ella. De todas formas, ya no había manera de saber lo que sentía Vivienne.
No había pensado en ello profundamente hasta ahora... Quizás Vivienne intentó evitar ser consciente de su situación personal centrando su mente en cosas más triviales, algo en lo que pudiese refugiarse... Poco a poco, se convenció a sí misma de que se había enamorado del príncipe Leonardo, el único "amigo de la infancia" que tenía, que la trató de forma respetuosa y amable aun cuando ella lo perseguía a todos lados. En el ducado no tenía a nadie: apenas sabía algo de su madre, a la que difícilmente recordaba, su padre sólo cargaba más presión sobre sus hombros por ser hija de la mujer a la que odiaba, sin mostrarle ni un ápice de cariño o compasión, y los sirvientes apenas se acercaban y tenían la orden del duque de ignorarla. Vivienne hizo cualquier cosa para llamar su atención, incluyendo comportarse como una niña malcriada, humillar y maltratar a los sirvientes e incluso despedirlos arbitrariamente.
Owen tragó saliva al ponerse por primera vez en el lugar de Vivienne. Pensaría que todos la odiaban porque siempre estaba sola. Habría vivido toda su infancia sin conocer a alguien que la tratase sólo como a una niña cualquiera, no como la hija del poderoso e influyente duque Drummond, como el fruto de su relación forzosa con "la extraña salvaje" que alguna vez fue la duquesa, o como la niña caprichosa que se portaba mal con los sirvientes sin razón aparente... Nadie que le mostrase un poco de humanidad... Hasta que, por el deseo de su padre de casarla con algún miembro de la familia real, conoció al príncipe.
Owen por fin entendió la razón por la que había estado tan obsesionada con Leo. Para ella era su única distracción del mundo real, algo así como su salvador, su idealizado caballero de brillante armadura.
Sin darse cuenta de que se había adentrado en una profunda reflexión cuando todavía estaba en medio de una conversación, su expresión se ensombreció ante sus pensamientos sobre la trágica vida de Vivienne y Hye sujetó su mano, preocupada.
—Oh, no se preocupe, señorita, todos estaremos a su lado y no permitiremos que le vuelva a suceder algo así... Y si el desmayo es lo que la inquieta, puede descansar tranquila. Ni siquiera hacía falta que me lo prometiese. Porque no volverá a ocurrir, ¿verdad?...—Hye, que ya se había dejado convencer por las palabras esperanzadoras de Owen cuando la tranquilizó, intentó adoptar una actitud alentadora y buscó la complicidad de Alba con la mirada, pero ella suspiró con los brazos cruzados.
—...Ni siquiera el doctor del ducado sabía lo que ocurría. Al principio tenía dificultad para respirar, la frecuencia de sus latidos disminuía cada vez más, y su temperatura corporal era verdaderamente baja. Incluso llegué a asustarme porque no sabía cuál era la causa, dado que no había ninguna señal externa como una herida o contusión en la cabeza o signos de una causa interna. Llamé al doctor, creyendo que yo no podía determinar lo que le ocurría debido a mis pocos años de experiencia, pero, sorprendentemente, él tampoco lo sabía. Y lo que es peor... Sus signos vitales bajaron tanto que deberíamos haberla considerado muerta—.
Owen escuchó un leve movimiento en el pasillo que pareció haber sido causado por el estremecedor pero erróneo diagnóstico de Alba.
—...Era realmente aterrador. Parecía un cadáver, y entramos en pánico probando todo tipo de técnicas para intentar recuperar su aliento. Sin embargo, noté que sus párpados se movían ligeramente, al igual que el movimiento de los globos oculares que se produce cuando alguien se encuentra en un profundo estado de sueño. Suspiré aliviada por esa insignificante señal de vida, pero no llegamos a comprender por qué, aun estando aparentemente dormida, su pecho no se llenaba de aire y la sangre no fluía por sus venas. Tampoco parecía despertar ante ningún estímulo... Fue como hace un tiempo, como cuando se desmayó y no despertaba, pero aún más grave y desconcertante—.
Alba dejó sus cavilaciones en voz alta y alzó la cabeza intentando alejar esos pensamientos, pensando que sólo debía haber informado a la señorita de su estado de salud y no alarmarla innecesariamente.
—...Bueno, sea lo que sea lo que le haya sucedido, señorita Vivienne, no se preocupe más de lo necesario y sólo sea prudente consigo misma. Después de todo, ha despertado sin secuelas aparentes... Todo gracias a que cierta persona intervino rápidamente y nos puso al corriente de la situación, aparecimos en la escena de forma casi inmediata y los liberamos del cuarto en el que estaban encerrados—reveló con una suave sonrisa dirigiendo su mirada a la entrada de la habitación.
Owen, finalmente atando cabos, reparó en que antes de desmayarse había sido encerrado junto a Elián por el duque en un cuarto oscuro, y que por alguna razón había despertado en el dormitorio sano y salvo.
De repente, por el marco de la puerta se asomaron un par de ojos, que aunque habitualmente reconocía por estar enmarcados por un rostro sereno y lleno de profesionalidad, parecían llenos de preocupación y nerviosismo en esta situación. Olga, con su uniforme de jefa de las sirvientas arrugado y su habitual recogido con su larga melena ligeramente alborotada, descubrió su figura ante la luz del día después de haber estado escondida en la oscuridad del pasillo.
Aunque dio un paso hacia adelante para entrar en la habitación, se retractó inmediatamente a pesar de que Alba la invitaba a pasar. La doctora le dirigió una mirada a Owen, y él entendió que Olga esperaba a que él le diera permiso a pasar. No comprendió por qué se tomaba esas molestias en esta circunstancia, pero suspiró y le indicó con un relajado gesto de su mano que entrase. Se detuvo junto a Alba, se inclinó ligeramente para completar la habitual reverencia y mantuvo la cabeza gacha con la mirada fija en el suelo.
Alba, leyendo rápidamente el ambiente y el comportamiento de Olga, le dio ánimos con una palmadita suave en el hombro.
—Em... Bueno... Ella fue quien la rescató, señorita. Debería haberla visto: nos asustó a todos porque vino muy alterada, con la tez pálida y jadeando por subir las escaleras a toda prisa. Cuando nos explicó torpemente lo que estaba sucediendo, dejamos nuestros aposentos y bajamos como una estampida...—acompañó sus palabras con una risa incómoda fuera de lugar por la tensión presente. Al asimilar que realmente no podía hacer mucho porque la conversación fluyese y Olga volviese a su carácter habitual, guardó todos sus cachivaches médicos en su maletín tan rápido como pudo e hizo otra reverencia de despedida.
—Lo siento, señorita Vivienne, pero tengo asuntos que resolver, he venido a toda prisa hasta aquí y necesito ocuparme de algo...—fingió pensando que sería mejor dejarlas solas—...Volveré en un rato a comprobar su estado de nuevo. No se preocupe, sé que la dejo en buenas manos. No tengo duda alguna de que cuidarán muy bien de usted en mi ausencia—.
Owen no sabía a quiénes se refería con "cuidarán" si sólo estaban Olga y él en la habitación, pero Alba desapareció casi corriendo por la puerta. Un silencio sepulcral se apoderó de la estancia cuando dejaron de escucharse sus pasos por el pasillo.
No sabía qué expresión debía dirigirle a la cabizbaja Olga. Antes que nada, la invitó a sentarse en la silla al lado de su cama.
Intentó analizar qué le sucedía. Recordaba que la noche anterior, después de que ella le avisase de que no debía involucrarse en la disputa, se interpuso entre el duque y él, pero abandonó el conflicto al darse cuenta de que no podía detenerlo ella sola. El duque creyó que había huido al sentirse acobardada, y Owen también concluyó que había escapado porque la situación la superaba y porque no podía detener al agresor con únicamente la fuerza de sus puños. Le pareció natural, ni siquiera la culpó en primera instancia, porque sabía que evitar complicar más todo y simplemente evadir el peligro era la reacción más razonable.
Después de todo, comprendía cómo de impotente debía sentirse al tener un cuerpo más débil en cuestiones de fuerza bruta, porque él mismo lo había sentido y había sufrido las consecuencias de no tenerlo en cuenta esa misma noche.
Ahora sabía que Olga realmente no había huido para salvarse a sí misma, sino que había salido a conseguir ayuda para evitar que nadie terminase herido.
—Gracias—.
Olga levantó la cabeza con una expresión confundida.
—Si no hubieras estado allí, nadie se habría enterado de lo sucedido. Probablemente nos hubiéramos quedado allí encerrados hasta que alguien notase nuestra ausencia. Puede que incluso hubiese sido demasiado tarde para mí. Si tú no hubieras estado ahí, quizás mi último recuerdo de esta vida habría sido la negrura y humedad de ese cuarto—la criada le miró fijamente, sorprendida de la simpleza con la que se expresaba acerca de temas tan oscuros justo después de haber estado al borde de la muerte.
—No, no lo entiende, señorita Vivienne... No debería agradecerme nada. Debería disculparme. Quizás, si yo hubiera actuado más rápido, si me hubiera enfrentado al duque o si no la hubiera dejado sola... Puede que si hubiese tomado mejores decisiones, no hubiese pasado lo mismo... Usted no habría tenido que sufrir tanto—las ojeras bajo su mirada perdida indicaban que había estado pensando en las distintas posibilidades o en los errores que no debería haber cometido durante toda la noche.
—...Debería haberla recibido en la entrada al llegar a la mansión, debería haberla encontrado antes e informarla de la situación en vez de ocultarle la verdad como si todavía fuese una niña, debería haber insistido más y haberla convencido de que no interviniese. Los sirvientes sabíamos qué ocurría, sabíamos que el duque había estado particularmente irritable durante estos días y que si se emborrachaba perdería el control y sería agresivo, pero tuvimos miedo. Éramos conscientes de que había llamado únicamente a Elián, y teníamos la certeza de que no acabaría bien, pero fuimos unos cobardes y le dimos la espalda a la situación, esperando que se calmase y todo volviese a la normalidad por la mañana. Era mi deber como jefa del servicio el hacer lo correcto y necesario por la familia Drummond, y eso incluía enfrentarme al duque, pero no pude—.
Owen no sabía qué decir. Estaba genuinamente sorprendido por la profunda reflexión de Olga al respecto. Aun con sus palabras anteriores de agradecimiento, tratando de convencerla de que había actuado correctamente, no se veía capaz de responder con argumentos a alguien tan derrumbado. ¿Cómo podía demostrarle que había hecho todo lo que había podido y que con eso era suficiente? ¿De qué manera podía darle a entender que apreciaba todos sus esfuerzos y que nada de lo que había pasado era culpa suya?
—Mira, Olga: no tienes que preocuparte tanto por lo que pasó ayer, por lo que hiciste o dejaste de hacer. No pasa nada. Al final, todo ha-...
—No, señorita—interrumpió Olga, cosa que jamás hacía por ser una falta de respeto a su ama—Aprecio sus palabras amables, pero no puedo perdonarme el hecho de que usted estaba en peligro y yo no pude protegerla a pesar de estar presente. No podía soportar ver que alguien le hiciese daño, sentí la sangre hirviendo en mis venas, y aun así... No hice nada. Me quedé paralizada y salí corriendo. Usted fue valiente, se interpuso entre el duque y Elián para protegerlo hasta con su propio cuerpo, pero yo busqué la solución menos arriesgada para mí. No puedo aceptar su agradecimiento porque no he hecho nada digno de reconocimiento, porque la dejé sola cuando me necesitaba y llegué tarde a rescatarla—.
—Olga, con todo el respeto...—la joven alzó la cabeza para encontrarse con los ojos severos de la señorita, que hasta hace un momento eran amables y perdonaban sus carencias. Vivienne Drummond suspiró como si sintiese frustración—...eres una tonta—.
Olga se quedó atónita.
—Sí, eres una tonta, y necesitas que te lo diga a la cara—espetó, aunque no con un tono particularmente furioso o despectivo, sino con uno calmado y directo—...Porque verdaderamente no entiendes las consecuencias de tus acciones. Mírame. Sí, mírame—dijo, captando su atención. Olga hizo contacto visual por primera vez en toda la conversación—...Estoy aquí, ¿cierto? No soy un fantasma ni estoy en un ataúd. Estoy aquí, delante de ti, vivita y coleando. Eso es lo que han causado tus acciones. Si tienes tantas ganas de echarte la culpa por algo, puedes decir que estoy viva aquí por tu culpa. ¿Acaso eso no es suficiente?—.
Owen observó que la expresión tensa de Olga se suavizó un poco, aunque probablemente se sentía algo confundida. Su rostro se torció inmediatamente en una sonrisa desenfadada cuando pensó en sus próximas palabras.
—Pero no te preocupes; yo también soy una tonta. Lo reconozco abiertamente, y lo soy mucho más que tú. Soy una idiota, una estúpida, una imbécil, una tarada... O una gilipollas si así lo prefieres—Owen disfrutó de la evidente perplejidad de la sirvienta—...Porque lo que tú dices que fueron hazañas, actos de valentía, fueron tonterías, producto de mi falta de reflexión. Ya sabes que soy una imprudente, que no pienso las cosas dos veces. Reconozco que fue algo precipitado y temerario de mi parte el intervenir e intentar proteger a Elián, pero aunque reconozca que fue una idiotez... No me arrepiento. ¿Por qué tendría alguien que arrepentirse de una decisión que resultó acertada? Además...—Owen agradeció mentalmente que Olga no hubiese estado presente cuando el duque la agarró por el pelo y la tiró por las escaleras—...Ni siquiera he recibido una sola herida, estoy perfectamente. ¿Sabes, Olga? Tienes un preocupante complejo de hermana mayor, siempre pendiente de mí, de mis travesuras y de que no me caiga y lastime mis rodillas—Owen rio y se sintió aliviado de que Olga pareciese más relajada y se dejase convencer poco a poco.
—Aunque agradezco que siempre te preocupes por mí cuando ni yo misma lo hago, no necesito una guardaespaldas ni una poderosa guardiana que salve a la doncella en apuros. Puedo apañármelas por mí misma, y cuando no pueda, deja que aprenda las consecuencias de mis idioteces, no me vendría mal un escarmiento. No tienes que arriesgar tu vida para salvar la mía; hiciste bien en elegir lo más seguro. Nuestras vidas tienen el mismo valor, independientemente de quién sea el noble de "sangre pura" o el sirviente—Owen se sintió un poco avergonzado por la mirada fija y conmovida de Olga—...Bueno, siendo sinceros, mi vida de mierda probablemente sea menos valiosa que la tuya—bromeó.
—Señorita...—exhaló Olga con los ojos llorosos, que rápidamente secó con sus manos—...Ha madurado tanto...
Owen negó con la cabeza, sus mejillas teñidas por la vergüenza, cambiando rápidamente de tema.
—Bueno, ahora que ya hemos zanjado este tema, Olga...—carraspeó centrando su mente en otros asuntos pendientes—...¿Podrías pedir que me trajesen la ropa y que preparen el carruaje?
—Si usted así lo desea, puedo elegir y preparar su ropa por mí misma, pero... Ya sabe que no puede salir a ningún sitio, no puedo permitir que utilice el carruaje. Alba le ha dicho que debe reposar.
—Oh, vamos... No pasa nada, prometo que volveré pronto, antes de que se haga de noche. Además, sólo intentaba cumplir con mi deber como candidata...
—No me diga...—Olga se levantó incrédula—¿De verdad pretende ir hoy a la capital para continuar con la preparación del festival? Tiene que quedarse en cama, no creo que sea bueno para su salud reincorporase a sus actividades diarias hoy mismo. Ni siquiera sabía que le preocupase tanto esto del festival... De todas formas, enviamos hace unas horas una misiva al palacio con la noticia de que tendría que ausentarse unos días... No sabíamos cuándo se recuperaría.
—Pues avisad al mensajero de que ya no hace falta entregarla. No quiero faltar ni un solo día, tengo cosas que hacer—dijo Owen intentando apartar las mantas de la cama de su camino e incorporarse. Le fue muy difícil encontrar algo con lo que pudiese ayudar y sentirse útil el día anterior y no quería renunciar a ello. Quedaría como un idiota si no aparecía justo en el momento en el que le necesitaban, y quería conservar su orgullo por lo menos una vez.
—Señorita, mire por la ventana; ya es por la tarde. A estas horas no merece la pena ir a Zeakya, se hará de noche antes de que se dé cuenta—intentó disuadirlo Olga, empujándolo de nuevo a la cama—Es mejor que se quede aquí por hoy. Mañana comprobaremos su condición y decidiremos si es prudente dejarla salir del ducado tan pronto. Por ahora, descanse. ¿No es usted la que siempre tiene sueño? Adelante, duerma por el resto del día—.
Owen entendió que no podría salirse con la suya intentando obtener el permiso de Olga. Resopló y dejó caer su cabeza sobre la almohada como si se hubiese resignado.
—...Está bien, lo acepto. Esperaré hasta mañana—.
El tono enfurruñado en su voz debió haber convencido a Olga, que se apresuró a cerrar las cortinas para que pudiese dormir correctamente, pero él la detuvo.
—Espera, no quiero dormir todavía. He estado muchas horas aquí tumbada, me gustaría tomar un baño. ¿Podrías prepararme uno?—la petición tomó un poco por sorpresa a la sirvienta dado que a la señorita parecían no agradarle particularmente los baños y sólo los tomaba cuando eran necesarios. Owen era un campesino, no tenía la misma concepción de la higiene que los nobles, y mucho menos disfrutaba de que las sirvientas tuvieran que lavar con sus manos cada rincón de su cuerpo femenino desnudo. Era un momento vergonzoso e incómodo, y prefería que se lo tragase la tierra antes que repetir ese espectáculo exhibicionista todos los días.
Olga, por muy fuera de lo común que le pareciese la idea, decidió prepararle el baño a la señorita, pero antes de salir del espacioso dormitorio, se detuvo a su lado. Owen, que se había sentado sobre el borde de la cama y estiraba los brazos y las piernas, contempló desconcertado cómo la criada acercó sus labios a sus oídos y susurró unas palabras antes de dirigirse a la puerta:
—Creo que todavía debe hablar con alguien más, señorita, pero parece que esa persona necesita un pequeño empujón, al igual que yo. Por favor, escuche todo lo que tenga que decir. Él necesita que alguien lo escuche—.
La espalda de Olga se alejó, los largos mechones de su cola de caballo azotando el aire al ritmo de sus pasos constantes, pero sus pasos se detuvieron a los pocos segundos en el pasillo. Aunque no escuchó otra voz, Owen se sorprendió al escuchar unos instantes después unos pasos más pesados que surgieron de la nada aproximarse. "¿Había otra persona más en el pasillo todo este tiempo?" se preguntó, pero todas sus dudas quedaron aclaradas cuando una figura familiar se mostró ante él a través del marco de la puerta: alta, enderezada, y vestida con un reluciente traje... Que estaba considerablemente más arrugado. Sí, conocía bien esa figura.
Elián estaba despeinado, y sus rasgos afilados y pronunciados le daban un aspecto más demacrado y sombrío a su rostro que habitualmente. Con todo lo que había sucedido desde que despertó hacía un rato, Owen había olvidado quién estaba junto a él esperando a que abriese los ojos. Se fue tan rápido de la habitación antes que apenas pudo fijarse en el mal aspecto que tenía: unas profundas ojeras le colgaban hasta las mejillas, su cabello estaba revuelto y sus cejas se curvaban de forma poco notable en una expresión de preocupación. Realmente no había reparado en el detalle de que con la primera persona con la que debería haber hablado de lo sucedido era el fiel mayordomo que lo acompañó en todo momento.
Se puso de pie para recibirlo, pero él se había quedado inmóvil en la entrada. Owen sintió que su cuerpo se había congelado cuando encontró la mirada de aquellos ojos verdes que se torcían bajo un cúmulo de sentimientos complejos. Sobre su superficie cristalina se reflejaba un brillo. No entendía qué clase de sentimientos se escondían tras ellos, pero supuso que se trataba de una carga pesada cuando el aire de la estancia pareció volverse más frío.
—Sólo quiero que sepas que...—escaparon unas palabras bruscas y temblorosas de la boca de Elián, que tomaron por sorpresa a la joven noble—...no espero que me perdones—.
***
El cielo adquiría ese característico tono anaranjado cuando el chófer de la familia Drummond conducía el carruaje al exterior de la finca del ducado en dirección a la capital. A pesar de que por la mañana el sol abrasador de verano había sido cubierto por unas espesas nubes que no dejaban escapar ni un solo rayo de luz, la tarde era muy tranquila y agradable por una ligera brisa refrescante y un cielo despejado. Owen suspiró por la ventanilla dejando que el viento acariciase su melena. En el interior del carruaje, escuchó un bostezo disimulado y por el rabillo del ojo vio cómo los párpados de su acompañante se cerraban involuntariamente.
—Tranquilo, puedes echar una cabezadita durante el trayecto—rio cuando intentó fingir que no tenía sueño cuando se dirigió a él—...¿No has descansado bien esta noche, cierto? Vamos, duerme. No podrás cumplir tus tareas como mayordomo por lo que queda de día si no puedes mantener los ojos abiertos.
—Pero-...
—No te preocupes—le interrumpió, consciente de que no iba a dejarse convencer sin poner excusas primero—...Estaré bien. No me va a pasar nada aunque no estés vigilándome por un rato. Te despertaré para despedirme si siento que me voy a desmayar y no voy a despertar de nuevo—bromeó, sabiendo exactamente la mirada que le dirigiría al burlarse de algo así.
Para su sorpresa, el mayordomo se dejó convencer rápidamente y apoyó su cabeza en una posición cómoda para reposar durante un rato. Owen no esperaba que estuviese tan cansado como para caer dormido inmediatamente.
Me alegro de haber arreglado las cosas con Elián.
El hombre que dormía pacíficamente justo delante suya siempre mantenía una apariencia impecable, una cara inexpresiva y una actitud seria y eficiente que jamás se veía afectada por nada. Precisamente por esto, cuando entró en la habitación en aquel estado... Owen no supo cómo reaccionar. Tampoco supo qué responder cuando dijo con una expresión sombría que no esperaba que lo perdonase. Pensó que le sucedía algo similar al problema de Olga y le aconsejó que dejase de culparse, pero él negó con la cabeza, susurrando con voz ronca que no sólo se trataba de eso. "...Lo sabía, no debería haberme mostrado ante usted. No merezco mirarla a los ojos. ...Asegúrese de descansar bien, señorita" intentó despedirse antes de salir de nuevo por la puerta, pero Owen lo agarró rápidamente del brazo antes de que huyese. No comprendía ni una palabra de lo que balbuceaba Elián, pero Olga le había dicho que era importante que escuchase lo que tenía que decir, por lo que no dejó que abandonase la habitación hasta que no hubiese expulsado hasta el último de sus pensamientos por su boca.
Quizás me pasé un poco... Recordó Owen con una sonrisa preocupada. La verdad es que prácticamente forzó a Elián a confesar todos sus sentimientos y preocupaciones. Incluso lo amenazó con el despido si se quedaba en silencio. Después de unos largos minutos de puro silencio, Elián se sintió presionado y suspiró "Lo cierto es que me siento culpable por no haberla detenido antes y haberla involucrado en el conflicto. Lo siento por no haber cumplido con mi deber como sirviente, prometo que no se volverá a repetir". Tan pronto como pronunció esas palabras, se levantó de la silla en la que Owen lo había obligado a sentarse con sorprendente rapidez y se dispuso a salir por la puerta de nuevo como si todos sus problemas se hubiesen solucionado cuando una risa seca lo detuvo. Owen se burló: "No disimules; mientes de puta pena. Es normal, considerando que no necesitas hacerlo muy a menudo". Miró al sorprendido Elián a los ojos, que no esperaba que lo leyese con tanta facilidad. "...Dudo que eso sea todo. Sé que hay algo que te pesa en la conciencia, pero por alguna razón no quieres contarme de qué se trata. Si de verdad no quisieras mostrarte ante mí y sólo desearas evitarme, ¿qué hacías esperando todo este rato tras la puerta? ...Cuéntamelo, Elián. Pesará menos si lo cargamos entre los dos, ¿no?" inquirió Owen, recordando su conversación con Olga e intentando su mejor esfuerzo para parecer razonable, perspicaz y entendedor de este tipo de situaciones emocionales. Elián pareció ceder lentamente al intenso pero efectivo interrogatorio: "...Señorita... Estoy seguro de que, si le cuento todo lo que pasa por mi cabeza... No querrá verme de nuevo". Sólo podía ver su espalda encorvada en ese momento, pero Owen estaba seguro de que una expresión sombría se había apoderado de su semblante. El mayordomo todavía parecía reacio a finalmente revelar su más profunda preocupación, pero se decidió con el último aliento de su ama, que continuaba insistiendo.
A Owen todavía le costaban asimilar las palabras que soltó Elián en ese momento. Era difícil recrear en su imaginación la mueca en la que se torció su rostro al observar su expresión serena y adormilada mientras se dejaba mecer por el traqueteo del carruaje.
"La verdad es que yo... Siempre..." pronunció Elián, con un tono tan carente de emociones que hasta le daban escalofríos de sólo recordarlo. "...Siempre te he odiado".
En aquel momento sólo se sintió algo impactado por esas inesperadas palabras, pero también le pareció sentir una momentánea punzada en el corazón; puede que fueran los sentimientos de Vivienne manifestándose en su cuerpo de alguna forma. Quizás dolor al sentir una vez más el rechazo de quienes la rodeaban.
Elián, liberando por fin todo lo que había pesado en su pecho durante tantos años, dejó que su mirada se perdiese en el horizonte al tratar de explicar lo sucedido en el pasado: "Tu madre, la Duquesa Drummond, y yo... Antes de que nacieses... Fuimos amantes". Bueno, eso tampoco era nada nuevo, ya lo sabía desde hacía un tiempo. Al ver que Elián le miraba extrañado cuando no pareció sorprenderse ante semejante revelación, Owen pensó que debía fingir un estado de asombro y completa estupefacción, pero ser actor no era lo suyo: "¡¿Eh?! ¡¿De verdad?! ¿Lo dices en serio? ¡No puedo creerlo! ¡Esto...! ¡Esta noticia ha cambiado el significado de mi vida, no podré vivir de la misma forma! Por favor, déjame un tiempo para asimilarlo... No, da igual, mejor continúa con la historia".
Prosiguió con la historia de su romance con Gwendolyn, ahorrándose cualquier detalle poco importante que le trajera recuerdos amargos. Cómo se conocieron, el tiempo que pasaron juntos... Hacía pausas de vez en cuando para comprobar el efecto de sus palabras en la señorita, que parecía más calmada de lo que esperaba, aunque él revolvía nerviosamente sus manos una y otra vez. Rememorando las palabras de Elián, Owen se dio cuenta de que en algún punto había empezado a tutearle inconscientemente. No podía mantener la relación de ama y sirviente cuando estaba liberando sus sentimientos más profundos.
"Eventualmente, tu padre se enteró de nuestra relación, o en otras palabras, de que yo era el único que trataba a su esposa como algo más que un animal de compañía ignorante y sin capacidad de comprensión. Prohibió que nos encontrásemos de nuevo, pero eso no fue lo peor... Probablemente, en su mente enfermiza sintió que su esposa le había sido despojada, y para reafirmar su dominancia y hacerse creer que todavía era su posesión, la obligó esa misma noche a engendrar a su descendencia. No sólo se trataba de ese horrible acto de violencia, sino de que, al obligarla a ser madre de su hijo, lograría encadenarla de por vida". Elián clavó una vez más sus ojos vacíos en los de Owen: "Sí, tú eres fruto del odio y vileza de tu padre y de la miseria de tu madre. Tu sola existencia estaba maldita, puesto que significaba la esclavitud eterna de una joven inocente".
Owen recordó haber tragado saliva en ese mismo instante. La expresión derrotada y el tono trágico de Elián le provocaban escalofríos. "...No podía soportar mirarte a la cara. Con sólo escuchar tu nombre, no podía evitar recordar la prohibición de ver a Gwendolyn y lo que ese malnacido le había hecho sufrir. Me entraban nauseas y mi corazón estallaba en ira cada vez que pensaba en que el único motivo por el que habías venido al mundo era por la violencia y mezquindad de ese repulsivo hombre frente al que tenía que arrodillarme y servir como un esclavo. Sin embargo, lo más cruel de todo... Lo más cruel era lo mucho que te parecías a tu madre: el mismo tono de piel resplandeciente, los mismos rasgos delicados, el mismo pelo y largas pestañas del blanco más puro, la misma voz aterciopelada y melodiosa... La única diferencia son esos ojos negros tuyos, cuyo color frecuentemente atribuía a la naturaleza del alma del duque. Ella y tú eráis dos caras de una misma moneda; por eso era tan doloroso mirarte".
Comprendió entonces a qué se refería con odiar a Vivienne. Desde que salió del vientre de su madre había sido el símbolo de todo el sufrimiento de la duquesa y de la triste separación de su amado, además de poseer la sangre venenosa del duque. Elián debía haber visto siempre a Vivienne como una aberración con rasgos de la mujer que no fue capaz de proteger y su agresor y captor. La actitud distante que siempre había parecido mantener frente a Owen de repente cobraba sentido.
"...Y comencé a odiarte aún más cuando el duque te utilizó como una de sus estúpidas excusas para encerrar a Gwendolyn en un cuarto oscuro de por vida, condenándola a una vida de soledad ininterrumpida. Ya no era el único que no podía acercarse ni hacerle compañía; nadie podía visitarla ni dirigirle palabra. Había pasado a ser un animal salvaje y peligroso encerrado en una jaula".
"Sabía que no tenía sentido odiarte por eso. Sabía que, de hecho, no había ningún motivo por el que odiarte, porque no tenías la culpa de nada. Eras una niña, ¿qué podías saber de lo que había sucedido antes de que nacieses y de las cosas terribles que había hecho tu padre? No tenías culpa de haber nacido, lo sabía, pero aun así... Me era imposible simpatizar contigo. Y de esa forma, pasaron los años, y escondí mi retorcido resentimiento hacia ti cuando me convertí en tu sirviente. Era más difícil soportarlo cada día que pasaba, y sentía una profunda repulsión cada vez que tenía que cumplir tus órdenes. Mi vida se había convertido en una pesadilla en la que tenía que soportar obedecer al duque y a su hija como si nada hubiera pasado, y vivir en una enorme mansión en la que ni siquiera quedaba un solo indicio de que alguna vez la mujer que amé y amo había vivido ahí. Una pesadilla de la que no podía despertar. Dominado por el odio y el deseo de venganza, estuve varias veces a punto de hacer algo muy estúpido..." recordó Elián. Owen no sabía que se refería a la noche del baile, en la que podría haber acabado con todo si alguien no le hubiese descubierto.
"Pero... En los últimos meses... Algo hizo que mis sentimientos cambiasen lentamente, algo de lo que no me di cuenta hasta anoche. Te enfrentaste a tu padre a protegerme a mí, precisamente a mí, cuando yo ya me había rendido. Me demostraste que siempre había estado equivocado, que había sido un idiota por odiarte sin motivo y por no darme cuenta de ello hasta ahora. Después de todo lo que te he hecho, me protegiste poniéndote en peligro a ti misma. Justo en ese momento, lo comprendí: no importaba de quién eras hija, no importaba qué había hecho tu padre, qué había pasado entre tu madre y yo o el motivo por el que habías nacido. Para ti, nada de eso importaba, porque sólo quisiste defender a un simple mayordomo, sólo actuaste desde el fondo de tu corazón y sin pensar en nada más...". De repente, Owen se percató de una gota cristalina que se había deslizado por el rostro de Elián, del que no había podido descifrar ninguna emoción porque estaba cubierto por sus manos temblorosas. Encorvado sobre sí mismo, su voz inestable y entrecortada trasmitía un inmenso arrepentimiento que sacudió el corazón de Owen:
"...Me pareció imposible que alguien pudiese tener una voluntad tan pura después de haber pasado por todo lo que tú habías pasado durante toda tu vida. Por primera vez, pensé en ti sin proyectar mis prejuicios y acusaciones sin sentido, poniéndome en tu lugar. Una niña que había estado la mayor parte de su vida sola, a la que todo el mundo le había vuelto la espalda, incluido yo. Debía haberse sentido desolada, sin saber por qué todo el mundo la odiaba. Aun así, aunque debería haberse sentido traicionada y abandonada por todos... ¿cómo es que podía ser tan amable y abrir su corazón con tanta facilidad, protegiendo sin pensarlo dos veces a quien llevaba años deseando su muerte? ...Sentí que alguien como yo, corrompido por el odio, no merecía unos sentimientos tan inocentes y genuinos" Elián finalmente se quebró, revelando en su rostro unos ojos hinchados, lágrimas fugaces atravesando sus mejillas y una sonrisa irónica que se burlaba de sí mismo.
"Como dije antes, no espero que puedas perdonarme, pero al menos quería que supieses qué clase de persona protegiste anoche. No soportaría seguir ocultando la verdad cuando he recibido toda esa bondad sin tener que dar nada a cambio".
"Pero... ¿de qué tonterías estás hablando?" habló por fin Owen. "¿Perdonarte? ¿Odiarme? ¿Cómo voy a perdonarte si ni siquiera me había dado cuenta de todo lo que has estado diciendo? No es por contradecirte, pero... ¿no crees que el que yo nunca hubiese notado que me tratases mal puede deberse a que realmente nunca lo has hecho? Puedes decir que me odias todas las veces que quieras, pero... ¿realmente lo hacías? Puede que no te hayas dado cuenta hasta ahora, pero incluso sin querer me tratabas amablemente, y que yo recuerde, jamás me has hecho daño. Quizás en tu interior te intentabas convencer de que de verdad me odiabas, pero... ¿acaso no te has dado cuenta de que en los últimos meses has estado a mi lado siempre y no he tenido que pedirte nada ni una sola vez para que me echases una mano? ...Elián, si eso no es actuar desinteresadamente y sin pensarlo dos veces, ¿qué es?" posó una mano sobre su hombro en un gesto de apoyo.
"Alguien jamás diría cosas como las que tú acabas de decir sobre la persona a la que odia. No me odias, y yo tampoco te odiaría por esto. Sería imposible. ¿Cómo podría odiar a mi fiel mayordomo, que me acompaña en todo momento del día y soporta mis tonterías día tras día?" Owen rio recordando los muchos momentos que compartía en su vida diaria con Elián; él era quien siempre le hacía compañía en su habitación, de pie frente a la puerta, atento a satisfacer sus necesidades a cualquier hora del día. Recordaba que al principio le pareció un poco molesto y hasta invasivo que siempre estuviese presente en el dormitorio, ya sea que estuviese echándose una siesta o fingiendo hacer la tarea que le mandaba la tutora Waleska. Los primeros días le molestaba que ese hombre tan callado y misterioso estuviese ahí de pie durante horas, sin articular palabra ni moverse ni un milímetro. No hacía caso cuando le decía que se fuese y no solía contestar a sus intentos de comenzar una conversación; llegó un momento en el que Owen se acostumbró a su presencia y pasaba horas hablando sobre cualquier sinsentido que se le ocurriese sin obtener respuesta, como si hablase consigo mismo. El mayordomo jamás daba signos de prestar atención a cualquier cosa que dijese. Owen contaba chistes, cantaba, interpretaba obras de teatro, e incluso intentaba llamar su atención fingiendo dramáticamente su muerte, pero la estatua en forma de ser humano que apenas respiraba jamás le dirigió una mirada.
Al cabo de un tiempo, dio todo por perdido y se aburrió de intentar causar cualquier tipo de reacción en Elián, hasta que un día llego a sus aposentos como habitualmente y encontró una enorme copa de helado de chocolate con nueces sobre su mesa. No recordaba haber pedido que trajesen algo así a su habitación. Miró extrañado al mayordomo, que sin necesidad de haberle formulado ningún tipo de pregunta, contestó: «Ayer, cuando despertó de la siesta sobre las seis y media de la tarde, se quejó de los postres en pequeñas porciones que come diariamente y dijo, en sus propias palabras, que quería comer helado hasta desmayarse. Le encargué al cocinero que preparase uno". Owen, después de quedarse congelado unos segundos, saltó de alegría y agarró al mayordomo por las solapas de su traje, arrugándolo en el proceso: «¡Sabía que me estabas escuchando, pedazo de desgraciado! ¡...Y pensar que prestas tanta atención a todo lo que digo y después finges ignorarme! Ya lo entiendo; pretendes ser un bastardo frío e indiferente cuando te hablo, pero en realidad recuerdas cada palabra que sale de mi boca, ¿verdad?» se quejó mientras comía su helado, disfrutando de cada cucharada. La verdad es que algo tan tonto como eso le había hecho bastante feliz; jamás habría pensado que Elián recordaría un detalle tan insignificante y actuase por su cuenta, sin que nadie se lo pidiese, para satisfacer un deseo tan estúpido de la señorita. Tan feliz estaba que conservó ese recuerdo como el primer día que Elián le hizo caso, y después de eso el mayordomo abrió su corazón poco a poco, sin darse cuenta, hasta que mantener conversaciones sobre asuntos cotidianos y del ducado con la señorita se convirtió en algo corriente que hacían casi todos los días.
Owen rio de nuevo recordando todo esto, reflexionando sobre lo mucho que había progresado su relación con Elián desde que se conocieron. Es verdad que el restos de sirvientes y las criadas también le hacían compañía, pero cuando quería huir del constante estrés que le causaba enfrentar este nuevo mundo y descansar dejando a un lado las preocupaciones, Elián era el indicado. Cuando tenía una pregunta o no comprendía algún asunto de la nobleza y la aristocracia, tan nueva y confusa para él, Elián contestaría hábilmente sin cuestionar nada, por muy tonta u obvia que le pareciese la respuesta. Cuando la señorita se hacía daño, era el primero en acudir. Incluso Owen, con su corazón difícil de conmover, se veía un poco afectado cada vez que surgían en su cabeza los recuerdos de Elián gritando y rogando por ayuda antes de que se desmayase la noche anterior.
Verdaderamente, él siempre había estado ahí, aunque quisiese negarlo.
"...A decir verdad, Elián, a veces eres como un padre para mí. Hablando objetivamente, cumples más con la función de padre que mi verdadero padre, el duq-" antes de que terminase de hablar, Elián le había interrumpido ahogándolo con un fuerte abrazo. Owen sintió cálidas lágrimas sobre su hombro, y rio dándole palmaditas para consolarle. No podía responder al abrazo completamente porque no abarcaba la ancha espalda de Elián con sus pequeños brazos.
"¿Eso quiere decir que me perdonas?" preguntó Elián con su voz ronca y entrecortada. Owen suspiró, pensando en lo insistentes que estaban todos ese día con disculpar y querer ser perdonados. "¿Había algo que perdonar en primer lugar?".
Volvió a la realidad, al camino pavimentado a través de la ventana del carruaje que conducía a la capital. Sólo el sonido de los casquetes de los caballos en el exterior y el de una respiración pausada, señal de estar durmiendo profundamente.
Owen, incluso con su naturaleza tranquila y despreocupada, se impacientó un poco al recordar lo tarde que habían salido del ducado. Quizás Olga tenía razón en eso de que no debería ir porque llegarían con mucho retraso a Zeakya, pero eso no lo detendría. Habían perdido un poco de tiempo al intentar salir sigilosamente de la mansión sin que Olga o Alba los atrapasen, pero lo que en realidad había retrasado aun más la partida fue intentar calmar a Elián. Ese largo abrazo no se acabó hasta que se recompuso un poco, y en cuanto frotó las lágrimas secas de su cara y ajustó el cuello de su camisa, volvió a la normalidad y continuó como si nada hubiera pasado. Owen no sabía si frustrarse o reír ante ese comportamiento, ya que era una reacción más o menos esperada del impecable y competente mayordomo Elián Pendleton. Ese cambio de actitud y esa obsesión por evitar mostrar cualquier tipo de emoción o debilidad era muy propia de él, aunque también le recordaba a otra persona; por muy denso que fuese Owen, alguna vez se había dado cuenta de que el príncipe Leonardo hacía todo lo posible por limitar su conducta en todos los sentidos. No es que fuese un tipo raro y aburrido como pensó cuando lo conoció.
...Sea como sea, parece que todo este asunto se ha solucionado. Bueno, tampoco espero que un conflicto que ha durado años se haya resuelto por completo de la noche a la mañana con una sola charla emotiva... Pero supongo que por ahora es más que suficiente. Owen descansó cómodamente sus brazos tras su cabeza, suspirando aliviado al escuchar los ronquidos de Elián.
Pero la reconciliación con Elián no era lo único de lo que tenía que ocuparme... Han pasado tantas mierdas desde que abrí los ojos hace unas horas... ¿Es que no consigo ni un puto descanso en condiciones? Al menos, ya no tengo que preocuparme por cómo tratar con el duque después del incidente de ayer; por lo visto, lo vieron esta mañana salir del ducado con un equipaje que indicaba que no regresaría en un tiempo. Seguramente haya contratado algún carruaje en la ciudad para llevarlo a casa de alguno de sus amigos con negocios de dudosa legalidad y quedarse ahí hasta que se atreva a regresar y enfrentar sus responsabilidades... Maldito desgraciado, ha huido antes de que pudiese aplastarle las bolas, justo ahora que tenía una excusa para hacerlo. Tendremos que ocuparnos del ducado nosotros solos por un tiempo.
Oh, casi se me había olvidado. Ese extraño sueño... Frunció el ceño al recordar inevitablemente esas imágenes tan extrañamente nítidas. ...Debe estar relacionado con la brujería. Estoy seguro de que estaba relacionado con "ese tipo", el que estoy buscando. Puede tratarse de algo importante. Tendré que hablar con Gwendolyn cuando vuelva, aunque sé que no le agradará mi visita.
[Nota de la autora: Al igual que el título de este capítulo (que, por cierto, me ha salido mucho más largo que habitualmente, unas siete mil setecientas palabras), yo también tendría que pedir disculpas xd. Siento no haber estado tan activa los últimos meses, y aunque no puedo prometer actualizar tan frecuentemente como me gustaría, no quiero abandonar esta historia definitivamente ni interrumpirla por tanto tiempo como esta vez. Lo siento por haberos hecho esperar tanto y gracias a los que estén leyendo esto ahora mismo :)
P.D. : ¡Feliz Navidad y felices fiestas!]
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