Capítulo 31 - ¿Por qué tuviste que ser tú?
—[Mira, es ése... Ese chico. Dicen que ganó el torneo de la Academia con unas habilidades impresionantes. Por eso le han permitido asistir a nuestra clase]—cuchicheó alguien detrás suya.
[¿No estoy... muerto?]
No, definitivamente estaba vivo, pero no sabía dónde estaba ni cómo había llegado ahí. Sentía esa inconfundible sensación de encontrarse en un sueño febril demasiado realista.
[Déjame adivinar... ¿Uno de esos sueños-recuerdos? ¿O una pesadilla muy vívida?]
Había experimentado ese tipo de sueños inducidos varias veces bajo el efecto de la Duquesa... Aunque algo le daba a entender que en esta ocasión ella no había sido la causante. El sueño parecía más real que nunca, pero padecía un leve mareo y dolor en lo más profundo de su cuerpo... O de su alma.
—[¿En serio? Pero en el torneo participaba Delfire, la favorita de todo el mundo... Aún es joven, pero posee una destreza comparable a algunos adultos. ¿Cómo es que un...]—Owen notó que una mirada le perforaba la nuca—[...un debilucho que ni siquiera pertenece a un Clan ha podido vencerla? ...Seguro que ha hecho trampas]—.
Owen no tenía ni idea de lo que estaban hablando, pero su cuerpo reaccionó inmediatamente y enfrentó a las dos chicas con mirada amenazante. Sin comprender muy bien lo que sucedía, el cuerpo que ocupaba comenzó a emitir una energía, una presión abrumadora que ahuyentó a las dos chismosas al instante. Después, continuó andando contra su voluntad.
El paisaje que pudo observar no le dio ninguna pista. Caminaba a través de los pasillos iluminados de un gran edificio, y subía y bajaba escaleras como si su cuerpo supiese el camino de memoria. Había muchos adolescentes vestidos con un uniforme, otros con túnicas ligeras. Reían y charlaban por el pasillo, algunos le saludaban alegremente y otros le dirigían miradas de pocos amigos.
A los lados de los pasillos reconoció cuartos parecidos a aulas de enseñanza.
[...Supongo que estoy en la antes mencionada "Academia"].
El cuerpo se detuvo frente a una puerta de un pasillo apenas transitado. Unas letras doradas aparecieron por arte de magia en la puerta, y desaparecieron tan pronto como llegaron. "Clase Superior".
Por supuesto, Owen se sorprendió enormemente pensando que sus sueños eran cada vez más fantásticos, pero su cuerpo solo sonrió como si hubiese visto el truco más sencillo del mundo.
—[¿Creen que por unas simples letras con un hechizo de iluminación merecen más el título de "superiores"?]—susurró para sí mismo mientras que Owen trataba de reconocer su voz en vano.
Antes de poder empujar la puerta para entrar, se abrió desde dentro y un chico rubio y alto se lanzó sobre él.
—[¡Oh, ya has venido! ¡Estaba esperando tu llegada!]—gritó emocionado.
—[Ehm, perdona, pero... ¿te conozco?]—preguntó confundido el cuerpo de Owen levantando una ceja.
—[Oh, qué vergüenza, se me ha olvidado presentarme. Soy Fergal Phronnal, del Clan Phronnal. Encantado]—dijo alegremente mientras le empujaba poco a poco al interior del aula.
—[Encantado de conocerte, mi nombre es...]
—[Por supuesto que sé tu nombre]—le interrumpió Fergal—[¿Cómo no conocería el nombre del majestuoso ganador del torneo? Estuve presente en todos tus combates, ¡fue increíble! Unas tácticas tan acertadas y pulidas, una absorción perfecta de la magia en el ambiente, un control del flujo muy cuidadoso...]—Owen no entendía ni una palabra de lo que decía. Fergal se detuvo frente al resto de chicos en el aula y le dirigió una sonrisa amplia y brillante.
—[Mis felicitaciones. Lo has hecho bastante bien para ser un inferior de origen vulgar]—se burló maliciosamente sin ocultar su risita de hiena, uniéndose al grupo que le reía sus gracias y dejando atrás al nuevo alumno de la Clase Superior.
De repente, otro chico surgió detrás del grupo y le devolvió la misma mirada burlona a Fergal.
—[Tú mismo lo has dicho, Fergal. A diferencia de ti, él no necesita alardear del nombre de su Clan para estar aquí]—la sonrisa en la cara de Fergal desapareció y los demás no tardaron en reírse de él y cuchichear por la humillación que acababa de recibir. El otro chico salió de ese círculo de burlas y se dirigió a paso ligero hacia donde estaba Owen.
—[A esto me refería cuando te dije que ascender de clase no valía la pena]-suspiró mientras le daba una palmadita amistosa en el hombro—[...Al menos tú elegiste entrar aquí voluntariamente. Yo he tenido que aguantar este infierno de imbéciles con el ego por los cielos durante casi una década]—.
¿Quién es este? ¿Un amigo? Se preguntaba Owen mientras analizaba al chico a su lado. Piel bronceada, cejas tupidas y expresión afable. Las iniciales "N. V." estaban bordadas en su uniforme.
—[Y no acaba ahí]—continuó el chico mientras se sentaba en uno de los pupitres y el cuerpo de Owen le seguía—[...Ahora tengo de compañero al gran genio revelación de nuestra época, un prodigio innato, el ganador del torneo. ¿Cómo puedo competir contra eso?]—rio.
—[Oh, vamos]—intentó restarle importancia la identidad desconocida del cuerpo—[Sabes que fue pura suerte que ganase cuando nos enfrentamos en la tercera ronda. Ese hechizo que utilizaste que simulaba una tormenta helada me tomó desprevenido, fue asombroso. Me quedé en blanco, no sabía cómo contrarrestarlo. En cuestión de estrategia, eres mucho mejor que yo].
—[Sí, sigue intentando hacerme sentir mejor. Eres un blandengue, no necesito tu compasión]—sonrió. De pronto, se levantó de su silla como una exhalación, mirando hacia la puerta.
—[Oh, oh. "Ella" ya está aquí. ¿No sientes su aura acercándose por el pasillo? Mejor me siento en otro pupitre. No quiero estar en el ojo de la tormenta].
—[¿Es en serio, Nyl? ¿Qué crees que podrá hacerte "ella"? Eres un exagerado. Ni que fuera para tanto].
—[Lo que tú digas. Yo la conozco mejor y sé que no va a estar de más tomar precauciones. Si yo fuera tú, intentaría pasar desapercibido lo máximo posible. Bueno, probablemente estaría aterrorizado. Porque, al fin y al cabo... Tú eres su objetivo ahora]—.
Antes de llegar a entender sus palabras, Owen sintió que una mano apretaba firmemente su hombro. Nyl huyó inmediatamente y todos los demás alumnos se alejaron. Él se dio la vuelta lentamente, esperando encontrarse con un monstruo capaz de aterrorizar a cualquiera, horripilante como un ogro, imponente como una montaña y sediento de sangre...
Pero sólo se encontró con una chica con uniforme. Una chica alta, delgada, con buen escote y una larga melena blanca que caía sobre sus hombros como una cascada. Su piel era cristalina y sus ojos eran tan transparentes que apenas podía apreciar sus pupilas rebosantes de ira y de deseos de venganza.
Era igualita a cierta bruja que conocía en persona. Bueno, ésta era más joven y llena de vida, no parecía una momia.
[¿...Ella es Gwendolyn? Se parece un montón... Tiene que ser ella. Su ceño fruncido es inconfundible. Joder, ¿de hace cuántos siglos es este recuerdo?]
Sin darle mucho tiempo para reflexionar, la chica le agarró del cuello de la camisa y le levantó en el aire. Su cuerpo parecía no resistirse.
—[Pero mira quién tenemos aquí...]—espetó a dos palmos de su cara—[Si es el ganador del torneo... Mi digno rival].
—[...Oye, ¿podrías dejarme en el suelo, Delfire?]—salió de la boca de Owen, una voz calmada y respetuosa. Owen se llevó un fiasco al enterarse de que no era Gwendolyn, pero al menos sus pies tocaron de nuevo el suelo cuando ella lo soltó.
[Espera un momento... Si este recuerdo no es ni de la duquesa, ni de Vivienne, ni mío... ]
—[...Quiero la revancha]—clamó Delfire con su poderosa voz—[No me conformaré con los resultados del torneo. Quiero otro duelo]—.
Todos la miraron asombrados, aunque ya esperaban que sucediese algo así. El cuerpo de Owen retrocedió dos pasos.
—[...Está bien, acepto. Pero... Tendremos que esperar hasta que tengamos la oportunidad; otro torneo, un enfrentamiento...]
—[No]—rechazó rotundamente—[...Yo, Delfire Windssklet, debo defender el honor de mi clan ahora mismo y no aceptaré la derrota]—y a la vez que ella acortaba distancia entre los dos, él intentaba alejarse.
—[Verás, es que...]—intentó convencerla—[Estamos en medio de un aula. Podríamos herir a alguien, no podemos...]
—[¿Te niegas?]—le interrumpió acercándose con una mirada amenazadora. Los demás, que se habían dispuesto en un amplio círculo en torno a ellos, contuvieron la respiración.
—[...De acuerdo. Pues será un duelo a muerte]—Delfire se lanzó con una velocidad sorprendente hacia delante y un brillo plateado surgió en la palma de su mano. Antes de que el cuerpo de Owen pudiese reaccionar, una punta afilada presionaba su garganta. Los demás sólo veían el brazo alzado de Delfire en el aire, pero la verdad es que blandía una enorme espada invisible con la que estaba amenazando a su rival. Al tratarse de una técnica de magia de luz, sólo era ligeramente visible cuando un rayo de luz incidía sobre su cortante superficie.
Aunque el subconsciente de Owen se agitaba nerviosamente por estar bajo amenaza de muerte, el cuerpo que poseía estaba inmóvil, como una estatua, imperturbable.
—[¡Vamos!]—se irritó Delfire al ver que éste no evitaba su ataque—[¡Pelea! ¡Es un duelo! ¡No puedo defender mi honor si no es un combate justo! ¡Defiéndete, vamos!]—gritó, pero él no movió ni un músculo.
Al no estar acostumbrada a ser ignorada de una forma tan insolente, su ira se concentró en su mano izquierda en forma de un orbe de energía que se expandía a una velocidad preocupante. Estaba preparada para impactarlo contra esa cara que tanto la irritaba, el que había robado el título que pertenecía al Clan Windssklet desde hacía siglos, milenios. Ella estaba preparada para ganar el torneo anual de la Academia como siempre lo había hecho, pero no esperaba que un tipo común y corriente pudiese vencerla en la última ronda.
A diferencia de los demás alumnos de la Clase Superior, lo que más le irritaba no era que el muchacho no perteneciese a un Clan o que no tuviese la sangre de las Brujas Fundadoras de la Ciudad...
Lo que más le molestaba era que tenía que reconocer que él había ganado con su propia fuerza, y que, por lo tanto, era más merecedor del título que ella.
—[...Están prohibidos los hechizos no autorizados dentro de la Academia]—dijo una voz alta y clara desde la puerta. Con esas palabras y un rápido movimiento de su mano, tanto la espada como el peligroso hechizo de Delfire se desvanecieron en el aire en partículas luminosas. Por su apariencia, Owen supuso que debía ser una profesora. Su expresión de amargura y severidad era igual a la de la instructora Waleska.
Miró a Delfire con el ceño fruncido hasta que se apartó del otro estudiante, y la congregación en torno a ellos se disolvió. Owen respiró aliviado por haber evitado esa dolorosa muerte a manos de una bruja loca mientras todos se sentaban en los pupitres y la profesora tomaba el mando de la clase. Nyl le invitó a sentarse a su lado y rio burlándose de que su amigo había salido ileso de milagro.
Cuando el ambiente ya se había apaciguado y los alumnos se esforzaban por comprender la monótona clase sobre libros y manuscritos milenarios, Owen escuchó un ligero movimiento detrás suya, como un siseo, pero su cuerpo pareció no prestarle atención.
De repente, notó una presencia que se acercaba a él desde atrás, y sin pensarlo dos veces, se apartó de su alcance esquivando hacia la derecha. Con esa reacción tan instintiva, pudo evitar que Delfire le apuñalase con su espada invisible. Había escondido tan bien su presencia y mimetizado su aura con el ambiente que ni siquiera él o sus compañeros habían notado que ella se había sentado detrás suya.
Nyl gritó por el susto, y el estruendo alertó a los demás. Delfire suspiró al ver que su espada no estaba teñida de sangre.
—[...Me habría llevado una mayor decepción si no hubieras esquivado eso. Al menos tus reflejos están a la altura]—dijo en forma de cumplido aunque su expresión insensible no lo indicase.
—[Y tu locura está por encima de mis expectativas. ¿Es que no puedes dejarme en paz?]—se quejó el cuerpo de Owen, diciendo por una vez lo que realmente opinaba la mente que lo ocupaba. Lo que no esperaba Owen era que, después de un suspiro de frustración, su cuerpo adaptase una posición de defensiva y se crujiese los nudillos como si estuviese preparado para una pelea.
—[...¿Sabes qué? Ya estoy harto. Si quieres un duelo, aquí lo tienes. ¡Ataca!]—su cuerpo vibró con una presión abrumadora, Delfire se lanzó decidida a cortarlo por la mitad con su espada y él comenzó a acumular partículas brillantes en su mano para evitar el impacto con un escudo mágico... Pero justo antes de que las dos fuerzas impactaran, un grito les interrumpió.
—[¡Basta ya, vosotros dos!]—ordenó la profesora mientras se interponía entre ellos. La espada, el escudo, y las miradas de enemistad que se dirigían desaparecieron en cuanto les separó e hizo que se sentasen uno en cada esquina de la clase. Era una solución un poco infantil e inservible teniendo en cuenta que cualquiera de los dos era capaz de lanzar un hechizo potencialmente mortal sin importar los pocos metros que los separasen, o incluso volar por los aires el aula, pero los sermones de la indignada profesora fueron más que suficientes para calmar a los dos.
El cuerpo de Owen resopló, pensando que ojalá nadie hubiera intervenido para poder bajarle los humos a esa chica tan insufrible. "A este punto..." se dijo Owen "No creo que exista ningún miembro cuerdo de la familia Windssklet". Sus ojos se distrajeron observando el cielo despejado a través de las ventanas, grisáceo y algo lúgubre aunque el día fuese soleado...
—[¿...Necesitas algo?]—una vocecilla susurró en sus pensamientos.
Se llevó un buen susto al darse cuenta de que había otra persona en el pupitre de al lado, justo delante de sus narices, y no había reparado en ella hasta ese momento. Se había quedado tan ensimismado observando el horizonte que no había visto a la chica justo delante de las ventanas.
—[Oh, no es nada...]—susurró para evitar la atención de la profesora, que continuaba con la lección—[...Estaba distraído, eso es todo]—respondió despreocupadamente. Pensó que la conversación había acabado e intentó concentrarse en las enseñanzas de la profesora, pero al bajar la mirada se encontró con un papel que había dejado sobre su pupitre.
"¿Cómo has hecho eso de antes? ¿Qué has hecho para conjurar ese escudo?" preguntaba la nota. Con la tinta todavía fresca, el mensaje se había emborronado un poco. Miró extrañado a la chica, sin entender exactamente a qué se refería o qué quería que le contestase.
—[Bueno, he pensado en un escudo, he dejado que el flujo de magia llegase hasta mis manos... Y ya está, eso es todo...]—explicó, sorprendido porque alguien de la Clase Superior preguntase algo tan simple.
La chica negó con la cabeza, agarró el papel e intentó escribir de nuevo en él, pero después de varios intentos Owen comprendió por qué su letra era tan errática y emborronada: sus manos estaban cubiertas por unos guantes, y eso le dificultaba agarrar bien la pluma. De hecho, también notó que su uniforme, a diferencia del de los demás, le cubría todo el cuerpo.
La chica suspiró, comprendiendo que el método del papel para comunicarse sin llamar la atención no era lo más eficiente, y tanteó sus palabras un segundo antes de hablar.
—[No, no es eso...]—su voz tembló un poco—[...Me refería a cómo pudiste hacerlo tan rápido. ¿C-cómo absorbes la magia ambiental de esa forma casi instantánea?]—.
Ni Owen ni su cuerpo comprendieron muy bien la pregunta. Qué chica más rara.
—[No sé, quiero decir... Para mí es algo inconsciente, mi cuerpo lo hace de forma automática. No sabría cómo explicarlo]—dijo confundido, reflexionando sobre qué palabras serían las más adecuadas—[...Supongo que es como respirar]-.
Sus ojos se ensombrecieron, desilusionada por su respuesta. Owen pensó de nuevo que la conversación terminaría ahí, dado que hasta ese momento no había tenido muy buenas impresiones de los mocosos de la Clase Superior y realmente no había ninguna razón por la que tuviera que seguir hablando con esa chica... Pero su cuerpo no opinó lo mismo. Probablemente se sintió culpable de no darle una mejor respuesta... O porque tenía curiosidad por una chica tan rara como ella.
—[Umm... Perdona, pero... ¿Cómo te llamas?]—.
Ella le miró con los ojos muy abiertos, petrificada ante lo que parecía una interacción bastante normal. Después de un silencio incómodo, apartó la mirada y a través de sus labios finos curvados en una tímida y leve sonrisa, pronunció una palabra con su suave voz:
—[...Idameria. Mi nombre es Idameria]—sus mejillas se sonrojaron ligeramente, y aunque a Owen no le cruzó nada por su mente, su cuerpo sintió un calor profundo en el pecho. No se había fijado lo suficiente en la chica para notar sus delicados rasgos: su rostro de querubín, su figura de porcelana, su cabello corto que se revolvía con la brisa como un fuego extinguiéndose... Sus ojos, que al principio se asemejaban al color apagado y sombrío de la ceniza, brillaron bajo un rayo de sol como lunas de plata.
Owen no entendió qué le sucedía a su cuerpo, pero sintió un revoloteo en el estómago y no supo de dónde venía. Advirtió cómo, sin razón aparente, sus mejillas se encendieron en cuanto ella pronunció su nombre.
Le resultó extraño que no mencionase su Clan, puesto que todos los alumnos de la Clase Superior lo mencionaban una y otra vez al presentarse.
—[¿Y tú? ¿C-cuál es tu nombre?]—preguntó ella aún más avergonzada al ser observada fijamente.
—[Oh, pensé que ya lo sabías. Por el torneo...]
—[No estuve presente durante el torneo... No pude ir]—dijo Idameria intentando ocultar su tono melancólico, todavía evitando que sus miradas se encontrasen.
—[No te preocupes, tampoco te perdiste mucho]—bromeó—[...Encantado, Idameria. Mi nombre es Erlo]—.
Owen sintió un escalofrío con esa última palabra. Por primera vez, vio su reflejo en el cristal de la ventana... La cara que vio era aterradoramente familiar, a pesar de que no recordaba haberla visto nunca. Unos ojos carmesíes como la sangre le miraron fijamente, casi burlones, desde el reflejo.
Su mente se vio sometida bajo tal agitación que comenzó a despegarse poco a poco del cuerpo. Antes de perder el sentido, miró por última vez a la joven y encantadora Idameria. Esta vez, su cuerpo reaccionó con un dolor en el pecho que le ahogaba, con una tristeza y pesadumbre que le destrozaba las entrañas. El sólo mirar a esa chica le provocaba una nueva sensación de sufrimiento tan intenso que parecía que la misma soledad le devoraba y sólo dejaba su cáscara vacía.
[...Erlo Reunom, "El Traidor"].
***
Cuando abrió los ojos, sintió un punzante dolor nauseabundo. Su mente estaba agitada por lo que acababa de soñar. Se tocó el pecho, esperando encontrar un vacío donde debía estar su corazón y que justificase por qué sentía ese horrible dolor. Los ojos le ardían, como si quisiera llorar, pero estaban tan secos y faltos de vida que no podían derramar una lágrima. Todavía le afectaba profundamente lo que acababa de ver y no entendía por qué. Con un hilo de voz, unas palabras se escaparon de su boca como si no fueran suyas:
—Idameria... ¿Por qué tuviste que ser tú?—.
Recorrió con la vista el cuarto oscuro. Antes de preguntarse qué significaba lo que había murmurado y por qué lo había hecho, reconoció las cortinas que impedían que la luz entrase a la estancia. ¿Cómo había llegado hasta su habitación? Un momento... ¿Qué pasó antes de desmayarse?
Una vez que su cerebro se espabiló y se despertó por completo, recordó poco a poco lo que había sucedido por la noche con el duque. Quiso levantarse de la cama, pero comprobó que todas las articulaciones de su cuerpo estaban entumecidas y que estaba agotado, como si no hubiese dormido por varios días a pesar de que acababa de despertarse.
Con el movimiento de las sábanas, notó que alguien sentado al lado de la cama se había quedado dormido con la cabeza sobre el colchón. Cuando Owen se revolvió intentando levantarse, también le despertó.
—...¿Señorita Vivienne? ¿Está despierta?—musitó una voz cansada que reconoció inmediatamente, imaginando sus ojos preocupados observándole en la oscuridad.
—¿Elián? ...¿Qué ha pasado? ¿Por qué...—su rostro se torció en una mueca de dolor cuando intentó incorporarse de nuevo—...me duele todo el cuerpo?—.
Elián la ayudó a tumbarse de nuevo y se levantó agitado. Sin saber qué hacer, abrió un poco las cortinas para que entrase la suave luz del atardecer.
—Señorita, por favor, no se mueva. Voy a avisar a todo el mundo de que ha despertado. Ahora mismo vuelvo, ¿de acuerdo?—soltó nervioso el mayordomo antes de echarle otro vistazo y marcharse corriendo por la puerta.
Inmediatamente escuchó voces escandalosas en la planta principal, y pareció que una manada de animales salvajes subían corriendo por la escalera.
—¡¡Señorita Vivienne!!—gritaron a coro todos los sirvientes que entraron por la fuerza a su habitación. Se empujaban para pasar a la vez por la puerta. Owen se quedó atónito e incluso un poco asustado ante la avalancha que se le vino encima.
—¡Señorita! ¿Se encuentra bien?—le preguntaron algunas criadas sujetando sus manos—...Todos estábamos muy preocupados.
—Es un alivio que haya despertado tan pronto—comentó otro sirviente que Owen reconoció como uno de los empleados de la cocina. ¿Acaso habían venido todos los sirvientes de la mansión al mismo tiempo?
—¿Pronto? Ha estado ahí postrada como un cadáver casi un día entero, ni siquiera se ha levantado a comer... Que es lo único que hace habitualmente además de dormir. ¡Ya estábamos preparando el féretro!—esas inconfundibles voces chillonas con sus comentarios burlones le perforaron el tímpano.
—...¿Quién ha dejado entrar aquí al trío de la calamidad?—dijo con su voz todavía ronca, esperando que contestaran con su tono sarcástico, pero Chloe, Khloe y Cloey no abrieron la boca. Le dio la sensación de que eran menos cínicas y crueles que de costumbre.
—Haga oídos sordos a sus palabras insensibles, señorita. Lo que pasa es que no saben expresar su preocupación—reveló una voz amable entre la multitud. Cuando consiguió abrirse paso, le dirigió una cálida sonrisa—...La verdad es que han estado preguntando a todas horas por usted.
—No digas tonterías, Mae. Tú eres quien ha estado lloriqueando todo el día—intentaron refutar las trillizas algo avergonzadas.
—Sí, la verdad es que sí—admitió—...No podía concentrarme en las tareas diarias sabiendo que usted no despertaba...—Mae miró hacia atrás un momento—...Aunque había alguien que estaba mucho más intranquila que yo-.
Agarró de la mano a una persona escondida entre la multitud, y no paró de arrastrarla y empujarla hasta que estuvo frente a la señorita.
Hye, cabizbaja, con los ojos ligeramente rojos e hinchados y el ceño fruncido, murmuró:
—...Lo siento, señorita.
—¿Eh? No te he oído... ¿Podrías decirlo de nuevo?—fingió Owen.
—Decía que...—repitió Hye con su voz temblorosa—...Lo siento, señorita Vivienne. Siento mucho haberle dicho esas cosas.
—Oye... Vas a tener que hablar más alto si quieres que me entere—volvió a bromear Owen, y cuando Hye escuchó a las trillizas reírse por lo bajo comprendió que se estaba burlando de ella.
—¡Señorita, por favor! ¡Estoy intentando disculparme seriamente!—se enfadó la criada, y la sonrisa burlona de Owen desapareció de su cara cuando ella estalló en lágrimas—...S-sólo... me sentí muy arrepentida... cuando me enteré de lo que le había pasado...—.
Intentando evitar que saliesen las lágrimas, se lanzó a los brazos de la señorita y envolvió los suyos alrededor de su frágil y delgada espalda. Owen se quedó como una estatua, sin saber qué hacer. Hye apoyó la cabeza en su hombro y él sintió la calidez de sus lágrimas.
—Pensé que, quizás... No despertaría...—confesó con su voz ahogada por el camisón de Owen—Y nunca podría perdonarme. ...La situación era grave, pero el médico no pudo reconocer lo que le ocurría... No podía dejar que se fuese así como así... Antes de ser la hija del duque o mi ama, es mi amiga—.
Siguió un silencio incómodo interrumpido por los sollozos ocasionales de Hye, mientras que los demás sirvientes observaban ese momento conmovedor sin pensar ni un segundo en darles un poco de privacidad. Owen se sentía abrumado por las circunstancias, además de estar perdiendo el aire por el fuerte abrazo de Hye.
—Vamos, vamos... No es para tanto... Ya sabes que estoy enferma o débil cada dos por tres—trató de consolarla con unas palmaditas amistosas en la espalda—...Seguro que sólo me desmayé por un mareo o un bajón de azúcar...
—¿En serio cree que por un bajón de azúcar pasaría un día entero sin dar señales de vida?—preguntó incrédula Hye—...Cuando Elián nos contó lo que había pasado, quise quedarme a su lado para cuidarla, pero insistió en que los demás descansásemos y que él miraría por usted. Ahora mismo debe estar buscando a Alba o al médico de cabecera para comprobar su estado—.
—Señorita, por favor...—suplicó Hye una vez más—...Intente no darnos estos sustos de nuevo. Después de todo, el ducado sería un lugar mucho más aburrido sin usted—.
Finalmente, Owen correspondió el abrazo de Hye y se dejó abrazar. Esa joven criada era como una hermana pequeña para él. Aunque a veces fuese algo irascible y demasiado seria con ciertos asuntos, había llegado a tomar un extraño cariño por ella, al igual que al resto de sirvientes con los que compartía su día a día desde que se vio envuelto en todo este embrollo.
Ignorando la verdadera familia Drummond, los empleados del ducado sí que eran como su segunda familia. Hye, Elián, Olga, Mae, las trillizas, las criadas y mayordomos, los cocineros...
No terminaría nunca si empezase a contar la gente con la que había pasado buenos momentos en las últimas semanas. Por supuesto, la lista de amigos también incluía a más personas, como a Nicolle, a Azeneth (aunque no la conociese mucho), a Eliette (excluyendo los momentos en los que era algo terrorífica), a Lia (a pesar de que sólo visitase el ducado para devorar todo el contenido de las despensas), a Baruc... Al príncipe.
Era raro tener que recordarse a sí mismo que sólo estaba viviendo una mentira, que todo lo que había compartido se esfumaría antes de que se diese cuenta... Independientemente de que la maldición acabase con él o consiguiese romperla. Quizás un tiempo atrás hubiera podido fingir que no le importaba deshacerse de su nueva vida, pero ya era demasiado tarde para eso. Las caras sonrientes de los sirvientes en torno a él se debían únicamente a que había despertado, a que estaba ahí un día más.
Quería darle otra palmadita de consuelo a Hye, reírse y burlarse de ella por ser una llorica, y asegurarle que no debía preocuparse porque no iba a irse a ningún sitio... Pero no quería cargar con el peso de otra mentira más.
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