Capítulo 2 - La visita.
—¡Despierta, Owen! ¡Hay un señor repeinado que te espera afuera!
—¿Mamá? ¿Por qué me has despertado? ¿No ves que ni siquiera ha amanecido?—
La tenue luz de mañana en vez de la del mediodía era prácticamente desconocida para Owen.
—Supongo que para el resto del mundo ha amanecido, excepto para ti. Levántate, rápido, te he dicho que alguien te espera.
¿Por qué mis mañanas son ahora así? Tan solo necesito un apacible descanso.
Owen, con los ojos entrecerrados y la voz adormilada, se dirigió al hombre bien vestido de la puerta.
—¿Necesita algo? Le advierto que no le compraré nada de la mierda que usted venda~
—¡Oye Owen! Ah, lo siento, ruego que perdone a mi hijo, que todavía está un poco sonámbulo.
—No pasa nada, señora. Owen Field, usted es convocado como representante de la familia Field para asistir a la Reunión de Agricultores de la Zona Sureste de Goryan. Tome esta identificación, para ser recibido en el Palacio Auxiliar "Reina Katherine VII".
—¿De qué se trata esa reunión en no se qué palacio?
—La Reunión de Agricultores de la Zona Sureste de Goryan toma lugar cada dos años, en el Palacio Auxiliar "Reina Katherine VII".
—Sí, de eso ya me he enterado.
—De acuerdo. En esta reunión, cada familia convocada, representada por el cabeza de familia o por un primogénito mayor de edad, expone los datos anuales sobre su cosecha, para hacer un recuento económico de las ganancias y pérdidas...
—¿Cuándo es esa reunión?
—Dentro de cinco días, en el Palacio Auxiliar "Reina Katherine VII".
—¿Realmente te gusta repetir eso, no? Es la tercera vez.
—Será a las seis de la tarde, y se servirá la cena allí. El príncipe heredero, Leonardo Yevgeni Casey Bythesea, dirigirá la reunión. Se ruega puntualidad y modales.
—Sí, sí. Adiós.
Owen tomó el papel de sus manos y cerró la puerta. Era una autorización de entrada que repetía todos los datos ya mencionados.
—Papá, ¿no eres tú el "cabeza de familia"? ¿Por qué no vas tú?
—No puedo, el día de la reunión estaré de viaje en la ciudad para comprar varios sacos de semillas.
—¿Lo habías planeado para escaquearte, verdad?
—Bueno, no es del todo ético, pero es peor lo que tú hiciste ayer. En fin. Me he conseguido escapar de esta tediosa reunión, después de asistir cada dos años desde que me casé. ¿No es increíble? ¡Soy libre! He planeado el viaje en cuanto me enteré del día en el que se iba a celebrar. Además, en la anterior reunión de hace dos años no eras todavía mayor de edad, por lo que no podía cargarte a ti el muerto. ¡Por fin!
—¿Es tan horrible la reunión como para emocionarte así?
—Sí, no te imaginas cuánto. Será mejor que te prepares, hijo, porque en estos cinco días vas a estar repasando y estudiando día y noche los datos de recolección de los últimos dos años. ¡¿No es divertido?! ¡Yujuu!
—Mamá, esto es lo que se llama "sarcasmo". Espera, papá... ¿CÓMO QUE DÍA Y NOCHE? ¡Necesito dormir! ¿Esperas que pase cinco días sin dormir, estudiando? ¡Moriré!
—Nah, yo me las he apañado para más de diez reuniones de estas, y sigo vivo (de alguna manera). Bueno, aunque me quedé calvo por el estrés...
—Papá, no quiero ser calvo con diecinueve años.
—Yo tampoco quería. Bueno, dentro de un rato te daré los informes inacabados que tendrás que estudiar.
—¿Inacabados?
—Sí, porque en la época de cosecha se me suele olvidar apuntar todo, ya sabes... Tu padre ya está viejo para estas cosas, no me eches la culpa a mí.
—¡¿Y cómo quieres que me aprenda los datos si ni siquiera los has apuntado?!
—No sé, invéntatelos.—
Su padre se fue indiferente, escapando de la situación. Ahora no tenía nada que ver con él.
—Ah, es verdad. El Leonardo ese va a ir a la reunión. Sería interesante conocerlo.
—¿Te refieres al segundo príncipe Leonardo?
—Sí, mamá. Ayer pude comprobar con mis propias orejas cómo lo adoran las jóvenes del pueblo. No sé que ven en él, será un simple humano como todos los demás.
—¿Cómo puedes ser tan insensible? Por lo que me he enterado, el príncipe es una persona talentosa, madura y responsable, a diferencia de ti. Es incluso más joven que tú. Y al menos hace su trabajo.
—¿No he estado ayudando yo también con las tareas?
—Claro, pero no compares las pequeñeces que haces tú con las labores del futuro rey.
—Nos has comparado tú primera.
—¿Sabes qué, hijo? Eres un soso, no puedes apreciar mínimamente la labor y belleza del príncipe. No sé en que momento he criado a un hijo para que se volviese tan aburrido.
—Adiós, mamá~—
A Owen no le desagradaba discutir, y más cuando él creía que tenía la razón, pero siempre era agotador intentar razonar con su madre. Siempre terminaba cansado y exasperado.
Si vuelvo a la cama ahora, puede que consiga dormir dos o tres horas más.
Ah, no puedo. Tengo que esperar los informes, leerlos, inventármelos y estudiármelos. Horrible.
Se sentó en la cama, y esperó un rato, dos... De vez en cuando cabeceaba, pero su cabeza chocaba contra la pared y le despertaba de nuevo. El ciclo se repetía una y otra vez, hasta que alguien llamó a su puerta y abrió sin esperar respuesta.
—He intentado encontrar todos los papeles, pero creo que algunos se han perdido (o quizás nunca existieron). Toma estos, voy a buscar de nuevo los faltantes, por última vez.—
Su padre le lanzó los papeles a la cabeza, y se fue de nuevo. En ellos, Owen solo veía frases con una caligrafía casi ininteligible y muchos números apelotonados. Era bastante sorprendente que una familia campesina como ellos supiera leer y escribir, pero su caligrafía no era la mejor y mucho menos la ortografía. La redacción tampoco era su fuerte.
Podían realizar operaciones matemáticas sencillas, como contar con los dedos, sumar, restar, dividir y multiplicar. No había más.
—¿Qué pone aquí? No entiendo nada. Sé que no soy nadie para hablar sobre la limpieza y el orden, pero papá debería de mejorar un poco más.
Lo primero será pasar esto a algo un poco más... entendible.
***
En las próximas horas, y en general, todo el día, Owen solo se dedicó a pasar las hojas a limpio. Sus padres estaban preocupados, puesto que apenas había comido en todo el día.
Cada vez que uno entraba dentro de su habitación para comprobar que seguía vivo, lo veían babeando sobre su trabajo. Lo despertaban, el seguía con su trabajo, se dormía un instante, lo despertaban de nuevo. Así transcurrió todo el día, hasta por la noche. Por la noche, durmió un par de horas hasta que lo despertaron para que comenzara el trabajo de nuevo.
Durante esos días de sufrimiento y calamidad, las ojeras de Owen ocupaban toda su cara. Si te lo encontrabas delante, no podías decir si era un ser vivo o no, ni siquiera si tenía los ojos abiertos o cerrados.
Ya había pasado todas las anotaciones, había hecho las cuentas que faltaban, se había inventado un poco las hojas que no pudo encontrar y había aprendido de memoria todo eso. Los últimos dos días ni siquiera hizo falta ir a despertarle, porque no hacía el intento de dormir. Incluso su cuerpo sabía que era inútil.
Una vez que hubo terminado todo, durmió sin interrupciones durante casi seis horas. Fueron pocas, pero fueron las seis horas más felices y más merecidas de su vida.
Su padre, como lo había planeado, se fue de viaje a la ciudad para "comprar", y poco después su madre preparó el equipaje de Owen para la capital. Metió tantas cosas que el caballo no pudo cargar con la mochila, por lo que fue el mismo Owen el que preparó la suya propia, llevando solo los documentos necesarios y un poco de agua. Mel estaba preocupada de dejar que recorriese un trayecto hasta la capital tan largo, solo, montando a caballo, y sin apenas haber dormido.
Owen le hizo un leve gesto de despedida con la cabeza, y se alejó balanceándose sobre su caballo.
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