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Cap. 3 - Aprendiendo a ser madre

— ¡Oh, vamos! Solo ha pasado 1 mes, no es muy tarde para que te acostumbres —refunfuñó Eda, intentando que su hija aceptara recibirle el pecho.

Según el libro y Magianet, amamantarla además de ser un proceso natural que une a madre e hija, es mucho más saludable que darle simplemente leche en fórmula. Fue duro, incómodo, sobre todo vergonzoso, pero gracias a ciertos aparatos, masajes y mucha magia, demasiada, Eda logró que el darle leche materna sea posible. Lamentablemente, a Luz no le gustó mucho esa idea.

Luego de un par de minutos, sin éxito, Eda se rindió. No era la primera vez que se lo ofrecía, pero Luz se negaba a recibirla. La bruja temía que todo su esfuerzo, y la oportunidad de conectar con la bebé se diluya, se vaya al caño porque la niña se acostumbró a los chupones del biberón. Hasta convencerla, Eda optó por la clásica fórmula láctea.

—Te haces la difícil —murmuró con los ojos entrecerrados—. De acuerdo, apruebo eso, pero esta bruja es más terca que tú.

Era de noche, todos en casa se alistaban para descansar. En aquellos momentos de escasa privacidad en su habitación, limpia de arriba a abajo por la seguridad higiénica de la niña, es que Eda se animaba a intentar amamantarla. Se le hacía sumamente vergonzoso realizar aquella hazaña en la sala, por ejemplo. El que alguien la viera por el momento no entraba en sus planes. Deseaba mantenerlo como un secreto.

—Una vez más... —susurró. 

Despacio, le quitó el biberón de la boca a Luz. Esta, al estar cómoda y con sueño, no sintió el cambio. Eda levantó su holgada blusa, sonrojándose al tratar de ofrecerle nuevamente el pecho. Parecía que la niña lo aceptaría, pero mala suerte fue que se escuchó un portazo en la habitación. Casi de inmediato, Eda quiso esconder el pecho bajo su ropa, pero por tener varias cosas en la mano, incluyendo a Luz, se tardó más de la cuenta.

— ¡Hey, Eda! Acaba de secar la manta que vino junto a Luz y... —King invadió la privacidad del cuarto que Eda compartía con la bebé, en un muy mal momento—. ¡Mis ojos! ¡Mis lindos, pequeños, pero para nada inocentes ojos!

— ¡Largo! —exclamó Eda. El estruendo provocó que la pequeña comenzara a lagrimear del susto—. Estoy ocupada.

—Espera, ¿tratas de amamantarla como una mamífe...? —King no terminó, un libro que Eda le lanzó casi cae en su hocico—. ¡Ja! ¡Fallaste!

—Hoot. ¿Mis oídos escucharon bien? —apareció Hooty por la ventana superior, que estaba sobre el nido donde Eda yacía—. ¡Oigan chicos! ¡Eda intenta amamantar a la niña! ¡Hoot! 

Con su llamado, atrajo a más búhos de diferentes tamaños que entraron por la ventana. La privacidad no valía nada en esa casa.

— ¿Y bien? —preguntó King curioso.

Eda se maldijo internamente. La situación escaló demasiado y el sonrojo en su rostro se quedó corto. Maldijo no lanzarle antes el libro a King, tal vez hubiera podido callarlo y evitar un escándalo. Ahora tenía a King, Hooty y un par de búhos frente a ella esperando por una explicación.

—L-Leí que cualquier bruja puede generar leche materna aun así no tenga hijos, solo es necesario estimular mis senos por unas semanas y realizar unos cuántos conjuros previos por semana para darle todos los nutrientes necesarios —explicó, mostrándoles la página exacta del libro para bebés donde decía eso—. Darle leche materna tiene más beneficios que alimentarla con leche en fórmula. Por ejemplo, la leche materna tiene ciertas bacterias que ayudarán en su desarrollo y también... evitará que crezca media tonta. Sin mencionar que crearé un vínculo más cercano e íntimo con ella.

Una vez la mayoría giró su cabeza de lado porque no entendieron la mayoría del argumento, Eda dio un golpe en la pared que hizo vibrar el cuarto, acto que asustó a los búhos y Hooty.

King notó que Eda había cambiado un poco su forma de ser gracias a la niña. Desde que la conoció, nunca vio que buscara crear un vínculo tan cercano con alguien, ni siquiera con sus exnovios y exnovias.

—Creo que es genial que trates de ser más cercana a Luz. Por otro lado, es raro y me siento visiblemente incómodo. —King se le acercó a Eda, para darle unas palmaditas en su pierna como señal de apoyo moral—. Bueno, al menos eso explica porque te encierras tantas horas en tu habitación.

—Sí, sí, lo que sea, pero no te perdonaré que hayas despertado a la niña con ese golpe en la puerta —bufó Eda—. Si quieres ganarte el perdón, lleva el libro que te lancé a la biblioteca por la mañana. De lo contrario, esta vez sí me expulsarán.

—Creí que te enorgullecía ser expulsada de lugares —mofó el peludo amigo.

—No tanto si es que afectará al aprendizaje de mi niña en un futuro. 

Eda mentiría si cada noche no se queda despierta pensando en las cosas que le gustaría enseñarle a Luz cuando crezca. Una escuela ni hablar. El adoctrinamiento ciego bajo el injusto sistema de aquelarres es de lo peor que se le pueda inculcar a un niño.

— ¿Lo harás o no? Ten corazón y ayuda a esta madre soltera de escasos recursos.

—Otro día, iré a la cama. Descansa que mañana tienes trabajo en tu puesto —dijo King bajo el marco de la puerta, a punto de irse.

—Con tal que devuelvas el libro, yo feliz. Ahora, vete. Debo tomar mi elix... —Eda tapó su boca al instante—. Quiero decir, Luz necesita terminar su cena.

—Cuidado te muerdaaa —canturreó King, corriendo a la salida antes de que Eda le arroje otro libro por la burla.

—Tú no muerdes, ¿verdad? —preguntó Eda a la pequeña, que respondió poniendo una manito en su cara—. No pierdo nada intentando de nuevo... —murmuró, cerrando la puerta y ventanas de su habitación con llave. Privacidad requería—. Tendrás que colaborar conmigo, no quiero que vivas con medio cerebro desarrollado.

Sería su sexto intento del día, Eda desnudó con vergüenza uno de sus pechos para acercarlo al rostro de la bebé. Luz no tenía mucho tiempo de vida, por lo cual aún podía acostumbrarse a ser amamantada por su madre adoptiva, o eso decía el libro, ya que en la práctica las acciones a realizar eran más complicadas.

Luego de otras vueltas en el minutero, Eda volvió a acomodar su pijama, decepcionada que la bebé la rechazara nuevamente. Con un meneo de dedos, movió un par de objetos. En otro par de segundos tenía lista la fórmula en biberón que Luz aceptó gustosamente.

—Esto de la lactancia inducida es más difícil de lo que pensé... —musitó contra la portada del libro para bebés, que mostraba a una bruja dando de lactar a su hija—. Suertuda.

Las horas pasaban de forma tranquila, todos los habitantes de la casa búho dormían de lo más tranquilos a excepción de cierta mujer.

Eda, además de ser la bruja más poderosa de las islas, no le tenía miedo a nada, al menos que Luz tenga que ver. Una simple pesadilla no tendría el peso emocional para derrumbarla, pero los sueños que la atormentan durante los últimos meses eran diferentes, se repetían al menos una vez por semana. Atrapada en la oscuridad de su mente, podía observarse a sí misma, una versión más joven que dormía plácidamente en la cama de su antigua habitación, de cuándo vivía en casa de sus padres. De pronto, una puerta se abrió frente a ella, de dónde una gran sombra emergió.

—Tú eres la responsable de... mi maldición —masculló con fiereza—. ¡Descubriré quién eres!

Siempre al intentar acercarse para confrontarla, la sombra desaparece; ella despierta. Más de lo mismo. Nunca podrá acostumbrarse a la sensación de miedo que le genera el solo imaginar que aquella bestia en su interior emerja y ataque a la bebé mientras dormía a su lado.

Con la respiración entrecortada, Eda despertó de golpe y volteó hacia donde dormía su pequeña. El corazón le dio un brinco al no verla, pero una vez bajo la mirada pudo visualizar. Luz dormía babeando a su lado. Para ser una bebé llorona durante el día, por las noches solía mantener la calma un par de horas. Esa no fue una de esas noches.

—Eda, estás vestida, ¿cierto? —preguntó King detrás de la puerta. El llanto de la niña lo puso en alerta inmediatamente.

—Chistosito. Entra y ayúdame. —Eda abrió la puerta con un hechizo—. La acabo de alimentar hace menos de dos horas, su pañal está limpio y le leí dos cuentos —enumeró, buscando razones para el repentino lloriqueo de su niña.

— ¡Está en llamas! —exclamó King, poniendo una de sus patitas en la frente de la menor.

— ¡Qué!

—O sea, no literalmente, que esté en llamas no significa... 

— ¡Oh, cielos; oh, cielos! —Eda comenzó a entrar en pánico, dando vueltas por toda la habitación—. No me digas que me calme, King. ¡Una fiebre la puede matar!

—Yo no he dicho nada. —King arqueó una ceja de duda. Simplemente asumió que dormir poco por atender a Luz comenzaba a afectar a Eda en su percepción de la realidad—. ¿Matar? ¿Dónde leíste eso?

Eda no respondió, solo atinó a tomar el libro de su mesa de noche en busca de respuestas para tratar la fiebre en recién nacidos.

—Dice que debemos quitarle todas las sábanas que generen calor . Abre las ventanas —ordenó a su amigo.

Eda la había arropado demasiado con algunos abrigos y mantas que ella misma tejió. Calientitas y anti nieve, pero contraproducentes en esta situación.

—Está bien, pero te recuerdo que hoy hace más frío de lo normal —informó King. Obedeció a Eda y una corriente helada hizo que tiritara unos segundos.

—Solo la abrigaremos con una manta. El nido de por sí ya es cálido —dijo mientras su cara seguía sumergida en los párrafos que leía en voz alta.

—La mayoría de las mantas están sucias y las demás dan mucho calor. Tal vez si compráramos un artefacto que lave las cosas automáticamente o... tal vez si llamaras a Lilith para que te ayude —opinó el demonio, volviendo a tocar el tema que Eda tanto quiere evitar.

— ¡Lo tengo! Trae la manta con la que vino Luz —ignoró a propósito al peludo demonio. No confiaba en su hermana tanto como para que se involucre con ellas.

Tres horas después, la situación estaba medio controlada, pero si por la mañana Luz no mejoraba, Eda tendría que sacarla de casa por primera vez e ir a donde su hermana para que a regañadientes le de apoyo. Los centros hospitalarios no son opciones reales. El Aquelarre del Emperador le tenía prohibida la entrada a ciertos centros pertenecientes al dominio imperial mientras no se una a un aquelarre. Sin mencionar que no quería que se expanda la noticia de que una bebé humana llegó a las islas.

—Solo quedaría alimentarla un poco más para que duerma a gusto. King, dame más leche en fórmula.

—Malas noticias, ya no hay—comentó King, agitando la sexta lata de fórmula en polvo que Luz terminó en el mes. 

Por el trabajo, y la confianza de que Luz saciaría su apetito, olvidaron comprar más. Edalyn recordaría a partir de ese momento llevar listas de supermercado dentro de su largo cabello naranja.

— ¿Qué tal si la alimentas como los mamíferos? —preguntó sin malicia, pero Eda lo tomó como una burla que bajó su confianza.

—Ella no aceptará... —comentó cabizbaja, acariciando el delicado rostro de su niña medio adormilada.

—No pierdes nada al intentarlo. Si necesitas un momento clave, supongo que es este —animó King a su compañera.

La bruja estaba dubitativa, pero no existía de otra en esos momentos si es que no quería dejar a Luz sin su tercera cena a las cinco de la mañana. Se lo prometió desde que la rescataron. La imagen de Luz tomando un biberón completo en menos de un minuto no se la sacaría de la mente. Nunca más permitiría que su hija sufra de hambre.

—El tema de la lactancia será algo privado hasta que me acostumbre.

—De acuerdo, pero si no funciona deberíamos de pedirle ayuda a Li... —Antes de que termine, Eda lo sacó de una patada y cerró la puerta. Ciertos sonidos de cerraduras le hicieron sospechar que la bruja usó más de un candado.

Por varios motivos, las manos de Eda temblaban, las yemas de sus dedos se helaron de los nervios. Habría una gran evolución en su relación si Luz acepta ser amamantada por ella. Una gran relación que alguien con malas intenciones podría usar para tenerla a su merced, enemigos no le faltaban.

Después de meditarlo un rato, se golpeó ambas mejillas con decisión. Eda tomó a la pequeña en brazos para primero cerciorarse de lo más importante. La temperatura bajó levemente, al parecer Luz era de esas bebés que decaían terriblemente cuando se enferman, otros niños llorarían a más no poder o vomitarían, lo cual generaría pérdida de líquidos. En pocas palabras, su bebé tuvo una gran aversión a la enfermedad, entre comillas. 

Apoyada con un hechizo, porque usaba ambos brazos para cargar a Luz, Eda sacó uno de sus pechos del pijama, y se lo acercó al rostro de la menor. En un primer instante, la bebé se negaba al contacto. Si bien Luz era demasiado pequeña como para procesar los hechos, notaba la diferencia de texturas con su habitual biberón. Sin embargo, el calor y dulce mimos de su madre terminaron por convencerla. Un segundo, tercer intento... y Luz cedió, para alegría y alivio de su madre.

—Se siente raro —soltó una risilla tímida, adornada por el sonrojo de sus mejillas—. Todo por ti, mi bebé búho. —Con torpes movimientos circulares, acarició el ya no tan escaso cabello que había en la cabeza de una Luz, que cayó rendida cayó en profundo sueño a los segundos de saciar su hambre.

—Logré que se durmiera —comunicó Eda entrando a la cocina, donde "disimuladamente" King intentaba alcanzar las galletas de la alacena—. Iré a dormir con ella, solo vengo por un vaso de sangre de manzana.

—Es cierto, te quería comentar algo —dijo el demonio, trepando por el cabello de Eda hasta llegar a sus hombros.

—Bajó su temperatura, así que no veo la necesidad de visitar a Lilith si te refieres a eso.

— ¡Pero debes ir! —recriminó con otro berrinche—. Las cosas se pueden poner muy locas. Necesitaremos ayuda extra.

—Nos necesitamos nosotros, sin espacio extra. Incluyo a Hooty porque no hay de otra. —Eda mantenía su optimismo aun sabiendo que en cierta parte el peludo tenía la razón—. Rayos... olvidé que no compré sangre de manzana esta semana.

Dinero, otro gran dilema del que se debía empezar a preocupar por los gastos que significaban las pertenencias para la bebé. Cuando menos se lo espere, despilfarrará en ropa, comida, medicina y un largo etcétera.

—Está bien, todo cool por el momento, pero ¿qué harás cuando el aquelarre del emperador descubra la existencia de Luz? No puedes mantenerla oculta toda la vida, eso es muy cruel, y mira que te lo digo yo —sostuvo King. 

Además de la ayuda en cuidar a Luz, existían puntos extras de tener el apoyo de una figura de poder como Lilith, una bruja perteneciente al aquelarre más poderoso: el del emperador. Quiso ignorar los puntos dados por el demonio, pero Eda finalmente cedió a la presión, o tal vez sueño que le hicieron ver el panorama completo.

—Odio admitirlo... —murmuró.

Esto de ser madre era muy difícil, en todo sentido. Si Eda quiere que funcione, por necesidad tiene que volver a confiar en un familiar suyo. Situaciones como la fiebre ocurrirán otras veces, y capaz por algún incidente su esfuerzo no sea suficiente para proteger a Luz.

—Los gastos para cuidarla están creciendo. Trabajaré el doble, no me importa, pero ahora que Luz aceptó que la amamante, no puedo permitirme estar mucho tiempo separada de ella. Tendré que llevarla conmigo a todos lados. Eso me pone en una posición vulnerable —suspiró intranquila.

La lactancia en brujas es el periodo más complicado en una crianza, ya que mientras la madre brinda el alimento al menor, no puede realizar hechizos de media intensidad para arriba. Los químicos internos que producen magia correrán por la sangre y, en un alto grado de probabilidad, desestabilizarán de mala manera los nutrientes lácteos producidos.

Eda volvió a soltar otro pesado suspiro. La idea no era de su agrado, pero la recompensa por su captura es demasiado alta. 

—Mañana a primera hora iré a la casa de Lilith junto con Luz —sentenció. 

Eda dibujó un círculo en el aire, del cual invocó un pergamino, dispositivo análogo a un teléfono inteligente humano

—Le explicaré nuestra situación al detalle. Espero sea suficiente para que nos ayude.

«Lilith... hermana. Necesito tu ayuda». Eda dudó unos segundos en enviar el mensaje, pero rezándole al titán lo mejor para la niña, pulsó el símbolo de envío.

El siguiente capítulo viene el personaje favoritos de algunos, la tía Lilith 💘.

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