13.Un Cristemo Amarillo
Julen
Las ondas de mi cabello no quieren cooperar. Nunca me peino, pero hoy es importante así que he decidido hacer algo por mi cabello que no sea solo pasarme un cepillo, pero justamente hoy no quiere tener ondas y estar acomodado. No, él quiere parecer un nido de pájaros.
Tengo un rato ya en esto y estoy muy frustrado.
Frustrado y nervioso.
Tengo bastante tiempo de no salir solo, ni mucho menos salir solo con mi mejor amiga.
Me siento bastante ansioso porque la última vez que salimos fue a hace mucho y fuimos interrumpidos por el equipo de fútbol. Además, siento que quiere decirme algo, pero no ha podido.
Algo entendible recordando todo lo que ha pasado estos días.
Media hora después mi cabello decide cooperar y sonrío porque me gusta como se ve, quisiera decir lo mismo de mi cuerpo, pero no es así. Llevo una playera beige, pantalones de tela un poco anchos blancos, las zapatillas son de ambos colores. También llevo una tote bag blanca con flores bordadas en ella, pienso ir al supermercado después de hablar con Rebecca.
Me gusta la ropa, pero no me gusta como se ve en mí.
Después de juzgarme mentalmente y pensar que debería cambiarme, decido resignarme y trato de alejar todos esos pensamientos negativos que no harán nada más que dañarme. Pensar así no cambiará nada, soy así y ya está.
Soy así y está bien.
No tiene por qué ser malo ser así.
Además, tengo la voz de la señorita Mia en la cabeza diciendo que es cierto, que yo estoy bien así. Aunque también me la imagino con el ceño fruncido mientras me regaña por pensar así de mí mismo.
Salgo de mi habitación y bajo las escaleras, mi madre está ahí viendo la telenovela de las seis. Como no llego hace mucho he tratado de estar todo el día con ella para que inunde mi ser con la paz que solo ella sabe darme.
Me paro delante de ella y desvía la vista del televisor hacia mí.
—¿Qué? ¿Quieres un abrazo protector antes de irte? —pregunta mientras se levanta y extiende los brazos.
—No era eso, pero igual lo quiero—correspondo su abrazo.
—Estos niños de ahora que no les gusta abrazar a sus padres, yo hubiera matado por un abrazo de mi madre—me regaña apretujándome más.
Sus palabras hacen que mi pecho duela un poco. Cuando era más pequeño y ella hablaba con él señor Miyazaki porque su esposa estaba de compras, yo baje a preguntarle si me podría quedar a dormir para jugar más con Biel y escuché su historia, no pude irme a pesar de que no me correspondía escuchar eso. Debía tener unos diez años, pero ese momento esta incrustado en mí desde ese día. Ella es valiente, mis abuelos fueron crueles y aunque ahora se hablan y nos visitan seguido es lo menos que podrían hacer.
—Yo también lo haría mamá—digo antes de cortar el abrazo. —¿Crees que me veo bien, Catalina? —pregunto desviando el tema.
—Mas te vale hacerlo, y sí, te vez muy bien...—responde mientras me mira de arriba abajo, se vuelve a sentar y veo como sostiene una vasija llena de snack, frunzo el ceño. — ¿Qué? Soy madre y debo aprovechar los momentos a solas Marco Antonio.
—Eres una traicionera Rubí, jamás te lo perdonaré—dramatizo caminando hacia la salida.
—Oh, Dios lo sabe Marco Antonio, el será el encargado de mi castigo—me responde en el mismo tono—, ¡qué te vaya bien! ¡Te cuidado! —dice antes de, literalmente, echarme de casa.
Estoy esperando a Rebecca en una cafetería del centro comercial que está cerca de la playa, aquí acordamos vernos así que la estoy esperando en una mesa al final del lugar para que nadie moleste.
Por la ventana del local se puede ver la playa y los faros encendidos porque ya es de noche, hay varias personas que parecen estar corriendo, otras caminando mientras pasean a sus mascotas, hay barcos más a lo lejos, aunque como es de noche nadie puede entrar al agua. La escena me trae cierta tranquilidad y un cosquilleo me recorre el cuerpo.
Pero en segundos me empiezo a imaginar que el señor que lleva a su mascota se tropieza y tumba al que estaba corriendo, además que por casualidad venga alguien en una bicicleta y para esquivar al señor que se cayó de un mal giro y casi atropelle a una chica que mágicamente es salvada por un chico alto y rubio, ella le agradecería mientras él le pide su número telefónico, empiezan a hablar y resulta que son muy diferentes pero encajan, forman una relación bonita y estable por muchos años hasta que se casan y se divorcian porque el felices para siempre solo es una mentira. Ella odiara el día que el la salvo y se dura todos los días que ese fue su mayor error, pero años más tarde él se arrepiente y ella en el fondo lo ama lo suficiente pero el muere trágicamente atropellado antes de que ella pueda darle su respuesta.
¿Acabo de hacer una mini historia super pesimista? Si.
¿Eso me entretuvo? Si.
¿Necesito dejar de hacerme historias en la cabeza? Por su puesto que sí.
¿Lo hare? No.
Por nada del mundo.
Hacerme historia en la cabeza para mi es como: Si no hay chisme yo mismo lo invento.
Unos minutos después veo como mi mejor amiga se acerca sacándome de todas mis estupideces mentales. Ella es hermosa y nunca me cansaré de decirlo. Tiene un bonito vestido morado oscuro, que combina con sus ojos pintados por sombras del mismo color, y el cabello rubio suelto.
Suelto un suspiro.
—Hola Julencito—saluda mi amiga cuando se sienta frente a mí.
—Hola princesa—saludo tratando de ocultar el entusiasmo en mi voz.
—¿Ya pediste algo?
—Nop, te estaba esperando.
—¿Qué pedimos? Hay cosas que se ven muy bien—pregunta, mientras ve el menú, que ya estaba en la mesa.
—Aquí venden unas malteadas muy buenas, además traen helado—opino mientras ella no despega la vista del menú.
—Oh, ¿ya habías venido? Pensé que este lugar era nuevo.
—Si es nuevo, pero mi madre me trajo el día que se inauguró—explicó jugando con mis dedos.
—Ah, eso es increíble.
—¿Cómo estás princesa? ¿Cómo van las cosas? —pregunto poniendo mi mano sobre la suya.
Alza la mirada y... Oh Dios, sonríe, lo hace. Una sonrisa brillante y llena de alegría.
—Estoy muy bien, este es mi último año, no quiero agobiarme por mi madre, ya no más—dice animada. —Mis abuelos me van a apoyar para ir a New York a estudiar moda, ella aun no lo sabe, y se lo diré el día que cumpla dieciocho. Sé que debería decirle, pero nunca me ha ayudado y prefiero dejarlo así—su sonrisa se ensancha. —Amo a mi madre a pesar de todo, pero ya es momento de cortar las cuerdas, no soy su marioneta.
—Oh, eso es muy bueno—digo sin saber que más agregar.
—Si, la verdad es que sí. ¿Tu cómo vas?
—Bien, las cosas se van a acomodar poco a poco—respondí con sinceridad.
—Eso es cierto, las cosas se acomodan a la larga—coincidió. —¿Pedimos algo?
—¿Dos malteadas de chocolate?
—¿Más unos waffles con chocolate y fresas?
Alza las cejas de manera insinuante y dejo escapar una carcajada.
—Nos entendemos muy bien mi querida amiga—bromeo forzando un tono de voz más grave.
—Claro que sí querido amigo—responde en el mismo tono.
Un momento después una mesera muy linda nos atiende con amabilidad. Nos pasamos hablando de cualquier cosa que nos haya pasado. Riendo y rememorando ciertos momentos que tenemos juntos.
—¿Recuerdas la vez de la feria? —menciona y enrojezco.
—Oh, eso nunca lo voy a olvidar—respondo tapando mi rostro con mis manos, — aún sigo sintiendo vergüenza.
Rebeca suelta una carcajada antes de decir: —En ese momento no fue divertido, pero después de pasar el susto si lo es. —se ríe mientras habla hasta el punto de que algunas lágrimas salen de sus ojos.
—No es tan graciosos—replico fingiendo indignación.
—Julencito—pone su mano en mi hombro—, vomitar en los carritos chocones y hacer que paren el juego, por el resto de la noche es tal vez lo más épico y gracioso del mundo.
Enrojezco más. Me había comido un helado de chocolate antes y me maree mucho, no es mi culpa, del helado por ser tan bueno.
—Tu ganas, pero no olvides la vez que fuimos a la granja en esa excursión escolar—digo y aparto las manos de mi cara, esta vez es su turno de sonrojarse.
—¿Sabes qué? Olvidemos lo de los carritos chocones y eso—objeta cruzándose de brazos.
—Denegado, jamás podré olvidar que oír estar distraída caíste al lodo donde los cerdos se revolcaban—le recuerdo mientras me rio.
—Lo peor fue cuando nos íbamos, el autobús olía terrible—suelta una risita vergonzosa. —Estaba tan desesperada por llegar a casa y ducharme...
La miro mientras sonríe y habla. ¿Qué habría hecho yo si no la hubiera conocido? Ella llegó en el momento más bajo de mi vida, tomó mi mano y me ayudo. Me hizo un lugar a su lado y yo le di un lugar en mi vida porque es lo menos que se merece.
Unas dos horas después recuerdo porqué nos reunimos y la curiosidad me llena el cuerpo. Así como cuando vas a buscar algo, pero se te olvida y una hora más tarde te acuerdas y vas a hacerlo, aunque ya no lo necesites.
—Rebe—llama su atención.
—Mande—responde bebiendo lo último de su segunda malteada.
—¿De qué me querías hablar? Ya sabes me escribiste diciendo que tenías algo muy importante que decirme—pregunto jugando con mi cabello.
Su semblante relajado cambia en cuestión de segundos. Ahora la veo más tensa.
—Oh, cierto... La verdad no sé por dónde empezar sin quedar como una mala amiga—admite nerviosa, como nunca la había visto antes.
El cambio en el ambiente relajado que teníamos se esfuma por completo, dejando un aire tenso y siento un muy mal presentimiento.
Pongo mis manos sobre las suyas y le doy un apretón para mostrarle mi apoyo.
—Tranquila, soy y seré tu amigo sin importar que pase ¿De acuerdo? —declare con seguridad.
Ella asintió con una pequeña sonrisa.
—Desde hace mucho me gusta alguien, pero no lo veía y estaba tan confundida porque era alguien muy cercano a mí y me daba mucho miedo que nos alejáramos, cometimos muchos errores, pero por fin estamos juntos—confiesa jugando con su cabello y las mejillas sonrosadas. Toda mi ilusión se desmorona en segundos —Estoy saliendo con Hasiel, él es un chico lindo y muy... ah, es muy inteligente, divertido y tímido, es un gran chico. Quería decirte antes que te enterarás por un rumor u otra persona—finaliza con ilusión.
Trato de sonreírle y aguantar las lágrimas. No obstante, todas mis ilusiones están hechas pedazos, todo me cae como un balde de agua helada. Me siento avergonzado, muy avergonzado por el hecho de que tal vez fue incómodo para ellos, tal vez fui un estorbo para su relación y los incomodé. Tal vez les cause problemas.
Sin embargo, por otra parte, no tiene sentido.
—No lo entiendo—balbuceo borrando la sonrisa de su rostro. Y como me duele eso.
—¿Qué? ¿Por qué? —pregunta confundida.
— ¿Qué pasa con el beso en la comisura del labio? ¿La cita arruinada? ¿El "ere" de aquella vez? —le devuelvo. Esta vez no puedo evitar que mi vista se nuble y que mi voz se quiebre mientras mi respiración se agita.
Rebecca se queda callada, con una expresión de vergüenza y culpa.
—E-es que en ese entonces me negué a que me gustara y estaba confundida...y estaba pasando un mal momento, mi madre había dicho cosas y por un momento se me cruzo la idea de que podrías gustar, yo lo siento, lo de la cita es porque le llamamos cita a todas las salidas incluso a las que hacemos en grupo, el beso fue un error creo que debí disculparme después—explica desesperada.
Yo solo puedo pensar en lo primero.
—¿P-podría? —repito—, Rebecca ¿Pensabas usarme? Te negaste a que te gustara Hasiel y por algo que menciono tu madre pensaste que yo podría gustarte, así él te dejaría de gustar, ibas a jugar conmigo, usarme—menciono molesto y decepcionado. Aunque no sé si de ella o de mí. —Ibas a usarme a mí, a tu mejor amigo Rebecca.
Siento que me estoy ahogando.
—Lo siento, yo... Yo no sabía lo que hacía...
Me gustas, y me distes unas falsas esperanzas, quise decir, pero no lo hice porque le dolería, y sé que debería hacerlo, no obstante, no lo haré.
—Te equivocaste, cometiste un error...—empiezo a decir agitado—, hace un rato te dije que no importa que pase yo seguiré siendo tu amigo y no mentía cuando lo dije, me alegro mucho de que estés feliz con Hasiel, es un gran chico, pero a mí me gustabas en ese entonces—mentí y sentí mi respiración cada vez peor—, y me hiciste creer que podría tener una oportunidad, entiendo que cometiste un error como cualquier otra persona, y yo necesito irme porque no me siento bien...
—Julen yo...
Intenta levantarse para acercarse a mí y alzo mi mano frente a ella para que no siga hablando, y con la otra toco mi pecho aferrándome a mi playera. Siento que no respiro.
—Necesito espacio, distancia, para procesar todo, yo lo siento tal vez los incomode en alguna ocasión y pido perdón por eso, pero justo ahora solo me iré y espero que me entiendas—finalizo y me levanto de la mesa sin decir más.
Voy hasta la caja y pago lo que habíamos pedido. En cuanto salgo del lugar empiezo a llorar y hago mi mayor intento por quitarme más lagrimas del rostro. Me siento muy mal. Siento que me ahogo, no respiro bien, y siento que en cualquier momento podría morir.
Un sentimiento que reconozco bien.
Busco los baños del centro comercial y cuando lo encuentro entro en encerrándome en uno de los cubículos.
Empiezo dar respiraciones profundas. A inhalar y exhalar repetidas veces. Pienso en otras cosas para calmarme hasta sentirme mejor. La sensación aterradora que tenía poco a poco se desvanece dejando que la decepción y tristeza llenen de mi cuerpo. Pero es mejor eso a que sentir que podría morir en cualquier momento.
Saco mi celular en la tote bag y noto que he estado encerrado en el baño casi una hora, busco el contacto de mi mamá y la llamo.
—Hola Alfonso Lorenzo, ¿cómo va tu salida? —me saluda animada. El ruido de fondo mi dice que estaba viendo alguna novela.
—Mamá...
La voz me tiembla un poco aun cuando he intentado que no sea así.
—¿Julen que pasó? ¿Estas bien? —inquiere alarmada.
—Tranquila, solo ¿podrías venir a recogerme en el centro comercial? —pregunto y el ruido de fondo desaparece.
—Claro, ya voy en camino ¿sí? Espérame—avisa más calmada.
Y su voz, dentro de todo el caos de mi cabeza, me calma a mí también.
—Te cuidado Mamá.
—Quédate justo donde estas, ya voy por ti.
Después de eso cuelga.
Me fuerzo a no llorar hasta llegar a mi casa así que salgo del cubículo y me lavo la cara en el lavado del baño. Mi casa está bastante lejos del centro comercial así que pasó por algunas tiendas mirando todo para distraerme un poco. Pasó por la peluquería que regularmente visitamos mi mamá y yo. En realidad, solo mi madre, yo la acompaño, aunque a veces dejo que retoquen el azul de algunos de mis mechones de cabello.
La señora de la peluquería me saluda por dentro del vidrio y le devuelvo el saludo forzando mi mejor sonrisa. Camino viendo más tiendas de ropa o cosas lindas que hay para distraerme al menos por estos momentos.
Mi vista se fija en una tienda de música que no había visto hasta ahora, me fijo en el letrero de al lado de la entrada y entiendo por qué no la había visto antes. La curiosidad me gana y entro a ver que hay. Como vivo en las colinas al otro lado del pueblo supongo que mi madre tardará unos veinte minutos en llegar.
Al entrar lo primero que veo son un montón de estanterías con sus respectivos géneros de música en cada una de ellas. Voy directamente hacia el área de pop, el ambiente se siente ligero y la música de fondo también. Ho hey suena por todo el lugar y siempre voy a pensar que esa canción es un abrazo.
Ojeo la estantería de pop y me encuentro con todo tipo de discos de vinilos. Sin embargo, los que más me interesan ya los tengo. Aunque mi vista se detiene en un álbum en específico.
Lover de Taylor Swift, ese me hacía falta, veo el precio y me sorprende que no esté tan caro. Lo primero que pienso es que podría ser estafa, y lo segundo es que puedo arriesgarme.
Antes de agarrar el vinilo mi cabeza me empieza a recordar todas las veces que yo y Rebecca hemos cantado las canciones de ese álbum en mi habitación cuando simplemente queríamos ser nosotros, cuando no queríamos pensar en nada más.
Suelto un suspiro antes de que me den ganas de llorar otra vez y tomo el vinilo y lo llevo a la caja. Una muchacha de cabello rojo está ahí haciendo una burbuja con goma de mascar. Dejo el vinilo en el mostrador llamando su atención, aunque solo me da una mirada aburrida.
—¿Algo más? —pregunta con un tono perezoso.
—Eh...—miro a todos lados viendo si no hay algo más que llame mi atención, y mis ojos recaen en un álbum en especial.
A diferencia de los demás está en una sección a parte que dice: "los favoritos del mes". En seguida camino hacia el lugar y lo tomo entre mis manos, es un vinilo hermoso que de seguro va a estropear la paleta de colores de mis otros vinilos. AM de Arctic Monkeys está ahí viéndose elegante y tentador. Hay una voz en mi cabeza llamada Biel que me grita: «¡cómpralo, cómpralo, cómpralo!» (Aunque Biel jamás gritaría eso) Y hoy soy débil y lo tomo entre mis manos y cuando creo estar seguro de que es lo último que llevare, veo unos CD a un tres.
Una oferta así no se puede desperdiciar.
Busco entre los CDS y encuentro los álbumes de Taylor Swift, pero solo me llevo tres. 1989, Red, Fearless, veo otros de Arctic Monkeys y me llevó otro de AM (para que combine con el vinilo), otros de Harry Styles, Lana del rey, Melanie Martinez, Ariana Grande y Bad bunny. Algunos de estos se los daré a mis amigos, al final tengo las manos llenas y, con dificultad, lo dejo todo en el mostrador. La señorita de la caja atraganta con su burbuja de goma en cuanto me ve, pero enseguida se recompone.
—Vaya...—murmura sorprendida, mientras pasa las cosas por la caja registradora. —Gracias por llevarte media tienda, ahora a la gente no le suele gustar comprar discos así—dijo volviendo al tono perezoso del principio.
—Tengo un tocadiscos y DVD donde reproducir música así que suelo comprar discos de música—respondo sacando mi tarjeta del tote bag. La señorita solo pasa la tarjeta rápido y me la devuelve.
—Vaya...
—Muchas personas en este lugar compran discos —comento mientras ella echa los discos en una bolsa.
—¿Por qué? —pregunta dándome la bolsa. —Soy nueva en este lugar —agrega.
—Porque la señal se va a cada rato, de las veinticuatro horas del día, tenemos doce de buena señal, el resto solo se pueden enviar mensajes —. La muchacha tiene una mueca de horror en el rostro.
—¿Tiene horario de ida y venida?
—No, es aleatorio, pero suele irse más en las noches.
Suelta un quejido de frustración.
—Debí haber elegido otra universidad—se quejo pasando las manos por su cabello.
—¿Estudias aquí? —cuestiono curioso.
—Si, producción sustentable y ingeniería ambiental.
—Eso es increíble.
—Nuestro mundo es increíble—sonríe de lado,—las personas lo hacen malo, pero todo lo demás es hermoso y quiero cuidarlo—sus palabras me hacen sonreír.
—Entiendo, pienso igual.
—Bueno amigo, tenemos que hacer algo con nuestras vidas y mejor si es algo bueno además de hacerte feliz. Me llamo Margarita por cierto.
—Tienes razón, un gusto Margarita, yo soy Julen,—en eso suena mi celular con un mamá avisándome que ya está aquí. —ya me tengo que ir, Adiós.
—Espero verte pronto Julen.
Doy un asentimiento y un gesto con la mano para despedirme y salgo de la tienda.
En cuanto salgo del lugar la inminente tristeza me embarga nuevamente el cuerpo. Como si la magia del lugar se desvaneciera al salir. Camino rápido hasta la salida y en cuanto llego veo el auto de mi madre ahí.
Cuando me encuentro dentro en el asiento de copiloto dejo caer la bolsa con los discos a mis pies. Miro a mis pies, el nudo en mi garganta vuelve a aparecer y siento que no puedo mirarla.
—¿Qué paso mi niño?—preguntó tomando mi rostro en sus manos para que la mire.
Antes sentí que todo era como agua helada, ahora siento que estoy en medio de una de forestación y es mucho peor. Mis ojos se humedecen.
—Creo que lo arruine—confieso resistiendo mis lágrimas.
—¿Quieres hablarme de eso? —dice acariciando mi mejillas con su pulgar y asiento despacio.
—Rebecca... ella tiene novio mamá y-y siento que pude haberla incomodado y me da mucha vergüenza—trato de explicar, con la respiración agitada y un montón de lagrimas cayendo de mis ojos. —T-tal vez le hice daño y fui un estorbo, y-y ella intentó usarme, salir conmigo porque no estaba segura su chico ...Me dio ilusiones mamá...—mi madre vuelve a abrazarme porque me estoy ahogando con mis propias.
—Julen respira, has una pausa y continúa ¿de acuerdo?—Asiento con la cabeza mientras ella acaricia esa zona con delicadeza.
Trato de regular mi respiración y llanto, en cuanto lo hago doy un suspiro.
—Me siento muy mal, eso me hizo sentir muy mal Mamá, no sé porque estas cosas me pasan a mí, yo no hago nada malo—mi voz se vuelve a quebrar, —mamá cada vez que pienso que todo esta bien algo malo pasa—Confieso afligido.
—Julen, tranquilo, las cosas malas siempre pasan, y es inevitable que lo hagan, son inevitables, es imposible que no pasen, y no te culpes por ellas porque son parte de la vida. Recuerda que todo mejora en algún momento—afirma mientras se separa del abrazo y acaricia mi rostro con delicadeza. —Todo va a estar bien ¿si?
Asiento mientras limpio mis lágrimas.
—Esta bien, Mamá—murmuro bajito. Mientras me acomodo en mi asiento ella hace lo mismo y pone el auto en marcha.
—¿Quieres hacer algo en especial?—pregunta tomándome por sorpresa.
—Eh no, aunque la verdad compre un montón de CDS para mis amigos y para mi, pesaba escuchar música—respondí. —Sé que todo va a estar bien pero eso no quiere decir que me sienta menos triste, solo mas aliviado—comento y ella asiente.
—Entonces escuchemos música juntos, si quieres claro—propone y murmuro un "si" enseguida. —Bien, sobre Rebecca, ella es una buena chica, así supongo que lo que hizo fue por un motivo y no por querer dañarte—añadió cautelosa.
—Sí, pero eso no just...
—No la Justifico, pero sí creo entenderla—me interrumpe. —¿Cuántas veces no hemos dañado a alguien por una mala decisión y ninguna mala intención? Muchas, incluso yo lo he hecho. No digo que hagas como que nada paso, pero recuerda que su mundo, forma de pensar y actuar no son la misma que la tuya.
Me quedo quieto en mi lugar, es cierto. Aunque sigo sintiéndome mal con lo de Rebecca, supongo que es cierto, no sé que haré con eso, pero tampoco quiero pensar en eso.
En eso mi madre detiene el auto en un semáforo y enciende la radio para poner música desde su teléfono. Me sorprende lo mucho que demoran estos semáforos en cambiar, Tal vez tienen pereza. Yo seria ese semáforo, siempre con pereza, como diría mi mamá.
Mi mamá es genial, y sus gustos musicales también, aunque hoy parecen haberse quedado en las novelas. Porque la canción es súper dramática y de telenovela, y como la canta es mucho más dramático. El perezoso semáforo se pone en verde y mi mamá avanza, manejando de modo que podríamos morir. Ella maneja muy mal, se mete entre los otros autos como si fuera una carrera, ir con ella es ir al limite. Sin embargo, mi vida corre más peligro cuando toma una curva que nunca antes había tomado y frena de golpe justo antes que otro auto nos mande a ver a Diosito.
—¿Qué fue eso, Catalina?— Pregunto con Jesus en la boca. —Casi nos matas—menciono casi sin aliento por el susto.
—Como dijiste Alejando Mendoza, Casi pero no—habla animada mientras se baja del auto— Espérame aquí, ya vuelvo—avisa, antes de cerrar la puerta de un estrellón.
Pobre auto. No sé como esta vivo después de tanta locura y estrellones, debe tener el freno jodido.
Suelto un suspiro y veo a las personas pasar. Ni siquiera había visto que estamos un una plaza. Frente a mi hay una sedería y un café, sinceramente no sé en cual de los dos esta mi madre.
«Espero que en el café, así me trae galletas» pienso, pero la ilusión dura poco cuando veo que sale de la sedería con dos bloques de hojas coloridas. «¿Para que necesitamos tanto papel?»
—¿Que haremos con tanto papel? ¿Recuerda que no usamos papel que no sea biodegradable? —pregunté en cuanto entró al auto y puso las hojas en la parte de atrás.
Mi madre rueda los ojos antes de arrancar el auto nuevamente.
—Es papel biodegradable por eso vine a esta sedería y lo compré, segundo, haremos estrellas de papel—explicó llamando mi atención.
—¿Por qué?—Pregunte, tratando de bajar el volumen de la música.
—Deja la música como esta—me da un manotazo. —Haremos estrellas porque es bueno descargar la tristeza en algo. Si no quieres hacer estrellas entonces ve a tu jardín o escucha música, si quieres ir y tirarte de cara en la arena en la playa hazlo, yo te llevo, solo no te guardes lo que sientes— menciono apacible. —No de nuevo—murmuro esto ultimo.
—Esta bien hagamos es...
—Por cierto, tenemos invitados en la casa, si quieres que estemos solo nosotros dime—me interrumpe.
—¿Quiénes? —pregunto un tanto alarmado.
—Luciana y Luka—responde, enseguida me tranquilizó.
En se momento me doy cuenta de que a diferencia de otras veces en las que me daba miedo ser una molestia, ahora me alegra mucho que estén ahí porque no quiero estar solo cuando me siento así de mal y sé que no soy una molestia.
Holap
Aquí les dejo un capítulo triste.
Pd: Disculpen las faltas ortográficas aun no lo he editado, pero quería subir algo.
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