Tobor 2666
Alabama, martes 3 de octubre de 2028
Desde que aquella enfermedad motriz atacó el cuerpo del señor Robinson, un hombre de setenta y tres años, se vio en la necesidad de usar sillas de ruedas, pues su cuerpo por sí mismo no podría sostenerlo y ya no fue capaz de hacer ciertas actividades. Cuando le dieron el diagnostico que marcaría su vida, tenía a su lado a sus hijos, Georgina y Ross, la única familia que le quedaba, pues el señor Robinson había enviudado desde ya hacia unos años atrás.
El señor Robinson estaba sentado sobre su cama de hospital, Georgina abrazó a su padre con los ojos llorosos, mientras que Ross lo sostenía firmemente de la mano mirando al blanco suelo de la habitación.
—Lo siento tanto, padre —lamentó Georgina entre sollozos.
El señor Robinson acarició la rubia cabello de su hija con la mano que tenía libre.
—Sabíamos que era una posibilidad, mi querida Gina —dijo el mayor—. No lamentes algo así, porque verte llorar así me entristece más.
Ahora Georgina y Ross tendrían que cuidar de su padre, pues por sí mismo no podría cuidarse. Pero su situación era bastante difícil, ambos hijos ya tenían sus respectivas vidas fuera de la ciudad donde nacieron. Georgina trabajaba en una firma de abogados importante de Chicago y Ross trabajaba en una empresa de desarrollo de software y hasta había formado su familia en Nueva York y en aquellos días, su esposa estaba embarazada.
Al día siguiente, mientras que le daban el alta al señor Robinson, sus hijos hablaron sobre cómo se encargarían de su padre. Estaba sentados frente a frente, en torno a una mesa de la cafetería del hospital, cada quien con un vaso de café humeante.
—Podríamos contratar una enfermera o un enfermero —sugirió Ross.
—No estoy segura, Ross —contrapuso Georgina—, de seguro nos va a querer cobrar muy caro por todo lo que tendrá que hacer, además tendrá que quedarse con nuestro padre las veinticuatro horas.
—Podemos permitírnoslo, ambos ganamos bien, además los enfermeros saben bien que su trabajo es muy demandante.
—Entiéndeme, Ross, no me sentiría cómoda con que un extraño cuide a nuestro padre, imagínate que roba algo o use la casa para quién sabe qué —expuso Georgina.
—¿No crees que estás exagerando?
—No, Ross, si tú vieras los casos que han llegado a mi trabajo, no estarías ni siquiera pensando en contratar a un extraño —espetó la mujer—. Mejor yo me voy a hacer cargo de nuestro padre.
—¿Pero qué hay de tu trabajo? —reflexionó Ross—. Además no es justo que tú lo cuides sola, yo también puedo ayudarte.
—¿Cómo piensas ayudarme si tú tienes una familia a más de mil millas de aquí? —preguntó Georgina—. El tema del trabajo es cosa fácil, pero lo de la familia no lo es, imagina ir y venir de aquí hasta Nueva York constantemente, a no ser que quieras que tu familia se mude a Alabama ahora que están esperando un bebé.
Ross pensó en los escenarios que le planteaba su hermana y ninguno era favorable, al menos en ese momento. Fue entonces que se le ocurrió que podría haber una posibilidad de que su padre pueda ser cuidado por alguien de confianza y que ayude a Georgina las veinticuatro horas del día.
—Si te quedas a cuidar a nuestro padre tú sola, te propongo algo —manifestó Ross con algo de emoción—. La empresa donde trabajo hizo una alianza con otra empresa de desarrollo tecnológico y están creando un prototipo de robot asistente ultra realista manejado con inteligencia artificial que puedes manejar desde tu celular, Tobor 2000, es cómo se llama.
—No suena mal, pero, ¿nos será útil como enfermero? —inquirió Gina algo incrédula.
—He visto a los diferentes prototipos en las prueba beta y es multifuncional, puede cocinar, limpiar y hasta puede servir como asistente y enfermero —aseguró Ross—. Con un par de llamadas, creo que puedo conseguir un prototipo de Tobor.
Para el 7 de octubre, un camión se paraba frente a la residencia del señor Robinson, una casa grande con un estilo rústico pero agradable.
—¿Qué está sucediendo allá afuera? —preguntó el señor Robinson mirando al camión desde una de las ventana de su casa.
—Es una sorpresa —sonrió Georgina.
Ross salió apresurado y ayudó a los repartidores a traer la larga caja de madera dentro de la casa para luego abrirla. Cuando los repartidores hicieron su trabajo, Ross miró la cápsula negra con luces azules con detenimiento.
—¿Qué demonios es eso, hijos?
—Esto, padre, es Tobor 2000, un robot asistente que ayudará a Gina a cuidarte —contestó Ross con sus ojos azules pendientes al celular.
Ross se acercó a la cápsula y puso la palma de una de sus manos por medio minuto y en la capsula apareció un pequeño código QR que Ross escaneó. Ese era el procedimiento para la configuración de Tobor donde podías escoger el nombre al que respondería, las tareas para las que sería utilizado y con quiénes comparte techo.
Cuando la configuración inició, la cápsula se abrió revelando al robot con aspecto humano ultra realista, se podría decir que era un humano de verdad. El aspecto del Tobor 2000 era el de un hombre alto de piel morena, con cabello negro y lacio y ojos azules muy brillantes con un traje de cuerpo completo de color negro con toques azules tan brillantes como sus ojos.
—Saludos, mi nombre es Jason, soy un robot Tobor 2000 que está aquí para ayudar —se presentó el robot con una voz para nada robotizada—. Es un placer conocerlos, Orlando y Georgina Robinson, espero que nos llevemos bien.
—¡Eso no es un robot, es un hombre! —exclamó el señor Robinson horrorizado.
—No tema, señor Robinson, sí soy un robot, pero fui creado con una apariencia humana ultra realista.
El señor Robinson miró atentamente a Jason.
—Georgina, Jason funciona por la voz, si lo necesitas sólo tienes que llamarlo y él vendrá y si le das una orden, él la obedecerá —explicó Ross—, también puedo controlarlo por la aplicación que tengo instalada en mi celular, pero por ahora es una versión beta que no está disponible al público, así que por el momento usa tu voz.
—Está bien.
—Jason, comienza la exploración adaptativa —dijo Ross de repente.
—Comenzando exploración adaptativa —habló Tobor siguiendo a Ross.
—Ross, ¿qué estás haciendo con el robot? —cuestionó el mayor.
—Digamos que le estoy haciendo un tour por la casa para que sepa orientarse.
Con el problema resuelto, Ross se iría al día siguiente de regreso a Nueva York, dejando a Georgina y a Jason al cuidado del señor Robinson quien se tardó un poco en adaptarse a la presencia del robot, pero para la hora de la cena sus dudas habían desaparecido.
A la mañana siguiente, en la hora del desayuno, el señor Robinson estaba deleitado por el desayuno que Georgina preparó.
—Esta vez te luciste, Gina —felicitó el mayor.
—Gracias, padre, pero también hay que agradecerle a Jason, él es un buen pinche de cocina, además él sugirió la receta.
—¿De verdad? —manifestó Orlando mirando a Jason con asombro.
—Así es, señor Robinson y me alegro que esté disfrutando del desayuno.
Entró Ross al comedor mirando su celular, preocupado.
—¿Y esa cara larga, hermano?
—Tengo una llamada perdida de mi esposa de anoche pero no escuché que mi celular sonara.
—¿Está todo bien, hijo?
—No lo sé, apenas le voy a devolver la llamada.
Después del desayuno, Ross tomó un taxi para irse al aeropuerto. Así, el señor Robinson se quedó con su hija y con el robot Tobor 2000.
Alabama, viernes 13 de octubre de 2028
Ya había pasado más de una semana desde que el señor Robinson salió del hospital y comenzó con su nueva vida en silla de ruedas. Ross hacía videollamadas constantemente para asegurarse de que el Tobor 2000 funcionara bien y si su padre estaba bien y cada vez que él preguntaba eso, Gina le respondía siempre que sí, todo marchaba como un reloj y es que, era cierto, todo marchaba como un reloj.
—Está bien, entonces los dejo —se despidió Ross—. Buenas noches.
—Buenas noches —respondió Georgina.
Georgina subió las escaleras y entró a la habitación de su padre, donde Jason lo ayudaba a acomodarse en la cama.
—Gracias, Jason —agradeció el señor Robinson.
—Es todo un placer, señor Robinson. ¿Hay algo más en que pueda ayudarte, Georgina?
—No, Jason, eso es todo por hoy.
La frase 《eso es todo por hoy》 es una clave que, de acuerdo con lo explicado por Ross, hace que el robot vaya a su cápsula y se quede ahí hasta que el usuario lo llame de nuevo.
El Tobor 2000 caminó hasta su capsula, esperó que ésta se abriera y se metió para "descansar", aunque en realidad se recarga durante su estancia dentro de la cápsula.
—Buenas noches, hija —se despidió Orlando.
—Buenas noches.
Gina se dirigió a su habitación y se encerró ahí para esperar aquella llamada que le prometió el hacker que contrató. Casi a la medianoche, el hacker llamó a Georgina.
—¿Tienes buenas noticias? —preguntó la mujer entrando en el baño de su dormitorio.
—Afirmativo, logré entrar al sistema de Tobor —confirmó el hacker.
—¿Entonces podrás controlar al robot por completo?
—Así es, lo que me mandó del celular de su hermano fue suficiente. ¿Entonces cuándo procedo con el plan?
—Esta noche.
Orlando Robinson despertó al escuchar un sonido inusual. Al abrir lo ojos sólo se encontró con la oscuridad y nada más. Convencido de que no fue nada, volvió a cerrar los ojos, pero entonces escuchó otra vez sonido. Nuevamente, el anciano abrió los ojos y vio la silueta de Jason que era iluminada por las luces azules de su traje que, con la escasez de luz, brillaban más que nunca al igual que sus ojos que ahora eran rojos.
—¿Jason, están todo bien? —preguntó el señor Robinson.
Pero el robot no contestó, sólo tomó al viejo y lo puso en la silla de ruedas. Mientras tanto, Georgina abrió un poco la puerta de su habitación para ver al Tobor 2000 hacer su magia. El señor Robinson preguntaba que qué estaba haciendo Jason sin saber que Jason no estaba disponible por el momento. El robot llevó a Orlando hasta las escaleras y lo lanzó a ellas con todo y silla de ruedas.
Al momento en que su cuerpo, que ya estaba sin vida, terminó de rodar por las escaleras, llegó la medianoche.
En la madrugada del 14 de octubre, la policia llegó a la residencia Robinson para recoger el cadáver e interrogar a Georgina quien muy convincentemente contó que ella escuchó ruidos, que era su padre subiéndose a su silla de ruedas para salir de la habitación, ella salió para ver qué pasaba.
—Padre, ¿qué haces?
—Tengo sed y quiero que Jason me trajera un vaso con agua para no despertarte.
—Espera ahí, que yo voy por él —indicó ella.
Pero su padre no hizo caso y quiso continuar, pero una de las ruedas se atascó y al tratar de hacerla rodar, perdió el equilibrio y cayó por las escaleras con todo y silla de ruedas. Toda una historia convincente.
Cuando le preguntaron sobre Jason, ella contó con lujo de detalles sobre el robot Tobor 2000, incluso llevó a los oficiales hasta su cápsula para llamar a Jason y él salió como si nada hubiera pasado.
Esa tarde, Ross regresó a Alabama para velar a su padre toda la noche y enterrarlo el 15 de octubre junto a la tumba de su esposa. El 16 de octubre, el abogado del señor Robinson llega a la residencia en la que solía vivir para presentar el testamento de su cliente a sus hijos.
El abogado leyó el testamento que decía que Georgina era la única heredera de todos los bienes que su padre poseía y Ross no se quedaba con absolutamente con nada más que buenos deseos desde el más allá, mientras que intercambiaba una mirada cómplice con la heredera.
Ross ni siquiera le importó que su padre no le haya heredado nada, así que el 17 de octubre, cuando los mismos hombres que trajeron al Tobor 2000 se lo llevaron, Ross se despidió de su hermana y se fue de regreso a Nueva York.
En cuanto lo perdió de vista, sonrió de oreja a oreja y cerró la puerta. Desempolvó el tocadiscos del ático y reprodujo un viejo disco de vinil y con al ritmo de la música, se sirvió una copa de vino mientras se deleitaba con su victoria.
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