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Polvo púrpura

La fiesta para celebrar el final del penultimo semestre de la universidad estaba en su apogeo. El ambiente estaba agradable, todos reían y se divertían al ritmo de la música. Javier estaba hablando con sus amigos y uno de ellos, una chica llamada Laura, dijo de repente:

—Javier, Pedro lleva mucho tiempo en el baño, ¿se encuentra bien?

Era cierto lo que Laura decía, Pedro se mostraba algo inquieto y ansioso antes de que se excusara para ir al baño hace ya casi una hora.

—Tienes razón, Laura, iré a ver qué sucede —contestó Javier.

El lugar en el que se encontraban era la casa de Lucas y eso significaba que Javier debía buscar entre los cinco baños a su novio Pedro. En el primer baño una voz femenina le contestó《Está ocupado》. Subiendo las escaleras, Javier intentó en el segundo baño pero ni siquiera tuvo que tocar porque la voz de un chico que anunciaba《Me voy a correr》 fue muy más que suficiente. Probó suerte en el tercer baño y claro que no se imaginaba lo que iba a suceder después.

—¿Pedro? —llamó Javier—, ¿Pedro, estás ahí?

En el interior alcanzó a escuchar una serie de balbuceos. La voz era la de Pedro, no había duda. Javier intentó abrir la puerta pero el picaporte no giraba, estaba cerrada desde adentro.

—Pedro, amor, ¿te encuentras bien?

Los débiles balbuceos le dieron una negativa.  Pedro no estaba bien, así que Javier fue a buscar a Lucas para que lo ayudara con la puerta.

Lucas se encontraba en el piso de abajo comiéndose la oreja izquierda de una chica de cabello oscuro.

—Oye, Lucas —llamó Javier.

—¿No ves que estoy un poco ocupado, Javi?

Javi es el apodo que Pedro le puso a Javier. Sin embargo, Lucas también lo adoptó como una especie de burla a lo melosos que siempre se muestran ellos dos.

—Pedro creo que no se encuentra bien, está encerrado en un baño y necesito que me ayudes a abrir la puerta —explicó Javier.

Lucas suspiró y se disculpó con su ligue de la noche diciéndole que ya volvía. Javier y Lucas fueron por el juego de llaves de todas las puertas de la casa para desbloquear la que mantenía encerrado a Pedro.

Lucas abrió la puerta del baño sólo para ver a Pedro tirando en el suelo en posición fetal. Javier al verlo así entró para ayudarlo.

—¡Oh no, Pedro!

Lucas también entró para inspeccionar el baño porque vio algo sospechoso. Se trataba de una pequeña bolsa de plástico que contenía los restos de un polvo púrpura.

—¿En serio? —comentó Lucas enseñándole la bolsa a Javier.

Pedro había vuelto a consumir. Desde hacia años que él se había metido al mundo de las drogas, incluso se le diagnosticó que tenía una adicción, fue a buscar ayuda y ya llevaba más de nueve meses sobrio, hasta ese momento.

—Voy a llevarlo a un hospital —avisó Javier tratando de levantar a Pedro.

—Déjame ayudarte —se ofreció Lucas.

Pero antes de que pudieran hacer algo, Pedro se levantó de golpe mostrando sus pupilas dilatadas y las iris de sus ojos estaban rojas, le salía espuma púrpura que le salía de la boca y sus balbuceos se convirtieron en gruñidos. Era como ver a un zombie.

—¿¡Qué carajos!? —exclamó Lucas asustado.

Pedro miró a Lucas y lo empujó con una fuerza impresionante haciendo que éste se golpeara la cabeza contra el espejo. Pedro de inmediato salió del baño transportándose como si de un mono se tratase.

La gente al verlo comenzó a correr bajando las escaleras y saliendo de la casa despavoridos. Un chico no tuvo la misma suerte porque Pedro se abalanzó sobre él y lo hizo golpearse violentamente tantas veces en la frente que lo terminó matando.

Pedro bajó la escaleras como una animal salvaje y antes de que pudiera salir de la casa, Laura le arrojó un jarrón a la cabeza.

Pedro miró a Laura y corrió hacía ella y la derribó. Laura gritó una última vez al sentir que un pedazo de carne de su cuello era arrancado con los dientes de su atacante.

Un disparo se escuchó inmediatamente después. Después otro. Y luego otro. Pedro cayó en un charco de su propia sangre y de Laura.

Las personas que vieron aquella escena horrorizados se acercaron a ver quién fue la persona que disparó el arma y vieron a Javier respirando agitadamente, con lágrimas en los ojos y con una pistola en su mano.

Y a lo lejos, la sirena de una patrulla se empezó a escuchar.

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