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Epilogo.

[NIALL]

Tres años después...

Sentándome en el borde del banco, observé distraídamente alrededor, intentando disimular que tenía pegados mis ojos en los dos revoltosos que estaban jugando en los columpios. No podía creer lo rápido que el tiempo había pasado, podía recordar perfectamente cuando Tommy comenzó a caminar y ahora estaba corriendo alrededor de los columpios, sus cuatro años de vida le permitían cierta libertad en cuestiones de movilidad.

Sentando en el columpio con una sonrisita adornando sus bonitos rasgos, Shin lo observaba correr con atención. No era por nada, pero mi hijo era la cosa más linda del lugar, tanto Dacel como yo habíamos estado sorprendidos cuando el color grisáceo de los ojos del niño había aclarado hasta ser un brillante celeste, demasiado parecido a los nuestros. Según el idiota con el que aún me rehusaba a casarme, el destino había planificado todo y puesto ese detalle para que estuviésemos seguros de que Shin era nuestro hijo. Personalmente, creía que era una simple coincidencia, pero lo dejaba ser.

—¡Papi! —la voz suave me tuvo alerta al instante, preparado para atrapar al pequeño que corría en mi dirección.

—¿Qué sucede, perrito? —pregunté, quitando algunos mechones rubios de sus ojos para empujarlos dentro de su gorrito de lana.

—Aquí —me tendió una flor amarilla.

La tomé—. Gracias, cariño.

—¡Bubba, mira lo que encontré! —Tommy se acercó con los ojos enormes, frenando a un paso de mí, abrió sus manos para enseñarme los insectos en sus dedos—. ¡Son bichos!

Inclinándome hacia él, miré las cosas de cerca—. No cierres esta mano o lastimarás sus alas —pedí, señalando la pequeña polilla en su mano izquierda antes de pasar a la hormiga en la otra—. No dejes que esa cosa te pique o tu padre va a tener mi cabeza.

—No la apreté, así que ella no me picara —me miró—. ¿Verdad? Eso fue lo que tu dijiste, ¿no?

—Exacto —sonreí—. Si no las lastimas, ellas no te lastimarán.

Eso trajo un brillo nuevo a sus ojos—. Iré a liberarlas —miró a Shin—. Vamos, Bonito, dejémoslas volver a sus casas.

Los observé correr, ignorando adrede los pies que cayeron a cada lado de mi cuerpo en el banco y la barbilla que se apoyó sobre mi cabeza—. ¿A ti no se te hace raro que Tommy le diga "Bonito" a nuestro hijo?

Me encogí de hombros—. No sé, le ha dicho así desde que salió del hospital y lo llevamos a casa, creo que ya me acostumbré.

—Mm —sus brazos me rodearon mientras dejaba un beso en mi mejilla—. Supongo que no es nada.

—No lo creo.

Girando la cabeza, esperé el beso que sabía que venía. Dacel seguía siendo un dolor en el culo a mi parecer, pero me había acostumbrado a él. Me había ayudado mucho en mi recuperación, superar mis traumas y miedos fue más fácil por tenerlo a mi lado y eso es algo que jamás podría terminar de agradecerle, ni, aunque pasaran mil vidas.

—¿Cómo sabias que estábamos aquí? —pregunté sobre sus labios.

Sonrió—. Siempre sé dónde estás.

—Eso sonó tan tétrico.

Rio—. A decir verdad, iba hacia casa con Kaled, pero te vi aquí, solito y vigilando a los niños como un halcón y decidí venir a hacerte compañía.

—Seh —asentí—. Es eso o no quieres soportar a Dominic y Zya.

Oprimiendo los labios juntos, se negó a responder esa acusación. Los pequeños mellizos de Zayn y Liam eran tan insoportables con sus padres y recién tenían un año, ni siquiera quería imaginarme que pasaría cuando fuesen más grandes. Últimamente todos huíamos de casa apenas ellos despertaban, sus dientes estaban saliendo y eran un lío mocoso y escandaloso que nadie quería soportar más de la cuenta.

Éramos tan buenos tíos.

Un grito débil y un llanto me tuvo girando la cabeza para ver a un niño empujar a Shin del columpio, directo al suelo. Dacel saltó primero del banco, pero yo no estuve lejos detrás de sus pasos. Aun así, no llegamos antes de que Tommy se encargara del asunto con sus propias manitos, arrojándose sobre el Chucky sin correa y golpeándolo en el rostro.

Dacel levantó a Shin mientras yo quitaba a Tommy, y puede que talvez haya permitido que le diera otro golpecito más antes de realmente separarlos. La mierda golpeo el ventilador cuando la madre del mocoso sangrante fue a su rescate y nos dio mierda sobre no educar bien a nuestros hijos. Como la buena persona que era, la mandé al diablo y decidí que era hora de marcharnos.

—No debiste hacer eso —Dacel susurró, mientras conducía el auto hacia la entrada de la casa, diez minutos después.

—Disfrutaste de cada cosa que le dije, acéptalo.

Una sonrisa tiró de sus labios, pero no dio el brazo a torcer—. No estuvo bien, pero ella se lo merecía.

—Por supuesto que lo hacia —bufé, mirando hacia los niños a través de los asientos. Ambos estaban tranquilos ahora, jugando con los diferentes juguetes que tenían esparcidos por el asiento trasero—. Nadie trata a mi mocoso de mal educado.

—Y luego yo soy el padre sobreprotector.

Le enseñé la lengua para que supiera cuando me interesaba lo que dijera y él rodó los ojos. Bajándome del auto, abrí la puerta del lado de Tommy—. Bien hecho, mocoso, defendiste a Shin como un buen hermano o primo, tu elige el parentesco.

—Nosotros no somos primos ni hermanos —masculló el enano mientras desprendía su cinturón y se bajaba del asiento, en espera de que Dacel sacara a Shin de su silla y lo dejara en el suelo.

Miré al pequeño castaño—. ¿Por qué dices que no son familia?

—Somos familia, pero no somos hermanos —me miró directamente—. Shin es mío.

¿El mundo se estaba inclinando o solo era mi realidad girando a mi alrededor como un tornado? —. Perdón, ¿qué dijiste?

El enano de jardín tuvo el tupé de cruzar sus brazos sobre su pecho y dirigir su mirada verde directamente hacia la mía, el desafío brillando en los brillantes orbes—. Dije que Shin es mío.

—¿Qué es qué? —chillé antes de que las palabras fueran comprendidas como una ráfaga dentro de mi cabeza y me inclinara para quedar a su altura—. Ahora escúchame bien, pequeña cría de mafioso italiano, acércate a mi bebé y haré una fogata con todos tus juguetes en el jardín trasero.

No me sorprendió que diera un paso al frente, enfrentándome, el mocoso había heredado la personalidad completa de Kaled—. Haz lo que quieras, Bubba, él seguirá siendo mío —aseguró—. Y cuando seamos grandes, me casaré con él como hicieron mis papas.

—¡Sobre mi cadáver!

—¡No me asustas, Bubba! —gritó, apuntándome con su pequeño dedo—. Será mi esposo sin importar lo que digas.

Bien, ahora estaba realmente a punto de cometer infanticidio—. Tú, pequeña mierda de mejillas regordetas, voy a matarte.

Dacel me atrapó por la cintura antes de que pudiese ir por su pequeño cuello—. Niall, detente, es solo un niño, déjalo.

Pude jurar que vi un brillo de superioridad en los ojos del enano cuando tomó la mano de mi hijo y comenzó a caminar hacia la casa—. Vamos, Bonito, vamos a jugar al jardín trasero.

—¡Te estoy vigilando, mocoso! —grité mientras entraban a la casa, la risa de Dacel haciendo de música de fondo—. ¡Tú no te rías, Harrison, ese pequeño proyecto de persona quiere casarse con nuestro hijo, haz algo!

—¿Por qué?

—¿Acaso estas escuchándome? —el tipo tenía que ser idiota.

Me abrazó con fuerza por la espalda—. Mira, amor, ¿acaso podrías encontrar un mejor partido para nuestro hijo?

—¡Tiene tres años, Dacel!

Eso hizo que volviese a reír—. Y por eso no debes preocuparte, enloquece en quince años cuando te diga que aceptó la propuesta de Tommy y se casará con él.

Sip, efectivamente mi mundo estaba siendo sacudido—. Creo que me está dando un infarto solo de pensarlo.

—Mm, que suerte que hay un médico en la familia —el idiota calentón me apretó contra el lado del auto, hundiendo su rostro en mi cuello—. Juguemos al doctor, tú me dices donde te duele y yo te inyecto mi medicina.

—Eres tan cerdo, Harrison.

—Me amas así.

Pase mis brazos alrededor de su cuello—. Debo tenerte algo de aprecio para soportarte.

—Tengo suerte de que me quieras.

—Es obvio que la tienes, te ganaste el premio mayor conmigo.

Apartándose, miró directamente a mis ojos—. Nunca he dudado de ello, tú y Shin han sido mi mejor obsequio.

—Te amo, Dacel. —solté.

Él se detuvo de golpe y pude jurar que su respiración se paralizó por unos segundos antes de que una gran sonrisa apareciera en su rostro—. Te tomó tres años decir eso —susurró—. Pero yo ya lo sabía.

—Lo arruinaste. —lo empujé lejos.

—Espera, ¿qué sucedió?

—Te dije que te amaba y tú me dijiste que ya lo sabías, arruinaste mi momento adueñándote de él, imbécil.

Corrió detrás de mí cuando me dirigí a la casa—. Lo siento, rubia, no me di cuenta.

—No me hables, arruinador de momentos especiales.

—¡Niall!

—Estúpido medico de cuarta —mascullé.

—¡Niaaaaaaaaaall! —corriendo escaleras arriba, intenté huir de él, pero me atrapó antes de que pudiese ir muy lejos—. Realmente lo siento, ¿me lo puedes repetir? Prometo no interrumpirte otra vez.

Girándome en sus brazos, lo miré directamente antes de soltar un simple y llano: — No.

—Niall.

—Jodete, no voy a repetirlo solo porque quieres escucharlo, no soy un maldito loro.

Sus pasos se detuvieron cuando llegamos a la cima de la escalera y me soltó—. Bien, tengo formas creativas de hacer que lo repitas.

—En tus sueños, Daz.

Su risa flotó por el pasillo mientras me alejaba—. ¿Niall? —me gire a verlo, viendo sus ojos brillar de esa forma que había estado allí por un largo tiempo—. También te amo, rubia.

Sonreí, volteándome para alejarme.

No se equivoquen, yo aún estaba loco, si no, ¿cómo creen que pudiese amar tan malditamente tanto al idiota de Dacel? Algo mal funcionaba en mi cabeza, eso seguro. Pero esta vez, no tenía ninguna intención de repararlo.

FIN.

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