32.
[NIALL]
Manteniendo mi teléfono en la mano, tecleé la información que había encontrado en mi computadora mientras utilizaba el mini portátil para mantenerme en una red segura mientras hackeaba las cuentas privadas de Holmes. Algo estaba pasando con el tipo, no me creía su silencio repentino en cuanto a nosotros. Claro, él había atacado el club un par de veces, pero se notaba de lejos que solo estaba intentando crear una distracción para pasar desapercibido, lo que quería decir que estaba planeando algo.
No veía nada extraño en sus números, más allá del hecho de que no estaba pasándole ni un centavo a la mujer que estaba criando a su hija, -cosa que solucioné con rapidez- no parecía haber nada sucio en él. Y eso por si solo encendió todas mis alarmas.
A pesar de que Kaled me había pedido claramente que dejara de hacer cosas ilegales, aún seguía manteniendo vigilado al imbécil. Había hackeado el sistema de seguridad de su casa y tenía acceso a todas las cámaras dentro del predio, gracias a lo cual había descubierto que papi Malik seguía haciéndole visitas semanales al idiota número uno. Dudaba mucho que fueran simples visitas sociales para tomar el té, así que mi instinto, ese que siempre esperaba lo peor de todo el mundo, me decía que estaban planeando algo malo.
Había estado intentando encontrar las cuentas de Farid pero se me estaba haciendo demasiado difícil, supuse que estaba usando otro nombre lo que me imposibilitaba para poder espiar sus movimientos. Tampoco era como si me estuviese dando por vencido en breve, no estaba dejándolo ir, era demasiado testarudo para ello. Averiguaría lo que esos dos estaban planeando de cualquier manera.
La puerta de la habitación se abrió y automáticamente cerré la computadora, empujándola hacia un lado antes de hacer lo mismo con la mini portátil y bloquear mi teléfono. Dacel elevó una ceja en mi dirección al ver mis acciones.
—¿Qué estás haciendo, rubia?
Colocando mi mejor expresión de inocencia, le sonreí—. No estoy haciendo nada, ¿por qué crees que estoy haciendo algo?
—Porque tienes la palabra "culpable" escrita en todo tu pálido rostro.
—Qué extraño, no recuerdo que hubiese nada escrito en mi cara cuando fui al baño hace un momento.
Dacel sonrió—. Listillo.
Le enseñé la lengua, pero él no iba a dejar ir el tema con tal facilidad, así que no me sorprendió que se lanzara a buscar la computadora. Arrojándome hacia el mismo lugar que él, quité el aparato de su alcance como pude, sintiendo su peso sobre mi cuando intentó detenerme. Maldición, él tipo había engordado o traía piedras en sus bolsillos, no era posible que estuviese tan malditamente pesado.
—¡Deja mi computadora!
—¡Estas metiéndote en un lío, puedo verlo en tus ojos! —su brazo era más largo que el mío y sus dedos rozaron el borde del aparato mientras lo mantenía fuera de su alcance y empujaba su rostro lejos con mi mano libre—. Déjame ver lo que has estado haciendo.
—¡No, no te metas en mis asuntos, tú, medico de cuarta!
—¡Estás en mi habitación, así que tengo todo el derecho de verificar que no estés haciendo nada ilegal mientras estés entre estas cuatro paredes que me pertenecen!
—Eso no te da derecho a nada, salte de encima que me aplastas la gordura.
—Tu no estas gordo, rubia, solo tienes la complexión de un osito de felpa. —casi dejó caer la computadora cuando el imbécil coló una mano bajo mi cuerpo y me pellizcó el abdomen.
—¡No toques mi grasa, idiota! —chillé, intentando huir de su mano que estaba tocando la acumulación de comida que desbordaba sobre la cintura de mi pantalón—. Y para que lo sepas, lo del osito me dolió más que si me hubieses dicho que estaba simplemente gordo.
—¿De qué hablas? Si tú eres mi osito favorito.
—Donde sigas con eso, te golpearé —me revolví, intentando escapar de su agarre—. ¡Déjame ir!
—Dame la computadora y te dejaré ir.
—¡Jamás!
—Que terco eres, rubio. —se quejó.
Empujando su rostro, reprimí un grito cuando el imbécil me mordió. ¿Qué jodidos sucedía con este tipo? Estaba comenzando a pensar que Dacel había encontrado el increíble mundo de las drogas y estaba masticando pasto a escondidas.
—¿Sabes? —murmuró en mi oído—. Comienza a gustarme esta posición.
—¿De qué estás hablando ahor... ¡Mierda!
El idiota se carcajeo antes de volver a moverse sobre mí, su amigo muy despierto empujando directamente en mi culo. Y luego era yo el pervertido, ¿acaso nadie se había dado cuenta de la mente malditamente sucia que se cargaba el medicucho de cuarta? Vaya, seguramente si pudiese leer mentes, hasta yo quedaría con un trauma gracias a sus pensamientos infernales cuando estaba caliente.
Y eso estaba sucediendo mucho últimamente.
Lo de él estando caliente, no lo mío leyendo mentes, eso era imposible. ¿Lo era, ¿verdad? Había que decirles a los de X-men que comenzaran a hacer sus películas más realistas, me confundían demasiado.
La computadora desapareció de mis manos y fue dejada en el suelo antes de que Dacel me girara con facilidad sobre la cama—. ¿En dónde está esa mente tuya?
—Lejos de donde tu mente sucia se encuentra ahora.
—¿En serio? —sus dedos se arrastraron por la parte externa de mi muslo, a través de la tela de los pantalones de deporte que usaba para dormir, y directo hacia una zona poco explorada de mi anatomía—. Yo creo que estamos en la misma página si me guio por esta parte en específico de tu cuerpo.
—¡No me toques ahí, pervertido!
Eso lo hizo carcajearse de nuevo. Comenzaba a pensar que el tipo me veía como su payaso personal o algo así.
—¡Dacel! —advertí cuando su mano se movió con un poco más de fuerza.
Mirándome directamente, me sonrió—. Me estas gritando para que quite mi mano, pero no estas intentando apartarme de tu cuerpo, ¿eso que te dice?
—¡Que tengo sentimientos contradictorios! —chillé—. Llegaste tarde a esa conclusión, mi psicóloga lo descubrió en la segunda sesión.
—Bien, entonces solo hazle caso a los sentimientos que te dicen que debes seguirme la corriente y listo.
—Eso no soluciona el problema.
—Por supuesto que lo hace —se inclinó más cerca, a un respiro de distancia—. Solucionara todo.
Antes de que pudiese replicar, el tonto me besó repentinamente, apagando toda respuesta que estuviese a punto de soltar. Probablemente debería haberlo alejado pero mi cabeza no estaba muy ordenada antes de que él comenzara el toque, así que el que lo hiciera solo logró desordenar más mis pensamientos. Sabía lo que quería, desde hace un tiempo atrás tenía claro que deseaba para mi vida, pero había descubierto que los miedos eran una mierda difícil de desaparecer.
Cerrando los ojos, seguí el beso como pude mientras intentaba con todas mis fuerzas que ninguno de los recuerdos que querían salir a flote lo hiciera. Sabía que era el peso de Dacel el que estaba sobre mí, que eran sus labios los que tocaban los míos, pero, aun así, me daba terror el recordar haber estado en aquella posición tantos años atrás.
Debía superar mis miedos o nunca podría cumplir con mis expectativas de vida. Me repetí mentalmente eso una y otra vez, pero cuando la punta de los dedos de Dacel rozaron el elástico de mis pantalones, sentí mi cuerpo entero congelarse en el acto.
Dacel debió haberlo sentido porque se detuvo, volviendo a separarse de mi—. Abre los ojos, rubia. —pidió con suavidad—. Vamos, hazlo por mí.
—No soy un bebé, imbécil. —mi voz se escuchó un tanto quebrada, pero me negué a admitirlo.
—Podría discutir ese punto, pero tengo la impresión de que me enviarías a la mierda en este momento —rio, enviando aliento caliente sobre mi rostro—. Abre los ojos, por favor.
Con un gruñido bajo, hice lo que me pidió con renuencia, encontrándome directamente con su brillante sonrisa.
—¿Ves? Sigo siendo yo, siempre seré yo, no tienes por qué tener miedo.
—Yo no tengo miedo.
—No, por supuesto que no lo tienes —dejó un pequeño beso en mi nariz—. Niall Horan jamás siente miedo.
—No lo hago. —secunde.
Sentí sus dedos comenzar a inventar patrones sobre la piel de mi cadera, subiendo la tela delgada de mi camiseta en el proceso—. Eres demasiado testarudo para tu bien, ¿lo sabias?
—Mm, creo que me lo has dicho un par de veces antes.
—También eres un malcriado. —sonrió, sus palmas estaban aplanadas sobre mi piel ahora, subiendo con lentitud por mi pecho en una larga caricia. Pude sentir mi cuerpo vibrar cuando las mismas tocaron mis tetillas, una corriente eléctrica bajó hacia el sur, logrando excitarme más mientras la atención continuaba.
—Jodete.
Eso lo hizo reír—. Yo no seré quien saldrá jodido de aquí hoy.
Rodeándome con sus brazos de imprevisto, se giró en la cama, quedando recostado contra las almohadas, me acomodó sobre su regazo y me sonrió. Seh, no estaba seguro de que esa posición me convenciera. No era por nada, pero éramos casi de la misma altura, no era un pequeño niño para que me colocara así sobre su cuerpo.
—Deja de pensar tanto. —gruñó, hundiendo su rostro en mi cuello comenzó a chupar mi piel con fuerza, sus manos aun reteniendo mis caderas—. Nadie sabrá lo que sucede aquí dentro, esto quedará entre nosotros por lo que puedes hacer cualquier cosa y nadie, jamás, lo sabrá.
—Pero...
—Nada —mordió mi barbilla suavemente—. Aquí dentro solo somos tú y yo, ¿sí? Tus pensamientos contradictorios y tus enseñanzas se quedarán fuera, al igual que el resto del mundo.
Un beso suave fue colocado en mis labios mientras sus manos subían por mi espalda, lo que rápidamente detuve—. No.
—He visto tus cicatrices, Niall, no debes avergonzarte de ellas frente a mi —sus manos se alejaron de mí, pero siguió besando mi cuello y mandíbula—. Aun así, aceptaré todas tus reglas, cualquier cosa que decidas estará bien para mí, ¿sí?
Asentí antes de susurrar: — La camiseta se queda.
—Está bien.
Eso no le impidió deshacerse de todas las demás prendas de ropa en su camino con suaves toques. Sin darme cuenta me encontré sentado en su regazo mientras llevaba una fina camiseta gris pálido y él permanecía completamente desnudo debajo de mí. Él parecía totalmente centrado en acariciar cada trozo de piel que alcanzaba, ignorando completamente su llena erección y la mía que le hacía juego.
—Dios, eres malditamente pálido. —comentó.
Eso logró que riera con cierto nerviosismo—. Soy irlandés, ¿qué esperabas?
—Tu piel se marca con facilidad.
Si y mi cuello debía tener un gran manchón rojo si sus besos excitados querían decir algo. Él estaba haciendo una marca tras otra y sabía que iba a tener que buscar una forma de ocultarlo si quería evitar las bromitas de los demás pollitos.
Sabía cómo funcionaba toda la cosa del sexo, pero no pude evitar dar un bote cuando sentí sus dedos cerca de mi trasero. Él se río de mí y no pude evitar darle un golpe por imbécil mientras me preguntaba brevemente de donde rayos había sacado el lubricante. No lo había visto moverse hacia ningún lugar, bueno, no había visto mucho ya que él me estaba tocando en todos lados a la vez. Y no, no estaba gimiendo o haciendo ruidos raros para nada, yo no era una nenita.
—¡Ten cuidado! —gruñí cuando presionó su dedo con fuerza dentro de mí.
—Estas pensando, no quiero que pienses en nada más.
Su dedo salió con cuidado antes de volver a entrar, la sensación incomoda y el ardor me hicieron hacer una mueca que escondí en su cuello con rapidez. Él no detuvo los movimientos cuando me aferré a sus hombros, ni siquiera cuando el sonido a queja que salió de mis labios se convirtió en lo que sutilmente podría haber sido llamado un gemido. No se sentía tan mal cuando tocaba esa parte en mi interior que me hacía vibrar.
Él siguió tocándome y besándome mientras me estiraba y extrañamente eso logró que mis pensamientos no se dispersaran. Mantuve mis ojos abiertos en todo momento, porque necesitaba saber que este era Dacel y no alguien que quisiera hacerme daño. Era algo estúpido, pero a pesar de que lo intentaba, no podía cambiar eso.
Me mantuve mirando su rostro cuando entró en mí y cuando comenzó a moverse con suavidad. En todo momento, solo me aferré a él porque sabía, ahora lo entendía completamente, que Dacel jamás haría algo para lastimarme. Tenía mi confianza absoluta puesta en él.
—Te amo, Niall. —susurró en mi oído cuando me desplomé sobre él y me resentí bastante conmigo mismo cuando no pude devolver esa declaración con palabras.
Tal vez algún día podría.
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