24.
[NIALL]
—Que descarado me saliste, pollito, usando un traje blanco cuando todos sabemos que Kaled se ha encargado de tu pureza de formas creativas.
Quitando las lágrimas de emoción que habían aguado sus ojos cuando descubrió lo que pasaba, me envió una mirada fulminante—. ¡Fuiste tú quién me obligó a ponérmelo!
Le enseñé la lengua de forma infantil antes de mirar alrededor. Estábamos de pie en la puerta de la iglesia, los demás habían corrido a tomar sus lugares, pero Dacel y yo nos habíamos quedado atrás por si Suri decidía huir. Aunque aún no decidía si lo arrastraría al altar de un pie o lo ayudaría a escapar si el chico cambiaba de idea.
La iglesia había sido prácticamente forrada con rosas blancas y pequeñas flores naranjas que salpicaban los ramos con un poco de color. El edificio era alto, con grandes vitrales de ángeles y santos que decoraban la mayor parte de las paredes y miraban hacia nosotros con expresiones estoicas. El resto de la estructura de un color crema suave, los bancos de madera oscura y los grupos de velas esparcidos por lugares estratégicos le daban un aire íntimo.
En el altar, decorado como el resto del lugar, se encontraba un Kaled enfundado en un traje negro con una tonta sonrisa en sus labios mientras esperaba por el nervioso novio. Era divertido verlo en ese estado, Kaled se jactaba de su control sobre sus sentimientos y ahora míralo, hecho un lío nervioso por una simple boda.
—¿Listo para dar este paso, Suri? —Dacel preguntó, tendiéndole un pequeño ramo de rosas.
Tomando el mismo con manos temblorosas, el castaño observó nuevamente su entorno antes de enfocarse en Kaled. A pesar del brillo de amor en sus ojos, el chico parecía a punto de correr lo más lejos que sus pies lo llevarán.
—Sabes, aún hay tiempo para huir —canturreé—. Sé cómo encender un auto sin la llave y puedo conseguir suficiente dinero para que llegues bastante lejos.
—Niall —Dacel siseo, dándome un pequeño golpe para que me comportara.
—No voy a huir, quiero hacer esto —Suri aseguró—. Solo... me habría gustado que Kaled me dijera lo que estaba haciendo, podría haberme preparado mentalmente.
Rodé los ojos en su dirección—. Yo mejor me voy, no tengo ganas de soportar lamentos de novia nerviosa.
Su mano atrapó mi brazo antes de que pudiese alejarme demasiado—. Tú no vas a ningún lugar, serás quien me acompañe hasta el altar.
—¿Eh? —parpadeé hacía él—. Yo no soy tu padre, pollito, no tengo porque entregarte en el altar, ¿de qué me viste cara?
—Cállate y ven aquí, me acompañaras así tenga que arrastrarte conmigo.
Dacel rio suavemente antes de darme un guiño y comenzar a alejarse hacia el altar. Fulminé su espalda mientras se alejaba, deseando tener mi arma conmigo para poder apuntarle a su odioso trasero. Aun no olvidaba lo que me había hecho antes y todavía tenía ganas de golpearlo.
—Bien, estoy listo —el pollito se aferró a mi brazo con fuerza.
Me quejé cuando sus uñas se clavaron en mi piel a través del estúpido traje que Dacel me había obligado a usar—. Si, lo único que espero es poder conservar mi brazo cuando esto termine.
Con un gruñido bajo, enganche de manera correcta su brazo y decidí que, si no podía escapar de esto, bien podía cobrar el favor luego. Casi se me escapa un sonido aliviado cuando Suri finalmente soltó mi brazo, estaba seguro de que sus dedos quedarían marcados en mi piel por un tiempo.
Nunca había estado en una boda antes, pero descubrí rápidamente que no me gustaban. Era aburrido ver los rostros de idiotas sin remedio que esos dos ponían, al menos tuve un poco de diversión cuando el mocoso arrojó los anillos al suelo y uso el cojín en que estaban los mismos para poder recostarse a dormir una siesta.
Hablando de ello...
—¡Niall, no te duermas! —el codo de Liam se clavó en mis costillas, logrando que diese un salto sobre el asiento y abriese los ojos para encontrarme con su enojada mirada—. Al menos haz de cuenta que esto te interesa un poco.
Bostezando, parpadee para quitar el sueño de mis ojos—. ¿Ya están casados?
—Están diciendo sus votos, son realmente lindos. Kaled se tomó un gran trabajo en escribir cosas tan románticas para decirle a Suri y... ¡Niall, deja de roncar, maldición!
—No maldigas, estamos en una iglesia, ten un poco de respeto —murmuré, pero no me molesté en abrir los ojos.
—Tú... eres irritante. —gruñó—. ¿Y por qué rayos llevas jeans?
—Porque el desnudismo al parecer es contra la ley y Kaled me pidió que no me metiera en problemas.
—No me refiero a eso —replicó—. Te pedí que usaras traje, Dacel dijo que lo harías.
—Logré que se pusiera el saco, no me pidas más —el aludido saltó en su defensa—. Él mordió mi brazo cuando intenté quitarle los jeans.
—Eso fue porque eres un gran y gordo pervertido.
Un jalón en mis jeans me tuvo entreabriendo los ojos solo para poder jalar al mocoso sobre mis piernas. Era hora de nuestra siesta, no me extrañó que se acomodara contra mi pecho y cerrara los ojos. El cabello suave del enano me hizo cosquillas en la barbilla cuando dejé caer la cabeza sobre el hombro de Dacel, su brazo me rodeo los hombros y me acomodé mejor, soltando un suspiro.
Me di cuenta de que había sido un error dormirme cuando desperté en la habitación de hotel. Al parecer, el dormirte en una boda lograba que los novios no te invitarán a su fiesta.
¿Cómo se supone que iba a saber eso?
—¿Por qué no puedo ir a la fiesta? —me quejé, mirando hacia Dacel con el ceño fruncido—. Quiero ir de fiesta.
Él sonrió—. Te dormiste.
—Podrías haberme despertado.
—¿Y llevarte a un lugar donde todos beberán alcohol? —elevó una ceja—. No es un entorno bueno para ti.
—No eres mi padre.
—Gracias a dios no lo soy, me sentiría como un gran pervertido si tuviese esos interesantes sueños contigo siendo tu padre.
—Eso no te quita lo pervertido. —aseguré, girándome sobre mí mismo en la cama y enterrando el rostro en la almohada.
—No me des esas vistas sino quieres que sea un pervertido.
Mierda, había olvidado que estaba en ropa interior y camiseta. Jalando las sabanas, cubrí mi cuerpo completamente y le envié una mala mirada—. Tu mente esta tan sucia que seguro es eso lo que contamina el medio ambiente.
—Contigo tan cerca, me es difícil concentrarme en otras cosas, no puedes culparme.
Rodé los ojos, girándome nuevamente—. ¿No se supone que estas a cargo del mocoso? Ve a cuidarlo y deja de fastidiarme.
—Tommy aun duerme en la otra habitación y Suri me dejó este interesante aparatito que me avisara cuando despierte.
Miré sobre mi hombro para verlo sacudir el monitor para bebes—. Descubriste América, idiota.
Estreché los ojos en su dirección cuando trepó a la cama a mi lado y me sonrió—. Estas siendo un poquito tosco, ¿no?
—Yo no...
Antes de que pudiese terminar mi frase, sus labios se pegaron a los míos. Me retorcí, intentando alejarlo, pero él no estaba soltándome. Su cuerpo me presionó contra la cama y aunque no estaba luchando con todas mis fuerzas, sabía que él me dejaría escapar si en verdad comenzaba a intentarlo. Bueno, no era como si yo estuviese haciéndolo en verdad.
Estaba disfrutando el beso realmente, por una vez, estaba realmente disfrutando del contacto humano... bueno, eso suponiendo que Dacel era un ser humano. Daba igual, era algo que no me permitía regularmente pero ahora estaba dejando que él...
—¡NO! —empujando su mano fuera de mi ropa, quite su cuerpo del mío y me deslice fuera de la cama.
Lo escuché gritarme, pero no me detuve hasta traspasar la puerta que conectaba con la habitación contigua de la nuestra y coloqué el seguro. Me negué totalmente a aceptar las lágrimas que bajaban por mis mejillas, calentando la piel de la misma cuando apoyé mi espalda contra la puerta.
¡Yo no lloraba! ¡Jamás!
Era culpa de Dacel, él me estaba haciendo débil. Él tenía toda la culpa. Yo jamás había sido tan malditamente sensible a todo, no había sido educado para ser así, mi padre jamás habría permitido que uno de sus hijos fuese tan... lamentable.
—¡Bubba!
Secando mi rostro con brusquedad, me acerqué a la cama donde el enano estaba rodeado de almohadas y le sonreí como pude. Escuché a Dacel golpear la puerta llamando mi nombre, pero lo ignoré. Subiendo a un lado del enano, lo jalé a mis brazos y acaricié su cabello suavemente.
—Sabes, me gustaría que todo fuese más fácil para mi —susurré, observando los grandes ojos verdes que me devolvían la mirada—. Quisiera que todo fuese como quererte a ti.
Talvez, debería haber apagado el monitor para bebes sobre la mesa de noche antes de comenzar a contarle al mocoso sobre mi tormentosa infancia.
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