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19.

NIALL.

Después de escapar del ascensor con mi pureza casi intacta -y por "casi" me refiero a que no pude evitar que Dacel me metiera un poco más de mano, no es como si yo no lo haya disfrutado de todas maneras- me dirigí a nuestra habitación y me dejé caer de cara en la mullida cama. Odiaba los viajes largos, eso significaba mucho tiempo estático, lo que derivaba en mi aburriéndome de estar aburrido y cansándome de estar quieto.

Sí, mi mente no tenía mucho sentido.

—No comiences a vegetar, cariño, debemos ir a buscar algo para que comas —Dacel palmeo suavemente mi trasero, logrando que soltara un gruñido contra el edredón—. No te he visto consumir nada en varias horas, sabes que eso no es bueno para ti.

Levantando la mano, le enseñe mi dedo medio para darle a entender la importancia que tenían sus palabras para mí.

—¿Enseñarme el dedo corazón es lo mejor que puedes hacer?

—Jodete. —arrastrándome al estilo babosa, no me detuve hasta que mi cabeza se hundió entre los mullidos almohadones que decoraban la bonita cama doble.

Una mano atrapo mi tobillo, jalándome hacia el final de la misma—. Tienes dos opciones, Niall, te levantas o te obligo a levantarte.

—Te tengo tanto miedo, Harrison, estoy temblando por dentro.

Otro jalón y un fácil movimiento de sus brazos después, estaba recostado sobre mi espalda y mirando directamente hacia su rostro—. Levantarte, rubia.

—Acabamos de llegar, Daz, pide servicio a la habitación.

—No hay, como tampoco tenemos televisión —sonrió sádicamente—. Hice que quitaran todo para evitar que críes raíces en la cama. Ahora, muévete, o se nos pasara la hora de la comida.

—¿Me quitaste el televisor? —chillé—. ¿Dónde veré Plaza Sésamo ahora?

—Tommy trajo toda su colección de DVD's, estoy seguro de que estas invitado a mirar el programa con él —besó mi nariz—. Pero solo en los horarios permitidos, los cuales todavía están a varias horas de comenzar. Ahora, levántate y vamos por algo de comer.

Luché contra él un poco más pero finalmente logró arrastrarme fuera de la cama y hacia la puerta. Suri, Kaled, mi hermano y el mocoso se unieron a nosotros cuando Dacel les informó que íbamos por algo de comer.

Dejándome caer frente a la mesa en un rincón del comedor del hotel, miré a todos con mala cara, enojado por ser privado de mis pequeños placeres.

—Quita esa cara —Dacel susurró con diversión—. Prometo llevarte a dar un paseo para conocer los alrededores si quitas esa expresión.

—No soy un perro, no puedes comprarme con un paseo.

—Estamos cerca del Time Square —canturreo suavemente—. Y prometo comprarte todo lo que desees de las tiendas a las que entremos.

—¿Todo?

—Todo, aunque tenga que volver a casa con los bolsillos vacíos. —prometió.

Sentándome correctamente, le di la mejor sonrisa que pude lograr, ganándome un rodar de ojos de su parte. Hey, por la plata baila el mono, y el irlandés también. Ni siquiera fruncí el ceño ni proteste cuando el medico de cuarta ordeno mi comida, asegurándose de que no incluyera nada que pudiese caerme mal. Estaba siendo un buen niño, ¿quién diría que podía serlo?

Me mantuve callado y quieto durante toda la comida, escuchando su charla y solo limitándome a hacerle caras graciosas al enano del otro lado de la mesa, quien se carcajeaba con cada una de ellas. Para cuando finalmente fue hora de cobrar mi paseo, había limpiado mi plato y recibido una mirada de aprobación de parte de Dacel.

Había todo tipo de tiendas, todo lo que podías desear, pero, ¿dónde terminé? En una maldita juguetería, esperando que el mocoso se decidiera por un juguete, algo absurdo ya que todos sabíamos que al final Kaled le compraría los cien que le gustaban.

—Me siento estafado —mascullé, jalándole la cuerda a un juguete y escuchándolo cantar una canción de cuna.

—¿Por qué? —Dacel se detuvo a mi lado—. ¿No era la canción que querías?

—Jodete, esto es tu culpa, me prometiste un paseo no una vuelta a la juguetería.

—También te dije que te compraría todo lo que quisieras, así que adelante, elije lo que más te guste.

Lo fulminé con la mirada—. Bien, voy a buscar el juguete más caro que exista en esta jodida tienda y vas a tener que comprarlo para mí.

Sonrió—. Adelante.

Otra mala mirada y me giré para ir en busca de algo caro. Era un gran local y los pasillos estaban repletos con distintos juguetes que llamaron mi atención. Toque todos los botones para hacerlos funcionar y jale las cuerditas para reproducir la música, aun así, podía escuchar los pasos de Dacel detrás de mí.

—Este me gusta —comentó, señalando un juego de laboratorio—. Puedes crear moco sintético, eso serviría para hacerle una broma a alguien.

—Eso no serviría porque tú ya sabes que es de mentira.

—¿Por qué no le haces una broma a alguien más?

Fruncí el ceño—. Tú eres el que está en mi punto de mira en este momento.

Y el muy imbécil solo sonrió—. Ow, ¿estás enojado conmigo? —se acercó un paso—. Puedo sacarte el enojo a besos si me dejas.

Dio otro paso y automáticamente retrocedí—. No hagas eso.

—¿Hacer qué?

El maldito sabia de lo que hablaba, tenía esa sonrisa irritante decorando su rostro que me decía que entendía perfectamente el significado de mis palabras, pero estaba disfrutando sacarme de quicio. Con un gruñido, me di media vuelta y me dirigí a un pasillo alejado del idiota tentador.

De alguna extraña manera, terminé enfrentándome a los estantes de los peluches. Había algunos bastante grandes que seguro harían un agujero en el bolsillo de Dacel de querer comprármelos.

—Hey, mira lo que encontré —Jonah se acercó a mí, ondeando un peluche de perrito emparchado en mi dirección—. ¿Lo recuerdas? Es muy parecido al que tenía de pequeño, el que me obsequiaste para mi cumpleaños.

—El tuyo era gris.

—No lo era —frunció el ceño, aunque dudoso—. Era negro, solo que estaba desgastado.

—Y le faltaba una oreja —señale.

Rodó sus ojos en mi dirección—. Eso es fácil, puedes arrancársela y ya.

—No tendría sentido quitársela, el tuyo la perdió gracias a una pelea con nuestro vecino.

Me miró con confusión—. ¿Por qué estabas peleando con él?

—¿Cómo crees que conseguí el peluche?

Pasé a su lado, dirigiéndome al oso de felpa más grande del estante, Jonah me siguió rápidamente—. ¿Le robaste el peluche?

—Por supuesto que no —lo miré indignado—. Simplemente se lo pedí con un poco más de fuerza de la necesaria.

—El único regalo que recibí en mi cumpleaños número cuatro fue un peluche robado —susurró—. No sé cómo sentirme con eso.

—Siéntete afortunado, al menos recibiste algo. —tomé el peluche y se lo enseñé—. ¿Qué crees?

—Es demasiado grande y caro.

—Entonces es perfecto. —lo puse bajo mi brazo como pude y volví sobre mis pasos hacia donde Dacel estaba mirando unos juegos de caja—. Mira, Daz, encontré lo que quiero.

Se giró hacia mí, mirándome con confusión—. ¿Quieres un peluche?

—Quiero este peluche.

—¿Por qué? No eres una persona que nadie asocie a los animales de felpa.

—Porque es caro, grande y me servirá de escudo por si quieres hacerme cosas sucias de nuevo. —aseguré.

—Yo siempre quiero hacerte cosas sucias y te aseguro que un peluche sobre alimentado no va a detenerme.

Baje el peluche sutilmente, viéndolo sobre la cabeza del mismo mientras me preguntaba que quería decir esa frase. Otra cosa llego a mi mente gracias a esa afirmación y era el hecho de que dormiríamos en la misma habitación, solos. Esa no era una muy buena idea teniendo en cuenta la mirada que Dacel me estaba dedicando. 

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