18.
NIALL.
—¿Ya llegamos?
—No.
—¿Y ahora?
—No.
—¿Y ahora? —volví a preguntar.
Kaled se volteo en su asiento, una mirada que me decía que estaba muriendo de dolorosas formas en su mente. Tenía el ceño profundamente fruncido y ese brillo asesino en sus ojos que veía a diario, cuando me concentraba en fastidiarlo.
—Subimos al avión hace una hora —gruñó con los dientes apretados—. Debemos cruzar el maldito océano, ¿realmente crees que puede hacerlo en una hora?
—No.
—¡Entonces deja de preguntar si ya llegamos! —su voz subió varios tonos, sus ojos se oscurecieron por el enojo.
El mocoso, quien había estado durmiendo desde que subimos, comenzó a llorar.
—¿Ves lo que hiciste? —señalé—. Kaled, Kaled, debes controlar ese feo humor agrio con el que naciste.
Su mano subió echa una garra, como si estuviese preparándose para tomar mi cuello y terminar con mi vida—. Estas tan cerca, Niall, tan cerca.
—¿De qué?
—De que te mate con mis propias manos. —siseó.
Suri salió de su asiento y me empujó por el hombro para que me sentará nuevamente antes de cederme al mocoso llorón—. Tú lo despertaste, tú lo haces dormir de nuevo.
—Yo no fui —me defendí antes de señalar a Kaled—. El ogro gruñón que tienes por pareja fue quien lo hizo.
—Sí, porque tú nos has enloquecido a todos desde que salimos de casa —su voz se volvió un poco aguda—. Acéptalo, ya estamos sobre el avión e iremos a Estados Unidos, aunque no lo quieras, así que quédate sentado allí y no me hagas enojar.
—Oh dios, no, no te enojes, Suri —dramaticé antes de soltar un bufido—. No te tengo miedo, pollito maricón.
Un tic apareció bajo el ojo de Suri y por primera vez desde que lo conocía, tenía la impresión de que, si hubiese tenido su arma, la habría usado en mí. En vez de eso, tomó un profundo respiro y miró a Dacel, sentado a mi lado—. Puedo conseguir cinta adhesiva con las azafatas, ¿te encargarías de él?
Dacel soltó un suspiro derrotado—. Ya lo intenté, según las azafatas no es legal atarlo a su asiento.
—Bueno, mierda.
Solté un gruñido antes de mirar al niño llorón sobre mis piernas—. Ya para con eso, mocoso, a nadie le gusta escuchar a un niño llorar.
El pequeño se detuvo y me miró con sus grandes ojos húmedos—. Bubba.
—Eso está mejor, ¿tienes hambre? —jalé las mangas de mi camiseta y sequé rápidamente su rostro de los rastros del llanto—. Yo tengo hambre, vayamos a fastidiar a las azafatas.
—Niall, no hagas que nos veten de la aerolínea o no podremos volver a casa. —Kaled pidió.
—Existen otras aerolíneas. —aseguré.
—Sí, pero seguramente nadie te quiera en sus aviones luego de hoy.
Rodando los ojos, arrastré los pies hacia donde estaba la azafata más cercana y le di mi mejor sonrisa falsa—. Queremos galletas y jugo.
Ella parpadeo hacia mí, sus grandes ojos marrones brillando—. Claro, dame un momento. —ella desapareció detrás de las cortinas y volvió unos segundos después con varios paquetes de galletas en las manos y dos botellas, una de jugo de manzana y la otra de agua—. Tengo de chocolate, coco o vainilla.
—Él no puede comer chocolate y odia el coco —tomé el tercer paquete y se lo mostré al enano—. ¿Quieres este?
—¡Eta! —tomó el mismo y lo agitó.
—El jugo de manzana y el agua —le fruncí el ceño a la segunda botella y ella se encogió de hombros—. El chico de allí dijo que te mantuviésemos hidratado.
No tenía que voltearme para saber que estaba señalando a Dacel—. Gracias.
Volviendo a mi asiento, abrí el paquete para el enano y lo ayudé a tomar de la botella con cuidado de que no se mojara demasiado. Una vez que tenía al mocoso contento y con la boca llena de comida, miré hacia el asiento de Kaled.
—¿Kaled?
—¿Que? —masculló.
—¿Ya llegamos?
(...)
—No quiero dormir en la misma habitación que Dacel, él tiene sucios pensamientos sobre mi cuerpo y temo no salir con mi inocencia de esas cuatro paredes.
Liam bufó a mi lado—. ¿Realmente pretendes hacernos creer que hay un hueso inocente en tu cuerpo?
—Estoy hablando con el dueño del gallinero, no con el pollito desviado.
—¡Tú también eres gay! —chilló, él realmente chilló.
—Después de haber producido ese sonido no puedes llamarte gay a ti mismo o hombre para ser sinceros. —bufé.
—¿Por qué lo trajimos? —susurró, mirando a Kaled.
—Porque si lo dejábamos solo, hubiese incendiado el vecindario completo y para ahora estaría sentado en una celda de la prisión de máxima seguridad más cercana —bufó el mayor de los hermanos idiota—. Ahora, dejen de quejarse y vayan a sus malditas habitaciones a descansar, debemos encontrarnos con Harry en unas horas.
—Vamos, rubia, vamos a ver cuánta inocencia puedo robarte en un par de horas —Dacel puso sus dedos en mi nuca y me guio hacia el ascensor más cercano, oprimiendo el botón del piso tres una vez dentro.
—Tócame y te denunciaré por pedófilo.
—Solo tengo tres años más que tu —bufó.
—Yo estoy más cerca de los veinte, pero tú ya ves venir los treinta. —aseguré.
—Tengo veinticinco, no treinta —golpeo la parte trasera de mi cabeza—. Deja de tratarme de viejo verde.
—Lo eres, quieres meterle mano a este cuerpo joven y totalmente puro.
—No lo voy a negar —se encogió de hombros con facilidad.
—Estas teniendo sucios pensamientos, ¿verdad?
Mis ojos se abrieron de par en par cuando oprimió el botón para detener el ascensor y me apretó contra una de las paredes acristaladas, su sonrisa era perversa—. ¿Tú que crees?
—Creo que se me acaba de voltear el juego.
Soltando una pequeña risita, me besó como si no hubiese mañana. Él realmente oprimió mi cuerpo contra la pared, metiendo su lengua en mi boca y uno de sus muslos entre mis piernas. Mierda, eso era caliente y extraño, jamás me había visto en una situación parecida ya que nadie podía acercarse tanto a mi sin que entrara en pánico.
Menos Dacel, él siempre podía tocarme sin obtener una reacción negativa de mi parte.
—¿Te digo un secreto? —susurró a escasos milímetros de mi rostro.
Me lamí los labios—. Si.
—La tienda de Harry no es por lo único que Kaled quería venir, ésta planeando una boda sorpresa para Suri en una de las grandes iglesias de aquí —sonrió—. ¿Qué dices, rubia? ¿le copiamos la idea?
¿Uh?
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